jueves, 24 de diciembre de 2015

Dulce Jesús Mío, por Fernando de Jesús Larrea

Dulce Jesús mío, mi niño adorado (bis) 
Ven a nuestras almas niñito, ven no tardes tanto (bis) 

Del seno del padre, bajaste humanado (bis) 
Deja ya el materno niñito, porque te veamos (bis) 

De montes y valles, ven ¡oh deseado! (bis) 
Rompe ya los cielos niñito, brota flor del campo (bis) 

Dulce Jesús mío, mi niño adorado (bis) 
Ven a nuestras almas niñito, ven no tardes tanto (bis)


Fernando de Jesús Larrea (Ecuador, 1700-1773)

Gozos o Aspiraciones para la venida del Niño Jesús, por Bertilda Samper

Dulce Jesús mío, mi niño adorado
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Oh, Sapiencia suma del Dios soberano,
que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos
la prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Oh, Adonai potente que Moisés hablando,
de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Ah, ven prontamente para rescatarnos,
y que un niño débil muestre fuerte el brazo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Oh, raíz sagrada de José que en lo alto
presenta al orbe tu fragante nardo!
Dulcísimo Niño que has sido llamado
Lirio de los valles, Bella flor del campo.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Llave de David que abre al desterrado
las cerradas puertas de regio palacio!
¡Sácanos. Oh Niño con tu blanca mano,
de la cárcel triste que labró el pecado!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos,
que entre las tinieblas tu esplendor veamos!
Niño tan precioso, dicha del cristiano,
luzca la sonrisa de tus dulces labios.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Espejo sin mancha, santo de los santos,
sin igual imagen del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado
y en forma de niño, da al mísero amparo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro,
De Israel anhelo Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto
bienhechor rocío como riego santo!
¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado!
¡Luce, Dios estrella! ¡Brota, flor del campo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Ven, que ya María previene sus brazos,
do su niño vean, en tiempo cercanos!
¡Ven, que ya José, con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Del débil auxilio, del doliente amparo,
consuelo del triste, luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado,
mi constante amigo, mi divino hermano!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Ven ante mis ojos, de ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases, te dice mi llanto!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

Ven Salvador nuestro por quien suspiramos.
¡Ven a nuestras almas, Ven, no tardes tanto! 

Bertilda Samper Acosta, Madre María Ignacia (Colombia,1864-1910)

Novena de Navidad, por Fernando de Jesús Larrea

NOVENA PARA EL AGUINALDO


Oración para todos los días


Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les dísteis en vuestro hijo la prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. (Se reza tres veces Gloria al Padre)


Oración a la Santísima Vírgen


Soberana María que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo. ¡Oh dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén. (Se reza tres veces el Avemaría)


Oración a San José


¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervoroso deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén. (Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria)


Oración Niño Jesús


Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado". Llenos de confianza en vos, ¡oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no que dará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.

Consideración Día 1


En el principio de los tiempos el Verbo reposaba en el seno de su Padre en lo más alto de los cielos; allí era la causa, a la par que el modelo de toda la creación. En esas profundidades de una incalculable eternidad permanecía el Niño de Belén antes de que se dignara bajar a la Tierra y tomara visiblemente posesión de la gruta de Belén. Allí es donde debemos buscar sus principios que jamás han comenzando; de allí debemos datar la genealogía de lo eterno, que no tiene antepasados y contemplar la vida de complacencia infinita que allí llevaba.

La vida del Verbo eterno en el seno de su Padre era una vida maravillosa y sin embargo, ¡misterio sublime!, busca otra morada, una mansión creada. No era porque en su mansión eterna faltase algo a su infinita felicidad, sino porque su misericordia infinita anhelaba la redención y la salvación del género humano, que sin Él no podría verificarse. El pecado de Adán había ofendido a Dios y esa ofensa infinita no podía ser condonada sino por los méritos del mismo Dios. La raza de Adán había desobedecido y merecido un castigo eterno; era pues necesario para salvarla y satisfacer su culpa, que Dios, sin dejar el cielo, tomase la forma del hombre sobre la Tierra y con la obediencia a los designios de su Padre expiase aquella desobediencia, ingratitud y rebeldía. Era necesario, en las miras de su amor, que tomase la forma, las debilidades e ignorancias sistemáticas del hombre; que creciese para darle crecimiento espiritual; que sufriese, para enseñarle a morir a sus pasiones y a su orgullo. Y por eso el Verbo eterno, ardiendo en deseos de salvar al hombre, resolvió hacerse hombre también y así redimir al culpable.

Consideración Día 2


El verbo eterno se halla a punto de tomar su naturaleza creada en la santa casa de Nazaret, en donde moraban María y José. Cuando la sombra del decreto divino vino a deslizarse sobre ella, María estaba sola y engolfada en la oración. Pasaba las silenciosas horas de la noche en la unión más estrecha con Dios; y mientras oraba, el Verbo tomó posesión de su morada creada. Sin embargo, no llegó inopinadamente: antes de presentarse envió a un mensajero, que fue Arcángel San Gabriel para pedir a María de parte de Dios su consentimiento para la encarnación. El creador no quiso efectuar ese gran misterio sin la aquiescencia de su criatura.

Aquel momento fue muy solemne: era potestativo en María rehusar... Con qué adorables delicias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese los labios y pronunciase el "sí" que debió ser suave melodía para sus oídos, y con el cual se conformaba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina. La Virgen Inmaculada ha dado su asentimiento. El arcángel ha desaparecidos. Dios se ha revestido de una naturaleza creada; la voluntad eterna está cumplida y la creación completa. En las regiones del mundo angélico estalla el júbilo inmenso, pero la Virgen María ni le oía ni le hubiese prestado atención a él. Tenía inclinada la cabeza y su alma estaba sumida en el silencio que se asemejaba al de Dios. El Verbo se había hecho carne, y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres que su inmenso amor había venido a rescatar. No era ya sólo el Verbo eterno; era el Niño Jesús revestido de la apariencia humana, y justificando ya el elogio que de Él han hecho todas las generaciones en llamarle el más hermoso de los hijos de los hombres.

Consideración Día 3


Así había comenzado su vida encarnada el Niño Jesús. Consideremos el alma gloriosa y el santo cuerpo que había tomado, adorándolos profundamente. Admirado en el primer lugar en el alma de ese Divino Niño, considerarnos en ella la plenitud de su gracia santificadora; la de su ciencia beatífica, por lo cual desde el primer momento de su vida vio la divina esencia más claramente que todo los ángeles y leyó lo pasado y lo por venir con todos sus arcanos conocimientos. No supo por adquisición nada que no supiese por infusión desde el primer momento de su ser; pero Él adoptó todas las enfermedades de nuestra naturaleza a que dignamente podía someterse, aun cuando no fuese necesario para la grande obra que debía cumplir. Pidámosle que sus divinas facultades suplan la debilidad de las nuestras y les den nueva energía; que su memoria nos enseñe a recordar sus beneficios, su entendimiento a pensar en Él, su voluntad a no hacer sino lo que Él quiere y en servicio suyo.

Del alma del Niño Jesús pasemos ahora a su cuerpo, que era un mundo de maravillas, una obra maestra de la mano de Dios. No era, como el nuestro, una traba para el alma; era, por el contrario, un nuevo elemento de santidad. Quiso que fuese pequeño y débil como el de los niños, y sujeto a todas las incomodidades de la infancia, para asemejarse más a nosotros y participar de nuestras humillaciones. El Espíritu Santo formó ese cuerpecillo divino con tal delicadeza y tal capacidad de sentir, que pudiese sufrir el exceso para cumplir la grande obre de nuestra redención. La belleza de ese cuerpo divino fue superior a cuanto divino fue superior a cuanto se ha imaginado jamás; la divina sangre que por sus venas empezó a circular desde el momento de la encarnación es la que lava todas las manchas del mundo culpable. Pidámosle que lave las nuestra en el sacramento de la penitencia, para que el día de su Navidad nos encuentre purificados, perdonados y dispuestos a recibirle con amor y provecho espiritual.

Consideración Día 4


Desde el seno de su madre comenzó el Niño Jesús a poner en práctica su entera sumisión a Dios, que continuó sin la menor interrupción durante toda su vida. Adoraba a su Eterno Padre, le amaba, se sometía a su voluntad, aceptaba con resignación el estado en que se hallaba conociendo toda su debilidad, toda su humillación, todas sus incomodidades. ¿Quién de nosotros quisiera retroceder a un estado semejante con el pleno goce de la razón y de la reflexión?, ¿quién pudiera sostener a sabiendas un martirio tan prolongado, tan penoso de todas maneras?. Por ahí entró el Divino Niño en su dolorosa y humilde carrera; así empezó a anonadarse delante de su Padre, a enseñarnos lo que Dios merece por parte de su criatura, a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros pecados, y hacemos sentir toda la criminalidad y desórdenes del orgullo.

Deseamos hacer una verdadera oración; empecemos por formarnos de ella una exacta idea contemplando al Niño en el seno de su madre, El Divino Niño ora y ora del modo más excelente. No habla, no medita ni se deshace en tiernos afectos. Su mismo estado, aceptado con la intención de honrar a Dios, es su oración y ese estado expresa altamente todo lo que Dios merece y de qué modo quiere ser adorado por nosotros.

Unámonos a las oraciones del Niño Dios en el seno de María; unámonos al profundo abatimiento y sea este el primer afecto de nuestro sacrificio a Dios. Démonos a Dios, no para ser algo como lo pretende continuamente nuestra vanidad, sino para ser nada, para quedar eternamente consumidos y anonadados, para renunciar a la estimulación de nosotros mismos, a todo cuidado de nuestra grandeza aunque sea espiritual, a todo movimiento de vanagloria. Desaparezcamos a nuestros propios ojos y que Dios sólo sea todo para nosotros.

Consideración Día 5


Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre; veamos hoy toda la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hoy de que no tengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la encarnación y e l modo como hemos de corresponder a ellos.

María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión beatifica terrestre; la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad, Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad madura... Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierta, hasta que la hubiese aprendido de memoria...¡cuán ardientemente deseaba ese día!.

Tal era la expectativa de María...era inaudita en sí misma, mas no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda la vida cristiana. No nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino por esencia, potencia y presencia.
Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir y por nuestra cooperación a la gracia; de manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo Niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya.

Consideración Día 6


Jesús había sido concebido en Nazaret, domicilio de José y María, y allí era de creerse que había de nacer, según todas las probabilidades. Mas Dios lo tenía dispuesto de otra manera y los profetas habían anunciado que el mesías nacería en Belén de Judá, ciudad de David. Para que se cumpliese esa predicción, Dios se sirvió de un medio que no parecía tener ninguna relación con este objeto, a saber la orden dada por el emperador Augusto, que todos los súbditos del imperio romano se empadronasen en el lugar de donde eran originarios. María y José, como descendientes que eran de David, no estaban dispensados de ir a Belén. Ni la situación de la Virgen Santísima ni la necesidad en que estaba José del trabajo diario que les aseguraba la subsistencia, pudo eximirles de este largo y penoso viaje, en la estación más rigurosa e incómoda del año.

No ignora Jesús en que lugar debe nacer e inspira a sus padres que se entreguen a la Providencia, y que de esta manera concurran inconscientemente a la ejecución de los designios. Almas interiores, observad este manejo del Divino Niño, porque es el más importante de la vida espiritual; aprended que quien se haya entregado a Dios ya no ha de pertenecerse a sí mismo, ni ha de querer a cada instante sino lo que Dios quiera para él; siguiéndole ciegamente aun en las cosas exteriores, tales como el cambio de lugar donde quiera que le plazca conducirle. Ocasión tendréis de observar esta dependencia y fidelidad inviolable en toda la vida de Jesucristo, y este es el punto sobre el cual se han esmerado en imitarle los santos y las almas verdaderamente interiores, renunciando absolutamente a su propia voluntad.

Consideración Día 7


Representémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo, aún no nacido, al Creador del universo hecho hombre. Contemplemos la humanidad y la obediencia de este Divino Niño que aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable, obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si hubiese para El en esa circunstancia algo que le halagase, y quisiese apresurarse a aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente como súbdito en el momento en el que venía al mundo. ¿No es extraño que la humillación, que causa tan invencible repugnancia a la criatura, parezca ser la única cosa creada que tenga atractivos para el Creador? ¿No nos enseñará la humildad de Jesús a amar esa hermosa virtud?.

¡Ah...!Que llegue el momento en que aparezca el deseado de las naciones, porque todo clama por este feliz acontecimiento, El mundo, sumido en la oscuridad y el malestar buscando y no encontrando el alivio de sus males, suspira por su Libertador. El anhelo de José, la expectativa de María, son cosa que no puede expresar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, si es lícito emplear esta expresión adorablemente impaciente por dar a su Hijo único al mundo, y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esta santa humanidad tan bella que El mismo ha formado con tan especial y divino esmero, En cuando al Divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mimo que hacia Belén, Apresuremos con nuestro deseo el momento de su llegada; purifiquemos nuestras almas para que sean su mística morada, y nuestros corazones para que sean su mansión terrenal; que nuestros actos de mortificación desprendimiento "preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos".

Consideración Día 8


Llegan a Belén José y María, buscando hospedaje en los mesones; pero no lo encuentran ya por hallarse todo ocupado, ya porque se les desechase a causa de su pobreza. Empero, puede turbar la paz interior de los que están fijos en Dios. Si José experimentaba sorpresa cuando era rechazado de casa en casa, porque pensaba en María y en el Niño, sonreíase también con tanta tranquilidad cuando fijaba sus miradas en su casta esposa. El niño aún no nacido regocijábase de aquellas negativas que eran el preludio de sus humillaciones venideras. Cada voz áspera, el nido de cada puerta que se cerraba ante ellos, era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido a hacerle tomar la forma humana.

¡Oh divino niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en fiestas y diversiones o descansando muellemente en cómodas y ricas mansiones, han sido para vuestros padres un día de fatiga y vejaciones de toda clase. ¡Ay! El espíritu de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios,. ¡Cuántas veces no ha sido también el nuestro¡ ¿No cerramos continuamente con ruda ignorancia la puerta a los llamamientos de Dios, que nos solicita convertirnos, o santificarnos o conformarnos con su voluntad? ¿No hacemos mal uso de nuestras penas, desconociendo su carácter celestial con que cada uno a su modo lo lleva grabado en si? Dios viene a nosotros muchas veces en la vida, pero no conocemos su faz, o le reconocemos hasta que nos vuelve la espalda y se aleja después de nuestra negativa.
Se pone el sol de 24 de diciembre detrás de los tejados de Belén y sus últimos rayos doran las cimas de las rocas escarpadas que lo rodean. Hombres groseros codean rudamente al Señor en las calles de aquella aldea oriental, y cierran sus puertas al ver a su madre, La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas va apareciendo una tras otra. Algunas horas más y aparecerá el Verbo eterno.

Consideración Día 9


La noche ha cerrado del todo en las campíñas de Belén. Desechados por los hombres, y viéndose sin abrigo, María y José han salido de la inhospitalaria población y se han refugiado en una gruta que se encontraba al pie de la colina. Seguía a la reina de los ángeles el jumento que le había servido de humilde cabalgadura durante el viaje, y en aquélla cueva hallaron un manso buey, dejado allí probablemente por alguno de los caminantes que habían ido a buscar hospedaje en la cuidad.

El Divino Niño, desconocido por sus criaturas racionales, va a tener que acudir a loas irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno, y le manifiesten con esto y con su humilde actitud el respeto y la adoración que le había negado Belén., La rojiza linterna que José tiene en la mano ilumina tenuemente ese pobrísimo recinto, ese pesebre lleno de paja que es figura profética de las maravillas del altar, y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres. María está en oración en medio de la gruta, y así van pasando silenciosamente las horas de esa noche llena de misterio.

Pero ha llegado la medianoche, y de repente vemos dentro de ese pesebre, poco antes vacío, al divino Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con inefable anhelo. A sus pies se postra su Santísima Madre, en los transportes de una adoración de la cual nada puede dar idea. José también se acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imponderable oficio de padre adoptivo del Redentor de los hombres. La multitud de ángeles que desciende de los cielos a contemplar esa maravilla sin par , dejan estallar su alegría y hacen vibrar en los aires las armonías de ese Gloria in Excelsis que es el eco de la adoración que se produce en torno del Altísimo, hecha perceptible por un instante a los oídos de la pobre Tierra . Convocados por ellos, vienen en tropel los pastores de la comarca a adorar al recién nacido y presentarle sus humildes ofrendas. Ya brilla en oriente la misteriosa estrella de Jacob, y ya se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el oro, el incienso, y la mirra, que son símbolos de la caridad, la adoración y la mortificación.

¡Oh adorado Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración. ¡No la rechacéis! ¡Ven a nuestras almas, venid a nuestros corazones llenos de amor! Encended en ellos la devoción a vuestra santa infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los tiempos; devoción que fielmente practicada y celosamente propagada, nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando nosotros todas las virtudes cristianas.

Fray Fernando de Jesús Larrea (Ecuador, 1700-1773)

lunes, 21 de diciembre de 2015

El camello, por Gloria Fuertes

El camello se pinchó
con un cardo en el camino
y el mecánico Melchor
le dio vino.
Baltasar fue a… repostar
más allá del quinto pino…
e intranquilo el gran Melchor
consultaba su “Longinos”.
-¡No llegamos,
no llegamos,
y el Santo Parto ha venido!
(Son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido).
El camello cojeando
más medio muerto que vivo
va despeluchando su felpa
entre los troncos de olivos.
Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
-Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.
A la entrada de Belén
al camello le dio hipo.
¡Ay qué tristeza tan grande
en su belfo y en su tipo!
Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.
Y a las tantas ya del alba
-ya cantaban pajarillos-
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.
-No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero – repitió el Niño.
A pie vuelven los tres reyes
cabizbajos y afligidos.
Mientras el camello echado
le hace cosquillas al Niño.

Gloria Fuertes (España, 1918-1998)

Nochebuena del astronauta, por Antonio Murciano


I


Desde arriba se ve el mundo
-mordida manzana- al aire.

Tan solamente Belén
qué grande, hoy, desde el aire.

Hoy, que están de enhorabuena
el mar, la tierra y el aire.

II


Fiesta niña de mis ojos
dentro y fuera bajo el aire.

Hoy he visto al Niño-Dios
en una gruta del aire,

ángeles y serafines
mecían su cuna de aire

y cantaban villancicos
de aire, al aire, por el aire.

III


Esta noche es Nochebuena
y yo, soñando, en el aire;

surcando la noche negra
del tras-mundo, tras el aire;

yo, quemándome en el fuego
del encuentro con el aire

y helándome con el frío
de los espacios sin aire.

IV


Hoy están de parabienes
cielo y tierra y mar y aire.

Y yo, astronauta, perdido,
tendido en paz junto al aire,

voy rozando alas y estrellas
mientras giro sobre el aire,

sintiendo en mí la infinita
sombra de Dios, frente al aire.

V


Para mí toda la gloria.
Todo el gozo para el aire.

¡Fiesta de mis ojos niños!
¡Mi Nochebuena del aire!

Aire que el aire me lleva,
aire que me lleva el aire.

Antonio Murciano González (España, 1929)

Villancico de las manos vacías, por José María Pemán

Yo tenía
tanta rosa de alegría,
tanto lirio de pasión,
que entre mano y corazón
el Niño no me cabía...

Dejé la rosa primero.
Con una mano vacía
- noche clara y alba fría - 
me eché a andar por el sendero.

Dejé los lirios después.
Libre de mentiras bellas,
me eché a andar tras las estrellas
con sangre y nieve en los pies.

Y sin aquella alegría,
pero con otra ilusión,
llena la mano y vacía,
cómo Jesús me cabía
- ¡y cómo me sonreía! -
entre mano y corazón.

José María Pemán (España, 1897-1981)

El ángel confitero, por Rafael Alberti

De la gloria, volandero,
baja el ángel confitero.

-¡Para ti, Virgen María,
y para ti, Carpintero,
toda la confitería!

-¿Y para mí?
-Para ti,
granitos de ajonjolí.

A la gloria, volandero,
sube el ángel confitero.

Rafael Alberti (España, 1902-1999)

Navidad, por Rafael Alberti


—Un portal. 
—No lo tenemos. 
—Por una noche. 
—¿Quién eres? 
—La Virgen. 
—¿La Virgen tú, 
tan cubierta de nieve? 
—Sí.
II
La mejor casa, Señora, 
la mejor, 
si sois la Madre de Dios. 
Que tenga la mejor cama, 
Señora, 
la mejor, 
si sois la Madre de Dios. 
¡Abran los portales, abran! 
¡Pronto, 
por favor, 
que está la Madre de Dios!
III
—¡Sin dinero, Buen Amor! 
¡Y tu padre carpintero! 
¿Cómo vivir sin dinero? 
—¡Vendedor, 
que se muere mi alba en flor! 
¡Sin pañales mi lucero! 
¡Y sin manta abrigadora, 
temblando tu Buen Amor! 
¡Vendedora, 
que se muere mi alba en flor!
Rafael Alberti (España, 1902-1999)

Noche de diciembre, por Rafael Pombo

Noche como esta, y contemplada a solas
no la puede sufrir mi corazón:
da un dolor de hermosura irresistible,
un miedo profundísimo de Dios.
Ven a partir conmigo lo que siento,
esto que abrumador desborda de mi;
ven a nacerme finito lo infinito
y a encarnar el angélico festín.
¡Mira ese cielo!… es demasiado cielo
para el ojo de insecto de un mortal,
refléjame en tus ojos un fragmento
que yo alcance a medir y a sondear.
Un cielo que responda a mi delirio
sin hacerme sentir mi pequeñez:
un cielo mío que me esté mirando
y que tan sólo a mi mirando esté.
Esas estrellas… ¡Ay, brillan tan lejos!
Con tus pupilas tráemelas aquí
donde yo pueda en mi avidez tocarlas
y apurar su seráfico elixir.
Hay un silencio en esta inmensa noche
que no es silencio, es místico disfraz
de un concierto inmortal. Por escucharlo,
mudo como la muerte el orbe está.
Déjame oírlo, enamorada mía
Al través de tu ardiente corazón:
sólo el amor transporta a nuestro mundo
las notas de la música de Dios.
Él es la clave de la ciencia eterna,
la invisible cadena creatriz
que une al hombre con Dios y con sus obras
y Adán a Cristo, y el principio al fin.
De aquel hervor de luz está manando
el rocío del alma. Ebrio de amor
y de delicia tiembla el firmamento,
inunda el creador la creación.
¡Si, el creador! Cuya grandeza misma
es la que nos impide verlo aquí,
pero que, como atmosfera de gracia
se hace entretanto por doquier sentir…
Rafael Pombo (Colombia, 1833-1912)

miércoles, 9 de diciembre de 2015

SOBRE EL MALIGNO, por David Alberto Campos Vargas

SOBRE EL MALIGNO

Introducción

Satanás engaña. Es sumamente astuto. A veces aparenta ser bello y convincente. A veces se muestra como el mejor de los caminos (aunque no sea sino un camino de muerte, error y maldad). En esta época, cómo no, el simple hecho de mencionarlo ya hace que uno sea estigmatizado y atacado por una jauría de materialistas y ateos furibundos. Pero eso no me va a impedir hablar del Maligno. Al contrario: cuanto más confundida está la gente, más necesita escuchar una voz sensata que haga algo de contrapeso a tanta necedad.

Los que conocen mi formación científica y académica, y mi producción en los terrenos de la medicina y la psicología, me defenderán de esa jauría mencionada anteriormente. Mi compromiso es con Dios, el verdadero Juez, que determinará qué tan verdadero sea este ensayo. Yo espero que, cuando menos, sea útil a esta pobre Humanidad tan perdida y arrogante.

Este es un tema espinoso. Pertenece al campo de lo metafísico, de lo teológico: de esa estructura fascinante ante la que la Ciencia claudica y se revela incompetente. Como no soy teólogo también tengo un hándicap, pero creo que la Filosofía puede echarme una mano. Al fin de cuentas, gracias a la Filosofía uno puede aspirar a decir una que otra cosa con coherencia (aunque sin la total aspiración a estar diciendo la verdad), valentía y determinación, a sabiendas de las enormes limitaciones de la razón, la lógica y el pensamiento humanos en dichos temas.

Le pido al lector que me perdone las limitaciones. Y que si algo puede rescatar de este texto, que lo atribuya al muy necesario socorro del Espíritu Santo. Sí, que sonría el académico engreído y petulante. No me importa. Ante la pobreza de conocimiento, sólo sé que la bendita ayuda del Espíritu Santo es un paliativo magnífico. Quien haya pasado por experiencias similares me comprenderá: de repente, todo parece tan diáfano que se escribe casi al dictado. La fe, la intuición, el sentido común y un tipo de observación directa que no se limita a lo empírico y fenoménico, pueden ser de utilidad a esas pobres herramientas humanas enunciadas anteriormente, a la hora de abordar temas sobrenaturales y/o trascendentes. A veces la ayuda de Dios, que entiende y se muestra compasivo cuando un ignorante intenta hacer algo por explorar y comprender Sus misterios, es tremendamente eficiente.

Espero que quien acometa este escrito encuentre información útil, y ante todo edificante, que le permita llevar sus vidas con responsabilidad, virtud y amor a Dios. Ése es el camino para frustrar los planes del Maligno. Si logro este cometido, creo que este breve ensayo habrá cumplido su función y quedarán excusados sus defectos.

I

El Mal se asocia con el Maligno, con Satanás. Hace parte de él, y tiende a él. De él deriva: si rastreamos todas las particularidades y expresiones de maldad que tiene el mundo, a él llegamos.

Ahora bien: el Maligno es el origen de lo malo, pero no es el único agente de maldad. Cuenta con un ejército preparadísimo. Y con un montón de servidores, aunque hay que aclarar que dichos servidores ejercen su papel a veces de manera consciente y a veces no (cuando hacen de “idiotas útiles” de Satán, sin saberlo).

¿Por qué tiene a su servicio un ejército? Porque está librando una guerra. Es una contienda cósmica, cuyo teatro es el mismo Universo: la totalidad de lo que existe. Por ello nos involucra, y nos debería incumbir a todos los seres humanos, dotados como estamos de esa capacidad cosmológica que nos permite conjeturar y tratar de entender lo existente (la totalidad de los seres, el Universo), y de entendernos a nosotros como parte constitutiva de ello.
Todos los seres participamos de esa lucha. Sólo que la mayoría de las veces asistimos como agentes pasivos: es una lucha de la que no nos percatamos. Sólo si nos hacemos conscientes, si despertamos el espíritu, si nos despabilamos y hacemos al menos por un instante caso omiso de tantas distracciones (tantos espejismos…muchos de ellos puestos por los mismos agentes del Mal), podemos darnos cuenta.

¿Contra quién libra el Mal su guerra? Contra el Bien. Y es una lucha cósmica. Se libra tanto en lo micro como en lo macro: en cada alma, en cada familia, en cada comunidad, en cada nación, en cada planeta, en cada sistema solar y en todo el cosmos. Y esa es la Historia del Universo: una sucesión de asaltos (no siempre lineal…en ocasiones cíclica, en ocasiones sincrónica) en los que cada uno intenta triunfar.

Es una pena que este meme fundamental, presente en las más antiguas cosmogonías, y que hace parte del acervo del inconsciente colectivo, sea sistemáticamente ignorado por  algunos pensadores de la actualidad. De algunos de ellos se entiende la actitud, pues son declarados servidores del Maligno. Pero de otros sólo queda suponer o que están despistados, o que buscando un monismo a toda costa se tapan los ojos y pretenden desconocer de manera rampante la diferencia entre las huestes del Bien y las huestes del Mal.   

Desde el principio, el Bien y el Mal han librado esta batalla. Aunque Dios, personificación del Bien, fue primero en la Historia del Universo (pues se constituyó en el punto cero, el arranque del propio Universo, antecediendo aún a la primera Gran Explosión) y es más poderoso que el Mal, tampoco hay que desconocerle al Maligno, personificación del Mal, un enorme poder. Es como si, al hablar de fuerzas de cada uno de los bandos, nos encontráramos con una balanza ligeramente inclinada hacia el Bien (la parte más fuerte de dicha relación), pero no del todo.

Dios, sus seguidores, y todo lo que podríamos englobar bajo el concepto de Bien, son mucho más poderosos que Satán y sus secuaces. Pero el Maligno y los suyos también tienen sus armas, su fuerza y su estrategia. Por eso es que el Bien tiene fuerza suficiente para vencer al Mal en casi todas las ocasiones, pero insuficiente para aniquilarlo por completo.

Debemos tener en cuenta lo anterior, para entender mucho de nuestra misma Historia. Si observamos atentamente, nos encontramos con la misma situación descrita por Agustín de Hipona. La Ciudad de Dios y la Ciudad del Diablo pugnan buscando ser hegemónicas. Y yo añadiría: dicha hegemonía, dado lo parejo de la lucha y el relativo equilibrio de fuerzas, no se conseguirá sino hasta el llamado fin de los Tiempos, cuando el Señor venga, venza definitivamente a Satán y sus huestes, e instaure una nueva y sublime realidad: la del predominio del Bien.

II

¿Quién es Satanás? Un ser ex celestial, actualmente (y desde hace eones) maldito. Un pervertido, un degenerado, que se perdió la ocasión de estar conviviendo con el Señor, la Bondad Suprema, y se hizo un sujeto envilecido, que optó por hacer de “antagonista” a ese Sumo Bien.

Era un arcángel. Como tal, creatura de Dios. Pero si algún necio espera rebatirme diciendo: “¿cómo puede un ser maligno surgir de un ser absolutamente bueno como Dios?”, le he de recordar que sí, que es creatura de Dios, pero creatura indirecta. Como nosotros, los seres humanos. En efecto, uno no puede ser tan pánfilo como para defender un creacionismo a ultranza. Pero tampoco un lerdo que por defender el evolucionismo termine por negar a Dios. Hay que saber que todo viene de Dios, porque él es la causa primera de todo lo existente (porque es Eterno, y de él emana todo lo que conocemos: tanto más perfecto cuanto más cercano a Él, y tanto más imperfecto cuanto más lejano a Él).

Todos los seres deben su ser a Dios, pero hay una gradación, un espectro enorme. Los hay más perfectos (los más cercanos a Él) que otros.
La primera partícula de materia, que hizo posible el Big Bang, tenía una enorme relación con el Señor. Era casi perfecta, y contenía un número casi infinito de potencialidades. Pero no debemos confundirnos: algunos la llaman “partícula de Dios”, pero el término no es intercambiable con “Dios”. Dios, y la célebre “partícula de Dios”, no son la misma cosa. Ya hay una enorme diferencia cualitativa entre ellos. Dios es el ser no sometido al Tiempo, ni a la materia. La “partícula de Dios”, en la medida en que es emanación de Dios, y materia, y ser inserto en la Historia del Universo, ya no es Dios.
Los primeros seres dotados de conciencia en ser creados (arcángeles, ángeles, serafines, querubines, tronos), los más cercanos a Dios en el Tiempo (tiempo que emerge tan pronto emerge lo existente del Señor, el punto cero del Universo: tan pronto se inaugura la Historia del Universo), son más perfectos que un humano, un perro o un caballo, sin duda. Pero no por ello son perfectos. Sólo Dios es perfecto. Ellos (arcángeles, ángeles, serafines, querubines, tronos) son sólo más perfectos que otros. Por eso es que tienen defectos y vicios. ¿Creaturas de Dios? Obviamente, como lo son también un delfín o una estrella. Pero distintos de Él, en tanto que no son absolutamente perfectos (no son Dios, sino el resultado del devenir de esa materia con la que inició la Historia del Universo).  

Luzbel, también llamado Lucifer, fue un arcángel sumamente poderoso. Tenía el honor de ver a Dios cara a cara, esto es, de compartir con su Creador en la cotidianidad. Este mismo privilegio lo tenían otros muchos seres celestiales (ángeles, arcángeles, tronos, serafines, querubines), que convivían con el Señor en un estado de dicha espiritual tal que las palabras siempre serán insuficientes para describirlo (el Reino de los Cielos). Pero al muy cretino parece que no le bastó con eso. Quiso más, quiso (arrogantemente) igualarse a Dios (el único perfecto) y se rebeló contra Él.

Luzbel, igual que el resto de seres celestiales (y de todo cuanto existe en el Universo), era creación de Dios en tanto que a él debía su remoto origen (Dios, como punto cero universal, es el Principio de Todo, y superior al Todo mismo: el Ser de seres), y era sumamente poderoso,  mucho más que cualquier ser terrestre (igual que los demás seres celestiales, por haber sido anterior a los seres terrestres en la evolución del Universo...y por lo tanto menos alejado de ese punto cero universal que es el máximo de la perfección, la luz y la fuerza).

Pero de todas formas, inevitablemente, Luzbel era ya algo bastante alejado de Dios. Algo mucho más imperfecto, en la medida en que no era en modo alguno ese punto cero universal, sino que ya hacía parte del Universo, de la materia (lo que entraña en sí mismo la finitud, la imperfección, la caducidad) calidad de ser perecedero

Por eso tenía, entre sus rasgos de carácter, soberbia y avaricia. Por eso era voluble, creído y buscapleitos. Luzbel era, en resumidas cuentas, un tonto inmaduro.

Por eso Luzbel, o Lucifer, se hizo “adversario”, se hizo Satán, demonio de demonios, líder de los malignos. Quiso ocupar el puesto que sólo le compete a Dios (el único que es el que es, el único ser que existe en sí mismo, sin necesidad de otro. Quiso destronar a su (nuestro) Señor. Y, obviamente, perdió.

Perdió todo lo que tenía de bueno: su poderío, su fuerza, su belleza, su profunda inteligencia. Falló, tomó una decisión estúpida, y fue vencido.
Como señaló el Papa Pablo VI, no se trata entonces de una entelequia o un ser imaginario. Es un ser personal, singular, concreto. Es el Maligno. Existe en la realidad terrena (no es un mero concepto) y se la pasa acechando al hombre, y a otros seres vivientes, para hacerlos sufrir.

Sí, para hacerlos sufrir. Porque es tan patético, que su único consuelo, una vez perdido ese primer combate (en el que San Miguel, al mando de las huestes del Señor, lo humilló y derrotó y envió al Infierno), es el de atormentar a otras creaturas alejándolas del Bien (alejándolas de Dios). Como quien dice, es un neurótico envidioso, que tras perder su privilegio de estar y compartir con el Señor trata a toda costa de hacerle perder ese vínculo con Dios a los otros seres. Porque piensa, como tonto inmaduro que es, “que si (Dios) no es para mí no es para nadie”.

III

Por ello es que Satanás es enemigo de todos, hasta de los pajarillos del campo. No soporta ver a otros en contacto con el Divino: o los hace caer, o los hace morir. Mejor dicho: busca hacerlos caer o hacerlos morir. De la cercanía con Dios, de las propias circunstancias biográficas y del grado de preparación para llegar al Reino de los Cielos depende si se hace eficaz dicho propósito o no.

Note el lector inteligente que, hasta en esa aparente victoria, Satán es un pobre imbécil. Su aparente triunfo sólo consolida el triunfo del Señor: muchos seres bondadosos y preparados, en el lance de la muerte, simplemente acceden de manera expedita y eficiente a Dios. Al Maligno le sale el tiro por la culata.


IV

Con el hombre Satán tiene una envidia especial. Varios pensadores han señalado que al bobo no le cabe en la cabeza que Dios le tenga tanto cariño (y tanta paciencia) al hombre (a tal punto que se hizo hombre, en la divina persona de Jesús, para redimirlo), y seguramente están en lo cierto.  

Por eso Satanás es feliz haciéndole daño. Por eso se deleita haciéndolo tropezar y caer, a veces de manera sutilísima. Conoce bien al hombre, por lo que hace uso hasta de las pulsiones y demás elementos del psiquismo humano para hacerlo actuar de manera desequilibrada, desconsiderada y causadora de sufrimiento.

Pero también por eso el Señor Jesucristo vino a salvar a los seres humanos. Dios los vio tan vulnerables a las maquinaciones del Maligno que decidió protegerlos: Dios mismo, en un nuevo acto de amor, se hizo hombre para socorrerlos.

¿Más vulnerables que otras especies? Sí, más vulnerables. Todos los seres humanos podemos caer sumamente bajo, de no ser por el bendito auxilio de Dios, y cierto tipo de conciencia ética del cual ya hablaba Aristóteles hace más de dos milenios.

V

Pero Satanás es también un rival de Dios. Un rival muy inferior, por lo que siempre resultan patéticos sus intentos ante el poder infinito del Señor. Incluso en el esplendor de su fuerza, cuando aún era uno de los arcángeles al servicio de Dios, Luzbel no era rival para Él. Por eso Dios mismo no entró en combate con Satanás ni su ejército del mal cuando hubo la primera gran rebelión, sino que designó a otro de sus arcángeles (San Miguel) comandante de sus huestes.

Tan mediocre es el mal, y tan torpe Lucifer, que aunque grande era su ejército no tardó en ser barrido por el ejército del bien, liderado por San Miguel arcángel. Uno a uno, los seguidores de Luzbel (otros seres celestes, sin duda fuertes...pero obviamente mucho menos poderosos que las huestes del Señor) cayeron derrotados y fueron precipitados al Infierno.

Pero ¿qué es el infierno? Un estado de sufrimiento y privación, de pesadilla y espejismos, en el que el hambre de Dios (de Bien y de Amor supremos) nunca es saciada y se vuelve un mortificante anhelo. Un estado tan horrendo, que cada espíritu que en él se encuentra es presa de sus propias fantasías y temores, alucinando en consecuencia con lo que le es más temible y doloroso. 

Como esos espíritus malditos vivencian su Infierno desde hace eones, padecen y se exasperan con aquellos espíritus bondadosos que, gracias a su buen comportamiento, reciben los dones y favores de Dios. Los malditos, cargados de envidia, buscan entonces atacar a los espíritus bendecidos, las almas del Señor. No pueden hacerle frente a los seres celestiales (ángeles, arcángeles y tronos), porque desde esa derrota inicial han perdido mucho de su fuerza y su poder originales. Ni hablar de Dios, al que sólo pueden intuir en ese estado de degeneración, postración, frustración, impotencia y derrota en el que se encuentran. Pero sí pueden hacerle daño a espíritus más débiles. Es decir, en este planeta, aún los animales y el hombre son vulnerables a ellos.

Por eso algunos inmundos pueden poseer a seres humanos y animales, hasta enfermarlos seriamente y provocarles la muerte. En especial a aquellos que son espíritus débiles (sea porque se encuentran alejados de Dios, es decir, del Bien y del Amor, sea porque padecen de trastornos neuropsiquiátricos especialmente incapacitantes). Y, a los que no logran poseer, enfermar y aniquilar, tratan de hacerlos caer por múltiples vías.

Una vía frecuente es la del pecado. El pecado es todo tipo de actuación en la que el hombre o el animal se desliguen de su estado ideal de buena relación con Dios. Algunos teólogos lo han definido como una ofensa a Dios, y están en lo cierto, porque Dios, que es Amor Infinito, en verdad sufre cuando una de sus creaturas pierde el rumbo y obra (y en ese obrar cabe no sólo la acción, sino también la intención y el pensamiento) de manera inadecuada. Por eso el pecado le duele a Dios. Él, como Padre solícito, desea que todas sus creaturas gocen al menos de un poco de esa infinita armonía que irradia de Él mismo.

¿Sufre entonces, preguntará el lector sarcástico, también Dios por Satanás? Sí, un poco, en su justa medida. Por un lado, en su infinita sabiduría, Dios sabe que Satanás se ha labrado su propia desgracia, al apostarle al lado oscuro. En su justicia perfecta, Dios sabe que los abominables actos de Satanás y sus huestes (que no se limitan a la rebeliòn inicial, sino que se reactualizan cada instante, en la medida que buscan atormentar y hacer caer a cuanto ser viviente envidian y encuentran vulnerable) les hacen merecedores de ese suplicio eterno, implacable y variopinto que es el Infierno. Pero también siente enorme pesar por esos pobres desgraciados, que alguna vez compartieron con él pero que por su soberbia perdieron el privilegio de su infinitamente grata compañía, y se sentenciaron a sí mismos a ese Infierno de horrores en el que el dolor y el sufrimiento toma la forma que cada quien le imprima (la forma de lo que cada quien considere más desagradable y pavoroso).

    
VI

Una parte del Universo le apunta al Bien, y trata de acomodarse a su armonía. Es la Armonía Divina, de la que derivan las otras armonías del Universo (estados no tan perfectos como Dios, el Bien y la Perfección Supremos, pero igual dotados de algún grado de belleza, bondad y/o equilibrio), y que permite que los seres se alejen de la entropía, de la dispersión, de la destrucción.

Otra parte del Universo le apunta al Mal, y trata de acomodarse a su caos. Es el caos del Maligno, del que derivan (en grado mayor o menor) todas las carencias, las monstruosidades, las perversiones e infamias de las que son capaces los seres del Universo. Es algo generalizado, común a todos y cada uno de los seres (exceptuando a Dios): la entropía, la dispersión, la destrucción.

Ahora bien, ni el Bien ni el Mal triunfan por completo (al menos hasta cuando suceda el fin de los Tiempos), se mantienen en una especie de empate técnico (aunque, con algunos puntos de ventaja, y debido a su mayor poder, exista una tendencia a la victoria de parte del Bien). El Bien (y su personificación, Dios, que es el Supremo Bien del cual habló Platón) es más fuerte y hace muy bien las cosas, buscando ennoblecer, purificar y embellecer al Universo, pero no logra (hasta cuando llegue el momento) suprimir por completo al Mal. Y el Mal, por su parte, hace muy bien su oficio: trabaja cada instante, de manera constante y decidida, por robarle al bien sus terrenos.

Cada ser tiene una potencialidad hacia un polo u otro. O tiende hacia el Mal, y avanza por un camino de desorganización, de entropía y daño que conduce a la muerte (de sí mismo y/o de otros seres), o tiende hacia el Bien y avanza en un camino que, de ser permanente, conduciría a la eternidad, a la permanencia, a la perfección, a la integridad y el equilibrio plenos. Por desgracia no lo es, pues el Maligno conspira para que los seres no logren alcanzar ese polo en el que está Dios, la perfección y la bondad absolutas…por lo que se hace un camino no completo, un camino-haciéndose, una perpetua búsqueda, un perpetuo caminar una senda de la que, aunque se vislumbra, no se alcanza el final: una vía en la que así como avanzamos, por obra del Maligno retrocedemos.

Como ya se ha dicho, aunque el Bien es poderoso (y más poderoso que el Mal) no logra vencer al Mal por completo. Por eso es que ningún ser logra igualar a Dios: si es virtuoso, siempre tendrá algo que lo mancille, algo que lo haga imperfecto, algo de lo que carezca para ser semejante a Dios. Y aún si es vil y dañino, también podemos encontrar en ese ser algo de luminoso, algo de bello, algo de bondadoso. Por eso encontramos que un gran santo puede tener arrebatos de cólera o mundanidad, o que un gran asesino pueda mostrarse en cierto momento generoso o dulce (y me viene a la cabeza una foto de Hitler dándole de comer a un venado, o la imagen de Stalin conmoviéndose ante un poema).

Como ningún ser alcanza la perfección de Dios (porque si la pudiera alcanzar, tendría que ser Dios mismo…y sólo Dios es Dios, y el resto de los seres es lo que cada uno es), nos encontramos con que todos los seres llevan dentro de sí algo de bueno y algo de malo, algo de eternidad y algo de impermanencia, algo de vida y algo de muerte. Por eso es que todos los seres reproducen, en sí mismos, la gran batalla cósmica entre el Bien y el Mal. Por eso llevan dentro de sí el germen de su propia destrucción. Por eso logran en ocasiones bondad y belleza, y en otras maldad y fealdad. Por eso están destinados a la caducidad, aunque puedan lograr cierta longevidad. Por eso terminan pereciendo, pese a brillar en ocasiones como muestra pura de la Vida.

La observación atenta del ser humano nos lo muestra: exhibe dentro potencialidades de bondad y de maldad. Erróneo, y muy ingenuo, sería afirmar que es imagen y semejanza de Dios, puesto que tiene unas tendencias especialmente destructivas, tanáticas, peligrosas para sí mismo y para los demás. Tendencias de las que ya nos han hablado asiduamente Freud, Klein, Bion y otros brillantes pensadores. Cabe, sin embargo, una pequeña gran aclaración: no todas esas tendencias están encerradas en la llamada pulsión de muerte: no podemos reducir al ser humano así…ese fue uno de los errores del Psicoanálisis, y en general de toda teoría que intente creer que tiene el monopolio de la verdad y que quiera pretender explicarse al ser humano, ser tan complejo, desde una sola óptica. Pero también erróneo, y sumamente pesimista, sería afirmar que el ser humano es una antípoda completa de Dios. El ser humano también tiene unas tendencias de luz, creativas, sanadoras, hacedoras de bienestar. Y, de nuevo, es prudente 
señalar que dichas tendencias no pueden ser reducidas a la simple pulsión de vida o al Eros.

El ser humano, en resumidas cuentas, siempre y cuando cuente con el auxilio de Dios, puede hacerse a su imagen y semejanza. Pero esta no es una situación de base, sino una meta que se alcanza. Y yo añadiría que sólo se alcanza tras un fecundo trabajo espiritual.

Resumiendo: Bien y Mal como dos fuerzas (poderes, realidades, dimensiones, tendencias) antagónicas pero complementarias. Universo como gran teatro de la lucha entre ellas. Existencia (de cada ser, de todos y cada uno de los seres) como pequeño teatro en el que también se da esa pugna, que es en fin de cuentas una coexistencia entre dichas fuerzas o tendencias. Y salvación venida de Dios, que siempre le ayuda al hombre en esa difícil faena.

VII

En consecuencia, asistimos a un escenario (el Universo) en el que las fuerzas del Bien y las fuerzas del Mal hacen sus respectivas conquistas esperando debilitar a su contraparte. Vistas desde cierto ángulo, constituyen un Todo, del que se puede decir que son sus integrantes complementarios. Pero ello no nos puede llevar al error (que he visto en Saramago y otros autores) de creer que entonces Dios, como supuesta totalidad, incluye también una faceta maligna. Eso es una aberración.

¿Cuál es la realidad? Dios, el Sumo Bien, no es la Totalidad. Es el punto cero, el origen…pero no la suma de todas las cosas, pues las cosas malas no le pertenecen. La maldad no es de su jurisdicción. La maldad surge como una fuerza aparte.

La Totalidad sí puede ser expresada como una contraposición de complementarios/opuestos, tal como han insistido arcanas tradiciones (como el Taoísmo), pero no vamos a achacarle a Dios, personificación de la Bondad, los aspectos malvados, defectuosos y horrendos de esa Totalidad.
Esos aspectos malvados, defectuosos y horrendos son el producto mismo de la evolución, de la Historia del Universo. Dios puso a andar la maquinaria (esa gran maquinaria llamada Cosmos)…las desviaciones y los engendros no se le pueden achacar a Él, sino al mismo devenir, al mismo movimiento de las fuerzas evolutivas.

El Maligno no puede provenir de Dios, pues Dios es infinitamente bueno, perfecto. Su inmaculada perfección no puede ser compatible con algo imperfecto o malvado. ¿Cuándo aparece Satanás? Justo cuando Luzbel se deja llevar por su arrogancia. Ese arcángel, creatura indirecta de Dios, casi perfecta pero al mismo tiempo defectuosa, le dio cabida en su interior a nefastas abominaciones.  

VIII

Así como al rastrear todas las cosas buenas hacia sus orígenes, nos encontramos con el Sumo Bien, el bien de bienes, lo más perfecto dentro de lo que cabe a la ida misma de la perfección, también nos encontramos con el Maligno si vamos a las fuentes de los actos malos.

Puede el lector preguntarse, si ya está embebido en el cándido relativismo de la Posmodernidad: “¿Y qué define que un acto sea bueno o malo?” o acaso “¿Lo bueno o lo malo no son algo subjetivo, algo relativo, meros juicios de valor”? Bueno, sobra decir que en este relativismo moral se entronca buen parte de la perdición de los últimos años.

Hay cosas buenas y cosas malas. El bien y el mal son ideas claras y distintas, son evidentes en sí mismas. El error estuvo en borrar los límites y confundir las ideas. La Humanidad empezó a “justificar” (a creer que justificaba) actos malos y a ensuciar la bondad de los actos propiamente buenos. Esto, obviamente, sólo contribuyó a alejarla más de los senderos del bien y la virtud. Y a darle mucho gusto al Maligno.

La claridad de lo que es bueno y lo que es malo es innegable y evidente. No está sujeta a la variabilidad de las culturas, de las razas, de los códigos o de las convenciones: es una claridad que se da en todas las latitudes. En todo tipo de Estados, en todo tipo de naciones. Puede que los códigos, las constituciones y hasta las costumbres de las naciones varíen, pero todas comparten unos puntos clave. Ninguna persona mentalmente sana diría que es algo bueno arrebatarle a otro hombre lo que ha conseguido con su esfuerzo, o asesinar sin motivo o por diversión a un hombre pacífico indefenso.

Por supuesto, el Maligno y su ejército no han cesado de trabajar, y ya han convencido a buena parte de la Humanidad del relativismo moral, de que todo puede ser bueno o malo según las circunstancias. A los que tenían bien clara esa diferencia (aún sin ser cristianos) y abogaban por el bien y la virtud, como los grandes maestros de la Filosofía clásica (Sócrates, Platón, Aristóteles) otros intelectuales se han encargado de criticarlos o atacarlos usando la mofa y el sarcasmo (obviamente, pues dichos espíritus inferiores, con cosmovisiones de menor alcance, saben que no pueden vencerlos por medio de la razón o la argumentación lógica).

IX

El mal existe, y tiene sus sirvientes. Satanás, el Maligno, es el primero. Otros demonios y espíritus malditos, son sus lugartenientes. Los espíritus confundidos y los hombres ignorantes, sus soldados e idiotas útiles. Los hombres (y otros seres vivos) buenos, sus víctimas.

Una vez más: si bien Dios es el principio de todo, el punto inicial, el punto cero cuya existencia permite el inicio de la Historia del Universo, nunca podremos afirmar, de manera ingenua y errada, que Él originó al Maligno. En modo alguno. El Mal y el Maligno, y sus secuaces, emergieron como una entidad aparte, del propio Universo (de la propia materia, emanada de Dios pero distinta a Él, y cada vez más distinta en tanto que va pasando el tiempo, en la Historia del Universo).

El Mal es parte de la materia, se confunde con la materia, está inserto en ella. Nada hay más material que el Maligno, que vive empantanado en el mundo de lo material, de lo sensible. 

Él insufla de energía a todos los seres malvados, les ayuda, los apoya, les da ciertas “ventajas” dentro de esa enorme lucha, a nivel cósmico, que libra contra el Bien (Dios).

Él mueve cuidadosamente sus piezas dentro de ese gran juego cósmico en el que espera vencer a Dios y sus huestes. Él también tiene sus huestes, sus fieles seguidores. Y colaboradores. Y un montón de idiotas útiles, incautos que con conocimientos muy someros de Filosofía y Teología se lanzan a opinar cosas que en vez de aclarar el panorama lo enturbian, arrastrando así a miles de almas que dudan.

X
 
Satán es muy distinto a Dios. Es evidente que no puede provenir de Dios, pues Dios es infinitamente bueno, perfecto (su inmaculada perfección no puede ser compatible con algo imperfecto, depravado y malvado como el Maligno).

Satán tiene un rostro, pero a la hora de presentarse a otros seres (incluídos hombre y animales) puede tomar una infinidad de rostros. Se disfraza muchas veces, para pasar desapercibido. A veces toma la apariencia del bien. Muchas veces, de algo o alguien sumamente hermoso.

El maldito tiene mil caras, y termina siendo casi ubicuo. Tiene múltiples servidores, menos poderosos que él pero de todas formas peligrosos, porque alejan al hombre de la vida espiritual (de la vida contemplativa), y cortan en el animal su lazo con el Dios que sustenta la vida y la existencia.

Una de las confusiones de la Posmodernidad es la de creer que “Bien” y “Mal” son categorías, juicios de valor, o meras ficciones. Eso le hace mucho daño al mundo. El zarpazo del Maligno empieza por ahí. Por eso hay que estar alerta.

XI

¿Podrá alguna vez Luzbel cambiar, y obtener el perdón de Dios? Algunos teóricos han especulado sobre eso. Cabe la posibilidad, al menos en el plano de la hipótesis filosófica. Pero parece algo tan lejano que casi raya en el disparate. Recuerdo textos de Papini y Saramago que mostraban esa posibilidad. ¡Ni idea! Cabe sólo rezar porque el día de Jesucristo llegue, el Mal sea derrotado de manera definitiva y (puede pasar, al menos a nivel teórico, aunque es harto inverosímil) Satán recuerde lo que era (un ser de luz) y se deje de tonterías y antagonismos con el Señor. 


Pero mientras existan la guerra y la discordia, las dictaduras y la opresión, la discriminación y el racismo, los militarismos y la estupidez humana, el ser humano tendrá que seguir lidiando con Satanás, venciéndolo con la ayuda del Señor.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)