RESUMEN
En
el libro de Fernando Vallejo “la puta de Babilonia” se desprestigia, como
primera instancia, a la Iglesia Católica de la edad Media. Las fuentes que
utiliza el autor, sin embargo, son muchas veces poco objetivas. Los temas
abordados por Vallejo son variados, incluyendo la masacre a Béziers y algunos
datos biográficos de Inocencio IV, Inocencio VIII, León X, los Reyes Católicos,
el lego Simón IV de Montfort, entre otros.
Siguiendo
el orden en el que son tratados los temas, en la monografía se expone y contextualiza sobre los hechos
mencionados en el ensayo “la puta de Babilonia”, aclara dudas, y señala, de los
datos que da Vallejo, cuáles están confirmados por historiadores imparciales y
cuáles no.
Se
busca determinar hasta qué punto los errores aducidos por Vallejo acerca de la
Iglesia pueden llegar a ser ciertos, para así poder establecer quién sale peor librado,
a la larga, en esta diatriba: si la Iglesia, con sus desaciertos y pecados, o
si Vallejo, quien distorsiona, calumnia y refiere fuentes débiles. A pesar de
todo, se llega a la conclusión de que son dos tipos de daño incontrastables,
pues uno es grande y conocido, y el otro es sutil y ponzoñoso.
ABSTRACT
In Fernando Vallejo’s book “la puta de Babilonia”, it
is denigrated, from the very start, the Middle age Catholic Church. The
resources used by the writer, however, are rarely factual. Topics engaged by
Vallejo are diverse, including Béziers massacre and some biographic information
about Pope Inocent IV, Leo X, the Catholic Monarchs, layman Simon IV of
Montfort, and so on.
Following the order in which topics are treated, in
the monograph are exposed and contextualized the facts mentioned in the essay
“la puta de Babilonia”, clarified some doubts, and is mentioned whether if the
information given is supported by impartial historians or not.
The purpose is determining until which point the
mistakes adduced by Vallejo about the Church could be true, in order to
establish who goes worse delivered, at the end, in this discussion: Will it be
the Church, with its misses and sins, or Vallejo, who distorts, slanders and
refers weak sources? In spite of everything, it is concluded that they are
different and incontrastable kinds of hurting, for one is big and known, and
the other is subtle and poisonous.
INTRODUCCIÓN
Fernando
Vallejo es un escritor nacido en Antioquia, duro crítico de la religión y de la
Iglesia Católica. En el año 2007 publicó el ensayo “la puta de Babilonia”, que
causó gran revuelo tanto en los círculos seguidores como opuestos al
catolicismo.
En
la primera parte del libro, Vallejo denuncia las faltas que supone cometieron
los papas y sus allegados durante la edad Media. Sin embargo, estas críticas tienden
a ser parcializadas, y el público puede resultar confundido con respecto a la
verdad histórica de este periodo de la Iglesia. Por esta razón, el objetivo de
la monografía es ayudar al lector a dilucidar cuáles de los planteamientos del
antioqueño usan información de fuentes imparciales y cuáles no, para así formar
en él una visión más madura de este obtuso periodo histórico.
Durante
la edad Media la Iglesia Católica tuvo un poder considerable en Europa, y
compitió terrenos y riquezas con los reyes de entonces. Por esta razón, muchos
papas y allegados al trono de San Pedro vivían más interesados del mundo carnal
y pasajero que del espiritual; se le llamó el periodo del Oscurantismo porque
el conocimiento del mundo clásico sólo estaba permitido a los clérigos. Esta es
la causa por la que, hoy en día, se presentan tantas vicisitudes a la hora de
saber qué fue aquello verdaderamente histórico y corrupto en la Iglesia, y qué
fue lo meramente relativo al fenómeno de la leyenda negra y la leyenda blanca[1].
Con
base en las vicisitudes planteadas anteriormente, se ha llegado a plantear,
¿quién peca más, al menos en esta parte dedicada a la edad Media del libro “la
puta de Babilonia”, la Iglesia Católica de esta época o Fernando Vallejo? En la
monografía se expone que tanto la Iglesia Católica como Vallejo perjudicaron a
la humanidad, pero de manera distinta e incontrastable, por lo que se hace
complicado culpar más a uno que a otro.
La información ha sido extraída de
páginas de internet y de libros tanto en línea como en
físico. Para desarrollar la monografía se ha buscado información lo más
imparcial posible, para así desmentir, confirmar o dudar de las acusaciones en el
texto “la puta de Babilonia”.
El
trabajo se divide en capítulos correspondientes con los subtemas tratados en la
primera parte del libro “la puta de Babilonia”, y sigue un orden, no
cronológico, sino inferencial, como en el libro madre.
DESARROLLO
Metodología
en el Trabajo
En
el ensayo “la puta de Babilonia” no hay un orden histórico-cronológico
riguroso, sino que el autor, en forma de diatriba, va escribiendo acerca de lo
que va recordando. En la monografía se siguen los pasos del antioqueño,
buscando sus fuertes y sus debilidades. Por lo tanto, para cada subtema tratado
por Vallejo se han creado distintos apartados, en los que se pretende dar una
explicación imparcial de cada tópico, analizando las afirmaciones en el ensayo
de una manera objetiva.
La
masacre en Béziers
El
primer punto que trata Fernando Vallejo con respecto a la Iglesia Católica y la
edad Media en su ensayo es el de la cruzada albigense ordenada por Inocencio
III. (Llamada albigense por Albi, una ciudad en el suroeste de Francia.) Esta
comenzó en el año 1209 y finalizó en 1244, y tuvo como propósito reducir por la
fuerza el catarismo y favorecer la dinastía que por ese entonces gobernaba
Francia.
El
catarismo es una creencia catalogada como herejía por la Iglesia Católica, y
que tuvo un especial auge en el siglo XII en los territorios feudales del
Languedoc (Albi, Béziers y Montpellier están ubicadas en esta zona). Fue
clasificada como doctrina herética porque sostenía que Dios había engendrado
dos demiurgos, uno bueno y otro malo, y que fue el malo quien creó el mundo, la
carne y las posesiones materiales. Además, los cátaros criticaban a los
sucesores de San Pedro porque no contemplaban una vida ascética. Estos proponían
la insurgencia en contra de aquellos, por lo que más temprano que tarde se
volvieron un problema para el papado.
En
1209, Inocencio, después de varios choques diplomáticos con los albigenses,
convocó a una cruzada. Los soldados, al mando del legado papal Arnoldo
Amalrico, partieron de Lyon hacia Albi, primero sitiando la villa Serbia y
llegando después a Béziers. Una vez aquí, se intentó llevar a cabo una
negociación en la que la matanza no fuera enteramente bárbara, y el obispo Renaud de Montpeyroux pasó una lista con los 222 perfecti (líderes cátaros) más afamados
del lugar. Sin embargo, la ciudad se rehusó a entregarlos, por lo que el obispo
pidió a los ortodoxos que abandonaran Béziers. De nuevo, los católicos
prefirieron oponer resistencia, y sólo pudieron salvarse él y algunos
allegados.
Aún
antes de comenzar el sitio, un bloque de la resistencia salió a atacar a los
mercenarios y a los cruzados. No se necesitó mucho tiempo para que se dieran
cuenta de su inferioridad militar y huyeran despavoridos, situación que
aprovecharon, los mercenarios para comenzar la masacre, y los cruzados para
seguir tras ellos y robar lo que pudieron; todo esto sin haberse dado ninguna
orden para que lo hicieran. Como forma de defensa, muchos ciudadanos se
refugiaron en las Iglesias, lo cual, sin
embargo, sirvió de poco, pues las puertas fueron tumbadas y las personas
igualmente asesinadas: tanto herejes como católicos cayeron degollados.
Ahora bien, estas son verdades
históricas que, en palabras más o palabras menos, cuenta Vallejo. En su obra, no
obstante, escribe que “los albigenses eran los más devotos continuadores de
Cristo” (Vallejo, 2007, p. 8), y no menciona el hecho de que la confrontación
entre ortodoxos y albigenses se dio por la creencia de estos últimos en un
demiurgo satánico que creó el mundo y todas las cosas materiales.
También dice él categóricamente que el
legado papal dio la orden: “Mátenlos a todos, después el Señor verá quienes son
los suyos”. (Vallejo, 2007, p. 9). La orden, en realidad, no parece que haya
sido efectivamente pronunciada. (Ni
siquiera el mismo Heisterbach, de quien se posee el más antiguo registro
escrito de la afirmación, creía mucho en ella. La escribió bajo la introducción
“dícese que…” (Cesario de Heisterbach, 1229, en línea)).
Según Vaux de Cernay, el dato de siete
mil personas masacradas en la Iglesia de Santa María Magdalena, es probablemente
una exageración (Marvin, 2009, Documento en línea), y aunque Amalrico (el
legado papal) le haya escrito a Inocencio que veinte mil ciudadanos fueron
pasados por la espada sin importar el sexo ni la edad (Costen, 1997, p. 121),
los historiadores actuales creen que quizá él mismo distorsionó (o no supo
calcular correctamente) el número de los muertos.
Acerca de si Inocencio logró matar en un
día y en una ciudad diez o veinte veces más correligionarios que los que fueron
asesinados en la era de los mártires (Vallejo, 2007, p. 9), parece a todas
luces una afirmación descabellada. El número de mártires en la época así
llamada oscila entre los 3000 y los 3500 (William HC, 1967, en línea), y la
razón entre estos números y el dudosamente grande número de 20000 albigenses
muertos es, de hecho, de 6.6.
Vallejo,
una vez abordado el tema de la masacre cátara ordenada por Inocencio III,
decide contar algunos datos relacionados con otros que compartieron su nombre
pontificio, Inocencio IV e Inocencio VIII.
De
las dos cosas que escribe tratando del primero, una es cierta y otra está
distorsionada; a saber: Sí fue Inocencio IV quien
permitió a la Inquisición uso de torturas para extraer confesiones. Pero
aunque alguna
vez dijo que el papa era “presencia corporal de Cristo”, no estaba ni delirando
ni se creía Jesús, como cuenta Vallejo (2007, p. 9), sino que se refería a que
el papa fungía como representación del Mesías en la Tierra.
A
la hora de hablar Vallejo de Inocencio VIII, en cambio, todos son datos
históricos: con la bula Summis
desiderantes affectibus, éste papa hizo que se persiguiera, con más ahínco
que antes, a las brujas. Casó a su hijo con una Médici (familia poderosa e
influyente de la época), y para refrendar el trato nombró cardenal al hermano
menor de esta, quien contaba con apenas trece años y quien sería más tarde el
papa León X. Inocencio VIII fue además un gran simoníaco.
Los Reyes Católicos
[Inocencio
VIII,] el del acierto de llamar "Reyes Católicos" a Fernando e
Isabel, los de España. ¡Qué menos para un matrimonio que persiguió a moros y
judíos, que fundó la Inquisición española y que patrocinó a Torquemada! De los
miles y miles de inocentes que este dominico vesánico torturó y quemó, ellos en
última instancia son los responsables, por ellos se fueron derechito al cielo (Vallejo, 2007, p. 11).
En
lo que concierne al anterior párrafo en el ensayo, todo lo escrito es cierto: Fernando
e Isabel de España recibieron el mote de “Reyes Católicos” gracias a Inocencio
VIII. Este se lo dio a ellos por: (1) sus virtudes como unificadores y
pacificadores de España, (2) reconquistar Granada de los moros y expulsar a los
judíos no bautizados antes de 1492, (3) promulgar una cruzada contra el Islam y
(4) ayudar al Rey Carlos VIII de Francia (Wikipedia, 2015, Documento en línea).
Estos dos reyes fundaron la Inquisición española y patrocinaron a Torquemada
(quien inició el mayor periodo de persecución a judeoconversos, entre 1480 a 1530; también fue el primer inquisidor general de Castilla y Aragón en el siglo XV).
Comentario acerca de León X
Vallejo
dice que León X disfrutó del papado de banquete en banquete; que era gordo,
miope, de ojos saltones y sodomita; y que cabalgaba de lado a causa de una
úlcera probablemente adquirida gracias a sus devaneos homosexuales (Vallejo,
2007, p.10). Todo lo anterior parece saberse cierto. (Aunque no hay un consenso
general acerca su homosexualidad, existen tantos historiadores que hablan de
ella[1], que
los autores le dan la razón en este punto a Vallejo.)
Los
burdeles, junto con otros estamentos, le pagaban diezmos. En Roma, por ese
entonces, había efectivamente un aproximado de cincuenta mil habitantes, pero
es difícil saber a ciencia cierta la cantidad de prostitutas que había entonces
(un autor, en una novela literaria, empero, coincide con el número de siete mil
de Fernando Vallejo[2]).
Aunque se sabe que León X fue atrevidamente simoníaco, la sentencia “subastó dos mil ciento cincuenta puestos eclesiásticos, entre ellos
varios cardenalatos a treinta mil ducados el capelo” (Vallejo, 2007, p. 10), parece
de obtusa procedencia, pues no se encontraron referencias ni en archivos de
bibliotecas ni en internet.
A su primo bastardo, el futuro
Clemente VII, el día que León X se volviera papa, le dio su propio capelo de
manera gratuita. Hay quienes dudan, sin embargo, de que le hubiera dicho a
Clemente: “ya que Dios nos ha dado el papado, gocémoslo” (Claudio Rendina, s.
f., Il
papi, p. 614).
Es cierto que las tesis de
Lutero no le importaron demasiado, pero no creen los escritores de la
monografía que sea cierto que Pablo VI haya sido la antítesis agriada de León X,
como afirma Fernando Vallejo (2007, p. 10). (De hecho Pablo era muy
carismático, el que no se la pasara de fiesta en fiesta no quiere decir que
fuera un hombre desagradable.)
Volviendo con León X: Petrucci
intentó un papicidio al darle la consigna al médico Vercelli de introducirle un
veneno por el ano, pero el sucesor de San Pedro descubrió el plan, ejecutó a Petrucci,
y, citando a Vallejo (2007), “vivió varios años más, feliz, con la
conciencia tranquila, disfrutando de lo que Juan Pablo II llamaba hace poco, en pleno
epicentro del sida en África Central, "el banquete de la vida" […]”
(p. 10). León X
murió de malaria.
Apartado para Simón IV de Montfort
Vallejo
(2007) continúa explayándose sobre el tema de la cruzada albigense: “Tras
Béziers cayó Carcasona, donde Amalrico hizo conde de la cuidad a un veterano de
la Cuarta Cruzada, Simón de Montfort” (p. 11). Estos datos están
fehacientemente documentados en otras fuentes[3].
Simón
IV de Montfort fue una figura clave en la cruzada del Languedoc. Los historiadores,
tanto los modernos como los de ese entonces, afirman que era un buen estratega
militar, un católico fanático y un luchador sádico y descarnado. Ya había participado en la Cuarta Cruzada
(cruzada que en un principio intentó reconquistar Tierra Santa, y que terminó
en el saqueo de la ciudad de Constantinopla); fue el único que aceptó la orden
del legado papal Amalrico de despojar de sus títulos al que era conde de
Béziers, para adjudicárselos él. Fue nombrado líder del ejército cruzado. Es
largamente conocido el hecho de que Montfort, en las cercanías de Bram, tomó varios
prisioneros; les sacó los ojos y les cortó la nariz, las orejas y la boca -a
todos menos a uno, al que sólo le sacó un ojo para que los pudiera guiar hasta
Cabaret. Esto con la intención de generar miedo en sus enemigos.
Dos
cosas dice Vallejo que no se pudieron comprobar: (1) Que Amalrico le hubiera
dicho que “tratara a toda la Occitania como tierra de herejes y se sintiera
libre de exterminar a cuantos quisiera sin tomar prisioneros” (2007, p. 11), y
que (2) la columna de ciegos avanzara, el uno detrás del otro con las manos
puestas en los hombros del de adelante, y delante de todos el tuerto (Vallejo, 2007, p. 11). Sin embargo, los datos
parecen, según estricta lógica, creíbles. ¿Cómo iban sino a ser conducidos los
presos? Y, ¿sería Montfort tan desobediente como para matar a tantos como hizo
sin previa orden[4]?
Tratando de las edades de algunos pontífices y papas
El
siguiente apartado en la monografía analiza lo dicho en este párrafo (Vallejo,
2007, p. 11):
Cuarenta
y ocho años tenía entonces este pontífice [Simón IV de Montfort] que había sido
elegido a los 37, a la misma edad de Giovanni de Médicis: pocos comparados con
los 78 a que se encaramó al trono de Pedro nuestro actual Benedicto XVI, pero
muchos frente a los 20 a que fue elegido Juan XI, o los 16 a que fue elegido
Juan XII, y ni se diga los 11 a que fue elegido Benedicto IX (…).
Ni es
seguro que Simón IV de Montfort haya sido elegido pontífice ni Giovanni de
Médicis fue elegido pontífice a los 37 años, sino a los 47. De hecho, como
Simón IV de Montfort nunca fue elegido sumo pontífice, lo lógico sería pensar
que el autor se está refiriendo a un pontificado común (esto es, al ser obispo
o arzobispo de una diócesis) y no al papado. Por lo tanto, yerra también
confundiendo la edad de Giovanni en su ascensión al pontificado (13 años) con
la de su coronación como papa (47 años, que Vallejo dice 37 quizá por un error
tipográfico o un descuido intelectual).
Son
ciertas la edad de llegada al pontificado tanto de Benedicto VXI, como de Juan
XI y de Juan XII. Con respecto a la creencia de la coronación a los 11 años de
Benedicto IX, esta parece ser una leyenda o un error histórico (Enciclopedia
Católica, 2015, documento en línea).
Las cartas sobre la mesa
Salta a
la vista que Vallejo está parcializado en lo que se refiere al tema de la
Iglesia Católica, pero esto no le da derecho de tratar al lector de conejillo
de Indias, diciéndole que todo lo que él afirma es cierto, cuando él mismo bien
sabe que las fuentes que referencia muchas veces están descontextualizadas y
son poco objetivas. En esta sección del trabajo se repartirán cuentas entre uno
y otro: ¿Qué hizo mal la Iglesia? ¿Qué hizo mal el antioqueño?
Hablando
de la Iglesia en este periodo de la historia, es de censurar:
·
Su tenacidad a la hora de apoyar cruzadas y guerras de religión, más aún
cuando la intencionalidad era también política. En este aspecto es necesario
denunciar la masacre en Béziers, por ejemplo, impulsada por Inocencio III y
promulgada para extinguir el poder político y religioso de los cátaros.
·
La avaricia y vanidad de los curas y papas (razón por la que se dieron
las afrentas de los cátaros a los católicos).
·
La inmoralidad en los cruzados, pues nunca se buscó que los soldados
mataran la menor cantidad de personas (enemigas o no), ni que no robaran, etc.
·
La instauración, por parte de Inocencio IV, de la tortura como método
para obtener confesiones.
·
La costumbre (promovida por una
bula de Inocencio VIII) de quemar a los culpables de herejía. Esto muchas veces
sin ni siquiera tener pruebas de las acusaciones contra ellos.
·
El nepotismo y la simonía descarados de Inocencio VIII y León X. La vida
lujuriosa y sibarítica, además, en este último.
·
El estímulo que le hace Inocencio VIII a los reyes Fernando e Isabel,
llamándolos los “Reyes Católicos”, por su virtud de fervientes guerreros contra
las religiones judía y musulmana.
·
Las razones para elegir papas y sacerdotes, extremadamente políticas, y
en cambio muy poco enfocadas en el plano espiritual.
Con
respecto a Vallejo, se establecerá que peca por:
·
Contar medias verdades, desinformar. Esto se evidencia cuando escribe
sobre la disputa entre albigenses y ortodoxos, y cuando dice que “[Inocencio
IV], en el clímax de su delirio se desinaba a sí mismo praesentia corporalis Christi” (Vallejo, 2007, p. 9).
·
Utilizar fuentes débiles para hacer afirmaciones categóricas. Se le ve
valerse de esta treta, por ejemplo, cuando cita la históricamente dudosa frase
“mátenlos a todos que ya después el Señor verá
quienes son los suyos” (Vallejo,
2007, p.8), o cuando dice que Benedicto IX fue hecho papa a los 11 años (p.11).
De entre todos los errores historiográficos cometidos por Vallejo en su obra
“la puta de Babilonia”, este es el más constantemente cometido.
·
Confundir (o bien, alterar a propósito) fechas y títulos. Esto cuando
habla de la ordenación de Simón IV de Montfort y de la coronación de Giovanni
de Médici.
·
Calumniar. Trata a Pablo VI de agriado, por ejemplo, sin asomo de
justificación siquiera. Varias frases poco decorosas están incluidas en este aspecto,
como aquella que dice “El Espíritu Santo, que caga lenguas de fuego” (Vallejo,
2007, p. 9) o “Y estos [los sitiadores], con católico celo, se entregaron a la rapiña y al exterminio”[5]
(p. 8).
CONCLUSIÓN
Desde
el punto de vista moral, es difícil no culpar a la Iglesia Católica de la edad
Media por su mundanidad, su exacerbado interés político y su alejamiento de las
enseñanzas de Jesucristo. No obstante, si Vallejo en realidad hubiera querido cambiar el pensamiento de lectores
maduros e inteligentes, habría tenido mejores resultados ateniéndose a las
verdades históricas y refiriendo sus fuentes que insultando, calumniando y contando
chistes de mal gusto.
Parecería
que el mayor peso de la culpa recae sobre la Iglesia católica. Esto
principalmente por dos razones: Primero, porque se hace mucho más fácil herir a
la humanidad desde una institución de miles de personas durante quinientos años
que herirla un escritor en unas cuantas páginas de un libro, y segundo porque,
al menos durante la edad Media, la Iglesia ejerció un fortísimo poder en el
mundo, incomparable con el casi imaginario que detenta Vallejo en la
actualidad. Es decir, por más que Vallejo quisiera a toda costa ser peor y más
dañino que lo que en la edad Media fue la Iglesia, fracasaría en el intento.
Son
heridas de proporciones incomparables, sin embargo. La Iglesia es como un
animal grande y cansado, el cual en algún momento ocasionó graves heridas al
mundo que todavía buscan cicatrizar. La palabra de Vallejo, en la otra mano, es
un veneno lleno de engaño y malicia: llega sin ser visto ni sentido, pero poco
a poco daña y enferma.
Luis Fernando Campos Vargas (Colombia, 1982)
NOTAS
[1] Leyenda negra: aquello, muchas veces falso o exagerado, que se
escribió en la edad Media acerca de un estamento enemigo. Por ejemplo, lo que
habrá escrito algún rey de Francia sobre un papa al que le envidiaba su poder.
La leyenda blanca es lo completamente opuesto: exageraciones e inventos sobre
supuestas virtudes de mandatarios cercanos al escritor.
[2]De la homosexualidad de
León X hablan Carlo Falconi, Francesco
Gucciardini, Paolo Giovo y hasta Martín Lutero (Wikipedia, 2015, Documento en
línea).
[3]Ruiz
de la Fuente (2008) escribe en su novela que en el siglo XV, en Roma, ejercían
el trabajo de prostitutas unas siete mil mujeres, más o menos (Documento en
línea).
[4] Así como Oldenbourg (1961),
también Jonathan (2000) y Runciman (1985) afirman que el legado papal Arnoldo Amalrico hizo
conde a Simón IV de Montfort en Carcasona.
[5] Parece poco probable la
respuesta afirmativa a esta pregunta, pues, según los textos, Montfort era un
hombre estricto y obediente, sobre todo en las campañas militares (Jonathan,
2000, Documento en línea).
[6] Las cursivas son estrictamente de la monografía, no están en el
ensayo “la puta de Babilonia”.
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