lunes, 20 de abril de 2015

Las ventajas de las gallinas de viento, por Günter Grass


Porque apenas ocupan sitio
en sus perchas de corrientes de aire
y no picotean mis domésticas sillas.
Porque no desprecian las duras mondas de los sueños,
ni corren tras las letras
que el cartero pierde cada mañana ante mi puerta.
Porque se quedan quietas
de la pechuga al penacho,
paciente superficie, escrita en letra pequeña,
sin olvidar plumas ni apóstrofos...
Porque dejan la puerta abierta
y la clave sigue siendo la alegoría
que canta de vez en cuando.
Porque sus huevos son tan ligeros
y digeribles, traslúcidos.
Quién vio ese instante
en que el amarillo se harta, agacha las orejas y calla.
Porque su silencio es tan suave,
la carne del mentón de una Venus,
las alimento...

A menudo con viento del Este,
cuando pasan las hojas de tabiques intermedios,
se abre un nuevo capítulo
y me apoyo feliz en la valla,
sin tener que contar las gallinas...
porque son innumerables y se multiplican sin pausa.

Günter Grass (Alemania, 1927-2015)

Desconocemos que no sabemos, por Alvaro Molina

¿Vivimos bajo el engaño y la ilusión y que se es víctima de la fuerza de las palabras y de frases repetidas? Nuestras vidas y bienes son saqueados, simplemente porque no sabemos que no sabemos. Nuestro sistema de pensamiento nos esclaviza mucho más que lo haría un ejército conquistador.
¿Por qué sólo unas pocas personas se han escapado de la red, mientras que millones de personas nunca lo harán? Aparentemente hay algún “gen” que permite a algunas personas ver las verdades y superar su condicionamiento o, simplemente, porque no se quiere ver a causa del miedo inducido. A las primeras, se les otorga el valor de enfrentarse a la multitud y resistir las burlas y la opresión que vienen por oponerse a la sabiduría convencional de las segundas.

La creación de la mente de la masa y / o la conciencia de masas es el arma secreta de la élite gobernante. Cuanto más se sumerge una mente en la multitud, por supuesto, más se pierde la individualidad y la independencia de pensamiento. Cuanto más nos convertimos en una parte de la multitud, más dependientes nos volvemos de la autoridad – autoridad consensuada para el bien común. Y cuanto más dependiente nos volvemos, más defensivos somos cuando se presenta una nueva información contraria a la “sabiduría convencional”. En pocas palabras, el síndrome de multitud nos inocula contra la realidad. Sí, yo creo que el fenómeno psicológico de la conciencia de grupo es una estrategia creada para el control de la población. Ciertamente parece ser un sistema de protección para la élite, que en todas las definiciones son los enemigos naturales de las personas.

¿Qué es exactamente la conciencia de grupo? La conciencia de grupo son todas las enseñanzas de “hermandad” en todas sus formas y expresiones. Cuando en nuestro centro de pensamientos domina el grupo en lugar de nuestro propio ego o individualidad, es cuando se ha
integrado psicológicamente la mentalidad de masas. Por lo tanto, dependemos necesariamente del sistema. Se trata de una estrategia de control de las personas sutil y sofisticado que permite a la autoridad invisible manipular a las masas a su antojo.

Cuanto más nos encontramos inmersos en la mentalidad de masas (la multitud), más somos manipulados y más dependientes de la autoridad (el gobierno/élite) nos convertimos. Cada idea central de esta nebulosa llamada sociedad es calculada antemano para llevarnos (la manada con una dependencia sin sentido) a responder de forma autómata conforme a la autoridad.

A menudo, reflexionamos por qué nos acercamos más y más al autoritarismo total, independientemente de por quién votamos. Simple, pero irreconocible, la respuesta es que estamos siendo inconscientemente manipulados. Nacemos en un sistema que prescribe nuestros procesos de pensamiento, empezando por las primeras palabras que aprendemos. A medida que crecemos como adultos, se llega a un estado de existencia y evolución mental donde estamos encadenados con un sistema sutil e invisible del mito y el contra-mito.

Podemos ser y somos encarcelados con nuestras propias mentes. Nos imaginamos la felicidad conforme existimos dentro de los confines de nuestros parámetros mentales prescritos. De hecho, vivimos nuestras vidas físicas y nunca se acercan a la libertad de elección. Es imposible tomar decisiones cuando todas las opciones son prescritas por el sistema – opciones que nos canalizan al servicio del Estado.

La vida y la felicidad en esta vida bajo cualquier sistema político dependen directamente de la cantidad de nuestra individualidad (frente a la multitud) que se conserva y en qué medida nos despojamos de las ilusiones manipuladas.

En virtud del hecho de que la élite (el gobierno / banqueros) tienen el poder de crear dinero imaginario, toda la riqueza fluye de los verdaderos productores a los no productores. El Dinero Moderno expropia la riqueza. Traducido, esto significa simplemente que una clase de personas roba perpetuamente a la otra clase. Esto los convierte en enemigos naturales.

Si “compras” mi trabajo y mis bienes y servicios con el dinero creado (conseguido de la nada), me estás robando. Este sistema es la causa de todos los males políticos y sociales, pero se oculta con la oratoria política y la hipócrita benevolencia del bienestar.

El sentido común dicta a cualquier mente sobria que la clase política no puede darle nada, excepto que te roba. Esto es claramente un hecho de la realidad, pero la multitud hipnotizada no tiene sentido de causa y efecto / acción y reacción. Esto sólo puede explicarse por el hecho de que la gente (las personas) se encuentran en un estado de hipnosis y, por lo tanto, no poseen un control consciente de sus mentes.

La hipnosis masiva no es sólo un estado de estupor, sino un sistema bien definido de modificación de la conducta y el control absoluto. La gente con un estado alterado de conciencia (fanáticos) actuarán en contra de sus mejores intereses y disiparan su energía mental y física en los mitos políticos y contra-mitos. Mientras que en un estado de hipnosis o comportamiento aprendido, la estupidez obvia y la auto-negación se convierten en lo “políticamente correcto”. Para la mente consciente, esto es una locura y la comunicación entre el hipnotizado y la persona consciente resulta confusa. La mayoría de ustedes pueden haber experimentado este desdoblamiento al tratar de comunicarse con la gente que te rodea. Lo que es obvio para ti es invisible a los hipnotizados.

Cada vez menos personas poseen el imperativo cognitivo que cuestione el sistema, ya que la hipnosis y el comportamiento aprendido se transfieren de una generación a otra. Las falsas creencias se auto-perpetúan y se autoalimentan.

Así como el magnetismo y la electricidad tienen un positivo y un negativo, la amoralidad necesita la moralidad. La amoralidad depende de la moralidad. Los políticos y los gobiernos son amorales. Ellos no podrían existir sin la moralidad abnegada del pueblo.

En otras palabras, los ladrones y los políticos no se alimentan el uno del otro. Se alimentan de las personas honestas o personas con moral.

Alvaro Molina Camejo (Colombia, 1950)

lunes, 6 de abril de 2015

REFLEXIONES SOBRE LA NEOPOSMODERNIDAD, por David Alberto Campos Vargas

A mis estudiantes, con gratitud


REFLEXIONES SOBRE LA NEOPOSMODERNIDAD


David Alberto Campos Vargas, MD,MSc


Desde que acuñé el término neoposmodernidad (1,2,3) para designar todo el entramado social, histórico, cultural, psíquico y existencial que se abrió paso con el nuevo milenio, he tenido varias veces el deleite de repensarlo, revisarlo y reestructurarlo.

Repensarlo todo es una labor maravillosa: dinamiza, rejuvenece, da nuevas luces. Por el contrario, la actitud (bastante prepotente, por cierto) de creer que ya todo está dicho y que hay una única cosmovisión válida sólo predispone a la esclerosis del pensamiento, a los peligros del dogmatismo y el fanatismo, y a un alejamiento sistemático de la  realidad.

Fiel a esta actitud, y aún a costa de corregirme y rectificarme en algunos conceptos (cosa que hago encantado, si con ello siento que avanzo un peldaño más en el conocimiento del mundo), ofrezco estas reflexiones:

1. Neoposmodernidad no es sinónimo de globalización

La globalización es un fenómeno vigente, todavía en proceso, pero no es precisamente actual. De hecho, empezó con los primeros intercambios económicos de la Antigüedad y se consolidó con las rutas comerciales establecidas en la Edad Media. Por ello ha permeado muchas generaciones y ha estado sometida al vaivén de cada época (y hasta a los caprichos de las ideologías y doctrinas dominantes de cada contexto). Es un desatino creer que sólo los neoposmodernos estamos globalizados. También otros fueron globalizados en sus concepciones del mundo, pretensiones, acciones, y devenires existenciales (piense el lector en personajes como Marco Polo o Cristóbal Colón, y me entenderá), y no por ello se les puede aplicar el término neoposmodernos.

De otro lado, podrá ser cierto que el proceso de globalización se ha acelerado febrilmente las últimas tres décadas, y en ese sentido un incauto podría suponer que es entonces analogizable a Neoposmodernidad; dicha hipótesis se desvanece cuando se entiende a la globalización como un proceso que viene viviendo la Humanidad desde hace muchos años, y que la simple coincidencia en la línea del tiempo entre el pico de aceleración de la globalización (1990 d.C. – actualidad) y la Neoposmodernidad es más un solapamiento que una genuina integración (y que, en ese orden, ambos contextos no son homogéneos, sino realidades coexistentes en el tiempo que dan la apariencia de ir unidos cuando en realidad no lo están).

Además, lo neoposmoderno implica unas situaciones que rebasan con creces los escenarios meramente económicos, mediáticos, tecnológicos y geopolíticos delimitados por el proceso de aceleración actual de la globalización.

2. Debemos cuidarnos de los ídolos

Un error garrafal de mi trabajo Nuevo Milenio es Neoposmodernidad fue el de haber señalado a ciertos líderes (que en su momento se perfilaban como “campeones” de la libertad, el liberalismo y la democracia… y que resultaron estar muy por debajo de las expectativas) como figuras claves de la Neoposmodernidad. Ahora, sin la efervescencia del momento y con el panorama más completo que dan los años y la Historia, puedo afirmar que Tony Blair y Barack Obama no fueron sino ídolos mediocres de un montón de gente esperanzada. Gente que, a la postre, terminó desilusionada y bastante escéptica con respecto a sus verdaderas intenciones.

Tampoco se trata de satanizarlos: en comparación con quienes los precedieron, hasta se podría decir que hicieron un buen trabajo. Pero el análisis concienzudo de sus actos nos muestra a unos gobernantes más mediáticos que sinceros, más pragmáticos que bienintencionados, y más charlatanes que eficaces.

La supuesta cruzada por la libertad y en contra del terrorismo internacional no fue sino una mascarada urdida por Blair para justificar los intereses expansionistas de su aliado militar y geopolítico (los Estados Unidos, en ese entonces comandados por un belicoso y paranoide George Walker Bush), y de paso reencauchar al Reino Unido en la tradición del imperialismo mal disimulado. En cuanto a Obama, es claro que jamás mereció el Nobel de Paz; le siguió apostando a los métodos de la Guerra Fría (su gobierno espiaba hasta a sus amigos y aliados), fue pusilánime frente a la invasión de Ucrania y en cambio salvajemente drástico en su trato con grupos panislamistas, y no concretó sus propuestas de pacificación y retiro definitivo de tropas estadounidenses de Afganistán e Irak.

Lo mismo en el escenario latinoamericano. Michelle Bachelet y Dilma Rouseff terminaron salpicadas de escándalos de corrupción y dieron varias muestras de demagogia y populismo barato; Antanas Mockus, que había librado una valiente batalla contra la maquinaria estatal y partidista en las presidenciales de 2010, defraudó y se convirtió en un político marioneta al servicio de los intereses de las clases dominantes en su país (a favor suyo podría argumentarse un deterioro cognitivo progresivo, resultado de su enfermedad de Parkinson); Rafael Correa hizo avanzar a Ecuador en infraestructura pero se fue olvidando poco a poco de los sectores más desfavorecidos; José Mujica, aunque aclamado en el resto de América por su estilo desparpajado y su honestidad sin tacha (ha sido tal vez el único político latinoamericano de los últimos setenta años que no ha dejado su cargo más rico de como lo recibió), quedó en deuda con el Uruguay si se tienen en cuenta sus promesas no cumplidas.

Creo que lo mejor es entender que la política tradicional (la de los partidos políticos funcionando como mafias, con un rígido sistema de padrinazgos y triquiñuelas; la de unos comicios casi siempre arreglados de manera directa o al menos sesgados de manera indirecta con el uso irresponsable de los medios de comunicación; la de la supuesta “democracia representativa” que ni es democracia ni es representativa) no puede jamás ser algo limpio y decente como muchos quisiéramos, por su propio funcionamiento.

Uno no puede pedirle peras al olmo. Un sistema que ha institucionalizado unas prácticas sociales que implican corrupción (compra y traslado de votos, manipulación de encuestas y mass media, asesinato o difamación de rivales, campañas sumamente costosas subvencionadas por los mismos que luego serán favorecidos, nepotismo, etcétera) y que ha mostrado por siglos ser incapaz de asegurar vida digna a sus participantes (pues solamente ofrece calidad de vida a quienes gozan de las llamadas “mieles del poder”), no puede ni podrá producir algo genuinamente bueno.  

Otra moraleja: cuando un líder intenta hacerse pasar por abanderado de los ideales de la neoposmodernidad debemos evitar, por muy grande que sea nuestra admiración o simpatía por dicho líder, seguirlo de manera acrítica y/o apasionada, puesto que habitualmente esos líderes de la actualidad pertenecen a otras épocas y otros paradigmas (los hay comunistas, hippies, marxistas, socialistas, desarrollistas, neoliberales y hasta yuppies…pero hasta ahora ningún neoposmoderno lo ha intentado seriamente), y sólo nos ven como target electoral. Nos utilizan, tal como en el siglo XX muchos farsantes usaron a “las juventudes” en sus campañas.

3. El optimismo no debe derivar en una pérdida del contacto con la realidad

El hecho de que se haya cambiado de milenio a nivel cronológico no quiere decir que se haya logrado ese mismo cambio a nivel mental. Seguimos siendo, como Humanidad, un sincretismo en el que todavía conviven elementos feudales y colonialistas, y hasta fundamentalismos religiosos, con los elementos progresistas y verdaderamente democráticos.

Creo que una falla de mis anteriores trabajos sobre la neoposmodernidad, los neoposmodernos y lo neoposmoderno (tal vez relacionada con la propia juventud y el idealismo con que los escribí) radicó justamente en una cándida creencia (más un deseo que una realidad): que la neoposmodernidad se iba a consolidar rápida y homogéneamente, en todo el planeta, y que no iban a quedar reductos desagradables de otros paradigmas y de otras épocas (colonialismo, racismo, hembrismo, machismo, totalitarismos, homofobia, eurocentrismo, etcétera).

La verdad es que, así como la Ilustración convivió con la monarquía, nuestra neoposmodernidad aún está disputándole (más lentamente de lo que quisiéramos muchos) terreno al Medioevo (4), la Modernidad (5) y la Posmodernidad arcaica. Aún no se ha instaurado del todo. Puede que tengamos redes sociales y autos movidos por energía solar, pero todavía hay países como Cuba o Corea del Norte, en los que tratar de asomarse al resto del mundo es considerado un acto delictivo. Muchos homosexuales ya pueden casarse, pero aún ser gay es ser un ciudadano de segunda categoría en el imaginario de muchos. Existe un activismo desinteresado y al margen de las caducas instituciones y de los corruptos partidos políticos, pero todavía la mayoría de la población se ciñe a viejos parámetros para organizarse social y jurídicamente. Está la posibilidad de reencontrarse con la espiritualidad (tan ferozmente atacada por los totalitarismos del siglo XIX y XX), pero aún hay países como China, en los que todo lo que tenga un cariz religioso es atacado por el establishment (muchos creyentes de distintas corrientes religiosas son llevados a prisión, sometidos a tortura y hasta asesinados para la obtención de transplantes de órganos). Para dar un ultimo ejemplo, no hay quien no pose de ecologista de dientes para afuera, al menos en mi generación…y es triste notar que de todos nosotros ¡muy pocos somos los que apagamos la luz al salir de una habitación!

4. El lado oscuro del cosmopolitismo

Sin duda alguna, es mejor ser cosmopolita que “patriota” o nacionalista. Los cosmopolitas no han derramado una sola gota de sangre. De “patriotas” (y lo pongo así, entre comillas, porque el verdadero amor a la patria no radica en odiar al extranjero, ni en entonar himnos a todo pulmón, sino en engrandecer la patria con la producción científica, filosófica, artística y literaria, o por medio de aquellas acciones que contribuyan a su bienestar). Es preferible el asumirse como ciudadano del mundo en vez de encerrarse en un montañerismo falto de miras o un provincianismo mediocre.

Cuando todos los seres humanos entiendan que somos la misma especie, y que la Vida es la misma (y la misma en dignidad, derecho y valía) en todas partes, comprenderán que esos límites arbitrarios y cambiantes (y, por lo mismo, cambiables) denominados fronteras no son sino una excusa de unos pocos para cobrar impuestos y hacer la guerra a conveniencia. Puede que ese mismo día, si además se da un cambio psíquico real en dichos colectivos, se acaben también las guerras entre naciones.

El cosmopolitismo permite además un mayor conocimiento, una ampliación del mundo de la vida. Cervantes alguna vez señaló que el mejor camino para saber mucho era “leer mucho y viajar mucho”, y no se equivocó. En general, la gente de mundo es mucho menos propensa a patriotismos estúpidos, a nacionalismos estériles o a brutalidades contra inmigrantes y turistas. En cambio, detrás de cada idiota o fanático que cree que su terruño es lo máximo y que lo que está por fuera es de menor calidad casi siempre se encuentra una mente poco cultivada, un mundo de la vida restringido, un psiquismo constreñido y propenso a la agresión y la violencia (6).

Pero hay algo negativo en el cosmopolitismo: se corre el riesgo de cierto desarraigo, de cierta desvinculación total y enfermiza. Lo he visto a menudo como psicoterapeuta. Muchos jóvenes brillantes salen de sus respectivos países buscando ampliar sus conocimientos y mejorar su calidad de vida, pero son tan deficientemente estructurados a nivel psíquico que terminan abandonando sus tradiciones, descuidando su idioma, olvidando a sus familias y a veces, tristemente, hasta avergonzándose de sus orígenes y ridiculizando su cultura. Así, de una actitud inicial neoposmoderna (de diversidad y respeto a la diferencia) pasan a una actitud absolutista, dogmática, totalitaria, en la que sólo una forma de ser, pensar y actuar es tenida en cuenta como válida y todo lo demás se hace aniquilable o prescindible. Dejan de ser neoposmodernos. Pasan a ser modernos, y del peor talante: modernos a lo Hegel.

5. Lo “políticamente correcto” no siempre es Neoposmodernidad

He observado desde los albores del milenio cierta tendencia de los grupos dominantes y las caducas instituciones estatales: intentar camuflarse con ropajes que no son los suyos. Desde hace dos décadas, el establishment simula no serlo con el uso de un lenguaje “políticamente correcto”.

Lo “políticamente correcto” tal vez sonaba bien en la segunda mitad del siglo XX…pero de tanto ser usado en discursos que nunca fueron llevados a la práctica (porque en realidad no eran discursos sentidos genuinamente, sino anzuelos para pescar votantes) terminó siendo lo que es hoy en día: una expresión despectiva, que denota doblez y falsedad. Unos discursos que se predicaron pero jamás se practicaron. Ante esa falsa de coherencia, lo “políticamente correcto” es hoy por hoy un lenguaje trillado, manido e hipócrita.

Pero fieles a su tradición, los miembros de las clases dominantes vienen intentando desde hace un lustro hacerse pasar por neoposmodernos. No lo consiguen, obviamente, porque no lo son. Pero es bueno recordar que hay que desenmascararlos, justamente para que no entorpezcan y/o desdibujen el ideario neoposmoderno. 

Lo que he visto es que los que más violan los derechos humanos son los que más se llenan la boca con ellos. Los más sexistas son los que más escriben en una prosa ilegible al estilo de “todas y todos las ciudadanas y ciudadanos” y corren a discriminar y dividir entre lo masculino y lo femenino en vez de lograr su integración. Como ya he señalado anteriormente, dentro de lo políticamente correcto también cabe un discurso pseudoecologista, de mucha gente que por puro esnobismo se dice animalista, ecologista o preocupada por el ambiente pero a la hora de la verdad contamina muchísimo más, consume el doble o hasta el triple que las generaciones anteriores y no es capaz de reciclar o de cuidar los recursos naturales. Muchas veces he notado que detrás del disfraz del ecumenismo se esconden fundamentalistas y fanáticos de la peor calaña, y que hablan de libertad y democracia quienes tienen unas claras pretensiones dictatoriales.

Y ahí no termina el asunto. Los más clasistas son los que más presumen de ser incluyentes. Las naciones que establecen monopolios y le apuestan decididamente al neocolonialismo comercial (y a veces, de forma taimada o abierta, al neocolonialismo geopolítico), y que generan y mantienen condiciones de atraso y dependencia en otras, son las que en la palestra internacional muestran un discurso integracionista y blasonan de “combatir la pobreza”. Muchos que añoran a tiranos como Stalin (y a sistemas políticos asfixiantes, sangrientos y represivos, como el comunista) intentan hacerse pasar por demócratas, y muchos furibundos neoliberales tratan de disimular sus señas y atacan, con pleno cinismo, “al injusto modelo económico neoliberal”.   

De esta forma, los genuinamente neoposmodernos (los que creemos en la re-significación del ser hombre o mujer, en el verdadero liberalismo político, en la tolerancia, en el resurgimiento de la vida espiritual, en el pluralismo y el genuino democratismo, en el aperturismo y el cosmopolitismo, en el respeto a la divergencia y las verdades personales) debemos estar atentos y evitar caer en las pérfidas trampas de aquellos que, por pura retórica, y de manera calculadora (pensando en resultados electorales, o sólo para tratar de “quedar bien”) exhiben en su verborrea reiteradamente palabras como “género”, “focalización”, “redistribución del ingreso”, “clases privilegiadas”, “imperialismo”, “capitalismo salvaje”, “neoliberal”, “burgués”, “nación”, “paz”, “democracia” e “igualdad de oportunidades”. Las dicen de dientes para afuera, pero sus corazones son duros y en sus espíritus no hay sino insensibilidad e hipocresía. Ellos son los más felices con que se excluya a la población homosexual y a los colectivos LGBT, ellos son los más interesados en hacer parte de la élite económica y política planetaria, ellos son los que más se lucran con la guerra y la venta de armas.

6. Ser neoposmoderno es algo muy distinto a ser “milenarista”

El término “milenarista”, “generación Y”, Millenial o “generación del Milenio” se restringe de manera exclusiva a gente que nació entre 1985 y 1995, y vivió su adolescencia en el periodo de tiempo comprendido entre 1995 y 2010, a un tipo de personas (adolescentes tardíos y adultos jóvenes estadounidenses y de Europa occidental y central, con acceso a recursos tecnológicos, comodidades y modos de vida que muchos contemporáneos latinoamericanos, africanos, europeos del este y asiáticos simplemente no tuvieron) que se caracterizan por haber retrasado (algunos indefinidamente) su entrada a la adultez plena. Una generación ambivalente, indecisa y con una preocupante tendencia a evadir la madurez (7), pero también una generación amistosa, generosa, que no quiere repetir los errores de sus padres y sus abuelos, opuesta a la guerra y al sexismo. Muchos de mis estudiantes universitarios pertenecen a dicha cohorte, y he de decir que los encuentro mucho menos peligrosos que los baby boomers, hippies y yuppies, y menos competitivos y fantoches que los de mi generación (la llamada “generación X”).

El lector preguntará: ¿puede un milenarista ser un neoposmoderno? ¡Por supuesto! Muchos de los neoposmodernos actuales son “milenaristas”. La neoposmodernidad cala fácilmente en ellos, pues son menos proclives al fanatismo político y religioso que las generaciones que los antecedieron, no tienen taras machihembristas, valoran más el ocio productivo y tienen actitudes más responsables con respecto al sexo y la familia que hippies  y yuppies.

Pero los neoposmodernos también son muchos de las llamadas “generación X” y “generación Z”, porque hay otros elementos que definen el ideario de la neoposmodernidad (ecologismo, cosmopolitismo, liberalismo, flexibilidad cognitiva, consciencia de una dimensión religiosa y trascendente en el hombre, superación del antropocentrismo, tolerancia frente a las distintas posturas y roles de género). Por eso es un error confundir neoposmodernos con milenaristas.

Otra cuestión: la neoposmodernidad se extenderá hasta bien entrado el siglo XXII (cuando ya los “milenaristas” estén muertos), abarcando seis o siete generaciones más. Como se restringe al simple cambio de milenio (así se hayan superpuesto a nivel cronológico, durante un momento en el tiempo), incluirá a las llamadas generaciones X, Y y Z, y otras tres o cuatro.

De otro lado, algunos de los de las generaciones de hippies y yuppies en sentido puramento cronológico son neoposmodernos en sentido hermenéutico y conceptual. Son personas que hoy en día tienen más de 50 años, y sin embargo tienen ya una actitud de neoposmodernos. Sería injusto, y desacertado, dejarlos afuera.

Reproduzco a continuación, de otro ensayo, un breve esquema que puede ser ilustrativo (8):

Baby-boomers                                                 Neoposmodernos  
Pobre conciencia ecológica                               Ecologismo
Antropocentrismo                                               Valoración de otras especies
Consumismo                                                      Regulación del consumo
Poca responsabilidad social                               Gran sentido social
Hippies                                                                Neoposmodernos
Promiscuidad                                                      Tendencia a la monogamia
Tendencia a la subversión                                  Tendencia al orden
Máxima espontaneidad                                        Autorregulación y planeación
Sexismo                                                               Ausencia de sexismo
Yuppies                                                               Neoposmodernos
Vida dedicada al trabajo competitivo                    Valoración del ocio productivo
Materialismo extremo                                            Materialismo utilitarista
Mercadeo-autopromoción                                      Rescate de la vida personal

7. La filosofía de la neoposmodernidad y la filosofía de la liberación

Algunos filósofos me han preguntado si es la neoposmodernidad de otra faceta de la llamada “filosofía latinoamericana de la liberación”. Les he contestado que es un honor que comparen mi trabajo junto al de grandes pensadores como Zea, Miró Quesada, Dussel, Salazar Bondy, Roig o Boff. Pero que no por ser yo colombiano o latinoamericano debo restringirme a lo puramente colombiano o latinoamericano. La neoposmodernidad es un fenómeno planetario, no circunscrito a América. Lo neoposmoderno es universal.

Claro: hay elementos en común. La neoposmodernidad es liberadora, pues saca al hombre de tres prisiones en las que aún se encontraba en los albores del siglo XXI: el antropocentrismo, el sexismo y el materialismo. La neoposmodernidad es liberación, rejuvenecimiento: dejar atrás un montón de supuestos del siglo XIX y XX que limitaban y constreñían la vida humana.

Pero no es, en modo alguno, heredera de las taras de la filosofía de la liberación, bastante salpicada de elementos revanchistas, materialistas, antropocentristas y marxistas. Ni comparte sus glorias (como la de haber dado una voz a la filosofía de América Latina, o la de haber ganado para nosotros, los pensadores nacidos en estas latitudes, un reconocimiento que nos habían negado sistemáticamente los filósofos eurocentristas).

La neoposmodernidad es, simplemente, un fenómeno mundial, planetario, sobre el que he llamado la atención. El hecho de haber nacido en Colombia viene a ser, in estricto senso, irrelevante para el caso (no así para otros de mis trabajos, centrados en la situación social y política de mi país y las naciones americanas).

8.   Lo neoposmoderno frente a los totalitarismos

La neoposmodernidad es, por definición, anti-totalitaria. Es pluralismo, variedad, versatilidad, flexibilidad.

Los totalitarismos, del tipo que sean (se suele captar fácilmente a los de tipo político, como el nazismo, el fascismo o el socialismo…pero suelen pasar inadvertidos muchos de tipo social, como el machihembrismo, o ideológico, como muchos dogmatismos y fundamentalismos), son enemigos de la pluralidad, de la divergencia. Ahogan todo lo que sea libre o liberador.
El siglo XX, uno de los más caóticos, desilusionantes y sangrientos de la Historia, fue el siglo de los totalitarismos. En especial de los totalitarismos ideo-políticos. De ahí la brutalidad, el tánatos imperante, el sufrimiento. De ahí ese horrendo despertar, ese doloroso percatarse, para la humanidad, de que las utopías del siglo XIX habían sido un fiasco.

Pero también el siglo XX tuvo un aspecto luminoso. Permitió comprobar, in situ, la falsedad de todos esos cuentos del siglo XIX (9). Mostró a la luz de qué estaban hechas en realidad esas retorcidas utopías, derivadas en buena medida del absolutismo brutal de la filosofía hegeliana y de la irracionalidad, la decadencia y el nihilismo vividos en la Europa occidental decimonónica.
Viviendo en carne propia los horrores de los totalitarismos, la humanidad del siglo XX aprendió (a los porrazos, pero aprendió al fin) que no podía seguirles haciendo el juego, so pena de marchar hacia su propio exterminio. Y del siglo XX, de las cenizas de la posguerra, de la supervivencia a toda clase de persecuciones y genocidios (sí, en plural, porque se habla mucho del genocidio perpetrado por los nazis, pero no tanto del perpetrado por los comunistas…y mucho menos del perpetrado por los estadounidenses, o de los genocidios perpetrados por distintas dictaduras en todo el orbe), y de las reflexiones de unos intelectuales comprometidos, nace la posmodernidad.

La posmodernidad fue un hito necesario en la Historia. Con ella se cuestionó el orden existente, se dejaron a un lado un montón de tonterías que aún subsistían en el inconsciente colectivo (por ejemplo, la obediencia ciega a la autoridad o la creencia de que se debía uno batir a duelo por nimiedades), y se allanó el terreno para los grandes cambios ocurridos en la segunda mitad del siglo XX, como la desaparición del bloque socialista y el reconocimiento pleno de los derechos de los trabajadores, las mujeres y las negritudes. Y, ante todo, la posmodernidad le permitió a la humanidad verse de otra manera, menos restringida y estereotipada, libre del modelo propuesto por la modernidad cartesiana y hegeliana.

La neoposmodernidad es heredera de la posmodernidad. Libre de ataduras, y crítica frente a todo intento absolutista o totalitario. Ahora, si bien la posmodernidad combatía los totalitarismos desde trincheras dadas por la modernidad (a través de gremios y sindicatos, de huelgas, de consultas populares y referendos, de revoluciones), la neoposmodernidad se enfrenta a los totalitarismos usando sus propios recursos (revistas virtuales, blogs, redes sociales, foros, creaciones literarias y artísticas).
 
9. Lo neoposmoderno frente al machihembrismo

Otro rasgo distintivo de la neoposmodernidad, coherente con su espíritu de tolerancia y apertura, es el del respeto a la diversidad sexual. En consonancia con ello, la neoposmodernidad supera las dualidades y los tontos enfrentamientos entre hombres y mujeres (es decir, ridiculeces como la llamada “guerra de los sexos”, o numerosos prejuicios de gente estulta, o los chistes machistas y hembristas que circulan tan frecuentemente entre resentidos e inmaduros), y da un paso más: abre el abanico de posibilidades de género, respetando a homosexuales, bisexuales, transexuales y metrosexuales en su calidad de personas humanas con plena dignidad y plenos derechos.

Los neoposmodernos no aceptamos discriminaciones o exclusiones, así tengan el disfraz de “igualitaristas”. No nos cabe en la cabeza que se le castigue impositivamente, socialmente o jurídicamente a alguien por su género.

Una de las grandes tareas de la neoposmodernidad, en ese orden de ideas, está en lograr un orden jurídico que proteja el derecho de dichas variantes de la sexualidad humana a consolidar un matrimonio y a estar protegidas en cuanto a seguridad social y mecanismos de herencia.
 
10. La neoposmodernidad no se deja atrapar por ningún “ismo”, a no ser que se trate de pacifismo o ecologismo

La neoposmodernidad, heterogénea y plástica, flexible y tolerante, es ajena a los partidismos y a los sectarismos de todo tipo.

Los “ismos” encierran grandes peligros. Ideologizan, fanatizan y estupidizan de tal forma a la gente, que no me equivoco si les achaco algo de culpa en todas las manifestaciones de violencia y agresión al prójimo.

Los únicos “ismos” que estarían en consonancia con lo neoposmoderno serían el pacifismo y el ecologismo. El primero porque tiende puentes, une y armoniza, valorando la singularidad y el derecho a la diferencia. El segundo porque re-dignifica la Naturaleza y la libera de una larga tradición filosófica (antropocentrista y deletérea) que la relegaba a un segundo plano y que la ponía al servicio del hombre en calidad de ente explotable y maltratable (10).

Dicho sea de paso, saludo con entusiasmo todos los nuevos movimientos encaminados a reivindicar los derechos de los animales y a proteger los distintos ecosistemas en peligro. Creo que conviene poner al hombre en su justo sitio y bajarlo de ese pedestal en el que lo pusieron Aristóteles y Tomás de Aquino (11), y hacerle entender que vive en relación con el Universo y está llamado, si pretende sobrevivir, a cuidarlo. Y que el hecho de ser un animal racional no lo convierte en un animal superior (12).

11. La neoposmodernidad no es infinita: está circunscrita a una realidad histórica de espacio-tiempo

Cada época tiene sus límites. Sería de un narcisismo imperdonable pretender que dure más allá de lo que tenga que durar. Es el último coletazo de la posmodernidad. No creo que se extienda más allá del XXII d.C.

Lo que vendrá luego puede ser al mismo tiempo fascinante y espantoso. Se puede uno imaginar un mundo altamente tecnificado, en el que los viajes al espacio serán algo cotidiano, y en el que la expectativa de vida sea francamente superior a la actual. Pero, al mismo tiempo, se corre el riesgo que aquel sea un mundo sin corazón, de una frialdad despiadada, sumido en el hedonismo y en el utilitarismo más extremo, sin vínculos de amistad o familia, tal como lo fantasearon Huxley y Wells (13,14).

12. ¿Cómo será la neoposmodernidad en su mayoría de edad?

Tan pronto se consigan los logros jurídicos que esperan los integrantes de la comunidad LGBT desde hace tiempo (15), y se modifique la forma en la que entendemos las fronteras (incluso puede pasar que aparezcan otros tres o cuatro conglomerados grandes de países, al estilo de la Unión Europea, con base en afinidades étnicas, geográficas, lingüísticas y económicas), cosa que puede llegar a configurar el cese definitivo de las trabas a los movimientos migratorios, la humanidad tendrá que vérselas con el peligro de su propia extinción.

Se acentuará entonces el aspecto ecológico del ideario neoposmoderno, en una carrera contra el tiempo. Se entenderá finalmente la importancia de cuidar como algo sagrado la vida en el planeta.

En filosofía se dará un interesante debate a propósito de la pluralidad de opiniones y la validez de las verdades personales; en últimas, puede que termine por darse un consenso: ciertas áreas del saber deben apuntarle al esclarecimiento de las verdades universales (no será extraño que la integración entre filosofía analítica, lógica simbólica y ciencia produzca avances de gran calado) y otras áreas del saber deben potenciar y liberar la creatividad en las llamadas verdades personales (y creo que esa podrá ser la justificación del arte, la teología, la estética y la literatura frente a los imbéciles que los atacan en aras dizque de hacer ciencia). Se resolverá, al menos temporalmente, el dilema entre el relativismo y el absolutismo, que ha ocupado buena parte de la filosofía de los siglos XX y XXI (16).

13. ¿Qué ofrecerá la neoposmodernidad a los siglos venideros?

Ya hemos visto cómo a ciertas épocas las idealizan unos y las devalúan otros; lo más prudente es situarse en el medio y entender que cada ser tiene luces y sombras, y que el tiempo no escapa a esa realidad ontológica.

De la neoposmodernidad podrán decir (como lo dicen de la posmodernidad) que no existió los más acérrimos materialistas, empeñados en imponer a los demás su visión del mundo y de la Historia. Para ellos la culminación de la Historia es el Estado socialista, así como lo era para Hegel la monarquía prusiana, o para algunos filósofos medievales la Cristiandad homogénea y unida bajo una supuesta monarquía divinizada. Algunos sociólogos y psicólogos podrán objetar contra ella que trastornó completamente las concepciones sobre emparejamiento, hogar y familia. Los nacionalistas y xenófobos (siempre habrá tontos mientras existan seres humanos, podemos estar seguros) criticarán el final de las fronteras y de las barreras arancelarias y migratorias; algunos le achacarán a dichos cambios las (inevitables) crisis económicas que sobrevendrán.

Pero todos estarán de acuerdo en que la neoposmodernidad contribuyó a distensionar las relaciones entre los seres humanos, entre éstos y los otros seres vivos, y entre las naciones. Valorarán que rescató la importancia de lo espiritual y lo trascendente cuando el neopositivismo y el materialismo por poco acaban con lo metafísico y sublime. Reconocerán que construyó un mundo más abarcativo y tolerante con la diferencia. Y, ante todo, agradecerán que no se erigiera ni como teocentrismo ni como antropocentrismo, sino que valorara en su justa medida a la Naturaleza.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

REFERENCIAS

(1) Campos, D.A. ¿Qué es la Neoposmodernidad?, Santiago de Chile, 2005
(2) Campos, D.A. Nuevo Milenio es Neoposmodernidad, Bogotá, 2013
(3) Campos, D.A. Fenomenología y posneoliberalismo: sus utilidades en el contexto de la Neoposmodernidad, Armenia, 2014
(4) Campos, D.A. El Medioevo en la otra esquina, Armenia, 2015
(5) Campos, D.A. El nacimiento de la tragedia, o cinco ensayos sobre la Filosofía del siglo XIX, Armenia, 2014
(6) Campos, D.A. Psicopatología en el Nacionalsocialismo, Bogotá, 2013
(7) Strauss, W., Howe, N. Millenials Rising: the next great generation, Nueva York, 2013
(8)  Campos, D.A. Fenomenología y posneoliberalismo: sus utilidades en el contexto de la Neoposmodernidad, Armenia, 2014
(9) Campos, D.A. El nacimiento de la tragedia, o cinco ensayos sobre la Filosofía del siglo XIX, Armenia, 2014
(10) Campos, D.A. Sobre el amor a la Naturaleza, Santiago de Chile, 2013
(11) Campos, D.A. Breve Historia de la Filosofía, Bogotá, 2012
(12) Campos, D.A. Conversaciones con Tommy, inédito.
(13) Huxley, A. Un mundo feliz, Madrid, 2000
(14) Wells, H.G. La máquina del tiempo, Madrid, 1993
(15) Honneth, A. El derecho a la libertad, Madrid, 2014
(16) Varios autores, Filosofía actual, México, 2012

LAS RUINAS CIRCULARES, por Jorge Luis Borges

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas.
El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar.

Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.

A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistían un poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran tributarias del sueño, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían los de su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino. El hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que al pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatió contra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entre la cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación, éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira le quemaban los viejos ojos.

Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía.

Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.

En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.

El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le dolía apartarse de él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica, dilataba cada día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo eso había acontecido... En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente: El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.

Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer -y tal vez impaciente. Esa noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanqueaban río abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.

Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches secretas.

El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.

Jorge Luis Borges (Argentina, 1899-1986)

sábado, 4 de abril de 2015

Sermón de las Siete Palabras, por Joseph Ratzinger (Benedicto XVI)

Primera Palabra
“PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN” (Lc 23,34)
(Papa Benedicto XVI)
“Esta Palabra la pronuncia Jesús inmediatamente después de haber sido clavado en la Cruz. La primera oración que Jesús dirige al Padre es de intercesión: pide el perdón para sus propios verdugos. Así, Jesús realiza en primera persona lo que había enseñado en el sermón de la montaña cuando dijo: “A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian” (Lc 6, 27), y también había prometido a quienes saben perdonar: “Será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo.” (Lc 6,35). En efecto, los hombres que lo crucifican «no saben lo que hacen» (Lc 23, 34). Es decir, Él pone la ignorancia, el «no saber», como motivo de la petición de perdón al Padre, porque ésta ignorancia deja abierto el camino hacia la conversión. Jesús, que pide al Padre que perdone a los que lo están crucificando, nos invita al difícil gesto de rezar incluso por aquellos que nos han hecho mal, nos han perjudicado, sabiendo perdonar siempre, a fin de que la luz de Dios ilumine su corazón; y nos invita a vivir, en nuestra oración, la misma actitud de misericordia y de amor que Dios tiene para con nosotros: «perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden», decimos cada día en el «Padrenuestro»”.

Segunda Palabra
“HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO.” (Lc 23, 43)
(Papa Benedicto XVI)
“La segunda palabra de Jesús en la Cruz, es una palabra de esperanza, es la respuesta a la oración de uno de los dos hombres crucificados con Él. El ladrón, ante Jesús, entra en sí mismo y se arrepiente, se da cuenta de que se encuentra ante el Hijo de Dios, que se hace visible el Rostro mismo de Dios, y le suplica: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». La respuesta del Señor a esta oración va mucho más allá de la petición; en efecto dice: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso». Jesús es consciente de que entra directamente en la comunión con el Padre y de que abre nuevamente al hombre el camino hacia el paraíso de Dios. Así, a través de esta respuesta da la firme esperanza de que la bondad de Dios puede tocarnos incluso en el último instante de la vida, y la oración sincera, incluso después de una vida equivocada, encuentra los brazos abiertos del Padre Bueno que espera el regreso del hijo”. Pidamos, queridos hermanos, la gracia de una buena muerte para poder contemplar cara a cara a nuestro Salvador en el Reino de los Cielos.

Tercera Palabra
“HE AQUÍ A TU HIJO: HE AQUÍ A TU MADRE” (Jn 19, 26)
(Papa Juan Pablo II)
“Estas palabras del Mesías crucificado, al final de su vida terrena, dirigiéndose a su madre y al discípulo a quien amaba, establece relaciones nuevas de amor entre María y los cristianos. Las palabras de Jesús agonizante, en realidad, revelan que su principal intención no es confiar su madre a Juan, sino entregar el discípulo a María, asignándole una nueva misión materna. Así en la Virgen, la figura de la «mujer» queda rehabilitada (Eva había contribuido al ingreso del pecado en el mundo) y la maternidad asume la tarea de difundir entre los hombres la vida nueva en Cristo. Aunque en el designio de Dios la maternidad de María estaba destinada desde el inicio a extenderse a toda la humanidad, sólo en el Calvario, en virtud del sacrificio de Cristo, se manifiesta en su dimensión universal. Las palabras de Jesús: «He ahí a tu hijo», constituye a María madre de Juan y de todos los discípulos destinados a recibir el don de la gracia divina. En esta opción del Señor se puede descubrir la preocupación de que esa maternidad no sea interpretada en sentido vago, sino que indique la intensa y personal relación de María con cada uno de los cristianos. Ojalá que cada uno de nosotros, precisamente por esta maternidad universal concreta de María, reconozca plenamente en ella a su madre, encomendándose con confianza a su amor materno”.
Cuarta Palabra
“DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?” (Mt 27, 46)
(Papa Benedicto XVI)
“Gritando las palabras del Salmo 22, Jesús reza en el momento del último rechazo de los hombres, en el momento del abandono; reza, sin embargo, con el Salmo, consciente de la Presencia de Dios Padre también en esta hora en la que siente el drama humano de la muerte. Es importante comprender que la oración de Jesús no es el grito de quien va al encuentro de la muerte con desesperación, y tampoco es el grito de quien es consciente de haber sido abandonado. Jesús, en aquel momento, hace suyo todo el Salmo 22, el Salmo del pueblo de Israel que sufre, y de este modo toma sobre sí no sólo la pena de su pueblo, sino también la pena de todos los hombres que sufren a causa de la opresión del mal; y, al mismo tiempo, lleva todo esto al corazón de Dios mismo con la certeza de que su grito será escuchado en la Resurrección. En esta oración de Jesús se encierran la extrema confianza y el abandono en las manos de Dios, incluso cuando parece ausente, cuando parece que permanece en silencio, siguiendo un designio que para nosotros es incomprensible. Y esto sucede también en nuestra relación con el Señor: ante las situaciones más difíciles y dolorosas, cuando parece que Dios no escucha, no debemos temer confiarle a Él, el peso que llevamos en nuestro corazón, no debemos tener miedo de gritarle nuestro sufrimiento; debemos estar convencidos de que Dios está cerca, aunque en apariencia calle”.

Quinta Palabra
“TENGO SED” (Jn 19, 28)
(Papa Juan Pablo II)
“Es muy comprensible que con estas palabras Jesús aluda a la sed física, al gran tormento que forma parte de la pena de la crucifixión. El manifestar su sed, Jesús dio prueba de humildad, expresando una necesidad física elemental. También en esto Jesús se hace y se muestra solidario con todos los que, vivos o moribundos, sanos o enfermos, pequeños o grandes, necesitan y piden al menos un poco de agua (Mt 10,42). Es hermoso para nosotros pensar que cualquier socorro prestado a un moribundo, se le presta a Jesús crucificado. En el Salmo 68,22 se lee: “Para mi sed me dieron vinagre”. En las palabras del Salmista se trata de sed física, pero en los labios de Jesús la sed entra en la perspectiva mesiánica del sufrimiento de la Cruz. En su sed, Cristo moribundo busca otra bebida muy distinta del agua o del vinagre: como cuando en el pozo de Sicar pidió a la samaritana: “Dame de beber” (Jn 4,7). La sed física, fue símbolo y tránsito hacia otra sed: la de la conversión de aquella mujer. Ahora, en la Cruz, Jesús tiene sed de una humanidad nueva, como la que deberá surgir de su sacrificio, para que se cumplan las Escrituras. La sed de la Cruz, en boca de Cristo moribundo, es la última expresión de ese deseo del Bautismo que tenía que recibir para abrirnos a todos nosotros la fuente del agua que sacia y salva verdaderamente (Jn 4, 13-14)”.

Sexta Palabra
“TODO ESTÁ CONSUMADO” (Jn 19,30)
(Papa Juan Pablo II)
“Según el Evangelio de San Juan, Jesús pronunció estas palabras poco antes de expirar. Fueron las últimas palabras. Manifiestan su conciencia de haber cumplido hasta el final la obra para la que fue enviado al mundo (Jn 17, 4). Nótese que no es tanto la conciencia de haber realizado sus proyectos, sino la conciencia de haber efectuado la voluntad del Padre en la obediencia que le impulsa a la inmolación completa de Sí en la Cruz. Ya sólo por esto Jesús moribundo se nos presenta como modelo de lo que debería ser la muerte de todo hombre: la ejecución de la obra asignada a cada uno para el cumplimiento de los designios divinos. Según el concepto cristiano de la vida y de la muerte, los hombres, hasta el momento de la muerte, están llamados a cumplir la voluntad del Padre, y la muerte es el último acto, acto definitivo y decisivo, del cumplimiento de esta voluntad. Jesús nos lo enseña desde la Cruz. Jesús con su muerte revela que al final de la vida el hombre no está destinado a sumergirse en la oscuridad, en el vacío existencial, en la nada, sino que está invitado al encuentro con el Padre, hacia el que se ha movido en el camino de la fe y del amor durante la vida, y en cuyos brazos se han arrojado con santo abandono en la hora de la muerte”.
Séptima Palabra
“PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU” (Lc 23, 46)
(Papa Benedicto XVI)
“La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento, es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado. Desde el comienzo hasta el final, lo que determina completamente el sentir de Jesús, su palabra, su acción, es la relación única con el Padre. En la Cruz, Él vive plenamente, en el amor, su relación filial con Dios, que anima su oración. Las palabras pronunciadas por Jesús después de la invocación «Padre» retoman una expresión del Salmo 31: «A tus manos encomiendo mi espíritu» (Sal 31,6). Estas palabras, sin embargo, no son una simple cita, sino que más bien manifiestan una decisión firme: Jesús se «entrega» al Padre en un acto de total abandono. Estas palabras son una oración de «abandono», llena de confianza en el amor de Dios. La oración de Jesús ante la muerte, es dramática como lo es para todo hombre, pero, al mismo tiempo, está impregnada de esa calma profunda que nace de la confianza en el Padre y de la voluntad de entregarse totalmente a Él. Ahora, en los últimos momentos, Jesús se dirige al Padre diciendo cuáles son realmente las manos a las que Él se entrega. Ahora que su muerte es inminente, Él sella en la oración su última decisión: Jesús se dejó entregar «en manos de los hombres», pero su espíritu lo pone en las manos del Padre”.

ORACIÓN FINAL
Señor Jesucristo, Tú nos has concedido la gracia de acompañarte, con María tu Madre, en los misterios de tu Pasión para que te acompañemos también en tu Resurrección; concédenos caminar contigo por los nuevos caminos del amor y de la paz que nos has enseñado. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

Joseph Razinger, Papa emérito Benedicto XVI (Alemania, 1927)