jueves, 26 de junio de 2014

IMPORTANCIA DE FRANCIS BACON EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIENCIA MODERNA, por David Alberto Campos



Bacon abrió la puerta. No era que las ciencias no existieran: habían existido desde los presocráticos. Pero algo había ocurrido en manos del más aventajado estudiante de la Academia de Platón. Con Aristóteles habían dejado de lado lo que seguramente fueron con Heráclito y Anaxímenes: resultado de la observación.

¿Cómo puede ser esto, si el propio Aristóteles era un buen observador? ¿No era acaso el Estagirita dado a disecar animales, a escudriñar plantas y rarezas biológicas? ¿Qué había pasado?

La verdad, Aristóteles jamás había despreciado la observación directa de los fenómenos naturales. Como correspondía a alguien con estudios en medicina y biología, era amigo de la experiencia más que de la especulación. Lo que pasó es que se había inventado algo poderoso y atractivo en sí mismo. ¡Nada menos que un aparato para pensar correctamente! Una herramienta utilísima, acaso el más útil de los instrumentos que han auxiliado a la Filosofía en toda su Historia. La Lógica. Quedó tan contento el fundador del Liceo, que no dudó en llamarlo Organon. Porque vio en él un mecanismo, un instrumento, una forma de trabajar y constituirse. La piedra angular de todos los edificios filosóficos (y lo fue, hasta bien entrada la Edad Moderna: hasta Leibniz era amigo de los razonamientos de estilo aristotélico).

Y los filósofos que siguieron fueron dependiendo cada vez más de Aristóteles. Cicerón, como buen abogado que era, encontró en la lógica aristotélica una fábrica de argumentos incontrovertibles (al menos en el foro o el senado). Pablo de Tarso, deseoso de venderle su Cristo a los griegos, no dudó en usarla. Boecio no dudó en ceñirse a ella para sus inquisiciones matemáticas y filosóficas. Los escolásticos, en especial el Aquinate, le dieron un uso tan refinado como excesivo. Así que, si nos situáramos en pleno siglo XV, nos encontraríamos con que el Organon de Aristóteles era “el camino, la verdad y la vida” de los filósofos.

El propio Bacon sucumbió a sus encantos. Como todo científico, estaba maravillado ante una máquina tan eficiente, que además alejaba del error y del prejuicio (de la vulgar opinión, la tan menospreciada doxa). Sólo que el astuto inglés no encaró los problemas de la filosofía y la ciencia de arriba para abajo (juicio universal, caso particular, juicio particular) sino de abajo para arriba (de lo particular a lo universal).

Es decir, no razonó así: “Todos los objetos caen al ser arrojados. Esta piedra es un objeto. De modo que esta piedra cae al ser arrojada”, sino así: “Esta piedra cae cuando la arrojo. Al probar con otras piedras, observo que también caen. En general, las piedras no flotan en el aire, sino que caen. Es así que todos los objetos, a semejanza de estas piedras, también caigan”.

Entonces Bacon, como venía diciendo al inicio de este breve ensayo, abrió la puerta. Le apostó a lo inductivo (ir de los casos particulares, en inducción progresiva, hasta llegar a las verdades universales), a diferencia de Aristóteles y los que lo siguieron hasta la Edad Moderna, que se habían quedado con el método deductivo (a partir de verdades universales, en deducción progresiva, ir llegando a verdades particulares). Con ello, la Ciencia se quitó la camisa de fuerza. Estaba abierto el camino a la ciencia separada (no completamente, pero sí formalmente) tanto de la lógica como de la razón.

Y el cambio es notorio. Hasta Bacon, nuestra imagen del científico es la de el propio Aristóteles: la de un tipo sesudo, concentrado, apoyando su cabeza en una mano, pensando, razonando, abordando el objeto desde afuera, deseoso de dar con su esencia y no distraerse en sus accidentes (13). A partir de Bacon, al científico nos lo imaginamos tocando al objeto, sopesándolo, midiéndolo, comparándolo…en suma, experimentando con él…y luego buscando otros objetos similares, a ver si también cumplen con lo que se ha hipotetizado sobre el primer objeto.

Así hizo Galileo, asomándose una y otra vez a su telescopio o dejando rodar cosas por una pendiente. O Keppler, observando el movimiento de los cuerpos celestes. O Newton, probando sus leyes sobre la fuerza con cuanta cosa se le ponía enfrente. O Koch, o Pasteur, o Cajal, con sus microscopios, encontrando y apuntado cada cosa nueva. Siempre anotando pacientemente los resultados. Sólo al final encontrando esa verdad universal tan cara a Platón como a Aristóteles (y a la Filosofía misma, porque esos dos son sus pilares).

Bacon también introdujo el concepto de experiencia sensible como algo valioso (obvio, porque su método inductivo requería de una concienzuda observación); gracias a los aportes de Locke y Hume, los grandes empiristas, la ciencia ganó entonces mayor libertad de acción (aunque empezó a apartarse de la Filosofía…un alejamiento que logró ver Kant y del que previno Jaspers…y que hoy en día –es triste- ya es un franco divorcio).  


Nuevas cosas llegarían: Freud y Jung se asomarían al sótano. Popper se fijaría en las paredes. Kuhn en el modelo de la casa (y en cómo esa casa podía ser derrumbada, para hacer en su lugar otra). Otros, cansados de la estructura, prefirieron abrir un hueco en el techo. Pero siempre, aunque sea al inicio de nuestra formación como filósofos, entramos por la puerta de Bacon.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982) 

APORTES DE DESCARTES, LOCKE y ROUSSEAU A MI FORMACIÓN FILOSÓFICA, por David Alberto Campos

Debo mucho a estos tres autores. Y no sólo en lo intelectual, sino también en lo afectivo. Los tres me han acompañado a lo largo de la vida. Los he leído con verdadero placer, y me han dado muy buenas ideas en este largo camino de búsqueda de felicidad. Puedo decir, sin ambages, que cada uno de ellos ha aportado bastante a mi buen vivir.

Rousseau fue mi autor favorito cuando tenía 12 y 13 años. Es uno de los “culpables” de mi optimismo de aquellos años (cuando aún creía que la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad eran plenamente conseguibles y realizables en este mundo). Cuando leí El Paraíso en la otra esquina, de Vargas Llosa, recordé que, a esa edad, yo era también un poquito de Owen, de Fourier, de Tristán, de Proudhon. Todo gracias a Rousseau.

Ya estoy más maduro. Y soy realista. La Libertad me parece bella sólo si no se da la mano con el irrespeto o la psicopatía. La Igualdad me parece peligrosísima, sobretodo porque he visto que el ser humano es tan vil que sólo es capaz de igualar por lo bajo. Y la Fraternidad me parece nociva cuando toma carices comunistas, y se hace una falsa fraternidad imperialista, fundamentada en la opresión: cuando se hace un “fraterno” compartir el yugo de un tirano megalómano (léase Stalin, Krushev, Castro, Andropov, Mao, Brezhnev, Kim Jong Il, Chávez, Kim Jong Wun, Maduro, etcétera).

Estoy convencido (y no sólo a partir de lo que he leído de psicología, medicina, neurología, neurofilosofía y psiquiatría…también he podido constatarlo en mi propia práctica clínica, escuchando a cientos de pacientes) que el hombre no nace bueno. Lo que he corroborado es que el hombre es un mamífero peligrosísimo, un simiano agresivo como ninguno, depredador a gran escala, feroz hasta con sus hijos, dado a matar y a violar. Una especie que se comporta como plaga, reproduciéndose de manera viral y causando daño a todas las demás especies (a las que sólo sabe extinguir o explotar). Una bestia nociva, cargada de pulsiones, que obviamente saca de vez en cuando (muy de vez en cuando, diría yo) un buen ejemplar (uno que otro hombre bueno, uno que otro hombre genial: artista, creador, científico o pensador). Pero que, para su propia desgracia (porque en su agresividad va a terminar aniquilándose hasta a sí mismo) por cada Mozart produce dos dictadores, diez esquizofrénicos, doscientos adictos, mil maltratadores, diez mil egoístas, veinte mil mediocres.

De otro lado, su método pedagógico me deja algunas dudas. No le niego que produzca estudiantes más desinhibidos, menos reprimidos. Pero tampoco creo que sea la panacea. De hecho, corre el riesgo de producir sujetos voluntariosos, desadaptados, ajenos a las normas básicas de educación y etiqueta. Ya tengo suficiente con mis maleducados compatriotas, amigos de la vulgaridad y la obscenidad, procaces e imprudentes cacasenos, como para tener que soportar atarvanes e iguazos en todo el mundo.

En lo que todavía concuerdo con Rousseau, es en su defensa de la libertad de expresión y de culto. Creo que son atroces los regímenes que quieren imponer tal o cual religión (o una visión atea, como suele suceder en los regímenes comunistas, o neopagana, como en los fascistas). Cada quien es libre de creer (o no creer) en lo que quiera, eso sí, siempre y cuando se mueva dentro de los márgenes del derecho natural y de la ética de las virtudes.

Otro amor de mi vida, cuando frisaba los 16 años, fue Descartes. Me pareció siempre mágico su sistema, tan sólido como convincente. Además, sus dotes literarias me cautivaron. En cuanto a sus hallazgos matemáticos, me parecía simplemente una inteligencia aguda, enorme, sólo comparable a la de un Aristóteles o un Arquímedes. Sobra decir cuánto me gustó todo lo que tuviera que ver con planos cartesianos o lentes.

Pero luego entendí que como médico era bastante desatinado. La glándula pineal no era en modo alguno el sitio de unión entre la res cogitans y la res extensa. Tampoco era cierta su descripción de los arcos reflejos. Y menos su estúpida creencia de que los animales eran simples autómatas.

Y ya después de estudiar psiquiatría, se me desinfló por completo su teoría del conocimiento. No sólo me parece insuficiente su método, sino irresponsable, porque deja descansar buena parte de todo en la mera subjetividad. Además he visto cómo es casi imposible defender la idea de las ideas innatas con lo que sabemos hoy en día sobre neurociencia y aprendizaje; de existir algunas ideas innatas, serían solamente las correspondientes al inconsciente colectivo. Pero jamás uno podría decir la bestialidad de que todas las ideas son innatas.
En cambio, mi afinidad por Locke aún está vigente. Como médico me parece un titán. Un gran observador. Un excelente clínico. Es evidente que los seres humanos construimos conocimiento a partir de la experiencia. Es innegable que la sensopercepción es el paso previo a la abstracción en la inmensa mayoría de los casos, y que vamos acrecentando nuestro conocimiento sobre algo en la medida en que vamos haciendo nuevas asociaciones. Son claras las funciones cognitivas superiores a la hora de analizar la conducta y el pensamiento humanos.

Como politólogo, aunque le puedo criticar algo de su ingenuidad con respecto al Parlamentarismo (aunque reconozco que puedo estar sesgado acaso por mi propia experiencia: en todos los años de vida no he visto que el Congreso sea indispensable…ni siquiera útil), me imagino que nació de la profunda desconfianza que le inspiraban los soberanos de su época. Tal vez vio en el parlamento lo que Montesquieu (12) en la separación del poder en ramas: un antídoto contra el despotismo. En un hombre cultivado, que tanto apreciaba los derechos del individuo, es comprensible el horror que le inspiraba un tirano estilo Tiberio o Calígula. Diríamos hoy en día, un totalitarismo.

Me parece que el Liberalismo en Locke adquiere grandeza, sentido y fuerza. Que rescata a la persona, presa habitual de la masa, del populacho enardecido y asesino (me estoy acordando de la farsa de Juicio que le hicieron a Jesús de Nazaret), de la turbamulta furibunda e idiota (como los millares de cretinos que le levantaban el brazo y le obedecían como borregos a Hitler).

Creo que junto al necesario aporte de Stuart Mill y Karl Jaspers, la filosofía de Locke es lo máximo en cuanto a espíritu democrático. Si nos atuviésemos a ella, en todo el mundo, no existirían desmanes de gobernantes omnímodos ni ultrajes al Derecho Internacional.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

   

EL PRÍNCIPE Y EL PENSAR COLOMBIANO, por David Alberto Campos

Ante todo, debo aclarar que una cosa es el pensamiento colombiano en su sentido académico (el de la Filosofía Colombiana, el de Eustaquio Alvarez y Miguel Antonio Caro, el de Estanislao Zuleta y Fernando González Ochoa, y otras grandes luminarias) y otra el pensar colombiano propiamente dicho.

El pensamiento colombiano per se es ese universo de imaginarios, íconos, símbolos, prejuicios y representaciones que definen al ser colombiano. Es decir, es el pensamiento colombiano en su sentido amplio, popular, telúrico, de inconsciente colectivo.

Son dos convergentes, pero también distintos. Convergentes, igual que en el psiquismo humano (7): conciencia e inconsciente; luz y sombra. La sociedad colombiana, como un ser humano, tiene esas dos dimensiones. El pensamiento colombiano también. El primero discurre sobretodo en las universidades (últimos bastiones de la decencia humana en este pobre país, casi por completo putrefacto en su corrupción, en su malignidad, en su ignorancia y en su violencia); el segundo, que apunta al ser colombiano en sus entrañas, es parte de la cotidianidad.

Y es que el ser colombiano, creo yo, está determinado por el pensar colombiano. Y dentro de este “pensar a la colombiana” caben todas las particularidades (singularidades, desviaciones, tinos y desatinos) del homo colombiensis.

Ya he hablado de El Príncipe como infausta exposición de individualismo, cinismo e irrespeto a los valores universales (bondad, belleza, benignidad, altruismo, trascendencia, sublimación). Ahora quisiera exponer cómo los antivalores preconizados por Maquiavelo como la “clave” política, aunados a su individualismo rampante y a su meteórico cinismo, han contribuido también (no precisamente porque el colombiano promedio lea mucho, sino porque alguna que otra de sus máximas, difundidas por el periodismo de cloaca, ha servido de excusa para que más de un atarván se crea con el derecho a pasar por encima de los demás) a hacer de este pobre paisito un verdadero valle de lágrimas.

Primer punto: el individualismo exacerbado de El príncipe y la incapacidad de sentir empatía, rasgo sociopático por desgracia cada vez más generalizado en la colombianidad (en buena medida, gracias al materialismo y la agresividad idealizadas en un estilo de vida mafioso y huachafo, también idealizado), como realidades complementarias y sinérgicas.

En las elecciones presidenciales que acaban de pasar, constaté una vez más y con tristeza infinita, cómo un país que se había caracterizado siempre por su solidaridad, su hospitalidad y su amabilidad, se ha ido convirtiendo poco a poco en un criadero de buitres ególatras. Cada uno piensa en “lo suyo” ignorando que lo suyo es también lo del otro. Cada quien se mueve en la búsqueda de “sus” intereses, sin saber que al boicotear el interés general también está boicoteando su interés particular.

Si en El Príncipe se hace un llamado al individuo a que acumule poderío y fuerza, y concentre todo el poder que le sea posible (entre otras cosas, para lograrse defender del ataque de los otros seres humanos, tanto o más sedientos de poder y riquezas que él), en el ser colombiano está el culto al macho alfa versión ecuestre, que ha amasado enorme poder económico y político (eso sí, no importa de qué manera: lo importante para muchos es “hacer plata” en estas pobres y tristes tierras): ojalá uno con machete al cinto, sombrero volteado y con “voz de mando”, burdo y gritón, que tenga un séquito de cientos de capataces y empleados (también muy propensos a la bravuconería) dispuesto a borrar del mapa a una familia, un barrio, una comuna entera, si se enfrenta a “sus” interesas. Un iguazo adinerado, de la peor guacherna (la de los nuevos ricos…enriquecidos con el narcotráfico y la trata de personas), orgulloso de provocar desplazamientos forzados con tal de extender sus propiedades, orgulloso de sus habilidades como tirador y como jinete, orgulloso de sus golfas operadas de senos como montañas, orgulloso hasta de su ignorancia, porque en su puñetera vida no ha leído un solo libro con amor (tal vez en el colegio leyó alguno, pero obligado…y lo dejó incompleto).

Mejor dicho, la versión colombiana del Príncipe es el traqueto. Un sujeto brutal, sin escrúpulos, de moral dudosa y conducta turbia, en cuyo empobrecido espíritu no cabe sino lo concreto, lo material, lo terreno. Si Maquiavelo hubiera vivido en Colombia, en este siglo, hubiera querido tal vez lamberle (y seguramente pedirle un “puestico”…tal vez una embajada, o la misma Cancillería) a más de un traqueto que oficiase como gamonal o (casos hay muchos) como alcalde o congresista. Y no hubiera escrito El Príncipe, sino El Traqueto. Y claro que también habría atacado a la Iglesia, sempiterna enemiga de los inmorales, aunque (llamativas paradojas del homo colombiensis) seguramente devoto de una Virgen manchada, endemoniada, sicarial: no la María madre de Jesús, bondad infinita y amor infinito, sino la proyección, la  representación de su propia madre, la misma que tal vez le enseñó que no había que “dar papaya” y que había que “aprovechar el cuarto de hora”.

Vamos ahora a hablar de la incapacidad para sentir empatía. A Maquiavelo (al menos al mercenario y pedigüeño autor del Príncipe, capaz hasta de venderse con tal de recobrar su “cuota burocrática”) le fastidiaba enormemente el Cristianismo, justo por su insistencia en el amor al prójimo, el perdón y la paz. Porque él sólo creía en la ley del más fuerte, del más mentiroso, del más imponente. Pues bien, El Traqueto no se queda atrás: sólo en Colombia he visto cómo matan y rematan, después de haber torturado, y lo hacen con una sevicia tal que hasta un verdugo despiadado censuraría. ¿Dónde más puede verse que unos malhechores celebren, rían y bailen mientras a un pobre diablo lo están descuartizando vivo con una motosierra, y luego jueguen un partido de soccer con su cabeza, y terminen haciendo y bebiendo caldo de su carne para después de la borrachera? Si el príncipe es despiadado, el traqueto es la crueldad por antonomasia.

En Colombia, desgraciadamente, va cobrando cada vez mayor fuerza el ser un traqueto inclemente, “duro”, “jodido” (este país se está volviendo tan enfermo, tan psicótico, que ya ser “jodido” es una virtud, y ya se recibe dicha expresión como un halago y no como un insulto), matón y lacra. Como psiquiatra, he podido constatar (horrorizado y asqueado, por supuesto, y cada vez más dispuesto a irme de semejante jungla) cómo hasta los “niños bien” juegan a ser “capos” y “prepagos”, y usan en su jerga juvenil expresiones sangrientas, espantosas, que me muestran que ya el inconsciente colectivo nacional está tan trastornado que hay un pequeño antisocial en casi todo colombiano.

Claro, se salvan los colombianos honestos; los decentes, los estudiosos, los intelectuales, los santos, los generosos, los solidarios, los reflexivos. Los buenos. Que sin duda no son mayoría, pero son una buena parte (aún, pues no los han terminado de matar los malhechores). Pero, en general, el ser colombiano se ha vuelto una piraña, una pantera, una rata de alcantarilla. Hobbes estaría dichoso: su Leviatán cobra plena validez en esta sociedad corrompida, que se cae a pedazos. Sólo que no son hombres-lobo, sino hombres-predadores (homo colombiensis traquetiensis) más peligrosos que un tiburón blanco, de los que bien puede decirse que un tigre hambriento es más tierno.   

Para terminar, insisto en que así como El Príncipe embiste contra los valores universales de bondad, belleza, altruismo, trascendencia y sublimación, El Traqueto lleva sus antípodas a cumbres (o mejor dicho, abismos) insospechados: si la maldad de un príncipe italiano renacentista consistía en apuñalar a un rival político por la espalda, así estuviera dentro de una iglesia, la maldad de un traqueto colombiano llega a apuñalarlo, desaparecerlo, pedirle un rescate a su familia, destazarlo, hacerlo picadillo, cobrar el rescate con la falsa promesa de que aún está vivo, y luego, si la familia se ofusca por la estafa, aniquilarla por completo.

Si en El Príncipe la victoria es el sometimiento o la aniquilación de los rivales, la colombianidad ofrece “bellos” ejemplos de masacres, a lo largo y ancho de su geografía.  Si Maquiavelo aconseja dejar de lado el altruismo y correr en pos del éxito personal (aún a costa del sufrimiento ajeno), su contrapartida colombiana ofrece ejemplos como el de un Ministro de Agricultura que sólo por buscar catapultarse a la Presidencia hace alianzas turbias y favorece con millonarios incentivos gubernamentales (que se suponía iban a ser destinados a pequeños propietarios y campesinos humildes, para estimularlos) a unas pocas familias de latifundistas y poderosos gamonales. O, para centrarnos en las actuales elecciones, el de un Presidente que hace uso indebido de recursos de la nación para hacerse reelegir (acrecentando unos déficits que luego habrá de cobrar a su propio pueblo, a través de una férrea política impositiva), en un caso de peculado tan enorme como vergonzoso. 

Ese es El Príncipe en Colombia, El Traqueto. Dejar de lado la religión y combatir sus instituciones (porque se trata justamente de eso: de quedar sin rivales en el ejercicio del poder, en un monopolio perfecto), ensañándose especialmente con aquellas religiones que critican la corrupción y los malos manejos. Favorecer una cultura cada vez más mediocre, centrada en el espectáculo y la frivolidad (8,9), en “pan y circo” para un pueblo idiota al que se quiere hacer más idiota aún (si es que cabe). Establecer una economía y una política al servicio de la muerte (10), de la egolatría, del culto a la personalidad y la belleza propias. Y, ante todo, una ética pervertida, en la que el “todo vale” y “a papaya puesta, papaya partida”: una ética individualista, en la que el otro no tiene dignidad sino precio y utilidad. Una ética maligna, en la que la muerte se celebra y el lucro (cuanto más rápido, mejor) se ponen en la cúspide.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

lunes, 16 de junio de 2014

Eusebio, por David Alberto Campos

Apodado la "pantera negra", mozambiqueño nacionalizado portugués y una de las leyendas del fútbol. Nació en Maputo en 1942 y murió en Lisboa en 2014.

Dueño de una extraordinaria visión de juego, una poderosa pegada y una gran velocidad. Participó en el Mundial de Inglaterra 1966, en el que con sus goles (fue el máximo anotador del torneo, con 9) y su liderazgo llevó a Portugal a ocupar el tercer lugar (la mejor ubicación que ha tenido dicho país en la historia de las Copas del Mundo).

Con su club, el Benfica, ganó dos Copas de Europa (Ligas de Campeones) en 1961 y 1962, y fue goleador en las ediciones de 1965, 1966 y 1968.

Ganó un total de once ligas portuguesas, una liga norteamericana (jugando con el Toronto), un balón de oro (1965), dos botas de oro (1968, 1973), la Orden al Mérito de la FIFA (1994) y la Orden al Mérito en Portugal (2004).

Es considerado el mejor futbolista portugués del siglo XX y uno de los diez mejores delanteros de todos los tiempos.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

jueves, 12 de junio de 2014

Franz Beckenbauer, por David Alberto Campos

Uno de los futbolistas más inspirados, y tal vez el mejor defensa de la Historia. 

Sin embargo, sus inicios en el fútbol fueron como centro-delantero, en su adolescencia. Después de fichar por una breve temporada con el München 1860 (en la que ya logró llamar la atención del entrenador de la selección alemana de mayores, Helmut Schön, por la precisión de sus pases y la rapidez de su juego) ingresó al Bayern München, el equipo de sus amores, con el que ganó de todo: ocho ligas alemanas, tres Ligas de Campeones, una copa Intercontinental y una Recopa Europea. Ahí inventó la posición de "líbero" (un defensa móvil, no limitado a la marca, dispuesto a la creación de jugadas y en capacidad de pasar al ataque) con la que se hizo mundialmente famoso. Con Beckenbauer se volvió habitual ver defensas haciendo goles. Y él hizo muchos, como el que le anotó a Lev Yashin (la legendaria Araña Negra) en la semifinal del Mundial de 1966, o aquel inolvidable cañonazo frente a Inglaterra en México 1970. 

Dueño de una pegada excepcional, que le permitía hacer goles de larga distancia, así como de una capacidad insólita para ejecutar tiros libres y realizar cambios de frente, fue el motor de Alemania durante una década. La elegancia con la que cumplía su labor defensiva, tan inusual como agradable para el público, lo hicieron el favorito de muchos. Pelé, Cruyff y Maradona siempre han elogiado su estilo y juego limpio. Y además estaba su gran personalidad, que lo hacía un batallador infatigable y un líder en el terreno de juego. 

Pero si como capitán del Bayern levantó muchos trofeos, como capitán de Alemania Occidental no se quedó atrás: mejor jugador joven en 1966 (y subcampeón mundial), campeón de la Eurocopa de 1972 y campeón en el Mundial de Alemania 1974. Su temperamento y coraje le valieron el título de "Der Kaiser", y aún hoy es considerado el mejor futbolista alemán de todos los tiempos. Después de ser subcampeón en la Eurocopa y ganar el Balón de Oro de 1976, fue a jugar al Cosmos de New York (equipo con el que también fue campeón en tres ocasiones). 

Regresó a Alemania antes de formalizar su retiro, y fue nuevamente campeón con el Hamburgo en 1982. Pronto empezó su carrera como entrenador, logrando posicionar a Alemania Occidental en el subcampeonato en el Mundial de 1986, y obteniendo el ansiado tricampeonato en 1990 (cuando tuvo la fortuna de dirigir un equipo compacto, con tipazos como Klinsmann, Matthäus y Völler en la selección). 

Recibió galardones como mejor Director Técnico en 1990 y 1995, organizó el Mundial de 2006 y sigue siendo un prolífico empresario, directivo (actualmente es el Vicepresidente de la Federación Alemana de Fútbol), comentarista y asesor técnico. 

Datos curiosos: 1. Beckenbauer es el único futbolista que se ha coronado campeón como jugador, entrenador, director técnico y presidente de un mismo club. 2. Ostenta, junto a Mario Zagallo, el récord de ser el único en ganar un Mundial como entrenador después de haber sido campeón como jugador.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

martes, 10 de junio de 2014

Pelé, por David Alberto Campos

El más grande de todos los tiempos. Todo lo que se diga o escriba de él se queda corto. 

"El Rey" fue dueño de una visión de juego extraordinaria, un regate único, una condición técnica y táctica privilegiada, un olfato goleador inusual, una energía y un vigor físico formidables. Sobresaliente tanto en la creación como en la definición. Disciplinado y juicioso. Su ex compañero de selección y luego director técnico, Mario Zagallo, ha testimoniado cómo, pese a su condición de ícono y estrella mundial, Pelé era de los primeros en llegar a entrenar y casi siempre el último en salir. 

Su palmarés no ha sido aún igualado: campeón de la liga paulista en más de diez ocasiones, campeón de la NASL, goleador histórico de la selección brasilera con 77 tantos, campeón mundial en 1958, 1962 y 1970, jugador del siglo XX en votación de la FIFA y segundo lugar como deportista del siglo XX (detrás de Muhamed Alí) para el Comité Olímpico Internacional. 

Sus estadísticas son enormes: 1282 goles en 1366 partidos; por encima de titanes como Gerd Müller o Ferenc Puskas. Pero lo mejor de Pelé es su personalidad. Es de esos hombres excepcionales que no pierden su humildad y don de gentes pese a la fama o el dinero (que los tiene, y en abundancia), que recuerdan con cariño y gratitud sus orígenes y que insisten en que el deporte se hizo para integrar, no para dividir. Su compromiso con el pacifismo y la infancia me hacen admirarlo más aún. Como Ministro del Deporte y Embajador de Buena Voluntad de UNICEF ha hecho más por los niños que muchos politicastros en todo el mundo.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

Paul Breitner, por David Alberto Campos

Nacido en Kolbermoor, Baviera, en 1951. A los 19 años debutó en la primera división de Alemania con el equipo de su vida, el Bayern de Munich. Ahí empezó a mostrar sus dotes como lateral y volante mixto: velocidad, visión de juego, movilidad y un potente remate (lo que le permitió anotar en muchas ocasiones a lo largo de su carrera). 

Con los legendarios Beckenbauer, Müller y Maier (también compañeros en la selección nacional) ganó de manera consecutiva las ligas de 1970, 1971, 1972, 1973 y 1974. En 1974 partió al Real Madrid, con el que ganó dos ligas españolas y una Copa del Rey. A su retorno, se coronó nuevamente con el Bayern campeón de las ligas de 1979, 1980 y 1981. 

Como seleccionado alemán su historia estuvo llena de idas y venidas, con frecuentes roces con sus superiores a raíz de su corte de pelo y sus fuertes declaraciones políticas (en contra de las dictaduras y a favor de los países en vías de desarrollo). A los 21 años fue campeón en la Eurocopa de 1972, en la que su equipo goleó a todos los equipos que enfrentó y tuvo la mejor defensa de todos los tiempos (Breitner-Vogts-Beckenbauer-Schwarzenbeck). A los 23 años, después de un acuerdo con el director técnico y apoyado por sus compañeros de equipo, pudo conservar su "afro" (aunque tuvo que cortarse el bigote) y con su talento y sus goles llevó a Alemania a un nuevo campeonato en el Mundial de 1974. Igual que el astro holandés Johann Cruyff, se negó a participar en el Mundial de Argentina 1978, declarando que era una farsa montada por la dictadura para ocultar sus constantes violaciones a los derechos humanos. Regresó a la selección alemana en 1981, y fue subcampeón en el Mundial de España 1982. Allí logró igualar el récord de Pelé y Vavá (anotar en dos finales de la Copa del Mundo).

Después de su retiro en 1983, ha sido presentador de televisión, miembro de la junta directiva y presidente del Bayern, locutor y comentarista deportivo. Actualmente es parte del staff del entrenador y "caza-talentos" del club bávaro.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982) 


lunes, 9 de junio de 2014

Hristo Stoichkov, por David Alberto Campos

 Hristo Stoichkov fue un formidable centro-delantero búlgaro de los años 90. Una peligrosa zurda, gran velocidad y, sobretodo, un coraje excepcional, eran sus cartas de presentación. Con Bulgaria jugó un inolvidable Mundial en 1994, en el que se consagró goleador, con 6 tantos (junto a Romario y Salenko), y en el que fue figura, haciendo gala de su fiereza y espíritu luchador. Destacó, en aquel campeonato, en los partidos contra Argentina (un 4-4 inolvidable, en la primera ronda), México (al que Bulgaria doblegó por penalties, en los octavos de final), Alemania (partido en el que anotó un golazo, de tiro libre, con el que empató el marcador...los germanos terminarías cayendo 2 a 1 frente a Stoichkov y sus compañeros) y Suecia (por el tercer lugar). En Francia 1998 no brilló, aunque su estilo se mantuvo. También memorable fue su participación en la Eurocopa de 1996, en la que anotó 3 goles en 3 partidos. Fue elegido mejor jugador de fútbol por la FIFA en 1994 (y terminó segundo en 1995, detrás de Weah), ganó el Balón de Oro en 1994 y el Botín de Oro en 1994 (junto a Hugo Sánchez)

Jugó en varios clubes, destacando su paso por el Parma, el CSK Sofía y el Barcelona (en el que fue parte del Dream Team, junto a Koeman, Salinas, Romario, Guardiola...), con el que ganó cuatro títulos de Liga consecutivos, una Recopa, cuatro Supercopas españolas, dos Copa del Rey y dos Supercopas de Europa en 1992 y 1998. En todos los países en los que jugó, su temperamento aguerrido y sus potentes disparos lo hicieron un rival temible. Actualmente está retirado, después de jugar en la liga estadounidense con el Chicago Fire y el DC United, y ejerce como entrenador.


David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

Mario Alberto Kempes, por David Alberto Campos

El "Matador" Kempes es uno de mis delanteros favoritos. Ágil, corajudo, perseverante, inspirado. Se coronó campeón y goleador del Mundial Argentina 1978, inspirando a los comentaristas la recordada frase: "no diga Kempes, diga gol". 

Ya había participado en Alemania 1974, y jugó también en España 1982. Ese año, el "Matador" le cedió su camiseta número 10 al ascendente Diego Maradona (quien se refiere a Mario Kempes como el “gran impulsor del fútbol argentino” en su autobiografía). En 1986, inexplicablemente (pues era goleador y estrella del Valencia en la Liga española, junto a figurones como Bonhoff y Saura), no fue convocado a la selección argentina. 

De todas formas, el cordobés se dio el gusto de ganar el Botín de Oro de 1978, y el título de Mejor Futbolista Sudamericano ese mismo año; además, no sólo será recordado por sus goles, sino también por su juego limpio: en toda su carrera en la selección nunca recibió una tarjeta.

Su larga carrera, a nivel de clubes, inició en 1971 y terminó en 1996...pasando por equipos de España, Argentina, Austria, Indonesia y Chile; en todos esos años, pese a su avanzada edad, siguió anotando goles y haciendo de las suyas en las áreas rivales. Fue campeón de la Copa del Rey, del torneo argentino (con su amado club, Rosario Central), de la Copa de Europa (actualmente Champions League)...y, obviamente, goleador en todas las ligas en las que participó. 


Actualmente se desempeña como comentarista deportivo y periodista.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

Romario, por David Alberto Campos

Romario es uno de los delanteros más talentosos de todos los tiempos. Y un goleador nato, máximo artillero en todas las ligas en las que jugó. 

Con la selección de Brasil estuvo en Italia 1990 y Estados Unidos 1994, mundial en el que formó una dupla memorable junto a Bebeto y en el que se consagró como goleador y mejor jugador. Después de ganar la Copa América de 1997, una lesión lo dejó fuera de Francia 1998, pero retornó en las eliminatorias para Corea-Japón 2002 (en las que fue nuevamente el principal anotador). Sin embargo, quedó fuera de los convocados para dicho campeonato.

En todos los clubes que militó destacó por la alegría de su juego y su depurada técnica, pero su mejor temporada fue en el Barcelona de Johann Cruyff, haciendo parte de un verdadero Dream team junto a Stoikhov, Laudrup y Koeman. 

"El Chapulín" se retiró definitivamente en 2009, luego de hacer una interesante función de entrenador-jugador del Vasco Da Gama, dejándonos goles memorables, jugadas de gran factura y momentos de ensueño.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

Michael Laudrup, por David Alberto Campos

 Michael Laudrup fue un exquisito jugador danés de las décadas del 80 y 90. Como Cruyff, era tan buen delantero como centrocampista, y poseía un especial talento para crear jugadas (las recordadas "made in Laudrup" que hacían delirar a la afición) y realizar asistencias de gol. 

Con la selección de Dinamarca hizo parte del equipo revelación del Mundial de México - 1986 (en el que los daneses dieron sendas palizas a dos "históricos", masacrando 6-1 a Uruguay y venciendo 2-1 a Alemania), se alzó con la Eurocopa de 1992 (en la que la brillante actaución de Michael y su hermano Brian, así como el coraje el guardameta Schmeichel, se impusieron a los esfuerzos de Klinsmann y Brehme en la final) y llegó a cuartos de final en Francia - 1998 (cuando Brasil sacó a Dinamarca en un vibrante juego que terminó 3 a 2). 

Como jugador de clubes, inició su carrera en el Bronby y a los 19 años pasó al fútbol italiano, consagrándose en Juventus junto a tipazos como Rossi, Boniek y Platini, y ganando la Serie A con creces. Pero fue en España, tanto en el Barcelona como en el Real Madrid, donde Laudrup pudo desplegar todo su talento. Y disfrutando, además (por lo que muchos comentaristas hablaron del "enjoy-Laudrup": la hermosa actitud de jugar bonito mientras se goza del balón, al mejor estilo de Garrincha o Ronaldinho Gaúcho)...tras ganar varias Ligas españolas, en 1997 fue al Kobe de Japón (tras una jugosa oferta) y se retiró al finalizar 1998 con el Ayax de Amsterdam.

En la actualidad es director técnico.


David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

Enzo Francescoli, por David Alberto Campos

El Enzo...el Príncipe...Enzo Francescoli, recordado jugador uruguayo de los años 80 y 90. Un caballero dentro y fuera de la cancha. Un delantero con estilo, gracia, precisión y toque. 

Ha sido, hasta ahora, el jugador que más veces ha sido convocado a
 la selección nacional de Uruguay. Campeón del Campeonato Juvenil Sudamericano en 1981, y campeón de la Copa América en tres ocasiones. Con su selección llegó a los octavos de final en los Mundiales de 1986 y 1990, y fue elegido mejor jugador sudamericano en 1984 y 1995.

Como jugador de clubes inició en el Montevideo Wanderers, pasó luego al River Plate (donde ya se hizo un lugar como máximo artillero del torneo argentino durante dos años consecutivos) y al Racing de Paris. En el fútbol galo marcó una época; su calidad técnica y la limpieza de su juego hicieron de "le Prince Francescoli" la adoración de los aficionados. Después, con el Marsella, fue campeón de la liga francesa y mejor jugador extranjero de la misma en 1990. En la Serie A de Italia jugó con el Cagliari y el Torino hasta su retorno en 1994 al club de sus amores, el River Plate. Con el equipo argentino tuvo un final de carrera alucinante, logrando el título de liga en dos ocasiones y coronándose campeón de la Copa Libertadores tras derrotar al América de Cali por 2 a 1.

Dato curioso: Enzo Francescoli fue el ídolo de Zinedine Zidane en su adolescencia (de hecho, el astro francés aprendió de él algunas fintas y cabriolas), y uno de los hijos de Zidane se llama Enzo en su honor.


David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

Junior, por David Alberto Campos

Alcides Junior fue el lateral izquierdo de la inolvidable selección brasilera de España-1982. Un defensa con clara vocación ofensiva, gran calidad y respeto por el buen juego. Bien podía jugar de 10 (de hecho, fue el cerebro del Torino en los años 80), pero se acomodó a la idea de Telé Santana (un Brasil de talento, vistoso y goleador) y como lateral se encargó de surtir balones a Sócrates, Zico, Eder, Toninho Cerezo, Falcao y Serginho. Dentro de ese conjunto de luminarias, Junior le apostó también (como todos en el plantel, empezando por el técnico) a la manera fascinante de jugar que hizo de esta selección brasilera una de las mejores de todos los tiempos: fluida, ingeniosa, atrevida y versátil. Junior tenía habilidad, pase, creatividad, remate. Un defensa fuera de serie.

David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

Michel Platini, por David Alberto Campos

Uno de los más eximios representantes del fútbol exquisito: Michel Platini. Junto a Zidane, el mejor jugador francés de todos los tiempos. Unía a su excelente condición técnica un gran olfato goleador, regate y precisión.

Con la selección nacional de 
Francia jugó los mundiales de 1978 (con una impecable actuación, aunque su equipo salió eliminado en la primera ronda), 1982 (capitaneando un equipo que jugaba como los ángeles) y 1986 (en el que comandó una legión de jugadores elegantes, con oficio y entrega). Anotó en los tres campeonatos, y se erigió en la columna vertebral del equipo francés. Liderazgo y maestría hicieron de Platini el 10 y el capitán ideal para su grupo (lo mismo que Maradona en Argentinal). En España 1982, al ser eliminado el mágico Brasil de Telé Santana (en el que se encontraban figurones como Zico, Sócrates, Junior y Falcao), Francia y Platini asumieron la defensa del juego vistoso y llegaron hasta las semifinales, en las que disputaron un partido formidable contra Alemania, cayendo al final en la tanda de penalties después de un vibrante 3-3. En México 1986 hizo gala de una destreza técnica casi ilimitada, dejó en el camino a Brasil (que había llegado invicto y sin goles en contra a los cuartos de final)...pero nuevamente los alemanes (Rummenigge, Allofs, Voller, Matthaus y compañía) lo privaron de la oportunidad de disputar la final. En la Eurocopa de 1984 brilló y se llevó el título de campeón y goleador (con 9 tantos), siendo además el mejor jugador del torneo.

A nivel de clubes, empezó con el AS Joeuf, a los 11 años, bajo la dirección de su propio padre. Después pasó al Nancy, con el que ganó la Liga; con el Saint Etienne también ganó el campeonato francés y se erigió como máximo anotador en dos temporadas. Pero fue en la Juventus donde hizo historia: de 1982 a 1987 su magia encantó a toda Italia, siendo máximo anotador en 1983, 1984 y 1985, campeón de Liga, campeón e la Copa Italia, campeón de la Recopa, campeón de la Supercopa y de la Liga de Campeones; también se alzó con la Copa Intercontinental al vencer a Argentinos Juniors en un disputado encuentro. Sus goles de tiro libre, sus pases medidos y el estilo elegante de su juego produjeron momentos inolvidables. Se retiró en 1987, a los 32 años de edad.

Mejor jugador francés en varias ocasiones; premio France Football en 1976 y 1977; premio Onze d'Or, Mejor Futbolista Europeo y Balón de Oro en 1983, 1984 y 1985; premio World Soccer al Mejor Futbolista del Mundo en 1984 y 1985, y premio Capocannonieri en 1983, 1984 y 1985. 

Ha sido directivo de la Federación Francesa de Fútbol, Presidente del comité organizador del Mundial de 1998 y Presidente de la UEFA.


David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

Emilio Butragueño, por David Alberto Campos

 Emilio Butragueño es, todavía, un ícono: la personificación del delantero "con estilo". Con la selección de España disputó la Eurocopa de 1984 (en la que fue subcampeón) y los Mundiales de 1986 y 1990. Jugador sutil, hábil delantero y sin igual creador de opciones de gol (de hecho, hizo muchos más pases de gol que goles en su carrera).

"Lleva el gol en el cuerpo", dijo de él Alfredo Di Stefano. Y vaya que lo llevaba: recordemos que él fue el artífice de la tunda que le propinaron los ibéricos a Dinamarca en los octavos de final de México 1986 (la selección danesa, con Laudrup, Elkjaer y Olsen, era la favorita y fue apabullada 5 a 1).

Con el Real Madrid ganó cinco títulos de liga consecutivos (1985-1990), dos copas UEFA y cuatro Copas del Rey. De hecho, hizo una dupla demoledora junto a Hugo Sánchez, hasta que se marchó, al final de su carrera, a jugar al Celaya de México (donde la afición siempre lo ha querido inmensamente). 

Todo un caballero, dentro y fuera de las canchas. "El Buitre" Butragueño jamás recibió una tarjeta roja, y amigos y adversarios elogiaron siempre su hidalguía. Actualmente es directivo del Real Madrid, participa en causas humanitarias y es comentarista de TV Azteca junto a Jorge Campos.

Datos curiosos: 
1. En su juventud ganó un concurso literario. Ha publicado un libro de Análisis Sintáctico. Su elegante manejo del idioma, del que hace gala en impecables declaraciones y conferencias, sigue haciendo de él un "Señor del Estilo". De hecho ha sido profesor universitario.
2. Cuando era un niño y no daban un céntimo por él, dada su baja estatura, entrenaba a hacer regates con su perro. Fue su padre el que lo animó a intentarlo varias veces en el Real madrid, hasta que al fin fue admitido.
3. A su combo de amigos (jugadorazos como Sanchís o Míchel) lo siguen llamando "la Quinta del Buitre".


David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)