martes, 29 de abril de 2014

Junto al dolor del mundo mi pequeño dolor, por Roque Dalton

Junto al dolor del mundo mi pequeño dolor, junto a mi arresto colegial la verdadera cárcel de los hombres sin voz, junto a mi sal de lágrimas la costra secular que sepultó montañas y oropéndolas, junto a mi mano desarmada el fuego, junto al fuego el huracán y los fríos derrumbes, junto a mi sed los niños ahogados danzando interminablemente sin noches ni estaturas, junto a mi corazón los duros horizontes y las flores, junto a mi miedo el miedo que vencieron los muertos, junto a mi soledad la vida que recorro, junto a la diseminada desesperación que me ofrecen, los ojos de los que amo diciendo que me aman. Roque Dalton (El Salvador, 1935-1975)

lunes, 28 de abril de 2014

El artista y el bien común, por Juan Pablo II

La sociedad, en efecto, tiene necesidad de artistas, del mismo modo que tiene necesidad de científicos, técnicos, trabajadores, profesionales, así como de testigos de la fe, maestros, padres y madres, que garanticen el crecimiento de la persona y el desarrollo de la comunidad por medio de ese arte eminente que es el «arte de educar». En el amplio panorama cultural de cada nación, los artistas tienen su propio lugar. Precisamente porque obedecen a su inspiración en la realización de obras verdaderamente válidas y bellas, non sólo enriquecen el patrimonio cultural de cada nación y de toda la humanidad, sino que prestan un servicio social cualificado en beneficio del bien común. La diferente vocación de cada artista, a la vez que determina el ámbito de su servicio, indica las tareas que debe asumir, el duro trabajo al que debe someterse y la responsabilidad que debe afrontar. Un artista consciente de todo ello sabe también que ha de trabajar sin dejarse llevar por la búsqueda de la gloria banal o la avidez de una fácil popularidad, y menos aún por la ambición de posibles ganancias personales. Existe, pues, una ética, o más bien una « espiritualidad » del servicio artístico que de un modo propio contribuye a la vida y al renacimiento de un pueblo. Precisamente a esto parece querer aludir Cyprian Norwid cuando afirma: "La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, el trabajo para resurgir". Karol Wojtyla, San Juan Pablo II (Polonia, 1920-2005)

¿Por qué se distanciaron García Márquez y Vargas Llosa?, por David Alberto Campos

Es una pena que se hubiera terminado una amistad tan profunda. El boom latinoamericano tenía en dicha amistad a sus dos representantes más reconocidos mundialmente. No sé si sean los más sobresalientes del boom (a veces me siento tentado a pensar que Cortázar, Paz y Fuentes fueron superiores), pero al menos sí los más laureados en toda la historia de la literatura del subcontinente. Es una pena que no se hubiera podido dar una reconciliación, pese a los esfuerzos de Héctor Abad Faciolince y un puñado de amigos que tenían en común. La muerte de García Márquez, cariñosamente apodado "Gabo", ya impidió de manera definitiva dicho reacercamiento. Acaso Vargas Llosa le escriba una carta íntima, de despedida, que nunca le envíe a sus deudos (como lo hace don Rigoberto, uno de sus más recordados personajes). Acaso se reencuentren en otra vida. Pero, al menos, ya en este mundo la situación parece haber quedado zanjada... Es también una ironía que semejante enemistad (que duró más de tres décadas) pudiera darse entre dos autores que se admiraban mutuamente (y que siguieron haciéndolo, y leyéndose, aún después del impase). De hecho, el voluminoso y denso ensayo "García Márquez: Historia de un deicidio" escrito por Vargas es tal vez la aproximación más sólida y mejor argumentada a la obra literaria del colombiano. Y lo más triste es que estos dos colosos de la Literatura Castellana, autores de obras inmortales (La Fiesta del Chivo, Lituma en los Andes, El Hablador, La guerra del fin del mundo, Conversación en la Catedral, por parte de Vargas Llosa; Cien Años de Soledad, El Otoño del Patriarca y El Amor en los tiempos del cólera, del lado de García Márquez), se enemistaron no por un asunto geopolítico trascendente, como alguna vez se rumoreó, sino por una indiscreción de parte del colombiano. Patricia Llosa, prima y esposa del escritor peruano, es la clave para entender el tristemente célebre puñetazo que le propinó el autor de La Fiesta del Chivo a García Márquez. No así la complicidad del colombiano con regímenes dictatoriales de izquierda, ni su amistad con Fidel Castro (de cuya revolución el peruano pasó de entusiasta simpatizante a acerbo crítico), ni las afinidades de Vargas Llosa con los modelos neoliberales y globalizadores en economía. Es decir, todo el asunto fue algo más personal e íntimo, y no obedeció a ninguna confrontación ideológica. Fue a principios de 1976. Mientras Mario Vargas Llosa estaba de viaje, su esposa fue a Barcelona, donde se proponía comprar un apartamento, y se alojó en el hotel Sarriá. Carmen Balcells (editora tanto de Vargas Llosa como de García Márquez) le organizó una cena en ese mismo hotel e invitó también a Jorge Edwards y al colombiano. Después de la cena, los cuatro se fueron a tomar una copa al Celeste, un lugar de baile conocido en el mundillo literario. Al día siguiente Patricia tenía que tomar el avión para Madrid, de vuelta a Lima, y como la señora Balcells no podía acercarla, se ofreció García Márquez a llevarla en su coche. En el trayecto, el escritor se confundió de carretera (¿intencionalmente, haciendo gala de la burda coquetería del típico "macho latino"?... ¿o simplemente víctima de un "despiste", como algunos de sus defensores sostienen?) y Patricia temió perder el avión. Entonces Gabo, quizás a manera de chiste (es bien conocida la pésima costumbre de algunos latinos de tomarse todo a chacota, y de reírse hasta de lo indebido), quizás medio en serio medio en broma, o tal vez como expresión genuina de su deseo (lo cual lo dejaría muy mal parado, pues quedaría como un lujurioso vulgar y atrevido, un opaco "latin lover", arquetipo tan patético como dañino para la cultura latinoamericana)le insinuó que si perdía el avión no pasaba nada y ya se harían una "fiesta". Parece ser que el tono en que lo dijo el colombiano fue tan ambiguo que dio lugar a que la señora Llosa interpretara su comentario como un intento de cortejo. No consta que haya sucedido nada más, aparte del disgusto de Patricia Llosa, quien terminó perdiendo el avión y devolviéndose al hotel. Al llegar a Lima se lo debió contar a su marido, lo que provocó, semanas más tarde, la airada (acaso exagerada) reacción de Vargas Llosa. Lo cierto es que el 12 de febrero de 1976, Mario Vargas Llosa llegó al Teatro de Bellas Artes, en Ciudad de México, donde se iba a estrenar "La odisea de los Andes" (cuyo guión había escrito). En el vestíbulo del Teatro estaba Gabo, quien al verle sonrió y fue hacia él con los brazos abiertos, al tiempo que le saludaba cariñosamente: "¡Hermanito!"...La destemplada respuesta del peruano fue un puño que derribó a García Márquez (imaginemos su intensidad, teniendo en cuenta que por esa época el colombiano era un costeño atlético y bien plantado). Como colofón, Vargas le gritó agriamente: "¡Esto por lo que le dijiste a Patricia!". Así lo afirmaron testigos de la escena, aunque no se ponen de acuerdo si la palabra exacta fue "dijiste" o "hiciste". De ahí en adelante, la amistad se esfumó y aunque en ocasiones intercambiaron alguna palabra (cuando coincidieron en algún evento literario, pues ya nunca más se vieron o visitaron como amigos), la hostilidad se cronificó (aunque ligeramente velada y matizada por declaraciones amables de cada uno a propósito de la obra del otro)y el peruano prohibió reeditar su libro sobre García Márquez (prohibición que ha levantado sólo en una ocasión desde entonces: en 2010, tras recibir el Nobel de Literatura). Después del lamentable incidente (sí, lamentable, pues no es nada bueno ni andar cortejando a la esposa de un amigo, ni ir por ahí zampándole golpes a la gente), Vargas Llosa vivió todo tipo de aventuras (hasta políticas, como su vibrante y no exenta de polémica campaña a la presidencia en 1990) y hoy por hoy lo ha ganado todo: no hay premio que no tenga. Hasta fue nombrado Marqués (el I Marqués de Vargas Llosa, cortesía de la Corona española). García Márquez produjo tres libros más de calidad, y luego se fue extinguiendo lentamente, con metidas de pata cada vez más notorias (sobretodo cuando hablaba de sociedad o política) que se le pueden excusar un poco si se tiene en cuenta la vulnerabilidad de su sistema nervioso (el lector profano en neurociencias debe recordar que antes de la demencia por enfermedad de Alzheimer propiamente dicha hay un declive cognitivo que pasa desapercibido hasta para los familiares del paciente, y sólo se evidencia con sutiles pruebas neuropsicológicas). Eso sí, el Nobel de Literatura peruano le envió públicamente sus condolencias a la viuda del colombiano, Mercedes Barcha, y a su familia, tan pronto supo de su partida. Del desdichado suceso quedan algunas moralejas. La principal: que hay que ser prudentes. "Por su boca muere el pez", dice un antiguo refrán. Nada más cierto. En todo caso, más allá de lo bochornoso de la anécdota queda la grandeza de ambos. Gabo se llevó a la tumba el secreto, cosa que también "Varguitas" hará, como lo ha insinuado. Con ello nos dan una nueva lección: no debemos limitarnos a lo farandulero, a lo mundano, a lo ruin. Debemos mirar más alto. No debemos quedarnos con la "comidilla" y el cotilleo sobre la vida de dos grandes escritores, sino mirar con reverencia, cariño y gratitud sus obras. * En una de sus últimas entrevistas le preguntaron a Gabo si había perdido a algún amigo. "Sí, a uno", contestó parcamente y con nostalgia. David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

domingo, 27 de abril de 2014

El Diablo y el relojero, por Daniel Defoe

Viva en la parroquia de San Bennet Funk, cerca del Mercado Real, una honesta y pobre viuda quien, después de morir su marido, tomó huéspedes en su casa. Es decir, dejó libres algunas de sus habitaciones para aliviar su renta. Entre otros, cedió su buhardilla a un artesano que hacía engranajes para relojes y que trabajaba para aquellos comerciantes que vendían dichos instrumentos, según es costumbre en esta actividad. Sucedió que un hombre y una mujer fueron a hablar con este fabricante de engranajes por algún asunto relacionado con su trabajo. Y cuando estaban cerca de los últimos escalones, por la puerta completamente abierta del altillo donde trabajaba, vieron que el hombre (relojero o artesano de engranajes) se había colgado de una viga que sobresalía más baja que el techo o cielorraso. Atónita por lo que veía, la mujer se detuvo y gritó al hombre, que estaba detrás de ella en la escalera, que corriera arriba y bajara al pobre desdichado. En ese mismo momento, desde otra parte de la habitación, que no podía verse desde las escaleras, corrió velozmente otro hombre que llevaba un escabel en sus manos. Éste, con cara de estar en un grandísimo apuro, lo colocó debajo del desventurado que estaba colgado y, subiéndose rápidamente, sacó un cuchillo del bolsillo y sosteniendo el cuerpo del ahorcado con una mano, hizo señas con la cabeza a la mujer y al hombre que venía detrás, como queriendo detenerlos para que no entraran; al mismo tiempo mostraba el cuchillo en la otra, como si estuviera por cortar la soga para soltarlo. Ante esto la mujer se detuvo un momento, pero el hombre que estaba parado en el banquillo continuaba con la mano y el cuchillo tocando el nudo, pero no lo cortaba. Por esta razón la mujer gritó de nuevo a su acompañante y le dijo: -¡Sube y ayuda al hombre! Suponía que algo impedía su acción. Pero el que estaba subido al banquillo nuevamente les hizo señas de que se quedaran quietos y no entraran, como diciendo: «Lo haré inmediatamente». Entonces dio dos golpes con el cuchillo, como si cortara la cuerda, y después se detuvo nuevamente. El desconocido seguía colgado y muriéndose en consecuencia. Ante la repetición del hecho, la mujer de la escalera le gritó: -¿Que pasa? ¿Por qué no bajas al pobre hombre? Y el acompañante que la seguía, habiéndosele acabado la paciencia, la empujó y le dijo: -Déjame pasar. Te aseguro que yo lo haré -y con estas palabras llegó arriba y a la habitación donde estaban los extraños. Pero cuando llegó allí ¡cielos! el pobre relojero estaba colgado, pero no el hombre con el cuchillo, ni el banquito, ni ninguna otra cosa o ser que pudiera ser vista a oída. Todo había sido un engaño, urdido por criaturas espectrales enviadas sin duda para dejar que el pobre desventurado se ahorcara y expirara. El visitante estaba tan aterrorizado y sorprendido que, a pesar de todo el coraje que antes había demostrado, cayó redondo en el suelo como muerto. Y la mujer, al fin, para bajar al hombre, tuvo que cortar la soga con unas tijeras, lo cual le dio gran trabajo. Como no me cabe duda de la verdad de esta historia que me fue contada por personas de cuya honestidad me fío, creo que no me dará trabajo convencerlos de quién debía de ser el hombre del banquito: fue el Diablo, que se situó allí con el objeto de terminar el asesinato del hombre a quien, según su costumbre, había tentado antes y convencido para que fuera su propio verdugo. Además, este crimen corresponde tan bien con la naturaleza del Demonio y sus ocupaciones, que yo no lo puedo cuestionar. Ni puedo creer que estemos equivocados al cargar al Diablo con tal acción. Nota: No puedo tener certeza sobre el final de la historia; es decir, si bajaron al relojero lo suficientemente rápido como para recobrarse o si el Diablo ejecutó sus propósitos y mantuvo aparte al hombre y a la mujer hasta que fue demasiado tarde. Pero sea lo que fuera, es seguro que él se esforzó demoníacamente y permaneció hasta que fue obligado a marcharse. FIN Daniel Defoe (Inglaterra, 1660-1731)

viernes, 25 de abril de 2014

Algo muy grave va a suceder en este pueblo, por Gabriel García Márquez

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: -No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo. Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: -Te apuesto un peso a que no la haces. Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta: -Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo. Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice: -Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto. -¿Y por qué es un tonto? -Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. Entonces le dice su madre: -No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen. La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero: -Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado. El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice: -Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas. Entonces la vieja responde: -Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras. Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice: -¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo? -¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor! (Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.) -Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor. -Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor. -Sí, pero no tanto calor como ahora. Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: -Hay un pajarito en la plaza. Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito. -Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan. -Sí, pero nunca a esta hora. Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. -Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen: -Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos. Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: -Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando: -Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca. FIN Gabriel García Márquez (Colombia, 1927-2014)

jueves, 24 de abril de 2014

Sobre la llegada de Vargas Llosa a Venezuela

Ay, qué triste es ver a la gente fanatizada e idiotizada por una visión política (bien caduca e inútil, por cierto). Qué pesar ver tanto mamerto por ahí suelto, echando espuma por la boca, criticando a Mario Vargas Llosa con furia... Si en verdad Venezuela fuera un país democrático, ¿permitiría la divergencia, la pluralidad y el debate? Si el régimen de Maduro (fabricado y construído por Chávez, que sigue haciendo daño después de muerto) en verdad fuese democrático, ¿haría tanto escándalo por la llegada de un escritor que expresa sus ideas, haciendo uso de la libertad de expresión que las verdaderas democracias dan por sentada? Mario Vargas Llosa es un valiente, al que no le importa su avanzada edad a la hora de erigirse en paladín de tanto estudiante muerto o brutalmente golpeado. Me quedo con un intelectual así, corajudo y decidido, y no con tanto idiota útil (tanto posudo, tanto payaso, tanto ingenuo) que apoya explícita o tácitamente la barbarie de las pocas dictaduras que aún quedan en el mundo. Aplausos para el peruano. Aunque a veces tenga salidas en falso, es deber reconocerle su formación intelectual y su realismo a la hora de abordar la realidad latinoamericana. Y tomates para los pánfilos que aún creen que los regímenes de ultraizquierda son impolutos e inofensivos... * Y todavía hay cándidos que creen que pasados los años las personas caducan. Será que le tienen pavor a la vejez porque nunca han cultivado el alma, y entonces el cuerpo gastado les recuerda su propia mediocridad. El escritor peruano, en cambio, mejora con el tiempo. Está más vigente que nunca. Vargas LLosa está en Venezuela, así se rasgue las vestiduras la mamertada venezolana y latinoamericana. Repito: eso es ser un intelectual de verdad, valiente y luchador. Frentero. Un intelectual de los que hacen falta. Y me encanta lo simbólico del hecho: la tercera edad no significa quedarse en una mecedora quejándose. Se pueden hacer grandes cosas, a cualquier edad. Que hay veteranos excelentes, los hay. El valiente escritor es un buen ejemplo. Claro que hay viejos estúpidos, desde el consejo de ancianos que condenó a Jesús hasta los imbéciles que nos mal-gobiernan. Pero hombres como éste, que pese a haber ganado todos los premios posibles y tener la oportunidad de retirarse de la vida pública a vivir cómodamente, continúa luchando y defendiendo a los oprimidos, son un ejemplo. Como dijo Cicerón: "Los hombres son como los vinos. La edad agría los malos, y mejora los buenos". Ojalá aprendan los mediocres que sólo piensan en la belleza física. Ellos, con sus estereotipos y sus angustias neuróticas, con sus cirugías plásticas y sus ridículos y costosos "tratamientos", gastan millonadas en sus cuidados corporales pero se escandalizan a la hora de pagar una terapia (o derrochan dinero en restaurantes y clubs pero les parece "carísimo" comprar un libro). Este gran ser humano, en cambio, entre más arrugado más sublime. Porque siempre ha cultivado el espíritu. * Y a los que creen que sus apariciones políticas son vanas, dada su derrota en las presidenciales de 1990, les digo: la corrupción del gobierno del APRA, las viciadas maquinarias políticas, el periodismo de cloaca (manipulado por espíritus envidiosos, que como escritores nunca le dieron ni a los tobillos), el populismo y la demagogia privaron al Perú de un hombre honesto hasta el tuétano. Pero el karma existe: ahí está él, victorioso y laureado...y Fujimori preso y enlodado ante la Historia. Al final, Mario Vargas Llosa fue el gran ganador. David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

sábado, 19 de abril de 2014

VIA CRUCIS (Camino de la Cruz), por San Josemaría Escrivá de Balaguer

PALABRAS INTRODUCTORIAS Señor mío y Dios mío, bajo la mirada amorosa de nuestra Madre, nos disponemos a acompañarte por el camino de dolor, que fue precio de nuestro rescate. Queremos sufrir todo lo que Tú sufriste, ofrecerte nuestro pobre corazón, contrito, porque eres inocente y vas a morir por nosotros, que somos los únicos culpables. Madre mía, Virgen dolorosa, ayúdame a revivir aquellas horas amargas que tu Hijo quiso pasar en la tierra, para que nosotros, hechos de un puñado de lodo, viviésemos al fin in libertatem gloriae filiorum Dei, en la libertad y gloria de los hijos de Dios. Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

I Estación. Condenan a muerte a Jesús

Han pasado ya las diez de la mañana. El proceso está llegando a su fin. No ha habido pruebas concluyentes. El juez sabe que sus enemigos se lo han entregado por envidia, e intenta un recurso absurdo: la elección entre Barrabás, un malhechor acusado de robo con homicidio, y Jesús, que se dice Cristo. El pueblo elige a Barrabás. Pilatos exclama: —¿Qué he de hacer, pues, de Jesús? (Mt XXVII, 22). Contestan todos: —¡Crucifícale! El juez insiste: —Pero ¿qué mal ha hecho? Y de nuevo responden a gritos: —¡Crucifícale!, ¡crucifícale! Se asusta Pilatos ante el creciente tumulto. Manda entonces traer agua, y se lava las manos a la vista del pueblo, mientras dice: —Inocente soy de la sangre de este justo; vosotros veréis (Mt XXVII, 24). Y después de haber hecho azotar a Jesús, lo entrega para que lo crucifiquen. Se hace el silencio en aquellas gargantas embravecidas y posesas. Como si Dios estuviese ya vencido. Jesús está solo. Quedan lejanos aquellos días en que la palabra del Hombre-Dios ponía luz y esperanza en los corazones, aquellas largas procesiones de enfermos que eran curados, los clamores triunfales de Jerusalén cuando llegó el Señor montado en un manso pollino. ¡Si los hombres hubieran querido dar otro curso al amor de Dios! ¡Si tú y yo hubiésemos conocido el día del Señor! V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. Jesús ora en el huerto: Pater mi (Mt XXVI, 39), Abba, Pater! (Mc XIV, 36). Dios es mi Padre, aunque me envíe sufrimiento. Me ama con ternura, aun hiriéndome. Jesús sufre, por cumplir la Voluntad del Padre... Y yo, que quiero también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podré quejarme, si encuentro por compañero de camino al sufrimiento? Constituirá una señal cierta de mi filiación, porque me trata como a su Divino Hijo. Y, entonces, como Él, podré gemir y llorar a solas en mi Getsemaní, pero, postrado en tierra, reconociendo mi nada, subirá hasta el Señor un grito salido de lo íntimo de mi alma: Pater mi, Abba, Pater,...fiat! 2. El Prendimiento: …venit hora: ecce Filius hominis tradetur in manus peccatorum (Mc XIV, 41) …Luego, ¿el hombre pecador tiene su hora? ¡Sí, y Dios su eternidad!… ¡Cadenas de Jesús! Cadenas, que voluntariamente se dejó Él poner, atadme, hacedme sufrir con mi Señor, para que este cuerpo de muerte se humille… Porque –no hay término medio– o le aniquilo o me envilece. Más vale ser esclavo de mi Dios que esclavo de mi carne. 3. Durante el simulacro de proceso, el Señor calla. Iesus autem tacebat (Mt XXVI, 63). Luego, responde a las preguntas de Caifás y de Pilatos... Con Herodes, veleidoso e impuro, ni una palabra (cfr. Lc XXIII, 9): tanto deprava el pecado de lujuria que ni aun la voz del Salvador escucha. Si se resisten a la verdad en tantos ambientes, calla y reza, mortifícate... y espera. También en las almas que parecen más perdidas queda, hasta el final, la capacidad de volver a amar a Dios. 4. Está para pronunciarse la sentencia. Pilatos se burla: ecce rex vester! (Ioh XIX, 14). Los pontífices responden enfurecidos: no tenemos rey, sino a César (Ioh XIX, 15). ¡Señor!, ¿dónde están tus amigos?, ¿dónde, tus súbditos? Te han dejado. Es una desbandada que dura veinte siglos... Huimos todos de la Cruz, de tu Santa Cruz. Sangre, congoja, soledad y una insaciable hambre de almas... son el cortejo de tu realeza. 5. Ecce homo! (Ioh XIX, 5). El corazón se estremece al contemplar la Santísima Humanidad del Señor hecha una llaga. Y entonces le preguntarán: ¿qué heridas son esas que llevas en tus manos? Y él responderá: son las que recibí en la casa de los que me aman (Zach XIII, 6). Mira a Jesús. Cada desgarrón es un reproche; cada azote, un motivo de dolor por tus ofensas y las mías. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

II Estación. Jesús carga con la Cruz

Fuera de la ciudad, al noroeste de Jerusalén, hay un pequeño collado: Gólgota se llama en arameo; locus Calvariae, en latín: lugar de de las Calaveras o Calvario. Jesús se entrega inerme a la ejecución de la condena. No se le ha de ahorrar nada, y cae sobre sus hombros el peso de la cruz infamante. Pero la Cruz será, por obra de amor, el trono de su realeza. Las gentes de Jerusalén y los forasteros venidos para la Pascua se agolpan por las calles de la ciudad, para ver pasar a Jesús Nazareno, el Rey de los judíos. Hay un tumulto de voces; y a intervalos, cortos silencios: tal vez cuando Cristo fija los ojos en alguien: —Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz de cada día y sígame (Mt XVI, 24). ¡Con qué amor se abraza Jesús al leño que ha de darle muerte! ¿No es verdad que en cuanto dejas de tener miedo a la Cruz, a eso que la gente llama cruz, cuando pones tu voluntad en aceptar la Voluntad divina, eres feliz, y se pasan todas las preocupaciones, los sufrimientos físicos o morales? Es verdaderamente suave y amable la Cruz de Jesús. Ahí no cuentan las penas; sólo la alegría de saberse corredentores con Él. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. La comitiva se prepara... Jesús, escarnecido, es blanco de las burlas de cuantos le rodean. ¡Él!, que pasó por el mundo haciendo el bien y sanando a todos de sus dolencias (cfr. Act X, 38). A Él, al Maestro bueno, a Jesús, que vino al encuentro de los que estábamos lejos, lo van a llevar al patíbulo. 2. Como para una fiesta, han preparado un cortejo, una larga procesión. Los jueces quieren saborear su victoria con un suplicio lento y despiadado. Jesús no encontrará la muerte en un abrir y cerrar de ojos... Le es dado un tiempo para que el dolor y el amor se sigan identificando con la Voluntad amabilísima del Padre. Ut facerem voluntatem tuam, Deus meus, volui, et legem tuam in medio cordis mei (Ps XXXIX, 9): en cumplir tu Voluntad, Dios mío, tengo mi complacencia, y dentro de mi corazón está tu ley. 3. Cuanto más seas de Cristo, mayor gracia tendrás para tu eficacia en la tierra y para la felicidad eterna. Pero has de decidirte a seguir el camino de la entrega: la Cruz a cuestas, con una sonrisa en tus labios, con una luz en tu alma. 4. Oyes dentro de ti: "¡cómo pesa ese yugo que tomaste libremente!"... Es la voz del diablo; el fardo... de tu soberbia. Pide al Señor humildad, y entenderás tú también aquellas palabras de Jesús: iugum enim meum suave est et onus meum leve (Mt XI, 30), que a mí me gusta traducir libremente así: mi yugo es la libertad, mi yugo es el amor, mi yugo es la unidad, mi yugo es la vida, mi yugo es la eficacia. 5. Hay en el ambiente una especie de miedo a la Cruz, a la Cruz del Señor. Y es que han empezado a llamar cruces a todas las cosas desagradables que suceden en la vida, y no saben llevarlas con sentido de hijos de Dios, con visión sobrenatural. ¡Hasta quitan las cruces que plantaron nuestros abuelos en los caminos...! En la Pasión, la Cruz dejó de ser símbolo de castigo para convertirse en señal de victoria. La Cruz es el emblema del Redentor: in quo est salus, vita et resurrectio nostra: allí está nuestra salud, nuestra vida y nuestra resurrección. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

III Estación. Cae Jesús por primera vez

La Cruz hiende, destroza con su peso los hombros del Señor. Las turbamulta ha ido agigantándose. Los legionarios apenas pueden contener la encrespada, enfurecida muchedumbre que, como río fuera de cauce, afluye por las callejuelas de Jerusalén. El cuerpo extenuado de Jesús se tambalea ya bajo la Cruz enorme. De su Corazón amorosísimo llega apenas un aliento de vida a sus miembros llagados. A derecha e izquierda, el Señor ve esa multitud que anda como ovejas sin pastor. Podría llamarlos uno a uno, por sus nombres, por nuestros nombres. Ahí están los que se alimentaron en la multiplicación de los panes y de los peces, los que fueron curados de sus dolencias, los que adoctrinó junto al lago y en la montaña y en los pórticos del Templo. Un dolor agudo penetra en el alma de Jesús, y el Señor se desploma extenuado. Tú y yo no podemos decir nada: ahora ya sabemos por qué pesa tanto la Cruz de Jesús. Y lloramos nuestras miserias y también la ingratitud tremenda del corazón humano. Del fondo del alma nace un acto de contrición verdadera, que nos saca de la postración del pecado. Jesús ha caído para que nosotros nos levantemos: una vez y siempre. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. ¿Triste?... ¿Porque has caído en esa pequeña batalla? ¡No! ¡Alegre! Porque en la próxima, con la gracia de Dios y con tu humillación de ahora, ¡vencerás! 2. Mientras hay lucha, lucha ascética, hay vida interior. Eso es lo que nos pide el Señor: la voluntad de querer amarle con obras, en las cosas pequeñas de cada día. Si has vencido en lo pequeño, vencerás en lo grande. 3. “Este hombre se muere. Ya no hay nada que hacer...” Fue hace años, en un hospital de Madrid. Después de confesarse, cuando el sacerdote le daba a besar su crucifijo, aquel gitano decía a gritos, sin que lograsen hacerle callar: —¡Con esta boca mía podrida no puedo besar al Señor! —Pero, ¡si le vas a dar un abrazo y un beso muy fuerte en seguida, en el Cielo! ...¿Has visto una manera más hermosamente tremenda de manifestar la contrición? 4. Hablas y no te escuchan. Y si te escuchan, no te entienden. ¡Eres un incomprendido!... De acuerdo. En cualquier caso, para que tu cruz tenga todo el relieve de la Cruz de Cristo, es preciso que trabajes ahora así, sin que te tengan en cuenta. Otros te entenderán. 5. ¡Cuántos, con la soberbia y la imaginación, se meten en unos calvarios que no son de Cristo! La Cruz que debes llevar es divina. No quieras llevar ninguna humana. Si alguna vez cayeras en este lazo, rectifica enseguida: te bastará pensar que El ha sufrido infinitamente más por amor nuestro. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

IV Estación. Jesus encuentra a María, su Santísima Madre

Apenas se ha levantado Jesús de su primera caída, cuando encuentra a su Madre Santísima, junto al camino por donde Él pasa. Con inmenso amor mira María a Jesús, y Jesús mira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor. El alma de María queda anegada en amargura, en la amargura de Jesucristo. ¡Oh vosotros cuantos pasáis por el camino: mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor! (Lam I, 12). Pero nadie se da cuenta, nadie se fija; sólo Jesús. Se ha cumplido la profecía de Simeón: una espada traspasará tu alma (Lc II, 35). En la oscura soledad de la Pasión, Nuestra Señora ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad; un sí a la voluntad divina. De la mano de María, tú y yo queremos también consolar a Jesús, aceptando siempre y en todo la Voluntad de su Padre, de nuestro Padre. Sólo así gustaremos de la dulzura de la Cruz de Cristo, y la abrazaremos con la fuerza del amor, llevándola en triunfo por todos los caminos de la tierra. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. ¿Qué hombre no lloraría, si viera a la Madre de Cristo en tan atroz suplicio? Si su Hijo herido... Y nosotros lejos, cobardes, resistiéndonos a la Voluntad divina. Madre y Señora mía, enséñame a pronunciar un sí que, como el tuyo, se identifique con el clamor de Jesús ante su Padre: non mea voluntas... (Lc XXII, 42): no se haga mi voluntad, sino la de Dios. 2. ¡Cuánta miseria! ¡Cuántas ofensas! Las mías, las tuyas, las de la humanidad entera... Et in peccatis concepit me mater mea! (Ps L, 7). Nací, como todos los hombres, manchado con la culpa de nuestros primeros padres. Después..., mis pecados personales: rebeldías pensadas, deseadas, cometidas... Para purificarnos de esa podredumbre, Jesús quiso humillarse y tomar la forma de siervo (cfr. Phil II, 7), encarnándose en las entrañas sin mancilla de Nuestra Señora, su Madre, y Madre tuya y mía. Pasó treinta años de oscuridad, trabajando como uno de tantos, junto a José. Predicó. Hizo milagros... Y nosotros le pagamos con una Cruz. ¿Necesitas más motivos para la contrición? 3. Ha esperado Jesús este encuentro con su Madre. ¡Cuántos recuerdos de infancia!: Belén, el lejano Egipto, la aldea de Nazaret. Ahora, también la quiere junto a sí, en el Calvario. ¡La necesitamos!... En la oscuridad de la noche, cuando un niño pequeño tiene miedo, grita: ¡mamá! Así tengo yo que clamar muchas veces con el corazón: ¡Madre!, ¡mamá!, no me dejes. 4. Hasta llegar al abandono hay un poquito de camino que recorrer. Si aún no lo has conseguido, no te preocupes: sigue esforzándote. Llegará el día en que no verás otro camino más que Él –Jesús–, su Madre Santísima, y los medios sobrenaturales que nos ha dejado el Maestro. 5. Si somos almas de fe, a los sucesos de esta tierra les daremos una importancia muy relativa, como se la dieron los santos... El Señor y su Madre no nos dejan y, siempre que sea necesario, se harán presentes para llenar de paz y de seguridad el corazón de los suyos. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

V Estación. Simón ayuda a llevar la Cruz de Jesús

Jesús está extenuado. Su paso se hace más y más torpe, y la soldadesca tiene prisa por acabar; de modo que, cuando salen de la ciudad por la puerta Judiciaria, requieren a un hombre que venía de una granja, llamado Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y le fuerzan a que lleve la cruz de Jesús (cfr. Mc XV, 21). En el conjunto de la Pasión, es bien poca cosa lo que supone esta ayuda. Pero a Jesús le basta una sonrisa, una palabra, un gesto, un poco de amor para derramar copiosamente su gracia sobre el alma del amigo. Años más tarde, los hijos de Simón, ya cristianos, serán conocidos y estimados entre sus hermanos en la fe. Todo empezó por un encuentro inopinado con la Cruz. Me presenté a los que no preguntaban por mí, me hallaron los que no me buscaban (Is LXV, 1). A veces la Cruz aparece sin buscarla: es Cristo que pregunta por nosotros. Y si acaso ante esa Cruz inesperada, y tal vez por eso más oscura, el corazón mostrara repugnancia... no le des consuelos. Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: corazón, ¡corazón en la Cruz!, ¡corazón en la Cruz! V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. ¿Quieres saber cómo agradecer al Señor lo que ha hecho por nosotros?... ¡Con amor! No hay otro camino. Amor con amor se paga. Pero la certeza del cariño la da el sacrificio. De modo que ¡ánimo!: niégate y toma su Cruz. Entonces estarás seguro de devolverle amor por amor. 2. No es tarde, ni todo está perdido... Aunque te lo parezca. Aunque lo repitan mil voces agoreras. Aunque te asedien miradas burlonas e incrédulas... Has llegado en un buen momento para cargar con la Cruz: la Redención se está haciendo –¡ahora!–, y Jesús necesita muchos cirineos. 3. Por ver feliz a la persona que ama, un corazón noble no vacila ante el sacrificio. Por aliviar un rostro doliente, un alma grande vence la repugnancia y se da sin remilgos... Y Dios ¿merece menos que un trozo de carne, que un puñado de barro? Aprende a mortificar tus caprichos. Acepta la contrariedad sin exagerarla, sin aspavientos, sin... histerismos. Y harás más ligera la Cruz de Jesús. 4. Ciertamente que el día de hoy ha sido de salvación para esta casa, pues que también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que había perecido (Lc XIX, 9-10). Zaqueo, Simón de Cirene, Dimas, el centurión... Ahora ya sabes por qué te ha buscado el Señor. ¡Agradéceselo!... Pero opere et veritate, con obras y de verdad. 5. ¿Cómo amar de veras la Cruz Santa de Jesús?... ¡Deséala!... ¡Pide fuerzas al Señor para implantarla en todos los corazones, y a lo largo y a lo ancho de este mundo! Y luego... desagráviale con alegría; trata de amarle también con el latir de todos los corazones que aún no le aman. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

VI Estación. Una piadosa mujer enjuga el rostro de Jesus

No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga las miradas, ni belleza que agrade. Despreciado, desecho de los hombres, varón de dolores, conocedor de todos los quebrantos, ante quien se vuelve el rostro, menospreciado, estimado en nada (Is LIII, 2-3). Y es el Hijo de Dios que pasa, loco... ¡loco de amor! Una mujer, Verónica de nombre, se abre paso entre la muchedumbre, llevando un lienzo blanco plegado, con el que limpia piadosamente el rostro de Jesús. El Señor deja grabada su Santa Faz en las tres partes de ese velo. El rostro bienamado de Jesús, que había sonreído a los niños y se transfiguró de gloria en el Tabor, está ahora como oculto por el dolor. Pero este dolor es nuestra purificación; ese sudor y esa sangre que empañan y desdibujan sus facciones, nuestra limpieza. Señor, que yo me decida a arrancar, mediante la penitencia, la triste careta que me he forjado con mis miserias... Entonces, sólo entonces, por el camino de la contemplación y de la expiación, mi vida irá copiando fielmente los rasgos de tu vida. Nos iremos pareciendo más y más a Ti. Seremos otros Cristos, el mismo Cristo, ipse Christus. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. Nuestros pecados fueron la causa de la Pasión: de aquella tortura que deformaba el semblante amabilísimo de Jesús, perfectus Deus, perfectus homo. Y son también nuestras miserias las que ahora nos impiden contemplar al Señor, y nos presentan opaca y contrahecha su figura. Cuando tenemos turbia la vista, cuando los ojos se nublan, necesitamos ir a la luz. Y Cristo ha dicho: ego sum lux mundi! (Ioh VIII,12), yo soy la luz del mundo. Y añade: el que me sigue no camina a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida. 2. Trata a la Humanidad Santísima de Jesús... Y El pondrá en tu alma un hambre insaciable, un deseo "disparatado" de contemplar su Faz. En esa ansia –que no es posible aplacar en la tierra–, hallarás muchas veces tu consuelo. 3. Escribe San Pedro: por Jesucristo, Dios nos ha dado las grandes y preciosas gracias que había prometido, para haceros partícipes de la naturaleza divina (2 Pet I, 4). Esa divinización nuestra no significa que dejemos de ser humanos... Hombres, sí, pero con horror al pecado grave. Hombres que abominan de las faltas veniales, y que, si experimentan cada día su flaqueza, saben también de la fortaleza de Dios. Así nada podrá detenernos: ni los respetos humanos, ni las pasiones, ni esta carne que se rebela porque somos unos bellacos, ni la soberbia, ni... la soledad. Un cristiano nunca está solo. Si te sientes abandonado, es porque no quieres mirar a ese Cristo que pasa tan cerca... quizá con la Cruz. 5. Ut in gratiarum semper actione maneamus! Dios mío, gracias, gracias por todo: por lo que me contraría, por lo que no entiendo, por lo que me hace sufrir. Los golpes son necesarios para arrancar lo que sobra del gran bloque de mármol. Así esculpe Dios en las almas la imagen de su Hijo. ¡Agradece al Señor esas delicadezas! 5. Cuando los cristianos lo pasamos mal, es porque no damos a esta vida todo su sentido divino. Donde la mano siente el pinchazo de las espinas, los ojos descubren un ramo de rosas espléndidas, llenas de aroma. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

VII Estación. Cae Jesús por segunda vez

Ya fuera de la muralla, el cuerpo de Jesús vuelve a abatirse a causa de la flaqueza, cayendo por segunda vez, entre el griterío de la muchedumbre y los empellones de los soldados. La debilidad del cuerpo y la amargura del alma han hecho que Jesús caiga de nuevo. Todos los pecados de los hombres –los míos también– pesan sobre su Humanidad Santísima. Fue él quien tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores, y nosotros le tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado. Fue traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra salvación pesó sobre él, y en sus llagas hemos sido curados (Is LIII, 4-5). Desfallece Jesús, pero su caída nos levanta, su muerte nos resucita. A nuestra reincidencia en el mal, responde Jesús con su insistencia en redimirnos, con abundancia de perdón. Y, para que nadie desespere, vuelve a alzarse fatigosamente abrazado a la Cruz. Que los tropiezos y derrotas no nos aparten ya más de El. Como el niño débil se arroja compungido en los brazos recios de su padre, tú y yo nos asiremos al yugo de Jesús. Sólo esa contrición y esa humildad transformarán nuestra flaqueza humana en fortaleza divina. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. Cae Jesús por el peso del madero... Nosotros, por la atracción de las cosas de la tierra. Prefiere venirse abajo antes que soltar la Cruz. Así sana Cristo el desamor que a nosotros nos derriba. 2. Ese desaliento, ¿por qué? ¿Por tus miserias? ¿Por tus derrotas, a veces continuas? ¿Por un bache grande, grande, que no esperabas? Sé sencillo. Abre el corazón. Mira que todavía nada se ha perdido. Aún puedes seguir adelante, y con más amor, con más cariño, con más fortaleza. Refúgiate en la filiación divina: Dios es tu Padre amantísimo. Esta es tu seguridad, el fondeadero donde echar el ancla, pase lo que pase en la superficie de este mar de la vida. Y encontrarás alegría, reciedumbre, optimismo, ¡victoria! 3. Me has dicho: Padre, lo estoy pasando muy mal. Y te he respondido al oído: toma sobre tus hombros una partecica de esa cruz, sólo una parte pequeña. Y si ni siquiera así puedes con ella,... déjala toda entera sobre los hombros fuertes de Cristo. Y ya desde ahora, repite conmigo: Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno. Y quédate tranquilo. 4. En alguna ocasión me he preguntado qué martirio es mayor: el del que recibe la muerte por la fe, de manos de los enemigos de Dios; o el del que gasta sus años trabajando sin otra mira que servir a la Iglesia y a las almas, y envejece sonriendo, y pasa inadvertido... Para mí, el martirio sin espectáculo es más heroico... Ese es el camino tuyo. 5. Para seguir al Señor, para tratarle, hemos de patearnos por la humildad como se pisa la uva en el lagar. Si pisoteamos la miseria nuestra –que eso somos–, entonces El se aposenta a sus anchas en el alma. Como en Betania, nos habla y le hablamos, en conversación confiada de amigo. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

VIII Estación. Jesús consuela a las hijas de Jerusalén

Entre las gentes que contemplan el paso del Señor, hay unas cuantas mujeres que no pueden contener su compasión y prorrumpen en lágrimas, recordando acaso aquellas jornadas gloriosas de Jesucristo, cuando todos exclamaban maravillados: bene omnia fecit (Mc VII, 37), todo lo ha hecho bien. Pero el Señor quiere enderezar ese llanto hacia un motivo más sobrenatural, y las invita a llorar por los pecados, que son la causa de la Pasión y que atraerán el rigor de la justicia divina: —Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos... Pues si al árbol verde le tratan de esta manera, ¿en el seco qué se hará? (Lc XXIII, 28,31). Tus pecados, los míos, los de todos los hombres, se ponen en pie. Todo el mal que hemos hecho y el bien que hemos dejado de hacer. El panorama desolador de los delitos e infamias sin cuento, que habríamos cometido, si El, Jesús, no nos hubiera confortado con la luz de su mirada amabilísima. ¡Qué poco es una vida para reparar! V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. Los santos –me dices– estallaban en lágrimas de dolor al pensar en la Pasión de Nuestro Señor. Yo, en cambio... Quizá es que tú y yo presenciamos las escenas, pero no las “vivimos”. 2. Vino a su propia casa y los suyos no le recibieron (Ioh I, 11). Más aún, lo arrastran fuera de la ciudad para crucificarle. Jesús responde con una invitación al arrepentimiento, ahora, cuando el alma está en camino y todavía es tiempo. Contrición profunda por nuestros pecados. Dolor por la malicia inagotable de los hombres que se apresta a dar muerte al Señor. Reparación por los que todavía se obstinan en hacer estéril el sacrificio de Cristo en la Cruz. 3. Hay que unir, hay que comprender, hay que disculpar. No levantes jamás una cruz sólo para recordar que unos han matado a otros. Sería el estandarte del diablo. La Cruz de Cristo es callar, perdonar y rezar por unos y por otros, para que todos alcancen la paz. 4. El Maestro pasa, una y otra vez, muy cerca de nosotros. Nos mira... Y si le miras, si le escuchas, si no le rechazas, El te enseñará cómo dar sentido sobrenatural a todas tus acciones... Y entonces tú también sembrarás, donde te encuentres, consuelo y paz y alegría. 5. Por mucho que ames, nunca querrás bastante. El corazón humano tiene un coeficiente de dilatación enorme. Cuando ama, se ensancha en un crescendo de cariño que supera todas las barreras. Si amas al Señor, no habrá criatura que no encuentre sitio en tu corazón. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

IX Estación. Jesús cae por tercera vez

El Señor cae por tercera vez, en la ladera del Calvario, cuando quedan sólo cuarenta o cincuenta pasos para llegar a la cumbre. Jesús no se sostiene en pie: le faltan las fuerzas, y yace agotado en tierra. Se entregó porque quiso; maltratado, no abrió boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores (Is LIII, 7). Todos contra El...: los de la ciudad y los extranjeros, y los fariseos y los soldados y los príncipes de los sacerdotes... Todos verdugos. Su Madre –mi Madre–, María, llora. ¡Jesús cumple la voluntad de su Padre! Pobre: desnudo. Generoso: ¿qué le falta por entregar? Dilexit me, et tradidit semetipsum pro me (Gal II, 20), me amó y se entregó hasta la muerte por mí. ¡Dios mío!, que odie el pecado, y me una a Ti, abrazándome a la Santa Cruz, para cumplir a mi vez tu Voluntad amabilísima..., desnudo de todo afecto terreno, sin más miras que tu gloria..., generosamente, no reservándome nada, ofreciéndome contigo en perfecto holocausto. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. Ya no puede el Señor levantarse: tan gravoso es el peso de nuestra miseria. Como un saco lo llevan hasta el patíbulo. El deja hacer, en silencio. Humildad de Jesús. Anonadamiento de Dios que nos levanta y ensalza. ¿Entiendes ahora por qué te aconsejé que pusieras tu corazón en el suelo para que los demás pisen blando? 2. ¡Cuánto cuesta llegar hasta el Calvario! Tú también has de vencerte para no abandonar el camino... Esa pelea es una maravilla, una auténtica muestra del amor de Dios, que nos quiere fuertes, porque virtus in infirmitate perficitur (2 Cor XII, 9), la virtud se fortalece en la debilidad. El Señor sabe que, cuando nos sentimos flojos, nos acercamos a El, rezamos mejor, nos mortificamos más, intensificamos el amor al prójimo. Así nos hacemos santos. Da muchas gracias a Dios porque permite que haya tentaciones,... y porque luchas. 3. ¿Quieres acompañar de cerca, muy de cerca, a Jesús?... Abre el Santo Evangelio y lee la Pasión del Señor. Pero leer sólo, no: vivir. La diferencia es grande. Leer es recordar una cosa que pasó; vivir es hallarse presente en un acontecimiento que está sucediendo ahora mismo, ser uno más en aquellas escenas. Entonces, deja que tu corazón se expansione, que se ponga junto al Señor. Y cuando notes que se escapa –que eres cobarde, como los otros–, pide perdón por tus cobardías y las mías. 4. Parece que el mundo se te viene encima. A tu alrededor no se vislumbra una salida. Imposible, esta vez, superar las dificultades. Pero, ¿me has vuelto a olvidar que Dios es tu Padre?: omnipotente, infinitamente sabio, misericordioso. El no puede enviarte nada malo. Eso que te preocupa, te conviene, aunque los ojos tuyos de carne estén ahora ciegos. Omnia in bonum! ¡Señor, que otra vez y siempre se cumpla tu sapientísima Voluntad! 5. Ahora comprendes cuánto has hecho sufrir a Jesús, y te llenas de dolor: ¡qué sencillo pedirle perdón, y llorar tus traiciones pasadas! ¡No te caben en el pecho las ansias de reparar! Bien. Pero no olvides que el espíritu de penitencia está principalmente en cumplir, cueste lo que cueste, el deber de cada instante. San Josemaría Escrivá de Balaguer(España, 1902-1975)

X Estación. Despojan a Jesús de sus vestiduras

Al llegar el Señor al Calvario, le dan a beber un poco de vino mezclado con hiel, como un narcótico, que disminuya en algo el dolor de la crucifixión. Pero Jesús, habiéndolo gustado para agradecer ese piadoso servicio, no ha querido beberlo (cfr. Mt XXVII, 34). Se entrega a la muerte con la plena libertad del amor. Luego, los soldados despojan a Cristo de sus vestidos. Desde la planta de los pies hasta la cabeza, no hay en él nada sano. Heridas, hinchazones, llagas podridas, ni curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite (Is I, 6). Los verdugos toman sus vestidos y los dividen en cuatro partes. Pero la túnica es sin costura, por lo que dicen: —No la dividamos; mas echemos suertes para ver de quién será (Ioh XIX, 24). De este modo se ha vuelto a cumplir la Escritura: partieron entre sí mis vestidos y sortearon mi túnica (Ps XXI, 19). Es el expolio, el despojo, la pobreza más absoluta. Nada ha quedado al Señor, sino un madero. Para llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la Cruz hay que tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. Del pretorio al Calvario han llovido sobre Jesús los insultos de la plebe enloquecida, el rigor de los soldados, las burlas del sanedrín... Escarnios y blasfemias... Ni una queja, ni una palabra de protesta. Tampoco cuando, sin contemplaciones, arrancan de su piel los vestidos. Aquí veo la insensatez mía de excusarme, y de tantas palabras vanas. Propósito firme: trabajar y sufrir por mi Señor, en silencio. 2. El cuerpo llagado de Jesús es verdaderamente un retablo de dolores... Por contraste, vienen a la memoria tanta comodidad, tanto capricho, tanta dejadez, tanta cicatería... Y esa falsa compasión con que trato mi carne. ¡Señor!, por tu Pasión y por tu Cruz, dame fuerza para vivir la mortificación de los sentidos y arrancar todo lo que me aparte de Ti. 3. A ti que te desmoralizas, te repetiré una cosa muy consoladora: al que hace lo que puede, Dios no le niega su gracia. Nuestro Señor es Padre, y si un hijo le dice en la quietud de su corazón: Padre mío del Cielo, aquí estoy yo, ayúdame... Si acude a la Madre de Dios, que es Madre nuestra, sale adelante. Pero Dios es exigente. Pide amor de verdad; no quiere traidores. Hay que ser fieles a esa pelea sobrenatural, que es ser feliz en la tierra a fuerza de sacrificio. 4. Los verdaderos obstáculos que te separan de Cristo –la soberbia, la sensualidad...–, se superan con oración y penitencia. Y rezar y mortificarse es también ocuparse de los demás y olvidarse de sí mismo. Si vives así, verás cómo la mayor parte de los contratiempos que tienes, desaparecen. 5. Cuando luchamos por ser verdaderamente ipse Christus, el mismo Cristo, entonces en la propia vida se entrelaza lo humano con lo divino. Todos nuestros esfuerzos –aun los más insignificantes– adquieren un alcance eterno, porque van unidos al sacrificio de Jesús en la Cruz. San Josémaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

XI Estación. Jesús es clavado en la Cruz

Ahora crucifican al Señor, y junto a Él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Entretanto Jesús dice: —Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc XXIII, 34). Es el Amor lo que ha llevado a Jesús al Calvario. Y ya en la Cruz, todos sus gestos y todas sus palabras son de amor, de amor sereno y fuerte. Con ademán de Sacerdote Eterno, sin padre ni madre, sin genealogía (cfr. Heb VII, 3), abre sus brazos a la humanidad entera. Junto a los martillazos que enclavan a Jesús, resuenan las palabras proféticas de la Escritura Santa: han taladrado mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos, y ellos me miran y contemplan (Ps XXI, 17-18). —¡Pueblo mío! ¿Qué te hice o en qué te he contristado? ¡Respóndeme! (Mich VI, 3). Y nosotros, rota el alma de dolor, decimos sinceramente a Jesús: soy tuyo, y me entrego a Ti, y me clavo en la Cruz gustosamente, siendo en las encrucijadas del mundo un alma entregada a Ti, a tu gloria, a la Redención, a la corredención de la humanidad entera. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. Ya han cosido a Jesús al madero. Los verdugos han ejecutado despiadadamente la sentencia. El Señor ha dejado hacer, con mansedumbre infinita. No era necesario tanto tormento. El pudo haber evitado aquellas amarguras, aquellas humillaciones, aquellos malos tratos, aquel juicio inicuo, y la vergüenza del patíbulo, y los clavos, y la lanzada... Pero quiso sufrir todo eso por ti y por mí. Y nosotros, ¿no vamos a saber corresponder? Es muy posible que en alguna ocasión, a solas con un crucifijo, se te vengan las lágrimas a los ojos. No te domines... Pero procura que ese llanto acabe en un propósito. 2. Amo tanto a Cristo en la Cruz, que cada crucifijo es como un reproche cariñoso de mi Dios: ...Yo sufriendo, y tú... cobarde. Yo amándote, y tú olvidándome. Yo pidiéndote, y tú... negándome. Yo, aquí, con gesto de Sacerdote Eterno, padeciendo todo lo que cabe por amor tuyo... y tú te quejas ante la menor incomprensión, ante la humillación más pequeña... 3. ¡Qué hermosas esas cruces en la cumbre de los montes, en lo alto de los grandes monumentos, en el pináculo de las catedrales!... Pero la Cruz hay que insertarla también en las entrañas del mundo. Jesús quiere ser levantado en alto, ahí: en el ruido de las fábricas y de los talleres, en el silencio de las bibliotecas, en el fragor de las calles, en la quietud de los campos, en la intimidad de las familias, en las asambleas, en los estadios... Allí donde un cristiano gaste su vida honradamente, debe poner con su amor la Cruz de Cristo, que atrae a Sí todas las cosas. 4. Después de tantos años, aquel sacerdote hizo un descubrimiento maravilloso: comprendió que la Santa Misa es verdadero trabajo: operatio Dei, trabajo de Dios. Y ese día, al celebrarla, experimentó dolor, alegría y cansancio. Sintió en su carne el agotamiento de una labor divina. A Cristo también le costó esfuerzo la primera Misa: la Cruz. 5. Antes de empezar a trabajar, pon sobre tu mesa o junto a los útiles de tu labor, un crucifijo. De cuando en cuando, échale una mirada... Cuando llegue la fatiga, los ojos se te irán hacia Jesús, y hallarás nueva fuerza para proseguir en tu empeño. Porque ese crucifijo es más que el retrato de una persona querida –los padres, los hijos, la mujer, la novia...–; Él es todo: tu Padre, tu Hermano, tu Amigo, tu Dios, y el Amor de tus amores. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

XII Estación. Muerte de Jesús en la Cruz

En la parte alta de la Cruz está escrita la causa de la condena: Jesús Nazareno Rey de los judíos (Ioh XIX, 19). Y todos los que pasan por allí, le injurian y se mofan de El. —Si es el rey de Israel, baje ahora de la cruz (Mt XXVII, 42). Uno de los ladrones sale en su defensa: —Este ningún mal ha hecho... (Lc XXIII, 41). Luego dirige a Jesús una petición humilde, llena de fe: —Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino (Lc XXIII, 42). —En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso (Lc XXIII, 43). Junto a la Cruz está su Madre, María, con otras santas mujeres. Jesús la mira, y mira después al discípulo que el ama, y dice a su Madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: —Ahí tienes a tu madre (Ioh XIX, 26-27). Se apaga la luminaria del cielo, y la tierra queda sumida en tinieblas. Son cerca de las tres, cuando Jesús exclama: —Elí, Elí, lamma sabachtani?! Esto es: Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt XXVII, 46). Después, sabiendo que todas las cosas están a punto de ser consumadas, para que se cumpla la Escritura, dice: —Tengo sed (Ioh XIX, 28). Los soldados empapan en vinagre una esponja, y poniéndola en una caña de hisopo se la acercan a la boca. Jesús sorbe el vinagre, y exclama: —Todo está cumplido (Ioh XIX, 30). El velo del templo se rasga, y tiembla la tierra, cuando clama el Señor con una gran voz: —Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc XXIII, 46). Y expira. Ama el sacrificio, que es fuente de vida interior. Ama la Cruz, que es altar del sacrificio. Ama el dolor, hasta beber, como Cristo, las heces del cáliz. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. Et inclinato capite, tradidit spiritum (Ioh XIX, 30). Ha exhalado el Señor su último aliento. Los discípulos le habían oído decir muchas veces: meus cibus est..., mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y dar cumplimiento a su obra (Ioh IV, 34). Lo ha hecho hasta el fin, con paciencia, con humildad, sin reservarse nada... Oboediens usque ad mortem (Phil II, 8): obedeció hasta la muerte, ¡y muerte de Cruz! 2. Una Cruz. Un cuerpo cosido con clavos al madero. El costado abierto... Con Jesús quedan sólo su Madre, unas mujeres y un adolescente. Los apóstoles, ¿dónde están? ¿Y los que fueron curados de sus enfermedades: los cojos, los ciegos, los leprosos?... ¿Y los que le aclamaron?... ¡Nadie responde! Cristo, rodeado de silencio. También tú puedes sentir algún día la soledad del Señor en la Cruz. Busca entonces el apoyo del que ha muerto y resucitado. Procúrate cobijo en las llagas de sus manos, de sus pies, de su costado. Y se renovará tu voluntad de recomenzar, y reemprenderás el camino con mayor decisión y eficacia. 3. Hay una falsa ascética que presenta al Señor en la Cruz rabioso, rebelde. Un cuerpo retorcido que parece amenazar a los hombres: me habéis quebrantado, pero yo arrojaré sobre vosotros mis clavos, mi cruz y mis espinas. Esos no conocen el espíritu de Cristo. Sufrió todo lo que pudo –¡y por ser Dios, podía tanto!–; pero amaba más de lo que padecía... Y después de muerto, consintió que una lanza abriera otra llaga, para que tú y yo encontrásemos refugio junto a su Corazón amabilísimo. 4. He repetido muchas veces aquel verso del himno eucarístico: peto quod petivit latro poenitens, y siempre me conmuevo: ¡pedir como el ladrón arrepentido! Reconoció que él sí merecía aquel castigo atroz... Y con una palabra robó el corazón a Cristo y se abrió las puertas del Cielo. 5. De la Cruz pende el cuerpo –ya sin vida– del Señor. La gente, considerando lo que había pasado, se vuelve dándose golpes de pecho (Lc XXIII, 48). Ahora que estás arrepentido, promete a Jesús que –con su ayuda– no vas a crucificarle más. Dilo con fe. Repite una y otra vez: te amaré, Dios mío, porque desde que naciste, desde que eras niño, te abandonaste en mis brazos, inerme, fiado de mi lealtad. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

XIII Estación. Desclavan a Jesús y lo entregan a su Madre

Anegada en dolor, está María junto a la Cruz. Y Juan, con Ella. Pero se hace tarde, y los judíos instan para que se quite al Señor de allí. Después de haber obtenido de Pilatos el permiso que la ley romana exige para sepultar a los condenados, llega al Calvario un senador llamado José, varón virtuoso y justo, oriundo de Arimatea. Él no ha consentido en la condena, ni en lo que los otros han ejecutado. Al contrario, es de los que esperan en el reino de Dios (Lc XXIII, 50-51). Con él viene también Nicodemo, aquel mismo que en otra ocasión había ido de noche a encontrar a Jesús, y trae consigo una confección de mirra y áloe, cosa de cien libras (Ioh XIX, 39). Ellos no eran conocidos públicamente como discípulos del Maestro; no se habían hallado en los grandes milagros, ni le acompañaron en su entrada triunfal en Jerusalén. Ahora, en el momento malo, cuando los demás han huido, no temen dar la cara por su Señor. Entre los dos toman el cuerpo de Jesús y lo dejan en brazos de su Santísima Madre. Se renueva el dolor de María. —¿A dónde se fue tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿A dónde se marchó el que tú quieres, y le buscaremos contigo? (Cant V, 17). La Virgen Santísima es nuestra Madre, y no queremos ni podemos dejarla sola. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. Vino a salvar al mundo, y los suyos le han negado ante Pilatos. Nos enseñó el camino del bien, y lo arrastran por la vía del Calvario. Ha dado ejemplo en todo, y prefieren a un ladrón homicida. Nació para perdonar, y –sin motivo– le condenan al suplicio. Llegó por senderos de paz, y le declaran la guerra. Era la Luz, y lo entregan en poder de las tinieblas. Traía Amor, y le pagan con odio. Vino para ser Rey, y le coronan de espinas. Se hizo siervo para liberarnos del pecado, y le clavan en la Cruz. Tomó carne para darnos la Vida, y nosotros le recompensamos con la muerte. 2. No me explico tu concepto de cristiano. ¿Crees que es justo que el Señor haya muerto crucificado y que tú te conformes con "ir tirando"? Ese "ir tirando" ¿es el camino áspero y estrecho de que hablaba Jesús? 3. No admitas el desaliento en tu apostolado. No fracasaste, como tampoco Cristo fracasó en la Cruz. ¡Animo!... Continúa contra corriente, protegido por el Corazón Materno y Purísimo de la Señora: Sancta Maria, refugium nostrum et virtus!, eres mi refugio y mi fortaleza. Tranquilo. Sereno... Dios tiene muy pocos amigos en la tierra. No desees salir de este mundo. No rehúyas el peso de los días, aunque a veces se nos hagan muy largos. 4. Si quieres ser fiel, sé muy mariano. Nuestra Madre –desde la embajada del Angel, hasta su agonía al pie de la Cruz– no tuvo más corazón ni más vida que la de Jesús. Acude a María con tierna devoción de hijo, y Ella te alcanzará esa lealtad y abnegación que deseas. 5. "No valgo nada, no puedo nada, no tengo nada, no soy nada..." Pero Tú has subido a la Cruz para que pueda apropiarme de tus méritos infinitos. Y allí recojo también –son míos, porque soy su hijo– los merecimientos de la Madre de Dios, y los de San José. Y me adueño de las virtudes de los santos y de tantas almas entregadas... Luego, echo una miradica a la vida mía, y digo: ¡ay, Dios mío, esto es una noche llena de oscuridad! Sólo de vez en cuando brillan unos puntos luminosos, por tu gran misericordia y por mi poca correspondencia... Todo esto te ofrezco, Señor; no tengo otra cosa. San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

XIV Estación. Dan sepultura al cuerpo de Jesús

Muy cerca del Calvario, en un huerto, José de Arimatea se había hecho labrar en la peña un sepulcro nuevo. Y por ser la víspera de la gran Pascua de los judíos, ponen a Jesús allí. Luego, José, arrimando una gran piedra, cierra la puerta del sepulcro y se va (Mt XXVII, 60). Sin nada vino Jesús al mundo, y sin nada –ni siquiera el lugar donde reposa– se nos ha ido. La Madre del Señor –mi Madre– y las mujeres que han seguido al Maestro desde Galilea, después de observar todo atentamente, se marchan también. Cae la noche. Ahora ha pasado todo. Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos ha rescatado. Empti enim estis pretio magno! (1 Cor VI, 20), tú y yo hemos sido comprados a gran precio. Hemos de hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas. Dar la vida por los demás. Sólo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una misma cosa con Él. V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos. R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Puntos de meditación 1. Nicodemo y José de Arimatea –discípulos ocultos de Cristo– interceden por Él desde los altos cargos que ocupan. En la hora de la soledad, del abandono total y del desprecio..., entonces dan la cara audacter (Mc XV, 43)...: ¡valentía heroica! Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad! Cuando todo el mundo os abandone y desprecie..., serviam!, os serviré, Señor. 2. Sabed que fuisteis rescatados de vuestra vana conducta..., no con plata u oro, que son cosas perecederas, sino con la sangre preciosa de Cristo (1 Pet I, 18-19). No nos pertenecemos. Jesucristo nos ha comprado con su Pasión y con su Muerte. Somos vida suya. Ya sólo hay un único modo de vivir en la tierra: morir con Cristo para resucitar con Él, hasta que podamos decir con el Apóstol: no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí (Gal II, 20). 3. Manantial inagotable de vida es la Pasión de Jesús. Unas veces renovamos el gozoso impulso que llevó al Señor a Jerusalén. Otras, el dolor de la agonía que concluyó en el Calvario... O la gloria de su triunfo sobre la muerte y el pecado. Pero, ¡siempre!, el amor –gozoso, doloroso, glorioso– del Corazón de Jesucristo. 4. Piensa primero en los demás. Así pasarás por la tierra, con errores sí –que son inevitables–, pero dejando un rastro de bien. Y cuando llegue la hora de la muerte, que vendrá inexorable, la acogerás con gozo, como Cristo, porque como El también resucitaremos para recibir el premio de su Amor. 5. Cuando me siento capaz de todos los horrores y de todos los errores que han cometido las personas más ruines, comprendo bien que puedo no ser fiel... Pero esa incertidumbre es una de las bondades del Amor de Dios, que me lleva a estar, como un niño, agarrado a los brazos de mi Padre, luchando cada día un poco para no apartarme de Él. Entonces estoy seguro de que Dios no me dejará de su mano. ¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré (Is XLIX, 15). San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

San Josemaría Escrivá de Balaguer: consejos para orar el Rosario

"Amigo mío: si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño. Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños. Y todo esto junto es preciso para llevar a la práctica lo que voy a descubrirte en estas líneas: el principio del camino que tiene por final la completa locura por Jesús, es un confiado amor hacia María Santísima". * "A ti, con la ayuda de Dios, te toca descubrir el resto. Anímate. Sé fiel. Hazte pequeño. El Señor se esconde a los soberbios y manifiesta los tesoros de su gracia a los humildes. No temas si, al discurrir por tu cuenta, se te escapan afectos y palabras audaces y pueriles. Jesús lo quiere. María te anima. Si rezas así, aprenderás a hacer oración buena". * "Ha de ser hoy el Rosario arma poderosa, para vencer en nuestra lucha interior, y para ayudar a todas las almas. Ensalza con tu lengua a Santa María: reparación te pide el Señor, y alabanzas de tu boca. Ojalá sepas y quieras tú sembrar en todo el mundo la paz y la alegría, con esta admirable devoción mariana y con tu caridad vigilante". San Josemaría Escrivá de Balaguer (España, 1902-1975)

¿Quién fue Lucas, el Evangelista?

San Lucas escribió dos libros muy famosos: el tercer Evangelio y Los Hechos de los apóstoles. Era un escritor muy vigoroso y elegante, un historiador preciso y un narrador tan pulido que para muchos estudiosos el que tiene el estilo más hermoso en el Nuevo Testamento. Sus dos libros se leen aún hoy, dos mil años después, con verdadero agrado. Este sabio y casto varón también era un prolijo artista: pintó y talló a María, la madre de Dios, a San Pedro, a San Pablo, y al propio Jesús. Al parecer también ilustró muchas escenas contenidas en los evangelios. Lucas nació en Antioquía; por lo tanto, no era judío. Esto se nota cuando Pablo lo separa de los circuncisos, además de ser un hombre de educación griega, de gran erudición, y médico de profesión. San Pablo lo llama "Lucas, el médico muy amado", y probablemente cuidaba de la quebrantada salud del gran apóstol. Era compañero de viajes de San Pablo. En los Hechos de los apóstoles, al narrar los grandes viajes del Apóstol, habla en plural diciendo "fuimos a... navegamos a..." Y va narrando con todo detalle los sucesos tan impresionantes que le sucedieron a San Pablo en sus 4 famosos viajes. Lucas acompañó a San Pablo cuando éste estuvo prisionero, primero dos años en Cesarea y después otros dos años en Roma. El poeta Dante le dio a San Lucas este apelativo: "el que describe la amabilidad de Cristo". Y con razón el Cardenal Mercier cuando un alumno le dijo: "Por favor aconséjeme cuál es el mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo", le respondió: "El mejor libro que se ha escrito acerca de Jesucristo se llama: El Evangelio de San Lucas". Un autor llamó a este escrito: "El libro más encantador del mundo". * Como era médico era muy comprensivo. Veía a las gentes como doctor que era. El médico ve a cada uno tal cual es. San Lucas veía a las personas tal cual eran (mitad debilidad y mitad buena voluntad), y las amaba y las comprendía. En su evangelio demuestra una gran estimación por la mujer. Todas las mujeres que allí aparecen son amables y Jesús siempre les demuestra gran aprecio y verdadera comprensión. Su evangelio es el más ameno de todos los cuatro. Son 1,200 renglones escritos en excelente estilo literario. Lo han llamado "el evangelio de los pobres", porque allí aparece Jesús prefiriendo siempre a los pequeños, a los enfermos, a los pobres y a los pecadores arrepentidos. Es un Jesús que corre al encuentro de aquellos para quienes la vida es más dura y angustiosa. También se ha llamado: "el evangelio de la oración", porque presenta a Jesús orando en todos los grandes momentos de su vida e insistiendo continuamente en la necesidad de orar siempre y de no cansarse de orar. Otro nombre que le han dado a su escrito es el "evangelio de los pecadores", porque presenta siempre a Jesús infinitamente comprensivo con los que han sido víctimas de las pasiones humanas. San Lucas quiere insistir en que el amor de Dios no tiene límites ni rechaza a quien desea arrepentirse y cambiar de vida. Por eso los pecadores leen con tanto agrado y consuelo el evangelio de San Lucas. Al parecer entrevistó a los primeros Apóstoles y a la propia Virgen María para darle solidez a su evangelio, con testimonios de primera mano y de testigos fiables de la vida y obra de Jesucristo. Tal vez por eso su evangelio es el que narra con más asiduidad los hechos de la infancia de Jesús, así como los aspectos más psicológicos de la personalidad del Mesías. En él se han inspirado los más famosos pintores para representar en imágenes tan amables escenas. También en sus propias pinturas se inspiraron muchos de los primeros artistas medievales, especialmente en lo que hoy corresponde a Grecia y Turquía. Dicen que murió soltero, a la edad de 84 años, después de haber consagrado su vida en hacer conocer y amar a Nuestro Señor Jesucristo. Según el antiguo "Prefatio vel Argumentum Lucae", sabemos que siguió predicando por las tradiciones en Macedonia, Acaya y Galacia y que supuestamente falleció en Beocia y fue enterrado en Tebas. La tradición indica que San Lucas mandó ser enterrado junto a la imagen tallada de "nuestra Señora" (la Virgen)que él mismo había confeccionado. Luego, como refiere San Jerónimo (cf. De viris ill. VI, I), sus huesos fueron transportados a Constantinopla, a la basílica de los Santos Apóstoles. En tiempos de las Cruzadas, las reliquias del santo llegaron a Padua. Desde entonces se conservan en la iglesia de Santa Justina. (El cráneo fue en cambio trasladado en 1354 de Padua a Praga a la catedral de San Vito). * Se pueden presentar tres razones por las cuales se concede a Lucas, el médico amado de Pablo, la autoría del evangelio que lleva su nombre. Primero, porque es improbable que se lo hubieran inventado. Si la iglesia primitiva hubiera querido poner el nombre del autor a la obra que hoy adjudicamos a Lucas, es poco probable que hubieran elegido a Lucas, pues este no fue un testigo ocular de los hechos que narra, no es un apóstol de Jesús. Esto milita a favor de su autoría. Segundo, porque cuenta con el testimonio unánime de la iglesia primitiva. Podemos citar por ejemplo a San Ireneo: «Mateo publicó su propio Evangelio entre los hebreos en su propia lengua, cuando Pedro y Pablo estaban predicando el evangelio en Roma y fundando la iglesia allí. Después de su partida, Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro, él mismo nos dejó por escrito la esencia de la predicación de Pedro. Lucas, seguidor de Pablo, asentó en un libro el evangelio predicado por su maestro. Luego Juan, el discípulo del Señor, quien también se recostaba sobre su pecho, produjo su Evangelio mientras vivía en Éfeso en Asia». (Ireneo, Adversus Haereses 3,3,4) Tercero, porque no existen competidores para la autoría de dicha obra. Estas tres razones acreditan la autoría de dicha obra, a San Lucas, el médico amado. También tomar en cuenta que el consenso de los eruditos liberales y conservadores es que Lucas es muy preciso como historiador. Es erudito, es elocuente, su griego se aproxima a localidad clásica, escribe como un hombre educado, y los descubrimientos arqueológicos demuestran una y otra vez que Lucas es preciso en lo que tiene que decir. * De sus pinturas de la Virgen y el Niño, caben destacar algunas de Constantinopla (aunque muchas se han perdido, como la Hodegetria). Se presume que pintó más de seiscientas obras, incluídas la Virgen Negra de Częstochowa y Nuestra Señora de Vladimir. Según la tradición de los primeros cristianos de la India, quienes fueron convertidos por el apóstol Santo Tomás antes de su martirio, en su comunidad se conserva otra imagen pintada por San Lucas, el ícono Theotokos (imagen llevada por el propio Tomás).

viernes, 18 de abril de 2014

¿Dónde vivió la Virgen María después de la resurrección de Jesús?

María vivió en Jerusalén en los últimos años de su vida, acompañando a san Juan. Su Asunción, en consecuencia, ocurrió en Jerusalén, donde estaba domiciliada, entre 15 y 20 años después de la muerte y resurrección de Jesucristo.

Con respecto a Efeso, es conocida por muchos turistas la llamada “Casita de la Virgen”, donde supuestamente habría vivido la Madre de Dios con San Juan al final de su vida en la tierra. La historia de este sitio comienza recientemente, a fines del siglo XIX, cuando se descubrieron cerca de Efeso las ruinas de una capilla que en la antigüedad llevaba el nombre de “Puerta de la Toda Santa”, posiblemente dedicada a la Virgen, y que se encontraba adosada al monte Bulbul-Dag (Monte del Ruiseñor). Nos dice el Padre Joaquín Cardoso que el propietario hizo correr la voz de que las ruinas eran de una casita en la que habitara María con san Juan después de la resurrección de Jesucristo.

La tradición eclesiástica señala a Jerusalén como el sitio donde la Virgen vivió sus últimos días en la tierra. El argumento principal a favor de Jerusalén es la cronología del Nuevo Testamento. Por la Sagrada Escritura sabemos que San Juan no fue a Éfeso sino después de la muerte de San Pablo, hacia el año 67 d.C. Por otro lado, María tenía 15 años cuando dió a luz al Salvador y 48 cuando resucitó Jesús. Si hubiera ido a Éfeso cuando fue San Juan (año 67 d.C.) para ese momento hubiera tenido más de 82 años. A esta edad habría que añadir los años que pasara Juan en Efeso. Habría entonces sucedido la asunción de María casi a sus 90 años de edad. La Tradición de los Padres de la Iglesia señala el final de los días de María en la tierra entre los 63 y los 69 años de edad. Con esto se deduce que no fue con San Juan a Éfeso, ni vivió allí nunca, sino que subió a los cielos en Jerusalén unos 15 años después de la muerte de Jesús, cuando San Juan todavía estaba en Jerusalén evangelizando, junto con San Pedro y San Felipe, las ciudades de Palestina.

La asunción de María, entonces, habría sucedido entre el 40 y el 48 d.C., bastante antes del exilio de Juan en Patmos. El hecho de que María no hubiera muerto, sino que hubiera subido al Reino prometido por Su Hijo "en cuerpo y alma", explicaría algo de sus múltiples apariciones a lo largo del globo (y explicaría por qué las imágenes de dichas apariciones concuerdan con las pinturas de quienes la alcanzaron a conocer en vivo, como el evangelista Lucas).

San Juan salía de vez en cuando de Jerusalén. Es por ello que San Pablo no lo consiguió allí en su primera visita a esa ciudad en el año 43 o 44 d.C.. San Pablo nos dice que sólo encontró allí a Pedro y Santiago. (cfr. Gal. 1, 18-20). Se supone que cuando Juan hacía sus expediciones apostólicas, dejaba a la Virgen al cuidado de amigos y familiares. Sabemos que San Juan, una vez llegado a Efeso, no volvió a salir de esa zona. Así que no pudo haber estado en Efeso en ocasión de esa visita de Pablo a Jerusalén. El mismo San Pablo nos relata que cuando por segunda vez fue a Jerusalén en el año 50, es decir, 15 años después de su primera visita, sí encontró a Juan en Jerusalén (cfr. Gal. 2, 1 y 9). Fue en esa segunda visita cuando tuvo lugar en la Ciudad Santa la gran Asamblea de los Apóstoles, antes de que éstos se dispersaran por el mundo entero conocido hasta el momento. (cfr. Hech. 15)

jueves, 17 de abril de 2014

Sobre la Eucaristía, reflexión de Pablo VI

El misterio de fe, es decir, el inefable don de la Eucaristía, que la Iglesia católica ha recibido de Cristo, su Esposo, como prenda de su inmenso amor, lo ha guardado siempre religiosamente como el tesoro más precioso. [...] Por el misterio eucarístico se representa de manera admirable el sacrificio de la Cruz consumado de una vez para siempre en el Calvario, se recuerda continuamente y se aplica su virtud salvadora para el perdón de los pecados que diariamente cometemos. Nuestro Señor Jesucristo, al instituir el misterio eucarístico, sancionó con su sangre el Nuevo Testamento, cuyo Mediador es Él, como en otro tiempo Moisés había sancionado el Antiguo con la sangre de los terneros. Porque, como cuenta el Evangelista, en la última cena, «tomando el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Este es mi Cuerpo, entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Asimismo tomó el cáliz, después de la cena, diciendo: Este es el cáliz de la nueva Alianza en mi sangre, derramada por vosotros». Y así, al ordenar a los Apóstoles que hicieran esto en memoria suya, quiso por lo mismo que se renovase perpetuamente. [...] [Cristo] está también presente en su Iglesia que predica, puesto que el Evangelio que ella anuncia es la Palabra de Dios, y solamente en el nombre, con la autoridad y con la asistencia de Cristo, Verbo de Dios encarnado. [...] Además, de modo aún más sublime, está presente Cristo en su Iglesia que en su nombre ofrece el sacrificio de la misa y administra los sacramentos. [...] Tal presencia ... es substancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro. [...] Convertida la sustancia o naturaleza del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo, no queda ya nada del pan y del vino, sino tan sólo las especies: bajo ellas Cristo todo entero está presente en su realidad física, aun corporalmente, pero no a la manera que los cuerpos están en un lugar. Por ello los Padres tuvieron gran cuidado de advertir a los fieles que, al considerar este augustísimo sacramento creyeran no a los sentidos que se fijan en las propiedades del pan y del vino, sino a las palabras de Cristo, que tienen tal virtud que cambian, transforman, transelementan el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre; porque, como más de una vez lo afirman los mismos Padres, la virtud que realiza esto es la misma virtud de Dios omnipotente, que al principio del tiempo creó el universo de la nada. La Santísima Virgen María, de la que Cristo Señor tomó aquella carne, que en este Sacramento, bajo las especies del pan y del vino, se contiene, se ofrece y se come... interceda junto al Padre de las misericordias, para que de la común fe y culto eucarístico brote y reciba más vigor la perfecta unidad de comunión entre todos los cristianos. Giovanni Montini, Pablo VI (Italia, 1897-1978)

sábado, 12 de abril de 2014

Simón el Cananeo (Simón el Zelote) y Judas Tadeo, según Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas: Hoy tomamos en consideración a dos de los doce apóstoles: Simón el Cananeo y Judas Tadeo (a quien no hay que confundir con Judas Iscariote). Los consideramos juntos, no sólo porque en las listas de los doce siempre están juntos (Cf. Mateo 10,4; Marcos 3,18; Lucas 6,15; Hechos 1,13), sino también porque las noticias que les afectan no son muchas, con la excepción de que el canon del Nuevo Testamento conserva una carta atribuida a Judas Tadeo. Simón recibe un epíteto que cambia en las cuatro listas: mientras Mateo y Marcos le llaman «cananeo», Lucas le define «Zelotes». En realidad, los dos calificativos son equivalentes, pues significan lo mismo: en hebreo, el verbo «qanà’» significa «ser celoso, apasionado» y se puede aplicar tanto a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo al que ha elegido (Cf. Éxodo 20, 5), como a los hombres, que arden de celo en el servicio al Dios único con plena entrega, como Elías (Cf. 1 Reyes 19,10). Por tanto, es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotes, quizá se caracterizaba al menos por un celo ardiente por la identidad judía, es decir, por Dios, por su pueblo y por su Ley divina. Si esto es así, Simón es todo lo opuesto de Mateo, que por el contrario, como publicano, procedía de una actividad considerada totalmente impura. Es un signo evidente de que Jesús llama a sus discípulos y colaboradores de los más diversos estratos sociales, sin exclusión alguna. ¡A Él le interesan las personas, no las categorías sociales o las etiquetas! Y lo mejor es que en el grupo de sus seguidores, todos, a pesar de que son diferentes, convivían juntos, superando las imaginables dificultades: de hecho, Jesús mismo es el motivo de cohesión, en el que todos se encuentran unidos. Es una lección para nosotros, que con frecuencia tendemos a subrayar las diferencias y quizá las contraposiciones, olvidando que Jesucristo nos da la fuerza para superar nuestros conflictos. Hay que recordar que el grupo de los doce es la prefiguración de la Iglesia, en la tienen que encontrar espacio todos los carismas, pueblos, razas, todas las cualidades, que encuentran su unidad en la comunión con Jesús. Por lo que se refiere a Judas Tadeo, recibe este nombre de la tradición, uniendo dos nombres diferentes: mientras Mateo y Marcos le llaman simplemente «Tadeo» (Mateo 10,3; Marcos 3,18), Lucas lo llama «Judas de Santiago» (Lucas 6,16; Hechos 1,13). El apodo Tadeo tiene una derivación incierta y se explica como proveniente del arameo «taddà’», que quiere decir «pecho», es decir, significaría que es «magnánimo», o como una abreviación de un nombre griego como «Teodoro, Teodoto». De él se sabe poco. Sólo Juan presenta una petición que planteó a Jesús durante la Última Cena. Tadeo le dice al Señor: « Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Es una pregunta de gran actualidad, que también nosotros le preguntamos al Señor: ¿por qué no se ha manifestado el Resucitado en toda su gloria a los adversarios para mostrar que el vencedor es Dios? ¿Por qué sólo se ha manifestado a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Juan 14, 22-23). Esto quiere decir que el Resucitado tiene que ser visto y percibido con el corazón, de manera que Dios pueda hacer su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar en nuestra vida y por ello su manifestación implica y presupone un corazón abierto. Sólo así vemos al Resucitado. A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que son llamadas «católicas», pues no están dirigidas a una determinada Iglesia local, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige «a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo» (versículo 1). La preocupación central de este escrito consiste en alertar a los cristianos ante todos los que toman como excusa la gracia de Dios para disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a los demás hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia «alucinados en sus delirios» (versículo 8), así define Judas a sus doctrinas e ideas particulares. Los compara incluso con los ángeles caídos, y con términos fuertes dice que «se han ido por el camino de Caín» (versículo 11). Además les tacha sin reticencias de «nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre» (versículos 12-13). Hoy quizá no estamos acostumbrados a utilizar un lenguaje tan polémico, que sin embargo nos dice algo importante. En medio de todas las tentaciones, de todas las corrientes de la vida moderna, tenemos que conservar la identidad de nuestra fe. Ciertamente, el camino de la indulgencia y del diálogo, que emprendió con acierto el Concilio Vaticano II, tiene que continuarse con firme constancia. Pero este camino del diálogo, tan necesario, no tiene que hacer olvidar el deber de recodar y subrayar siempre las líneas fundamentales irrenunciables de nuestra identidad cristiana. Por otra parte, es necesario tener muy presente que nuestra identidad exige fuerza, claridad y valentía, ante las contradicciones del mundo en que vivismo. Por ello, el texto de la carta sigue diciendo así: «Pero vosotros, queridos, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A unos, a los que vacilan, tratad de convencerlos...» (versículos 20-22). La carta se concluye con estas bellísimas palabras: «Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén» (versículos 24-25). Se ve con claridad que el autor de estas líneas vive en plenitud la propia fe, a la que pertenecen realidades grandes, como la integridad moral y la alegría, la confianza y por último la alabanza, quedando todo motivado por la bondad de nuestro único Dios y por la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Por este motivo, tanto Simón el Cananeo, como Judas Tadeo nos ayudan a redescubrir siempre de nuevo y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, sabiendo dar testimonio fuerte y al mismo tiempo sereno. CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 11 octubre 2006 Joseph Ratzinger, Benedicto XVI (Alemania, 1927)

A veces el sol me vuelve la espalda, por Luis Fernando Campos

A veces el sol me vuelve la espalda y el dolor consume mis huesos, A veces el mundo parece tan rojo que cualquier destello es una cereza de tu boca. Luego, otros días, caminar es tan frío como la nieve, también roja, hiriente: Entonces en mi corazón pesa la lluvia, y en la cara de siempre el cambiante espejo. La vida tiene caminos llenos de estrellas y nubarrones, Llenos de luna, que se pinta de arena bromeando con los eclipses. Ellos están sumergidos en la miel de los astros y de los cielos, Los cuales observan atentos el paraje mohoso y las escaleras augustas. Todos los días arrastro pesados charcos de minerales, Que se aferraron a mí, y son plomo oxidado por miradas ausentes. También llevo sin falta máscaras negras a la calle infinita, Donde las campanas de madera giran con las tormentas. Todo mi polvo se ha vuelto rojo y deleznable. La carne, empapada de ácido en mis costillas, Y el aire frío, que corroe al esqueleto impuro, Como quien come uvas sin pensar, se han casado con la tierra. Rompiendo del fondo sacos de estaño y cobre, Ahíto en gritos errados o no dichos, de lava ardiente, Atravieso las cavernas del péndulo y los meses, Los años de la muerte y el sufrimiento nunca expiado. Las criptas de las cavernas todavía hieden a océano putrefacto, Sumergidas en cenizas y campanas, astromelias de ámbar cristalino. Del cansancio de una vida sin un calor tan rojo como el tuyo, Desenrollo un humo que fue soplado por diamantes marchitos. Luis Fernando Campos (1998)

jueves, 10 de abril de 2014

Quiero, si no es en rojo, vivir la vida en azul; Luis Fernando Campos

Sácame de esta sordidez, de esta primitiva rutina. Libérame al sueño de la vigilia o de los días reales, Pues quiero huir del mundo ateo y de la pura biología, Para hacer en mí una apología, para poder verme renacer. No quiero más noches eternas y sin bosques, Ni lunas sin ocaso de sentimiento y pasiones. Quiero, si no es en rojo, vivir la vida en azul, Llenarme de ese cielo azul, para romper este cristal de arena. Deseo, ante todo, encontrar tus labios entre los míos, apresarlos, Romperlos con tanta rabia de no haber hecho lo que siempre he querido. Quiero que tu sangre reviente en manantial de cerezas y astromelias párvulas, Y que sirva de velo en mi entierro diario y gris, sempiterno. Quiero, si no es en rojo, vivir la vida en azul, Descubrir en cada pétalo de tu piel de trigo, Poemas de cisnes y de nieve, de nubes moradas, Para al menos, si no es en rojo, vivir la vida contigo.

jueves, 3 de abril de 2014

IMPORTANCIA Y ACTUALIDAD DEL LEGADO DE LA POLIS GRIEGA EN LA CONFIGURACIÓN DE NUESTRAS INSTITUCIONES DEMOCRÁTICAS, por David Alberto Campos Vargas

IMPORTANCIA Y ACTUALIDAD DEL LEGADO DE LA POLIS GRIEGA EN LA CONFIGURACIÓN DE NUESTRAS INSTITUCIONES DEMOCRÁTICAS Le debemos bastante a la polis. Todo lo hermoso de la democracia, como la posibilidad de que cada quien tenga voz y voto, que cada quien se sepa con todo el derecho para opinar en política (y reflexionar, y re-pensar las cosas, y disentir, y hasta criticar abiertamente) empezó en las ciudades-Estado griegas. El legado griego, en este sentido, tiene plena vigencia. Todo griego sabía que podía aspirar a cargos públicos, que podía hablar ante sus coterráneos, que podía compartir sus ideas, debatir, discutir, plantear y replantear distintos principios, posturas y opiniones relacionadas con la comunidad. De hecho, de ahí viene la palabra política (1): la reflexión, el quehacer, el debatir, la actividad en la polis, la actividad para la polis. El arte político, creo yo, es un arte social: está inmerso en la interrelación; en el tejido, el entramado comunitario. No se puede hacer política sin gente. Y la polis griega (la polis ateniense, para ser más exactos) es un buen ejemplo de comunidad pequeña en la que los miembros se relacionan de manera estrecha y construyen su realidad, su día a día juntos. Las ideas democráticas (y sus derivados lógicos, como la legalidad y el triunfo del derecho sobre la barbarie) que nos son tan estimables a casi todos los hombres en la actualidad, se fueron gestando en las polis de la Antigüedad. Por eso cabe una mirada reverente y agradecida a esos griegos ejemplares (Anaximandro, Heráclito, Demócrito, Platón, Aristóteles, Clístenes, Solón, Pericles, etcétera) que fueron pioneros al idear y forjar dichas ciudades-Estado en las que todos los ciudadanos podían participar, expresar su parecer, elegir y ser elegidos. En dichas polis se fue consolidando la idea de que en la función de gobierno cabían la participación y el esfuerzo mancomunados. En dichas polis se fue afirmando la idea (que hace parte ya del acervo colectivo de la Humanidad) de que la participación era un bien necesario. Y por eso las polis son la nuez de las democracias. Eso es justamente lo que aplastan los totalitarismos (2), sempiternos enemigos de la democracia: callan a la gente, no la dejan expresarse, no le permiten participación, le exigen un acatamiento acrítico de lo que manden, le imponen una sumisión y una entrega totales (3). De otro lado, debemos entender bien qué es la polis. Porque “polis” no es un término que encaje precisamente con la idea de ciudad que podemos tener hoy en día, en plena neoposmodernidad, en pleno siglo XXI. Antes que nada, hay que entender con claridad qué era una polis en la época clásica. Como apunta Sabine (4), no puede uno cometer la ligereza de homologar polis con urbe o ciudad. La polis, en mi opinión, es más un estado psicológico, una organización social. Me explico: hacemos polis cuando estamos compenetrados existencialmente los miembros de una comunidad. Creo que la polis no es un lugar, sino una red de relaciones entre personas. Sentirse miembro de una polis, a mi entender, es sentirse miembro de una comunidad, y, en consecuencia, compartir con ella elementos significativos. ¿A qué tipos de elementos me refiero? A todos los productos culturales que captamos conscientemente o inconscientemente, y que representan un punto de unión en cuanto a que dan una identidad cultural comunitaria, y forman un acervo y una tradición comunes, un entramado de existencias que comparten y se relacionan de manera profunda. Por eso los llamo significativos: no son elementos que deriven del azar, sino elementos determinantes, que configuran al miembro de esa comunidad en todo su ser (dándole incluso buena parte de su identidad, de su orientación cognitiva, de su repertorio conductual). Los hay conscientes, como un texto que se lee o una ley que se promulga, pero también inconscientes, como ciertas predisposiciones culturales y nacionales que constituyen lo más volk del acervo cultural, y que son también un importante factor de cohesión al interior de la comunidad (verbigracia, mitología, modos de vivir la religiosidad y tendencias innatas en lo referente a conductas y actitudes). Insisto: a mi entender la polis no es un sitio, no es un municipio ni una entidad territorial. La polis es un estado psicológico, en tanto que es un sentido de pertenencia a un grupo con el cual cada miembro se siente identificado, y en el que cada miembro encuentra una forma de ser plenamente, de expresarse: de desarrollar a cabalidad sus potencialidades. También considero que la polis es un estado psicológico puesto que en ella se escenifican todo tipo de transferencias y contratransferencias, de proyecciones y de identificaciones, de mecanismos psicológicos que sólo adquieren total intensidad si se efectúan con seres humanos que son significativos para cada persona. En ese orden de ideas, creo que cada persona encuentra en la polis, como en todo sistema democrático, toda una carga de símbolos, de ideas, de memes (5), de representaciones que definen a un grupo social como algo más que una mera asociación o agrupación aleatoria. Porque eso es la polis: una comunidad unida por lazos estrechos, con una identidad, con un patrimonio cultural. Y, por ello, es un espejo al que se mira cada miembro de ella. Y una fuente de la que bebe, de la que se nutre. La polis griega está claramente relacionada con nuestra concepción de democracia como algo opuesto a totalitarismo: es la oportunidad de intervenir en los asuntos públicos, es la posibilidad de discutir y debatir, de hacerse presente en el escenario público (6,7,8). Por eso es justo decir que, en cierto sentido, debemos nuestra idea de democracia a la forma como los griegos de la Antigüedad se organizaron e hicieron vida social. Y eso es justamente lo que atacan los totalitarismos, porque ellos no pueden darse el lujo de permitir el disentimiento ni la discusión o el debate público (9). Concuerdo con Platón y Aristóteles en las bondades de la polis como factor de identidad y de configuración de la propia personalidad, así como factor potenciador de las propias capacidades y virtudes (10). Ahora bien, creo que la polis entendida como comunidad cultural significativa no puede ser una ciudad tal como las de ahora (así de grande, de dispersa, de heterogénea); la polis de la Antigüedad era una organización social más similar a la idea de un barrio, un condominio o un vecindario. Es decir, una aglomeración relativamente pequeña de personas que usualmente se conocían (al menos parcialmente), autárquica como bien define Sabine (12), con posibilidad de expresión y una participación directa en la vida pública y en la definición de las leyes y las políticas. Tampoco se trata de hacerle una apología a la polis de las ciudades-Estado de la Grecia antigua. En ellas no había verdadera democracia (aunque aún hoy, más de un historiador repite de manera cándida que “eran democráticas”): la verdad, las polis de la Anigüedad no eran plenamente democráticas. Participaban solamente los considerados ciudadanos, y dentro del concepto de ciudadanos no estaban sino los hombres mayores de edad, nacidos libres y en la propia ciudad-Estado, que tuviesen algún poderío económico o al menos demostrasen tener alguna propiedad. Es decir, ni mujeres, ni extranjeros, ni esclavos, ni pobres, ni desposeídos. Obviamente, no puedo decir que eso sea precisamente una democracia plena. Pero desconocerles a dichas polis su papel de pioneras de la democracia sería también una ridiculez: fueron el primordio, el primer salto cualitativo. Y eso basta para mirarlas con respeto. David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)