Caen uvas en orgía de rodadero,
Descomponiéndose como sangre.
Cuando nacen no mueren, y cuando yo duermo
Ya no esperan nada del vacío.
Resbalan también cerezas por el río interminable
Que produce un sinfín de mariposas,
Las cuales mueren prestas a nacer, reviviendo,
En sueños espaciados y como inexistentes.
El cielo va hiriendo la tierra con sabor a muerte,
Así como el mar va rompiendo el aire y lo habita.
Las uvas caen como leucocitos en mi boca,
Y yo habito tan lejano y tan imperceptible en tu mirada…
Esperaría ver en algunos ojos reflejada la nube de mi destierro,
De la tristeza que no se va y que nació conmigo solipsista,
Que quiero quemar con fuego férrico y de azufre,
Que intento ignorar todos los días.
Luis Fernando Campos (Colombia, 1998)
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