martes, 4 de febrero de 2014

La lune et la fantaisie, por Luis Fernando Campos

Uno no puede andar restando y sumando por ahí, sin cuidado, sin pensárselo dos veces, porque cada día que pasa es uno más de vida y uno menos, porque desde que se nace se está más cercano a la muerte y también más lejano de donde vino. Uno no puede andar diciendo que habrá un infierno y un cielo, o que antes de nacer no estábamos muertos. Uno no puede insultar así la vida, Tommy: No es de levantarse y decir que todo está mal y que nos jodimos y que se va a acabar todo, pero tampoco a decir que las cosas están bien cuando no lo están. Uno no puede andar preguntándose y si lo hubiera hecho porque no lo hizo, y tampoco por qué lo hice porque no hay forma de volver. ¿Me escuchas? Habrá algo que se desvanecerá como el humo y le quitará cierto sabor a la vida ¿Qué cosa? No lo sé, uno no puede andar diciendo yo sé qué es eso que se desvanece cada vez que creo que sé algo que en realidad vale tanto la pena como…, no, uno no puede decir eso, Tomito. ¿Se va caminando y se va pensando, o se piensa cuando se caminó y se habló, y se corrigió y se examinó el pensamiento? Máquina imparable de arrolladoras ideas, las más alegres y esperanzadoras y también llenas de desidia y tormentosas. Cambios de ánimo que se abalanzan sin tregua, construcción y el hacer lo contrario con lo mismo, elucubración meticulosa de teoremas, algunos arriesgados, otros conservadores, muchas veces inútiles y más bien mediocres. No me gusta andar dejando por ahí cosas sin funcionar, y por eso no le doy tregua a esta máquina, y cada sueño es renacer y el fracaso otra forma de ver el mundo, pero salgo a caminar y arrastro mi pasado y mis vergüenzas y uno quisiera cambiar los recuerdos como se cambian las fichas del ajedrez o –mejor aún- como tirar un dado pero sigue imperturbable la realidad y uno se pregunta por qué y para qué y se repite no lo vuelvo a hacer y dice voy a cambiar pero no lo hace y de nuevo sale y arrastra lo mejor y lo peor de sí y esa maquinita dele que dele y no para y sigue y a veces aterra y a veces no tanto, a veces hasta asombra. Luego uno le va cogiendo gusto a sonreír en soledad, a mentirse con aforismos pretenciosos y después uno dice hay alma y hay dios y luego soy ateo y somos carne pudriéndose y entonces cómo y el móvil de la existencia se vuelve tautológico, porque uno abre los ojos y el mundo tan vasto y la vida tan corta que se va pensando en eso mismo y entonces entra ese escozor, esa… pero no, no pienses así porque una mirada extraña acoge tus pensamientos, y difícilmente se diferencia entre una leve reminiscencia o una picardía de la imaginación, pero está ahí esbozado en la noche decembrina un leve olor a liberación y a alegría y en medio de esa figura otra más cálida se vislumbra, sosteniendo una pequeña esfera de lava y fuego. Pero está sublimemente detenido sobre una boquita de labios finos que luego saluda pero que se ignora, porque hay más cosas que hacer, porque la luna llama a nuestro encuentro eterno, entonces no hay por qué despedirse si uno puede guardar silencio para que luego él diga ¿por qué no me respondió? Y decirse lo logramos Tommy, lo enganchamos, y él fuma y mira esa luna que nos llama presurosa a todos aunque él no se dé cuenta, y examina ese techo abrumador que es el cielo que sigue ahí como si no le importara lo que le pasa a la gente que se muere o lo que piensa esta maquinita. Y yo paseo a Tommy y digo qué inescrutables qué recónditos pensamientos habrá o no habrá en ese pequeño animal y conforme lo voy pensando más lo voy queriendo, y el hombre del cigarrillo, ¿sabrá mi nombre? Y pienso si hubiera unos Chesterfield seguramente los fumaría y le diría qué bella la luna esa que nos llama y él seguramente me mira y yo entonces sigo caminando pero para qué si de una forma u otra será igual, Tommy, más bien sigo yendo al encuentro de la luna, y así ya no hay cigarrillo ni conversación ni mirada pero nada cambia porque al fin de cuentas no le importa ni a él ni a mí -¿y si los pensamientos se acaban y si las hojas se queman entonces para qué al fin todo?- pero no, Castro, no pienses eso y camina y el hombre mira ¿y sonreiría si supiera lo que estoy pensando, lo que escribo? Entonces uno piensa tantas cosas y ¿habrá algo verdaderamente sublime que no sea aplacado por el tiempo? Husmea con su hociquillo y orina luego de una profunda observación y yo ay Tommy y él como si qué pasa pero ahí está en forma de uña llamándome- y cómo hago para que el símil no haga perder la dulzura, entonces más bien el astro, la madre, la perseguidora del sol-. Y ahí rubicunda me saluda y Tommy con su carita de no más y déjame cagar y se hace popó en medio y yo eso es, muy bien perrito, así no te cagas en mi cuarto, y piensas, Castro, sabes que saliste sólo para buscarla pero luego no, es mentira, salía por diversión, por ociosidad y luego a la vuelta la saludas en el bello trono del cielo y dices que tal vez sí fue sólo para eso. Pero eso es más tarde, luego de salir y buenas noches y duerma bien y el celador contento porque Tommy le ladró pero luego lo husmeó con cariño y Pérez cuídese ahí afuera y yo las diez, ¿verdad? y ella desde el techo ven, ven, a mí qué me importa qué hora sea y yo y si uno estuviera enamorado de la luna sería mejor o peor que estarlo de ti y luego me digo Castro, el pendejo se cagó y no hay bolsa, entonces demos una vuelta y hagamos como si nada Tommy, y él como que se ríe conmigo y yo bueno, Castrito, deja de reírte solo que la gente te verá cara de güevón o de raro, ya tendrás tiempo de reírte en tu casa, en tu cama. Y el perrito es cafecito y como dorado chamuscado y yo quisiera ser ese que la abraza tan pacientemente y le habla a la luz de la madre de todos y de unos lamparones amarillezcos que la intentan imitar – y yo pienso dónde lo leí y me digo hay un hombre mirándome con cara como de- y entonces intento mirar de reojo qué hacen, qué se dicen y te digo si estuvieras tú en su lugar y yo en el del otro y -tal vez- te abrazara y si pudiera ver algo de esa pielecita como veo la de esa morena y será que se están diciendo huachaferías, será que se aman. Camina y camina y husmea en la noche y ella llámame y el tipo no cesa de mirarme con esa mirada vacía y Tommy cagando y yo sonriendo en el interior y pienso si todos dicen lindo chihuahua el mío, ¿no será linda también su popito en el césped? y pienso si pudiera ver ese muslito tan nítido como veo el de ella aquí con mis ojos y si pudiera tocar tu nuca, tus hombros, tu espalda como él lo está haciendo con ella y será que tiene frío y qué vendrá a hacer a estas horas de la noche, y entonces un bello pensamiento- ojalá, quizás- se aman y salen a ver al bello astro y a decirse Te amo como a nadie y quizá ella deja de decir mentiras y ruborizarme pero luego un besito de te creo aunque sea por pura inocencia mía y él te prometo y ella calla que así es mejor, y un abrazo y Castrito mira, mira qué hermoso y Tommy como diciendo quiero irme y yo pensando si tú fueras ella y yo él y la luna fuera eterna y no hubiera amanecer te diría que te amo, pero no es así porque ese astro no me busca y ellos no se aman ni se dicen cursilerías y porque no te amo y tampoco a ninguna otra. Pero aun así te juro, te juro que si nos llamase la luna y que si fuese tan hermosa como quisiera y si tú estuvieras y los dos nos abrazáramos y si Tommy no se hubiera cagado en el césped, te diría te amo, y (quizá, tal vez,) fuera cierto. Menos mal que no es así, parece decirme Tommy, y se acuesta entre mis brazos y mis pensamientos. Luis Fernando Campos (1998)

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