martes, 3 de diciembre de 2013
RECUÉRDENME CUANDO HAYA MUERTO, por Keith Douglas
Recuérdenme cuando haya muerto
y simplifíquenme cuando haya muerto.
Como los procesos de la tierra
despojan del color y de la piel;
se llevan el pelo castaño y los ojos azules
y me dejarán más simple que en la hora del nacimiento,
cuando sin pelos llegué aullando
mientras la luna aparecía en el frío firmamento.
Acaso de mi esqueleto,
ya tan despojado, un docto dirá:
"Era de tal tipo y de tal inteligencia", y nada más.
Así, cuando en un año se derrumben
recuerdos específicos, podrán
deducir, del largo dolor que soporté
las opiniones que sustentaba, quién fue mi enemigo
y lo que dejé, hasta mi apariencia
pero los incidentes no servirán de guía.
El telescopio invertido del tiempo mostrará
un hombre diminuto dentro de diez años
y por la distancia simplificado.
A través de ese lente observen si parezco
sustancia o nada: merecedor
de renombre en el mundo o de un piadoso olvido,
sin dejarse arrastrar por momentáneo enojo
o por el amor a una decisión,
llegando sin prisa a una opinión.
Recuérdenme cuando haya muerto
y simplifíquenme cuando haya muerto.
**
Keith Douglas (Inglaterra, 1920-1944)
Keith Douglas, otro talento literario víctima de la horrorosa II Guerra Mundial, nos ha dejado en su crónica "De El Alamein a Zem Zem" (1946), uno de los mejores, más esclarecedores y conmovedores libros sobre la guerra. Habla del miedo, la brutalidad de la guerra, la disolución del ser en medio de la muerte.Tras la victoria aliada en África y ya como capitán, desembarcó en Normandía el día D y murió al ser alcanzado por fuego de mortero tres días más tarde cerca de Bayeaux. Lo enterraron bajo un seto. Tenía 24 años.
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