viernes, 15 de noviembre de 2013

Breve crítica a los medios masivos: su impacto educativo y des-educativo, y cómo usarlos bien y para bien, por David Alberto Campos

Los medios masivos tienen una naturaleza dual, un potencial dañino y benéfico. Creo que no se puede ir en reversa, en contra de la misma línea del tiempo, y pretender obviar lo que está en todas partes. Lo importante es, por el contrario, asumir que nuestra época se encuentra invariablemente unida a ellos, y empoderarnos del asunto, no sólo como maestros sino también como ciudadanos, para sacarles el máximo provecho en cuanto a su faceta más benigna. En ese orden de ideas, hay que decir que los medios masivos de comunicación traen ventajas pero también grandes desafíos: se basan, en cierto sentido, en la premisa “información es poder” (1) y si se usan bien democratizan dicha información (por ejemplo, gracias a internet se puede acceder a un montón de libros, de manera gratuita) e incluso la producción de dicha información (verbigracia la publicación de un libro era hace apenas tres décadas un proceso difícil, que implicaba grandes costos y la búsqueda de un editor caritativo, si uno no era un escritor célebre…y ahora todo el mundo puede publicar en línea su libro, y ser tan leído como cualquier “fichaje” de una flamante editorial). Pero si se usan mal, no son sino una estructura totalitariaque no solamente reproduce la banalidad de las sociedades que al mismo tiempo refleja y configura, sino que además bombardea con ciertos escasos y cada vez más mediocres y reiterados contenidos a la población. Es evidente, en esta neoposmodernidad a la que el mundo se vio abocado, que no basta tener información. Ese presupuesto de finales del siglo XX se hizo insuficiente, tal vez a raíz de tanta información inútil que anda por ahí rondando, a veces agazapada y a veces rampante, en los medios masivos (2). Inútil, redundante, caótica, desorganizada, trivial y, lo que es peor, muchas veces poco veraz (3). De lo anterior se desprenden, lógicamente, dos cosas: que uno no puede rendirle culto a lo que dicen o muestran los medios masivos, porque muchas veces nos engañan, y que una información de calidad es lo deseable en el siglo XXI. Veamos, entonces, qué hay de des-educativo en los medios masivos de información: a) lo falso, lo que no hace honor a la verdad; b) lo trivial, lo estúpido; c) lo irrelevante-intrascendente. Tres categorías que engloban muchos otros lunares de los mass media. Veámoslo en tres situaciones reales, que he podido constatar en numerosas ocasiones, en mi labor docente: 1. El estudiante de hoy se encuentra entonces con supuestas enciclopedias cuyos autores son muchas veces anónimos deseosos de autopromocionarse o verdaderos psicópatas que gozan viendo cómo los ingenuos caen en sus engaños. Así, tristemente, sucede con hermosas iniciativas como Wikipedia (y la menciono sólo por poner un ejemplo, no porque le tenga animadversión), en las que muchas veces uno encuentra información distorsionada, mutilada o incompleta, de la que no se citan fuentes y con la que algunos simplemente se gozan en la mentira, o lanzan sus resentidos dardos contra figuras públicas que les generan poca simpatía. Libros inventados, organizaciones inexistentes (o bueno, para ser más precisos, sólo virtualmente existentes), personajes hechos en broma, acaso para desenmascarar este problema. 2. El estudiante y el ciudadano común y corriente abren su correo electrónico y se encuentran con un sinnúmero de chismes, cotilleos, pendejadas y banalidades. Lo triste es que dichas menudencias ocultan la información que sí es grave e importante (decisiones en los gobiernos y en los parlamentos, hallazgos científicos determinantes, etcétera) y la gente entra a ver el último romance de tal o cual cantante, el vestido que fulanita usó en determinada fiesta, lo que dijo y luego desmintió alguna presentadora, la comida favorita de algún basquetbolista, etcétera. Lo trivial convertido en noticia. Eso se me hace escalofriante. 3. De la mano con lo anterior, hasta de los mismos tópicos trascendentes y relevantes los medios masivos toman lo intrascendente o irrelevante. Por ejemplo, en vez de exponer con claridad las ideas de algún intelectual, estadista o estudioso, la mayoría de la información, y el relieve noticioso mismo, están en asuntos como los problemas de salud o los líos amorosos, las salidas en falso y las premuras económicas por las que ha tenido que pasar. Así, las nimiedades de la vida terminan eclipsando las grandezas de la obra. Si algún lector duda, busque en Google ahora mismo un personaje (“Nelson Mandela”, por ejemplo), y verá cómo aparecen más detalles sobre su vida privada (sus afecciones, sus tratamientos médicos, su divorcio, sus tensas relaciones con algunos miembros de su clan o su partido, sus familiares con problemas de drogadicción o con antecedentes de muertes aparatosas, etcétera) que sobre su pensamiento o su praxis política. Ahora bien, estos mismos mass media pueden ser una ayuda valiosa para nuestro quehacer docente, fortaleciendo los procesos de enseñanza-aprendizaje. Lo importante, insisto, es saber cómo encontrar información de calidad. Educar a los estudiantes, y a la ciudadanía en general, en las estrategias de búsqueda adecuadas para que no se dejen ni engañar ni sumergir en el ambiente de imbecilidad y farándula en el que buena parte de la Humanidad se encuentra. Lo primero es difundir, de manera amena y concisa, herramientas de investigación adecuadas. Sin tanto tecnicismo, sin tanta petulancia científica. Directamente. Así como los buenos médicos saben ya, gracias a la Epidemiología y a la Metodología de la Investigación, cómo hacer un abordaje crítico de lo que leen, y buscan en buenas bases de datos (con artículos de revistas indexadas, debidamente catalogados y cribados en cuanto a su relevancia), y son ahora menos proclives al engaño de los visitadores médicos, o del propio periodismo light (y me duele decirlo, pero en Colombia es ya muy escaso y raro el periodismo no-light) con respecto a “importantes estudios” que son una engañifa (experimentos mal diseñados, mal controlados, llenos de defectos, con pobre validez interna o pobre validez externa), mi anhelo es que algún día mis estudiantes tengan un conocimiento epidemiológico sólido y una formación en investigación apropiada y no traguen entero. Que puedan discernir, con criterio, qué es lo correcto y lo incorrecto, de entre tanta información que reciben. Luego viene el uso responsable de las redes sociales. Estas deben servir para vincular, para mantener las amistades a pesar de la distancia, para crear equipos de trabajo o de estudio, para configurar redes académicas, para difundir conocimiento relevante (4). Debe evitarse que dichas redes se vuelvan un encuentro para la comidilla, el chisme y la fanfarronería. Otro punto importante es el de insistir en que los televidentes, los lectores y radioescuchas tengan la suficiente autonomía y la sagacidad para evitar caer en la manipulación que en mayor o menor medida siempre ejercen dichos medios. No me equivoco si afirmo que buena parte de la violencia política de las décadas de 1940 y 1950 en Colombia se dio por la infausta confluencia de dos elementos: por un lado, periodistas beligerantes, incendiarios y agitadores; por el otro, radio-oyentes o lectores propensos al fanatismo, poco pensantes, poco reflexivos, más dados a los apasionamientos que al raciocinio. Nuestros estudiantes, entonces, deben recibir de nosotros la formación necesaria y suficiente para entender que se puede percibir tal o cual información, pero que se debe someter todo tipo de información a la criba juiciosa y prudente. Pasarla por el cernidor de la sensatez, del pensamiento sosegado, de la visión amplia, de la perspectiva a largo plazo. Así, en vez de incurrir en peligrosos y volubles estados de ánimo, pueden ser receptores críticos de dicha información. Con ello, espero, estarán bien equipados para rechazar todo tipo de información tendiente a favorecer la escisión y la violencia (contenidos racistas o xenófobos; actitudes y valores sexistas, violentos o discriminatorios, etc) y para producir y difundir ellos mismos información veraz, tendiente a consolidar la unión y la concordia entre las personas y los pueblos. David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

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