martes, 22 de octubre de 2013
XXII
Durante 1999 y 2000 me había adentrado en autores tan disímiles como interesantes: Faulkner, Chejov, Tolstoi, Hernández, Cernuda, Apolinaire, Leopardi, Baudelaire, Kundera. Me fui puliendo como poeta, cuentista y ensayista. Aún había ecos de Rubén Darío y de los parnasianos franceses, pero poco a poco iba encontrando un estilo propio. Conservo casi todo lo escrito en esa época. La calidad no es mala. Muchos de ellos me valieron menciones de honor, premios y distinciones.
A propósito, le debo mucho a un jesuita estudioso y cosmopolita, Jairo Bernal, quien como Decano del Medio Universitario patrocinó eventos como la Semana Cultural y el Concurso de Cuento, poesía y Ensayo. Eso sí tenía de bueno la Universidad Javeriana. Patrocinaba a sus jóvenes talentos. En 1999, con un poema de corte modernista alcancé una mención de honor. Al año siguiente hice la tripleta, coronándome campeón en las tres categorías. En aquel tiempo había un piloto de la Fórmula 1, Michael Schumacher, famoso por romper todos los récords y coronarse campeón por cinco años consecutivos. Algunos de mis compañeros me empezaron a llamar “Schumi” a propósito de mis victorias en el Concurso de Cuento, Poesía y Ensayo. Cuando el padre Bernal se hizo cargo de la Facultad de Arquitectura, su sucesor, Juan Vicente Córdoba (famoso por ser uno de los pocos jesuitas que llega a ser obispo en Colombia, y también conocido por ser bastante “mediático”), continuó estimulando mi producción literaria. Recuerdo algunas de mis producciones de entonces: El caso Liebermann, Arritmia, De la Inmortalidad, El joven Werther: ¿Trastorno Afectivo Bipolar?, La muerte y la música, La verdad sobre Tomás de Aquino, Aurora I y II, Psicoanálisis de El retrato de Dorian Gray. Han sido publicadas una y otra vez, en distintos pasquines, periódicos y magazines literarios. Pero donde recibieron atención por vez primera fue en la Javeriana.
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