martes, 22 de octubre de 2013

LXXVI

La ACP continuó desmoronándose poco a poco. No se trata de hablar aquí mal de nadie, es justamente esa fea costumbre uno de los factores de división y de luchas intestinas en el gremio. El hecho es que el dinero que ingresó se malgastó en ocasiones, se usó en lo que no debía usarse, y se manejó mal. Los colegas mostraron una ignorancia tremenda en temas económicos y administrativos, y, sobretodo, un enorme egoísmo al anteponer sus intereses personales al bien común, pisoteando las esperanzas de la mayoría de asociados. Pese a la fallida campaña de 2012, mi imagen estaba intacta ante la inmensa mayoría de los asociados. No estaba en ninguno de los bandos, no me había ensuciado las manos con manejos inadecuados de dinero, era respetado por mi trayectoria académica y literaria. Muchos asociados leían mis artículos en Noticias ACP. Así que me tomé la derrota con calma, preparándome para volver a intentarlo en 2013. Lo que sí fue una victoria fue el simposio que organizamos con Ana Ximena, y que presentamos en Cali en el LI Congreso Colombiano de Psiquiatría: Eclecticismo en Psicoterapia. La idea central era que el buen terapeuta no puede ser dogmático ni permanecer anquilosado en cierta escuela o cierta forma de ver el mundo, y que no puede cometer la atrocidad de someter al paciente a un tratamiento que no es el que necesita sino el que sabe hacer. Por el contrario, el buen terapeuta adapta su tratamiento a las necesidades y singularidades de cada paciente. La idea, como era de esperarse, le pareció inaceptable a más de un colega (porque abundan retrógrados y fanáticos en el gremio), y nos pusieron en el horario menos “taquillero” posible. Lo bonito fue que, en vez de desanimarnos por el sutil boicot que nos intentaron hacer los organizadores del congreso, nuestra presentación fue un éxito. Mientras tanto, mis estudios en Filosofía progresaban. Mis escritos iban aumentando de nivel. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que di con profesores maravillosos: Miguel Alonso Zúñiga (filósofo y teólogo), Libardo Rojas (filósofo), Sixto García (lingüista y licenciado en literatura), Sandro Leonardo Munévar (teólogo), Edgar Lemus (filósofo), Ricardo Suárez (filósofo). A todos ellos, y a mi vocación autodidacta, debo el hecho de haber leído, entre 2012 y 2013, unos 600 libros.

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