martes, 22 de octubre de 2013

LXXIV

Ahora que lo pienso, he crecido mucho en compañía de Ana Ximena. Una mujer honesta, virtuosa, trabajadora, responsable, leal y ordenada. Y además hermosa. Y, sobretodo, interesada en cultivar su espíritu. Cuesta mucho encontrar esa feliz combinación hoy en día. Nuestro viaje de bodas fue hacia las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. A los dos nos gusta el mar, así que lo disfrutamos bastante. El mar Caribe, con sus diferentes tonos de azul, siempre será un deleite para las personas con la sensibilidad suficiente. Recorrimos Providencia en un carrito de golf, llevados por dos amables turistas que nos hicieron el recorrido de puro buena onda: Iliana y Robert. Disfrutamos del reggae y de la cocina típica isleña. Santa Catalina, una isla más pequeña, se dejó conocer a pie. Anduvimos por sitios cargados de misterio, en los que pernoctaron hace siglos corsarios y aventureros (entre ellos Henry Morgan). Al regreso, trabajamos otras dos semanas en la clínica. Mi hermano, que estaba de visita, demostró tener una mente versátil y talentosa: con sus conocimientos en psicología (logrados con base en un trabajo autodidacta, disciplinado, que desearía ver en muchos de mis estudiantes) y unas instrucciones generales, pudo ayudarme en la consulta en calidad de asistente. Fue brillante en sus intervenciones y en su desempeño, muy dueño de su papel. Con él recorrimos todos los sitios turísticos de Medellín y un pueblo que nos fascina (por su arquitectura colonial, por su clima agradable, y porque nos trae hermosos recuerdos): Santa Fe de Antioquia. Cuando regresamos a Bogotá, a principios de enero de 2012, llegamos justo a tiempo para asistir a la boda de una prima a la que quiero mucho, Diana Carolina Campos. Después, de manera relámpago, conseguimos un apartamento en Chapinero e iniciamos labores: Ana Ximena en mi querido Hospital San Ignacio, donde inició su subespecialidad en Psiquiatría de Enlace; yo retorné a la Fundación Konrad Lorenz, gracias a los buenos oficios de los doctores Luis Fernando Fajardo y Ricardo De la Espriella.

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