martes, 22 de octubre de 2013
LXIII
Al regresar a Bogotá, les presenté lo trabajado a los doctores Ricardo De la Espriella y Cecilia Escudero. Ellos vencieron la resistencia de algunos docentes a aceptar dicho trabajo como proyecto de grado (pues estudié psiquiatría en una época en la que se creía erróneamente que los estudios científicos sólo podían ser cuantitativos) y así seguí avanzando en el Tratado.
Continué trabajando en Catedral y Aquelarre, y retomé un género que había dejado algo descuidado desde 2003: el ensayo. Escribí bastantes, sobretodo relacionados con psicoanálisis, técnica psicoterapéutica y neurociencias. Por esa época leí bastante a Alexander, a Winnicott, a Klein, a Etchegoyen, a Mariátegui. Retomé a Jung y a Freud.
Durante 2009 y 2010 disfruté los seminarios con un excelente terapeuta, el doctor Ulises Santaella. Con él continué la supervisión de mi trabajo como psicoterapeuta. Me enseñó muchas cosas. Era un sabio generoso, siempre dispuesto a compartir su vasto conocimiento. Si tuve una clientela cada vez más nutrida fue gracias a él.
En la Asociación Colombiana de Psiquiatría proseguí dando conferencias y organizando a los residentes. Busqué mejores condiciones de vida para todos mis compañeros, abogando por sus derechos. Ello, y una buena participación en el III Congreso Nacional de Residentes de Psiquiatría (en el que expuse Las paradojas del Libertador, una psicobiografía sobre Simón Bolívar, y Aventuras y desventuras de la salud mental en Colombia, una revisión histórica y crítica de las medidas gubernamentales relacionadas con el desarrollo global y la calidad de vida en el país), me permitieron lanzarme como candidato a la Jefatura Nacional de Residentes de Psiquiatría.
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