martes, 22 de octubre de 2013

LIX

Durante el primer semestre de la especialización conocí a Ana Ximena Murillo, mi amada esposa. Había empezado a rotar en la Clínica Santo Tomás, junto a Beatriz Helena Lozano (de la Universidad Javeriana) y Carolina María Cristancho (de la Universidad Militar), y a la semana de estar ahí, una tarde que jamás olvidaré, vi a Ana Ximena y hablé con ella. Estaba en el cuarto de descanso de los residentes de psiquiatría, dando instrucciones a los estudiantes de medicina. Entonces entró ella. Nos miramos y nos quedamos como sorprendidos por un instante. Nos presentamos mutuamente E iniciamos un animado diálogo enseguida. Luego hemos hablado, entre risas, del asunto: resulta algo cómico encontrar al amor de la vida en un psiquiátrico. Pero así es la vida. Fue lo que llaman un “amor a primera vista”. La suya era una personalidad maravillosa. Capté, al hablar con ella, su espíritu sublime. Ahora estoy casado con ella y parece un cuento de hadas. En ese entonces (febrero de 2008) me habría parecido imposible. ¿Por qué imposible? Porque lo que he visto a menudo es que ese tipo de amores suelen ser inalcanzables. Gracias a Dios, ese amor ideal es hoy en día un amor real, concreto, que disfruto a diario. Es una bendición. Nos conocimos en 2008, nos reencontramos en 2010 y nos casamos en 2011.

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