domingo, 4 de agosto de 2013

EL MAMERTO, VII

VII Definitivamente no puedo con Trotski. Cada vez que trato de abrir el libro me viene como una piquiña, como una rasquiña en todo el cuerpo. Sobretodo en el cuero cabelludo. Me distraigo con todo: con las gallinas, con la lluvia, con el ruido del mayordomo. Sí, ya sé lo que están pensando: “¿Qué hace un comunista con un mayordomo?” En realidad son cuatro, si contamos toda su familia. Yo les pido que no juzguen a la primera. Es que, antes de instaurarse la dictadura del proletariado, se da un proceso de transición. Me explico: las estructuras burguesas y capitalistas no desaparecen de la noche a la mañana. Primero hay revoluciones burguesas, como dice mi comandante. Gobiernos que llaman progresistas. Revoluciones democráticas, liberales, en las que los malditos intelectuales son un mal necesario. En esas estamos. Por eso todavía hay propiedad privada. Por eso soy un mantenido del Estado, y cobro mi pensión. Por eso tengo un apartamento, y esta finquita donde escribo. No es gran cosa, pero es bonita. Eso sí, cuando veo la finca del vecino, que es mucho más grande y mejor trabajada, siento mucha envidia. Ustedes entienden, da mucha rabia ver gente a la que le va mejor que uno. Pero los cambios de las democracias burguesas se quedan corticos. Lo que viene luego es la revolución comunista. Ahí sí se arma un quilombo de novela. Se mueren todos: los de la oposición, los amigos, los amigos de los amigos que no le den al partido lo que el partido quiere. Ahí ya se dan las condiciones necesarias para la dictadura del proletariado. Ahí es cuando ya no podría tener mayordomo, porque se vería mal y me fusilarían. Y luego viene lo bueno. Una vez asesinados los burgueses, viene la gloria. Se extermina al propio Estado. Todas las tierras le quedan a uno. Todas las pertenencias de los capitalistas aplastados, todos sus inmuebles. Yo mismo, ya como Secretario General del partido, tendría derecho a quedarme con la finca del vecino. Una casa mucho más grande, mucho más bonita. El partido se encarga de exterminarlo a él, a su esposa, a sus hijos, hasta a sus perros. No queda ni el recuerdo. Eso sí es muy lindo. Verdadera justicia social. Es que nadie tiene derecho a estar mejor que uno.

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