domingo, 4 de agosto de 2013

EL MAMERTO, VI

VI Al final el comandante Macario terminó ganando la discusión. Le dio un puñetazo a la compañera R. Ella cayó al suelo y se levantó con un diente flojo y la boca reventada. Se notaba que estaba brava, pero se contuvo. Yo creo que fue una respuesta inteligente. Si le da por oponerse más, termina muerta. Es así de simple en el partido. Uno obedece, o lo hacen obedecer. Me gusta. Aunque también me da miedo. Sí, ambas cosas. Recuerden que, a esta edad, ya no me dan las fuerzas para ser un revolucionario completo. Apenas puedo ser mamerto. El comandante Macario me lo explicó de manera muy bonita. Me dijo que en aras del partido todo era justificable. Que por eso Stalin había matado más rusos que el mismo Hitler. Que las metas requerían de ciertos sacrificios. Yo estoy de acuerdo. Hay que sacrificar mucha gente. No solamente policías y secuestrados. No. Hay que subir al papayo a casi la mitad del país. Dejar sólo la gente más dócil, la más asustadiza. A los que se dejan mandar. En esos sí se puede inculcar la disciplina de partido. Qué fantástico era Stalin. Un bacán. Así necesitamos un líder, tan pronto establezcamos la República Socialista. Un líder de mano dura, que sepa gobernar. Eso sí, siempre y cuando no lo mande a quebrar a uno. Sí, siempre y cuando los muertos sean otros, los mamertos aceptamos que haya muertos. Consideramos que es algo necesario en el proceso revolucionario.

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