viernes, 30 de agosto de 2013

Sobre Juan Manuel Santos y el Paro Nacional de Agricultores II

Hay que tener mucho cuidado. Santos, en su afán maquiavélico por perpetuarse en el poder ("confunde y reinarás"), ahora pone el acento en los actos de vandalismo (ejecutados por desadaptados e infiltrados, no por los ciudadanos pacíficos que ayer nomás dieron ejemplo al defender a varios policías de la turba) para restarle importancia a las legítimas aspiraciones de los campesinos y los estudiantes. Me gustaría verlo, igual de arrogante y combativo (hoy hizo retirar a los representantes de su gobierno de las mesas de diálogo con los agricultores) con los verdaderos vándalos. Pero no es así. A ellos sí les piensa dar puestos en el Congreso, beneficios y ventajas (hasta un canal privado le están pidiendo). Ellos sí se levantan de la mesa y Santos corre a mendigarles un tiempito más (para su reelección). ¿Les ofrecería Santos, a los campesinos de Colombia, las mismas comodidades que gozan los verdaderos terroristas en La Habana? Cuesta creer que a nuestros campesinos, personas que han trabajado siempre honradamente y de buena fe, y que han alimentado durante décadas a esa misma gente esnob que los menosprecia y ridiculiza (y que representa con creces este psicópata que tenemos dizque de Presidente), sean tratados como parias. ¿Eso es una "democracia representativa"? En modo alguno. Se debe tener mucha prudencia, y educar a la ciudadanía, porque lo que se viene es un bombardeo publicitario descomunal. Por un lado, este inepto buscando su reelección. Por el otro, toda esa caterva de políticos tradicionales intentando pescar en río revuelto. Y los consentidos de Santos manipulando para instaurar en Colombia un Estado chavista. Insisto en que la ciudadanía debe votar muy cuidadosamente. Todo lo que se haga en 2014 será trascendental y decisivo. David Alberto Campos V

Sobre Juan Manuel Santos y el Paro Nacional de Agricultores

Santos muestra ahora, una vez más, que es un pésimo presidente. Su postura negacionista y torpe ha pasado de querer tapar el sol con las manos ("no hay paro") a justificar todo tipo de atrocidades contra el pueblo. Es una vergüenza que mientras a miles de campesinos honrados, que sólo buscan lo justo para tener una vida digna, se les ataque con todo el poder de la fuerza estatal...mientras que a los que han causado sufrimiento y muerte durante tantas décadas se les brinde un marco jurídico para la impunidad y se les ofrezcan todo tipo de ventajas. Es que, en el pensamiento psicótico y además sociopático de Santos, es mucho más loable el terrorismo que la protesta pacífica, y, peor aún, el negar las atrocidades de los terroristas es supuestamente "paz". Qué cinismo. Gracias a Santos los criminales acostumbrados a traficar con personas y estupefacientes, y que no muestran arrepentimiento por sus actos (secuestros, atentados, asesinatos, extorsiones, etc), tienen hoy más protagonismo político que muchos movimientos honestos y llenos de buenas ideas. Gracias a Santos se retrocedió en seguridad y gobernabilidad. Gracias a Santos se mueren hoy nuestros agricultores (porque para ellos sí hay ejército y policía). Gracias a Santos muchos isleños quedaron en la pobreza y se sentaron las bases para que, en un futuro no muy lejano, Colombia pierda para siempre su soberanía sobre el archipiélago y buena parte de la propia plataforma continental en el Caribe. Gracias a Santos podemos contemplar, con tristeza y asombro, que sí era posible un gobierno peor que el narcogobierno de Samper (1994-1998) y que el dueto Pastrana-Tirofijo (1998-2002). En el 2011 todavía este sinvergüenza decía (mintiendo, como siempre ha hecho, desde los años 90...) que no buscaba la reelección. Ahora que, una vez más, ha pelado el cobre, está intentando meternos ese golazo. Manipula la información. Miente descaradamente. Y se hace el bobo (lo cual no le cuesta mucho, porque siempre fue un niño rico bastante simplón y atolondrado, que sólo gracias a las poderosas influencias de su familia estudió en buenas universidades, obviamente sin descollar en lo intelectual). Las cosas en el país van de mal en peor, pero para Santos están de maravilla. Es que él sí lo pasa rico. El no tiene que soportar los desastres que los demás aguantamos. El abuelo de él no fue un campesino, sino un oligarca que se destacó en su paso por la Presidencia por su inercia ("la Pausa"...que en realidad fue un estancamiento), su pose aristocrática y el uso que hizo del poder para su propio beneficio. Por eso será que no le duele cada campesino asesinado o golpeado brutalmente por sus esbirros. No es de los suyos. Y a él, como a todos estos políticos de m...del país, sólo le importan los suyos. Les juro que en unos meses él mismo dirá que no hubo campesinos asesinados durante estos días. Lo negará con la misma vehemencia que negó sus falsos positivos, cuando era ministro de Defensa. Lo negará con el mismo cinismo con el que hoy negó en la radio que él fuera uno de los culpables de la crisis actual del sector agropecuario (como si el psicópata creyera que no supimos que él mismo fue ministro de Hacienda durante el gobierno Pastrana-Tirofijo, y que presidió asociaciones de caficultores). Lo negará y correrá a comprar votos. Y maldito y desdichado el país, si le vuelve a comer cuento. David Alberto Campos V

lunes, 26 de agosto de 2013

"BANANA REPUBLIC" o el circo de la oligarquía criolla

David Alberto Campos Vargas* ¿Hasta cuándo la mayoría de colombianos correrá atolondradamente a apoyar a un candidato y a creer que en realidad va a ser distinto al otro, sin sospechar que todos son la misma cosa?...¿Cuándo cesarán el fanatismo y la ignorancia, y nuestra gente dejará de cegarse por el color de una bandera o los espejismos de un partido?...¿Cuándo saldrá el ciudadano corriente de la estupidez, de la falta de perspectiva histórica? (¿cuándo aprenderá por fin de la Historia, y se dejará de engañar?) Veo vallas por doquier. Escucho en la radio siempre la misma cuestión, las mismas mentiras, las mismas voces. Siempre A contra B. Y ni A ni B piensan en el pueblo. Encuentro este país cada vez más desorientado, con muy pobres opciones. Siempre en la dicotomía (engañosa, pues los que supuestamente son diferentes, en realidad son de la misma estofa). Debería ganar, alguna vez, el voto en blanco. Los mismos (aunque ya no sean "los mismos" en el sentido estricto de la palabra: son sus hijos, sus nietos, sus ahijados...o son los mismos, "reencauchados", listos para seguir mintiendo, con mentiras nuevas) siguen dominando y manipulando al pueblo engañable y embobado (idiotizado con tanta farándula, con tantas "noticias deportivas" fabricadas e hipertrofiadas para tapar las verdaderamente importantes, y mantener desinformada a la gente, que ingenuamente se cree informadísima...). Y continuarán haciéndolo, hasta que la ciudadanía aprenda (¿cuántos años más necesitará este desgraciado país para no dejarse embaucar tan torpemente?) Ya empezó el bombardeo publicitario. Van, una vez más, a gastar millones (con los que sí podrían ayudar a mucha gente, si de verdad eso les importara) y a hacer todo tipo de payasadas para proseguir con el circo. Y seguirán (y me duele pensarlo) habiendo ingenuos que correrán a apoyarlos, y que hasta matarán a sus vecinos por un maldito "color político", como siempre ha ocurrido en esta enlutada tierra. Me parece que Santos ha hecho un gobierno pésimo. Y, obviamente, no voy a votar por él. No sólo ha mostrado ser un inepto, sino también un cínico (según él no pasa nada, el paro es ficticio y las cosas van de maravilla...será porque no le toca hacer mercado, ni esquivar los atracadores cuando sale de la casa, ni hacer otras cosas que el pueblo sí tiene que aguantarse). Pero eso no quiere decir que me deje embaucar por los otros (que, en últimas, son los mismos, porque ahora sí estoy convencido que todos los "políticos" en Colombia son de la misma calaña, así unos posen azules y otros rojos y otros verdes y otros amarillos: la misma partida de ególatras, mentirosos y manipuladores). ¿Cuándo encontraremos personas idóneas, libres de alianzas perversas, íntegras y honestas, que no lleguen a sus cargos tan maniatadas por tanto compromiso adquirido previamente, en esa loca y costosísima carrera al poder?...¿Cuándo veremos a alguien que realmente use bien el poder, y no para favorecerse y lucrarse? Fracasos diplomáticos (que ahora, en el afán ridículo de una reelección improbable, se intentan negar mediante maniobras desesperadas, más mediáticas que jurídicas...y de todas formas, de éxito improbable). Fracasos económicos (aunque se intentan maquillar: en realidad no ha descendido la pobreza, sino que ahora no cuentan, para el gobierno, como "pobres" muchas familias). Fracasos institucionales. El gobierno Santos es un rotundo fracaso. Y, para colmo, a los que trabajamos nos van a desplumar más aún, porque esos políticos siempre están necesitados de dinero (para costearse sus lujosas vidas, y sus cada vez más costosas campañas publicitarias, y para robar un poquito más, obvio, porque son insaciables...). Pero, en cambio, a los terroristas les pensarán dar "casa, carro y beca", curules, ventajas y hasta medios de comunicación. Porque aquí, en este verdadero valle de lágrimas, ser bueno no parece ser tan rentable como ser terrorista, o traqueto. Pero me parece sumamente cínico que llamen "Paz" a lo que en realidad es una maniobra distractora, y una medida desesperada de este cada vez màs desprestigiado gobierno (¿gobierno, o cúpula aristocrática?...porque en verdad esta farsa llamada República de Colombia no es ninguna democracia, y mucho menos representativa, sino una oligarquía nefasta) para poder arañar otros cuatro años en el poder. Cinismo puro. Siguen las balas. Siguen las masacres. Siguen los atropellos. Y no se trata de "hacerse el de la vista gorda" ante los asesinatos, las violaciones y los atropellos cometidos por los terroristas, por simple cálculo electorero, como ya lo han señalado activistas, abogados y defensores de Derechos Humanos tanto en Colombia como en el extranjero. No, señor Santos. Usted a mí no me engaña. No es paz la impunidad. No es paz la injusticia. No es paz su circo. Y tampoco me engañan sus rivales, porque son, para desdicha de Colombia, muy parecidos a usted.

jueves, 22 de agosto de 2013

Freud, sobre la vida y la muerte

"En resumen: nuestro inconsciente es tan inaccesible a la idea de la muerte propia, tan sanguinario contra los extraños y tan ambivalente en cuanto a las personas queridas, como lo fue el hombre primordial. ¡Pero cuánto nos hemos alejado de este estado primitivo en nuestra actitud cultural y convencional ante la muerte! No es difícil determinar la actuación de la guerra sobre esta dicotomía. Nos despoja de las superposiciones posteriores de la civilización y deja de nuevo al descubierto al hombre primitivo que en nosotros alienta. Nos obliga de nuevo a ser héroes que no pueden creer en su propia muerte; presenta a los extraños como enemigos a los que debemos dar o desear la muerte, y nos aconseja sobreponernos a la muerte de las personas queridas. Pero acabar con la guerra es imposible; mientras las condiciones de existencia de los pueblos sean tan distintas, y tan violentas las repulsiones entre ellos, tendrá que haber guerras. Y entonces surge la interrogación. ¿No deberemos acaso ser nosotros los que cedamos y nos adaptemos a ella? ¿No habremos de confesar que con nuestra actitud civilizada ante la muerte nos hemos elevado una vez más muy por encima de nuestra condición y deberemos, por tanto, renunciar a la mentira y declarar la verdad? ¿No sería mejor dar a la muerte, en la realidad y en nuestros pensamientos, el lugar que le corresponde y dejar volver a la superficie nuestra actitud inconsciente ante la muerte, que hasta ahora hemos reprimido tan cuidadosamente? Esto no parece constituir un progreso, sino más bien, en algunos aspectos, una regresión; pero ofrece la ventaja de tener más en cuenta la verdad y hacer de nuevo más soportable la vida. Soportar la vida es, y será siempre, el deber primero de todos los vivientes. La ilusión pierde todo valor cuando nos lo estorba. Recordamos la antigua sentencia si vis pacem, para bellum. Si quieres conservar la paz, prepárate para la guerra. Sería de actualidad modificarlo así: si vis vitam, para morten. Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte". Sigmund Freud (República Checa, 1856-193)

REFLEXIONES SOBRE EL ECLESIASTÉS, por David Alberto Campos V

El nombre hebreo del libro es “Palabras de Qohélet, hijo de David, rey de Jerusalén”, por lo que es conocido también como Qohélet; Qohélet traduce “reunir la asamblea”; en arábico y sirio traduce “argumentar”, “discutir”, “discurrir frente a alguien”. Así, pues, se trata de un libro sapiencial en el que el autor escribe como si estuviera discurriendo frente a una asamblea. Fue traducido al griego, en la Versión de los Setenta, como Ekklesiastés, “el predicador”, y así ha llegado a nosotros. Pertenece a la literatura sapiencial. Aparece atribuido a Salomón (hijo del rey David y su heredero al trono, lo cual concordaría con el nombre “Palabras de Qohélet, hijo de David, rey de Jerusalén”), como otros libros sapienciales, pero es poco probable que haya sido escrito por Salomón. Cierto es que dicho rey destacó por su inteligencia y sagacidad como estadista. Consolidó el reino heredado, pero a diferencia de su padre no usó el ejército para expandirse, sino un arma más sutil y eficaz: el comercio a gran escala. Salomón comerciaba con Tiro (capital de Fenicia), con Sidón (capital de Líbano), con Samaria e Idumea, con los pueblos mesopotámicos y arábicos (parece que incluso hacia llegar sus productos a ciudades del Lejano Oriente), con ciudades-estado africanas y con asentamientos localizados en la actual España. Compraba y revendía caballos, armas, carruajes, manufacturas, madera, textiles y especias. Era un excelente político, y un líder sensato a la hora de imponer justicia. El pueblo hebreo siempre lo recordó como un hombre prudente y sabio. Por eso fue frecuente la costumbre de atribuirle acaso más de lo que realmente escribió (algunos salmos y proverbios, así como apartes del libro Sabiduría parece que sí son de su autoría). Su estilo literario es vigoroso, en ocasiones electrizante. Por momentos parece escrito por un filósofo existencialista. En ocasiones la duda, la angustia ante la imposibilidad del saber total (“vanidad de la sabiduría”) y la aprehensión ante lo irracional, lo vasto y lo infinito que no alcanza a comprender la razón humana, lo hacen un texto formidable y que se anticipa, por varios siglos, a lo mejor de Kant, de Heidegger o de Jaspers. Son justamente su estilo (en el que lo retórico y filosófico juega un papel clave, estableciéndose una discusión, una dialéctica argumentativa), los giros lingüísticos que exhibe y el propio lenguaje utilizado (de clara influencia helenística) los argumentos que hacen pensar que se escribió en el siglo III a.C. Salomón gobernó del 970 a.C. al 931 a.C.; el contexto de este libro es muy diferente: ya han pasado Sócrates, Platón y Aristóteles por Atenas; Alejandro Magno ha tenido su breve pero brillante apoteosis (a su muerte, el Imperio macedonio se ha fragmentado y repartido entre sus lugartenientes; los seléucidas, como Antíoco, a quienes se les dio Judea y Oriente Próximo, no fueron nunca bienvenidos para el pueblo hebreo); Jerusalén ya no es ni la sombra de los tiempos de Salomón, pero aún se mantiene como un centro importante en la ruta comercial entre Oriente y Occidente; el pueblo hebreo ya ha consolidado su cosmogonía monoteísta y sus tradiciones y círculos sacerdotales, y mantiene con orgullo su religión (esto le habrá de ocasionar numerosos problemas con Roma, puesto que jamás se habrá de aceptar la divinidad del emperador, y mucho menos el panteón politeísta grecorromano). Aunque se percibe cierto tono (algo pesimista, existencialista) a lo largo del texto, no existe un plan estructurado en el mismo; se intercalan el proverbio, el masal, la confesión y el poema sapiencial con el texto propiamente discursivo. Buena parte del texto está redactado en primera persona del singular, como si se tratara de una confesión o una brillante conversación consigo mismo (lo que le da un cariz intimista y reflexivo, al mejor estilo del poeta San Juan de la Cruz). El Eclesiastés destila análisis, raciocinio y escepticismo frente a la realidad creada (el Universo, la vida humana misma). Cuestiona los vanos esfuerzos del hombre por hacerse de dinero, propiedades, sabiduría o prestigio. Es decir, se burla francamente de las cosas que el común de los seres humanos añoran conseguir, y que en realidad son vacuas, vanas y perecederas. Tiene mucho sentido un estribillo que se repite a lo largo del texto: “Todo es un soplo”. David Alberto Campos Vargas (Colombia, 1982)

Pablo Neruda habla acerca del encuentro consigo mismo

"Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas" Pablo Neruda (Chile, 1904-1973)

Mahatma Gandhi, sobre sí mismo

"Pero mientras no haya alcanzado esa Verdad Absoluta debo atenerme a la verdad relativa, tal y como yo la he concebido. Por el momento, esa verdad relativa debe ser mi guía, mi amapro y mi escudo. Aunque es una senda larga y tan angosta y sutil como el filo de una navaja, para mí ha sido la más fácil y rápida. Incluso mis desatinos, grandes como el Himalaya, me han parecido insignificantes, porque he seguido estrictamente ese sendero, lo cual me ha evitado caer en la pesadumbre y he podido marchar adelante siguiendo mi luz" Mohandas Karamchand Gandhi (India, 1869-1948)

martes, 13 de agosto de 2013

LOS LIBRES Y LOS LIBROS, por Moshe Vainroj

Desde las más tempranas horas del Siglo XV y hasta finales del Siglo XVII , los reyes de Holanda mostraron su empeño en desarrollar fuertes relaciones comerciales y militares con los emperadores del Japon . A tales efectos despacharon hacia el puerto de Okinawa dos fragatas corsarias en misión de paz . Sus capitanes portaban presentes para ofrecerlos al entonces emperador del revuelto Imperio del Sol Naciente de nombre Kotohito , quien gobernó hasta el año 1629 . Los regalos consistían en unos ejemplares de arcabuces , modernísimo elemento de combate para la época y una serie de libros preciosamente impresos y delicadamente encuadernados. Kotohito recibió los regalos con sumo interés y muestras de jolgorio. Los arcabuces se los entregó a su Shogún , con la expresa órden de que organizara una disciplinada escuadra de arcabuceros , con la cual podría dominar a sus adversarios. En cuanto a los textos , los depositó en manos del Imperial Maestro Educador (a quien titularíamos hoy ministro de educación) , diciendole con convencimiento : " este es el arma con la que obtendremos la verdadera libertad ". Así demostraba el emperador Kotohito su fé en el poder del libro en la excelsa empresa de obtener la libertad y saber mantenerla viva. Si poseyéramos el mágico don de transladarnos a través de la historia , los tiempos y territorios según nuestros deseos.... hoy tambien a mí , el término "LIBRE" , me conduciría por asociación de idéas a esa eterna joya llamada : "LIBRO". Es que la posesión y posterior lectura del primer libro que recibí de manos de mi padre , fue la pauta inicial del transitar por un camino que me hizo sentirme libre desde las mas tierna infancia . Solamente un libro entre tus manos es el amigo infaliblemente leal y que aunque las ideas que contenga no séan similares a las tuyas, te otorga la mas exquisita libertad de decidir según tu , lector , con tu personal libre albedrío. Lamentablemente los tiempos van "evolucionando" ; todo cambia, sufre modificaciones . No el hombre... no...! El sigue teniendo cuatro extremidades y un par de ojos... aunque algunos hombres han vuelto a danzar cuando dicen divertirse , como los simios de cien mil años atrás..! Y mucha menos gente , tal vez un pequeño porcentaje , es la que se va a dormir acompañada por un libro ; hoy la electrónica nos tiene un tanto amarrados y cuando los jóvenes se reunen en un"party" , no hay conversaciones ni diálogos.... Todos estan enganchados a sus "hi fi , o su fai-fu" de alta técnica...parecen los zombies de las peliculas de Boris Karloff. Todo ésto nos está arrojando a un extraño futuro en el que la gente trata de desprenderse de sus bibliotecas y vender por escasas monedas o regalar , libros que nos enseñaron a ser LIBRES . Las personas se desprenden de sus amigos los libros y las editoriales tratan de vender nuevas ediciones por precios irrisorios... aunque nadie quiere dejar de lado los teléfonos celulares . Las personas andan por las calles hablando con alguien con su teléfono , gesticulando , gritando , golpeandose los pechos produciendo tales imágenes , que un psiquiatra diagnosticaría : caso de paranoia múltiple. La duda que me invade es hacia que clase de mundo futuro estamos yendo , cuando hoy muchos padres no se separan de sus complicados teléfonos, pero dejan olvidados sus bebitos en sus coches, cocinandose al sol hasta la muerte... ¿ Que nos espera en ese incierto mañana que va amaneciendo , cuando con indiferencia total escuchamos los cientos de muertos que caen en las guerras inútiles y al mundo le importa un píto...?. ¿ Que pasará mañana , cuando hoy los banqueros roban a los bancos y los gobernantes roban a los banqueros ? y los religiosos roban a los gobernantes.....y los jueces se escapan con la mujer del vecino.....y a muchos maestros se les hace dificil calcular cuanto es dos por tres... Que suerte tengo de tenerte aún , LIBRO AMIGO , pues por ti me siento libre , y distingo que aún existen cuantiosos grupos que piensan y sienten de la misma manera y que no todos los humanos parecemos simios o alienados. Moshe Vainroj (Israel) Bat-Yam , agosto 7 de 2013

domingo, 11 de agosto de 2013

EL ANTISEMITISMO DE ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

David Alberto Campos Vargas* Cuesta creer que en América Latina se les rinda culto a estos dos monarcas. No sólo patrocinaron los viajes de Cristóbal Colón a este continente, que terminarían por configurar un genocidio de proporciones colosales y, en general, muy trágicas consecuencias. No sólo fueron salvajes en su trato hacia los derrotados musulmanes, que en muchas ocasiones tuvieron que convertirse a la fuerza so pena de perder la vida. No sólo desobedecieron flagrantemente al Papa Sixto IV a la hora de sacar provecho de la manipulación y venta de cargos eclesiásticos (y eso que les fascinaba posar de muy católicos). También jugaron un papel muy triste: el de ser perseguidores y exterminadores de una de las comunidades judías más cultas de la diáspora. Sí, me parece inaudito. En plazas, avenidas y bulevares, a lo largo y ancho de este sufrido continente, me he encontrado con estatuas de los supuestos “Reyes Católicos”, que de Cristianismo no parecían entender mucho, pues en vez de amor al prójimo y desprendimiento destilaban odio y codicia. Me pregunto qué pasará con los latinoamericanos, que ignoran tanto la Historia (y por ende muchas veces repiten, como en un círculo vicioso, sus desdichas). Como si no hubieran existido monarcas más virtuosos y sublimes. O, simplemente, españoles más decentes. Me gustaría ver, algún día, estatuas de Miguel de Unamuno, o de José Ortega y Gasset, regadas tan prolijamente en el Centro y el Sur de esta parte del planeta. Quiero dedicar este artículo, breve pero sustancioso, a denunciar las poco conocidas canalladas de estos “dichosos” reyes a propósito de los judíos. Sí, también persiguieron a los judíos. Sí. Como Lutero, Iván el Terrible, Hitler y Stalin, ellos también pertenecen a una larga (y triste) tradición europea. Empezaré diciendo que estos reyes, dizque católicos, se pasaban por la faja en numerosas ocasiones al Sumo Pontífice, al que tenían de rodillas en lo militar (Fernando de Aragón amenazó a Sixto IV de retirarle su apoyo en Sicilia) y al que desobedecían en cuanto a sus deseos de buen trato a los judíos españoles. Obviamente, de la persecución de judíos y judíos conversos (muchos de ellos bautizados por las malas, y que continuaron siendo judíos en secreto, a los que se les aplicó el triste epíteto de marranos en España) Isabel y Fernando obtenían mucho dinero. En especial si el judío o marrano moría, en cuyo caso su dinero y propiedades iban a parar directamente a la Corona. Obviamente esos beneficios materiales el Papa, inmerso como estaba en un montón de gastos, no podía dárselos. Y parece que a los monarcas les gustaba más ese tipo de ganancias. Sixto IV se encontraba remodelando Roma (levantando templos, mejorando calles, erigiendo puentes, restaurando acueductos, ampliando plazas), construyendo la Capilla Sixtina y ampliando la Biblioteca Vaticana, mandando hacer pinturas y estatuas, trayendo artistas para no quedarse atrás del Renacimiento, pues como patrocinador cívico y mecenas quería disimular su nepotismo, sus escandalosas ventas de indulgencias y su poco tacto político a la hora de inmiscuirse en los asuntos entre Venecia y el ducado de Ferrara. Con Fernando e Isabel se consolidó el “carácter especial” de la Inquisición española: una institución que dejó de estar bajo el control del Papa y se “nacionalizó”. Con ello, los reyes y sus protegidos maniobraron muchas veces a favor de sus propios intereses, y en detrimento de sus enemigos y opositores, disfrazando de religión lo que no era más que mundanal política. Lejos del control vaticano, la Inquisición española dirigida por el furibundo, fanático y cruel Tomás de Torquemada condenó a por lo menos 13.000 judíos a la hoguera (algunas fuentes señalan que las víctimas pudieron rondar los 30.000). Torquemada había sido íntimo de Isabel de Castilla y colaboró fielmente con su política antijudía. Cuando uno que otro funcionario se escandalizaba por tanto atropello, era ipso facto perseguido hasta provocar su ruina. Uno de los pocos que se salvó de morir fue Hernando del Pulgar, secretario de la reina, quien se quejó ante el cardenal arzobispo Pedro González de Mendoza de los secretos de segregación, que impedían a los judíos hasta el celebrar matrimonios con los “españoles de primer nivel”, y de los horrores de la hoguera, en la que perecían demasiados inocentes. El único resultado de su gestión fue el verse degradado de la condición de secretario real a la de cronista. El Papa se opuso también a esa Inquisición monstruosamente diseñada, que era un instrumento de la Corona al margen de su jurisdicción y porque agraviaba claramente la Justicia Natural, tan de moda en aquel entonces (no olvidemos que Sixto IV intentaba estar “en la onda” de los Humanistas del Renacimiento). El Sumo Pontífice reclamó el derecho de escuchar apelaciones, que se revelase a los acusados los nombres de los testigos hostiles y que se descalificara como testigos a los enemigos personales. También exigió que se les permitiera elegir defensor. Fernando de Aragón rehusó rotundamente. No sería la primera vez. Isabel y Fernando deseaban confiscar la propiedad de los “herejes convictos”, y darle rienda suelta a su furioso antisemitismo. Se conseguían testigos falsos, maliciosos y siempre dispuestos a hacerse de unas monedas calumniando a judíos ricos y destacados. La misma comunidad judía que había dado luminarias como Maimónides (1135-1204, uno de los filósofos que más influyó en Santo Tomás de Aquino a la hora de conciliar razón y fe), y a muchos médicos, licenciados, artesanos, comerciantes y, en general, piadosos y responsables ciudadanos, destacados por no dar problemas y acatar las leyes, fue tildada de “chusma” y vilipendiada. Era tanto el odio que los que lograban huir eran quemados “en efigie” (metiendo a las llamas un retrato o un busto de ellos) o, si llegaban a morir antes de que “los muchachos” de Torquemada les echaran mano, se exhumaban sus restos y también se quemaban. Como señala el historiador Paul Johnson, tras la entrada triunfal de los “Reyes Católicos” en el antaño reino moro de Granada, la actividad principal de la Corona española fue la de acabar con los judíos. Ya no estaba el incómodo Sixto, sino el también fanático Inocencio VIII, verdadero promotor de la “cacería de brujas”. Las prisiones se atestaron, tanto que muchos judíos se vieron sometidos al arresto domiciliario mientras esperaban el veredicto. La cereza en el pastel fue el tristemente célebre Edicto de Expulsión, promulgado en abril de 1492. Todos los judíos que no aceptaron la conversión inmediata tuvieron que salir de España. Dejando atrás todo…para el Tesoro Real. Muchos aceptaron el bautismo. Alrededor de 50.000 se embarcaron rumbo al norte de África (donde serían también borrados por los musulmanes) o a Turquía (también serían maltratados por el Islam). Unos 100.000 atravesaron la frontera en dirección a Portugal (de donde serían expulsados cuatro años más tarde). Así fue como para agosto de 1492 la expulsión de los judíos de España era un hecho. Habían residido desde la época de Salomón, y habían creado su propio idioma (el sefardí, judeoespañol o ladino). Habían sido, en general, personas cultas, responsables del paso de la filosofía grecorromana de la Antigüedad al Medioevo. *Médico Psiquiatra, Historiador, Escritor, Estudiante de Filosofía.

domingo, 4 de agosto de 2013

EL MAMERTO


Advertencia

Esta es una obra literaria. Los personajes y situaciones descritos son ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. 






 Sí, soy mamerto. Antes me fastidiaba mucho ese nombre, que los intelectuales y los burguesitos emplean para ofenderlo a uno, pero ahora me siento plenamente identificado. Seré mamerto hasta la tumba. Me caen mal los intelectuales, porque son inalcanzables para alguien como yo. Mi inteligencia apenas me da para entender los panfletos que el partido imprime para nuestra instrucción. Me caen mal los burgueses, porque han tenido unos privilegios que a mí me generan mucha envidia. Rencor. Resentimiento. Muchos burgueses ni siquiera son ricos, sino que han tenido unos padres organizados, ahorrativos. A mí me tocó, en cambio, un papá alcohólico y una mamá perezosa. Y ambos eran muy derrochadores. Por eso no tuve nunca un viaje al extranjero. Ni siquiera al mar. Por eso nunca tuve una educación de calidad. Por eso nunca aprendí ningún idioma aparte del español, y eso que hasta lo hablo mal. Sí, balbuceo, no pronuncio muchas consonantes, tartamudeo en ocasiones. Soy un inseguro. Leo poco. De hecho, me caen mal las personas que leen, porque siempre opinan distinto a uno. No tienen disciplina de partido. Claro que, como el partido es feliz fusilándolos y desapareciéndolos, espero desquitarme de esa maldita clase tan pronto se establezca la dictadura del proletariado. No va a quedar ni uno, se los juro. Todos esos jovencitos bien hablados, que han estudiado en universidades caras y se creen ciudadanos del mundo, y que me recuerdan mi propia inferioridad con su mera presencia, serán eliminados. La verdad, no se me dan los libros. Fui un estudiante mediocre. Jamás pude con la Filosofía, por lo que prefiero hablar de práctica política y menosprecio a los teóricos (como menosprecio a los que piensan, porque siempre están discrepando). Me gusta más contribuir en el terreno, como Stalin. Claro que ya ha pasado mucho tiempo desde que asaltaba bancos y mataba gente. Ahora estoy viejo, no puedo contribuir de esa manera. Pero sí de otras. Por eso soy miembro activo, y sueño con ser Secretario General del partido. Un mamerto importante. A propósito, la historia de Stalin la vi en una película. Me gusta el cine. También me gustan Facundo Cabral, la fritanga y la salsa vieja. Los mamertos apreciamos el cine, porque nos evita la molestia de leer. Leer es para la gente culta. Y la gente culta es gente privilegiada, una élite burguesa y consentida, que hay que extirpar. Sí, extirpar. Son el tumor de la sociedad. Me gustan las películas, siempre y cuando no sean desviacionistas ni revisionistas, es decir, del cine independiente, sino las aprobadas por el partido. Porque leer biografías no es lo mío. Es decir, leer no es lo mío. Yo simplemente creo. En el partido, claro. Perdonen si no sé escribir, o si escribo como por retazos. No tengo la culpa. Hay que estar agitando allí, reclutando gente allá, organizando las actividades. Sí, el partido demanda mucha responsabilidad. Somos agentes del cambio. Yo no soy de la vanguardia revolucionaria, porque ya no estoy en edad de aguantar la lucha armada. Por eso soy mamerto. Pero mis palabras son bienvenidas. Soy respetado. En ninguna otra parte me escuchan. Mis hijos no valoran las canas: son de una generación que cree que la vejez no es garantía de sabiduría. Una generación menos manipulable, menos obediente. A nosotros sí nos tocaba ser sumisos con la gente vieja. Yo esperaba que, al envejecer, pudiera mandar. Así como a mí me mandaron. Pero la vida me hizo pistola. Me tocó una época en la que los jóvenes no se dejan intimidar. Por eso tuve que matar a la muchachita ésa, una niña rica que habíamos secuestrada el año pasado. No me obedecía. No me hacía caso. Yo no quería violarla, porque el comandante Macario me lo había prohibido. Yo sólo quería tocarla, acariciarla, y que ella me acariciara un poquito. No crean que por ser un viejo de barba blanca ya no tengo deseos. Me gusta sentirme suficientemente macho. Por eso soy mamerto. Me gusta mostrar que puedo ser peligroso. Me encantaría que la gente tartamudeara del susto ante mi presencia. Que tartamudeara y balbuceara tanto como yo, y más que yo. En el terror ajeno se diluyen las inseguridades propias. No crean que nuestro partido es irrelevante por ser pequeño. Somos pocos, pero selectos. Pero no crean vienen pocos asistentes porque a la gente ya no le interese el partido, sino porque no nos gusta ser mayoría. Nos encanta ser minoría. Así es más fácil pasar de víctimas. Y ser victimarios en la clandestinidad. En fin. Organizando, reclutando y agitando se me va la vida, por lo que no puedo escribir bonito. Me gustaría hacer una historia del partido, como me contó la compañera R que hizo Trotski. Sí, hasta me prestó el libro, dizque para que me sirviera de modelo. Pero no me queda casi tiempo. Tampoco pude con la Teología. Ahí sí que no entendía nada. Por eso me hice ateo. Es la solución más fácil, ¿no? Si no puedes entender a Dios…pues Dios no existe y se acabó el problema. ¡Si se pudieran resolver las cosas así de fácil en la vida! Eliminando, eliminando los problemas…

EL MAMERTO, II

II Eso sí, soy graduado. No crean que soy tan menso. Sólo lo necesario para ser idiota útil, para ser mamerto. Pero también tengo inteligencia. De esa inteligencia criolla. Astucia, mejor dicho. Por eso era bueno matando policías. Por la espalda, sin que se dieran cuenta. A veces hasta me hacía amigos de ellos. No sospechaban nada. También así engañaba a los celadores de los bancos. Intenté estudiar Derecho, pero como no me gustan las leyes porque no lo dejan ser irresponsable a uno, lo abandoné pronto. Luego intenté Medicina, pero había que estudiar mucho. Y ya ustedes saben, a uno el tiempo se le va agitando allí, reclutando gente allá, organizando congresos, así sean de pocos asistentes. ¿Qué cuántos recluto? Más o menos uno por semestre. Es que son muy listos. Han leído más que uno. No se dejan confundir tan fácilmente. Y han viajado. Esos son los peores. Los que han estado en Europa del Este, o en Corea del Norte, o en Cuba. Esos no se comen el cuento de la lucha de clases, ni de la dictadura del proletariado. Se echan para atrás facilito, porque no son obedientes. Han visto que el partido sigue dejando pobres a los pobres, y deja pobres a los ricos, y elimina a los que no están de acuerdo. Han visto la censura. Se han percatado de los muertos. No se dejan engañar. Otros que dificultan la tarea son los religiosos. ¡Me fastidia tanta religión! Los ateos son más dóciles, más llevaderos. ¿Pero quién convence a un judío, a un cristiano, a un musulmán, a un hinduista? Más vale fusilarlos, pero hoy en día no es tan fácil. ¡Benditos los años de Stalin! En esa época uno podía barrer con todo, acabar con todo un pueblo sin chistar. Y nadie decía nada, ni la ONU. No se hablaba de Derechos Humanos. No había tanto activista denunciando las acciones del partido. Pero ahora no se puede actuar tan bien como actuaba el camarada Stalin. Nos tocó aguantarnos a esos creyentes. ¡Malditos! Yo creía que los budistas eran más fáciles, porque un amigo me había dicho que el budismo era cercano al ateísmo. Pero tampoco fue fácil. Menos aún ahora, cuando ya todos se saben la historia del Tíbet. Sí, el Tíbet. Se enojan por no se qué exterminio de no se cuántos monjes, de los dizque intentos nuestros de asesinar al Dalai Lama, de las atrocidades de la China comunista. ¿Se dan cuenta? Maldita Historia. Malditos libros de Historia. Hay que decomisarlos, y hacerlos desaparecer. Y no sólo a los libros. También a los historiadores. A propósito, no he avanzado mucho y creo que no voy a poder con el libro de Trotski que me recomendó la compañera R. Me cuesta mucho leer, bostezo mucho. Deberían hacer una película. El cine es más llevadero. Eso sí, siempre y cuando sea un film autorizado por el partido. No queremos revisionistas, ni desviacionistas. No queremos gente que piense, sino que obedezca.

EL MAMERTO, III

III Como les decía, no pude ni con Derecho ni con Medicina. Entonces intenté Antropología. Lo hice así por orden del comandante Macario, que me dijo que no estudiara Psicología porque la psique no existía, que era una ciencia idealista y que iba en contra del materialismo, y otras cosas que no le entendí, porque el comandante si lee, y yo no. Por eso es que él es comandante, y yo solamente el bobo, el mamerto. Algo también me dijo la compañera R, algo así como que los psicólogos valoraban la individualidad, que respetaban las diferencias, y que eso era intolerable para el partido. Yo no entendí bien ese argumento, pero le obedecí, porque de eso se trata la disciplina del partido. Y empecé Antropología. Me regañaron muchas veces por bostezar en clase, y nunca pude terminar los libros que nos tocaba. Fui perdiendo materias. Al comienzo me parecía que las asignaturas que perdía eran poquitas, y que repitiéndolas el siguiente semestre me bastaba para nivelarme…pero se me fue creciendo la lista. Al cabo de ocho años, y viendo que no podía pasar de séptimo semestre, me tocó retirarme. El comandante Macario estaba bravo. Me decía que no podía ser tan bruto. Que un poquitico sí, pero poquito, lo suficiente como para pertenecer al partido. Pero no tan bruto. Que yo tenía que educarme, porque ya no se podía estar por ahí asaltando bancos. Que tenía que educarme y codearme con la gente educada, con la maldita burguesía, para poder hacer más fáciles los secuestros. Por fin pude responderles, aunque me gradué siendo cincuentón. En este momento, cuando ya no nos queda casi gente (sí, ya pasaron los buenos tiempos…muchos han desertado…), soy el único universitario en las filas del partido. Por eso estoy haciendo esta historia. Tengo esta misión. Me la encargaron los compañeros muy encarecidamente. Me dicen que debemos tener una historia, para facilitar “las labores de difusión y propaganda”. Perdonen si esta historia me queda fea, o mala, pero es lo que hay. Al escritor lo despachamos el año pasado. Era muy atolondrado. Un soñador. Demasiado idealista, no quiso matar al ganadero ése que habíamos secuestrado. Le faltaron agallas. Nos tocó decirle que se fuera, que se dedicara a sus libros. Él lloraba. Llegó a suplicarnos para que lo dejáramos. Fue la propia compañera R la que se encargó de ajusticiarlo. Hizo bien. Un tipo así suelto en la vida civil es un peligro. Pudo haber revelado nuestros métodos. Entonces, como ven, no tenemos luminarias en el partido. Yo soy el que hace las actas, y el que escribe su historia. Eso me pone contento, porque me siento apreciado por mis compañeros.

EL MAMERTO, IV

IV Mirando el modelo que me recomendó la compañera R, me doy que cuenta que hay que describir nuestra organización. Porque una cosa sí tengo claro, y es que sin organización no somos nada. Dicen que con organización tampoco, pero los que dicen eso son nuestros enemigos. Yo los mandaría al paredón. Pero como son tantos tendría que ser un paredón grandísimo para fusilarlos…no sé, tal vez la Muralla China. Yo no conozco esa muralla. No he salido del país, porque nunca he sido bueno para ahorrar. Con lo que me da el partido podría ir juntando un dinerito, me dice mi hermana. O podía guardar algo de la pensión. Pero a mí se me va todo en proyecticos para el partido, aquí y allá, y en cerveza de vez en cuando. Por eso siempre ando con una mano adelante y otra atrás. Sí, soy casi pobre, con todo y que tengo el sueldo del partido, y mi pensión, y lo que nos queda del último secuestrado. Por eso le tengo envidia a mi vecino, porque a él sí le rinde la plata. Pero bueno, espero que un día de estos el partido me de un viaje gratis. El comandante Macario viaja cada rato. Ya no viaja a Moscú, ni a Budapest, ni a Praga, porque dice que a esos lados llegó la plaga de la democracia, y que se acabó el partido. Pero sí va mucho a La Habana. Yo quisiera ir a La Habana. Pero no para estudiar. Me da mucha pereza. Prefiero escuchar al comandante. De ir, iría a bañarme en el mar. No sé cómo es el mar. Y me gustaría hacerle el amor a una morochita, de esas que son como modelos. Cuando le digo eso al comandante él se pone bravo y me grita, y a veces me pega, y me recuerda que hay que tener disciplina. Disciplina de partido. Disciplina y organización. Organización y disciplina. Pero no sé por qué hace tanto escándalo, si él nomás tiene dos mujeres, y se aprovecha de la compañera R. Es que a uno le ven la cara de tonto, y se la montan. Bueno, volviendo al cuento, somos cuatro: el comandante Macario, que firma Makarenko por no sé qué vanidades. ¿Qué firma? Un montón de cartas y discursos. No es capaz de hacer un libro, sino cartas y discursos. El libro me lo dejaron a mí, claro, porque a mí siempre me la montan. Está la compañera R, que se llama Rusia; en la vida real se llama Francia, pero se cambió el nombre a Rusia que dizque porque no comulgaba con las cosas francesas y porque su madre se la había tirado con el nombre. Yo no me meto en esas cosas, pero creo que Rusia es peor, porque la gente cree escucha el nombre y cree que es Rucia, es decir, de pelo gris, y resulta hasta chistoso porque la Rusia, es decir, la Francia, está ya medio canosa. Por eso prefiero referirme a ella como la compañera R. Suena como a película de espías, ¿no? Uno, dos, tres conmigo…ah, sí, y el cuatro es el compadre Efigenio, el que no tiene dientes. Ese ni supo que hacía parte de la organización cuando ya estaba reclutado. Medio bobito, crédulo. Un iguazo. ¿Recuerdan lo difícil que era reclutar gente joven? Pues, como no pude convencer a ningún universitario, busqué al compa Efigenio. El era muy ingenuo. Sólo sabía cultivar. Ahora ya es distinto. Se está preparando. El comandante le está enseñando a leer, y me pide a veces que le deje leer las actas. Yo se las presto. Efigenio a veces me mira raro, me pregunta por qué no trabajo. Yo no le contesto, porque me gusta callar. Por prudencia hay que tragarse el sapo. Pero un día de estos, si llego a ser Secretario General, lo proscribo. Que se vaya al exilio. Lástima que Siberia quede tan lejos, y que cueste tanto el avión para allá. Con esa plata, mejor lo fusilamos y me doy un viajecito.

EL MAMERTO, V

V No es que no convenzamos, sino que nos gusta ser minoría. Cuando se es minoría se puede sembrar más rencor. Hay más odio entre pecho y espalda. Y nos nutrimos de ese rencor, eso sí lo tengo bien claro. Entre más resentimiento exista, más se fortalece el partido entre las masas. Uy, miren, ya estoy hablando como el comandante. Es que si uno escucha aprende. No me gusta la democracia. Cuando cada quien elige qué hacer con su vida se aleja de la disciplina del partido. Cuando la gente piensa diferente se vuelve peligrosa. Cuando cada uno opina y piensa por sí mismo es más difícil de manejar. Por eso no conviene la democracia. Además, en las democracias el partido pierde. En serio. Cuando el partido va a elecciones libres pierde. En Cuba sí saben cómo ganar siempre, porque sólo existe el partido. Eso es lo que debe hacerse acá: candidato único, partido único, todo el mundo disciplinado y marchando, sin quejarse, sin rechistar. ¿Qué hay hambre? Pues que aguanten el hambre. ¿Qué son malos los salarios? Agradezcan y no se quejen, y hagan también trabajo voluntario. ¿Qué se quieren ir del país? Pues afuera, pero nos dejan las propiedades. Y agradezcan que no los fusilamos. El comandante Macario me corrige: me dice que en Chile sí ganamos, con un tal Allende. Se pone a pelear con la compañera R. Ella dice que si no es por las alianzas con la Democracia Cristiana y los liberales no se hubiera logrado. Y que además Allende no era el líder comunista en Chile, sino Neruda. Pero que como Neruda era poeta, y de buen corazón, pues se ofreció a ayudarle a Allende. Yo no sé de qué hablan. A mí no me interesa la Historia, sobretodo porque la Historia siempre hace quedar mal al partido.

EL MAMERTO, VI

VI Al final el comandante Macario terminó ganando la discusión. Le dio un puñetazo a la compañera R. Ella cayó al suelo y se levantó con un diente flojo y la boca reventada. Se notaba que estaba brava, pero se contuvo. Yo creo que fue una respuesta inteligente. Si le da por oponerse más, termina muerta. Es así de simple en el partido. Uno obedece, o lo hacen obedecer. Me gusta. Aunque también me da miedo. Sí, ambas cosas. Recuerden que, a esta edad, ya no me dan las fuerzas para ser un revolucionario completo. Apenas puedo ser mamerto. El comandante Macario me lo explicó de manera muy bonita. Me dijo que en aras del partido todo era justificable. Que por eso Stalin había matado más rusos que el mismo Hitler. Que las metas requerían de ciertos sacrificios. Yo estoy de acuerdo. Hay que sacrificar mucha gente. No solamente policías y secuestrados. No. Hay que subir al papayo a casi la mitad del país. Dejar sólo la gente más dócil, la más asustadiza. A los que se dejan mandar. En esos sí se puede inculcar la disciplina de partido. Qué fantástico era Stalin. Un bacán. Así necesitamos un líder, tan pronto establezcamos la República Socialista. Un líder de mano dura, que sepa gobernar. Eso sí, siempre y cuando no lo mande a quebrar a uno. Sí, siempre y cuando los muertos sean otros, los mamertos aceptamos que haya muertos. Consideramos que es algo necesario en el proceso revolucionario.

EL MAMERTO, VII

VII Definitivamente no puedo con Trotski. Cada vez que trato de abrir el libro me viene como una piquiña, como una rasquiña en todo el cuerpo. Sobretodo en el cuero cabelludo. Me distraigo con todo: con las gallinas, con la lluvia, con el ruido del mayordomo. Sí, ya sé lo que están pensando: “¿Qué hace un comunista con un mayordomo?” En realidad son cuatro, si contamos toda su familia. Yo les pido que no juzguen a la primera. Es que, antes de instaurarse la dictadura del proletariado, se da un proceso de transición. Me explico: las estructuras burguesas y capitalistas no desaparecen de la noche a la mañana. Primero hay revoluciones burguesas, como dice mi comandante. Gobiernos que llaman progresistas. Revoluciones democráticas, liberales, en las que los malditos intelectuales son un mal necesario. En esas estamos. Por eso todavía hay propiedad privada. Por eso soy un mantenido del Estado, y cobro mi pensión. Por eso tengo un apartamento, y esta finquita donde escribo. No es gran cosa, pero es bonita. Eso sí, cuando veo la finca del vecino, que es mucho más grande y mejor trabajada, siento mucha envidia. Ustedes entienden, da mucha rabia ver gente a la que le va mejor que uno. Pero los cambios de las democracias burguesas se quedan corticos. Lo que viene luego es la revolución comunista. Ahí sí se arma un quilombo de novela. Se mueren todos: los de la oposición, los amigos, los amigos de los amigos que no le den al partido lo que el partido quiere. Ahí ya se dan las condiciones necesarias para la dictadura del proletariado. Ahí es cuando ya no podría tener mayordomo, porque se vería mal y me fusilarían. Y luego viene lo bueno. Una vez asesinados los burgueses, viene la gloria. Se extermina al propio Estado. Todas las tierras le quedan a uno. Todas las pertenencias de los capitalistas aplastados, todos sus inmuebles. Yo mismo, ya como Secretario General del partido, tendría derecho a quedarme con la finca del vecino. Una casa mucho más grande, mucho más bonita. El partido se encarga de exterminarlo a él, a su esposa, a sus hijos, hasta a sus perros. No queda ni el recuerdo. Eso sí es muy lindo. Verdadera justicia social. Es que nadie tiene derecho a estar mejor que uno.

EL MAMERTO, VIII

VIII Estoy viendo bonita a la compañera R. No sé por qué, porque no me gustan las mujeres como ella. Prefiero las morenitas. El comandante Macario, que conoce mis debilidades y me las corrige en aras de mantener la disciplina, me dice que mi atracción por las morenas tiene una explicación científica: como yo soy blanco, es bueno para los genes enrazar una morena. El comandante me dice que así se evitan muchas enfermedades. Yo le creo, porque algo así aprendí cuando estudiaba Biología. Sí, logré graduarme, como ya les había contado. Soy licenciado en Biología. Fui profesor durante mucho tiempo, antes de que me echaran. A duras penas pude graduarme, eso sí, porque estudiar es muy difícil. Leer me cuesta mucho. ¡Maldita la gente inteligente!... ¡Ya verán, ya verán lo que les pasará, cerebritos!...No voy a dejar ni uno, ni uno vivo. Pero debo esperar. Todavía no soy Secretario General. Solamente secretario, así, con minúscula. Paso a computador todas las peroratas que da mi comandante. Él se va como enojando, alza la voz, manotea, camina de un lado a otro, a veces como que rebuzna, a veces golpea las paredes, a veces tira puñetazos al aire. Yo me agacho bien y sigo escribiendo, no sea que me pase como a la compañera R, que a veces se gana sus buenos moretones. Me cuesta mucho, porque conocí los computadores después de viejo. Me enredo, se apaga la máquina, se traba la impresora. Es difícil ser viejo. Sueño con ser joven otra vez, emborracharme y pavonearme por la calle, creerme la última limonada del desierto. Picar por aquí y por allá, seducir tontitas, comer hasta hartarme. Pero ya ven, tengo más de setenta años y me estoy muriendo. Por eso me dediqué a ser mamerto. Porque la muerte se acerca y no me puede llevar sin que yo haya hecho nada. Los mamertos escribimos, opinamos, publicamos. Somos los ideólogos. Sí, puede parecer bastante individualista. Sí, reconozco que no cuadra con la filosofía del partido, en la que la masa ahoga al individuo y lo aniquila. ¿Pero qué culpa tengo? ¡Yo también quiero ser famoso! Ser un mamerto famoso, como Gorki. Tener mi casita junto al mar. Disfrutar lo que me queda de vida.

EL MAMERTO, IX

IX El compa Efigenio me tiene asustado. Aprendió a leer y devora libros que da miedo. Y envidia, claro. El desgraciado salió más inteligente que yo, al parecer. El comandante Macario le exige: que libros de guerra de guerrillas, que fabricación de explosivos, que manejo de armas, y Efigenio responde. Lee a lo loco, sobretodo a un tal Guevara. A mí me da como vergüenza, porque no he podido ni con el libro que me recomendaron. Dicen que no hay mejor partidario que el que es bruto y decidido. Y Efigenio cumple con ambas condiciones. Trabaja como bestia. Yo lo he visto sudar la gota fría, jadeante, y seguir con la faena. Además se instruye, como dice él, escuchando la emisora que montó hace poco el comandante Fariña, un venezolano amigo del comandante Macario. Me está dando piedra ver el avance de Efigenio. ¿Cómo se atreve a superarse? Eso de estudiar, esforzarse y salir adelante es muy burgués. Si somos comunistas, se trata de estar todos en el mismo nivel, ¿no? Aquí sigo escribiendo la historia del partido, para demostrarles a mis compañeros que no me quedo atrás. Sí, señores. No me quedo atrás. Si Efigenio no tiene en cuenta aquello de “o todos en la cama o todos en el suelo”, pues no me dejo ganar. A mí la Secretaría General no me la quita el iguazo ése. Lo malo es que a veces se entrelaza la historia del partido con mi propia historia, y con otras historias. Pero ya les dije que no soy Trotski. Como les venía comentando, a veces veo a la compañera R y me entran unas ganas rarísimas, impensables hace unos años. Debe ser la soledad. La compañera R es fea, objetivamente hablando. Tiene el pelo como empolvado, y lo usa corto como un hombre. De hecho, se parece al senador Pinskerer. La nariz ya está medio torcida, me imagino que de tantas peleas en las que se mete. Tiene los ojos cansados, y la mirada triste. Aunque es flaca también está floja de cueros, y se le hace papada, y tiene arrugas hasta en el cuello. Pero así es la vida. No me gustaba y ya me está gustando. Es que tanto tiempo solo hace que uno hasta baje el nivel de exigencia.

EL MAMERTO, X

X El comandante Macario se va de nuevo a La Habana. Lo tiene muy triste la muerte de Chávez. Él me corrige y me grita que es el camarada Hugo Chávez, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y creador del ALBA. La única Alba que conozco es mi tía, y no sé por qué cree mi comandante que es irrespeto llamar a Chávez por el apellido, si él hizo siempre lo mismo con todos los demás mandatarios. Y lo de presidente no me lo creo. Era un dictador. Sólo que sabía disimular. Y no sé porqué metía al pobre Simón Bolívar en su cuento, si Bolívar era un tipo muy distinto, y de otra época. Pero no quiero ofender al comandante Macario. Yo quiero ser Secretario General. Quedarme con la finca del vecino. Tener comidas elegantes. Vestirme bien y andar en limusina, como los actores famosos. Ser fotografiado. Ser reconocido. Es que me falta mucho amor, créanme. Ayer cumplí años, y nadie se acordó. Sólo los compañeros. No me cayó nunca bien Chávez porque no hacía las cosas de frente. Stalin sí era transparente: iba matando al que lo miraba feo, no le daba miedo asumir que era dictador, decía lo que pensaba y lo decía pocas veces, porque era muy prudente. En cambio Chávez era dicharachero y habla mierda, metía la pata por imprudente, no guardaba la compostura y mandaba a matar por el ladito, disimulando, haciéndose el pendejo. Así no son las cosas. Seré mamerto, pero no veletas. No me gusta la hipocresía. Aunque me toca guardarme algunas cosas. Por ejemplo ahora, que me estoy aguantando el regaño. El comandante Macario me estaba dictando una carta al comandante Fariña, en la que le expresaba su “más sentida condolencia” por la pérdida (¿?) de Chávez, y se embejucó por lo que dije, sí, porque le dije “Chávez” al marrano ése. Se le multiplicó la bronca que traía. Me insultó, me trató de estúpido, de “boñiga pequeñoburguesa” (el apodo me llamó la atención, para qué, el comandante Macario tiene ingenio), y me dijo que fuera a lamerle el trasero a los gringos. Total me fui como azorando, empecé a sudar y sólo atiné a excusarme. Me puse otra vez tartamudo, mientras él puñeteaba la mesa y me gritaba que era el más idiota de los idiotas. Yo estaba pensando que la había sacado barata, que algo bueno tenía ser el más destacado en algo, aunque fuera como Rey de los Idiotas, pero ahí me perdí…sentí como un chaparrón de agua helada y me caí…

EL MAMERTO, XI

XI Amanecí con un dolor rarísimo, que me empezaba en el cachete izquierdo y seguía en la nuca, y de ahí saltaba hasta el muslo derecho. El compa Efigenio estaba preparándome un remedio. El mejunje olía bastante mal, pero yo como que no podía moverme y me resigné a recibirlo. El comandante Macario y la compañera R estaban muy preocupados. Me miraban, me tocaban la cabeza, me hablaban. El comandante, al ver que abrí los ojos y los saludé hasta con cariño, porque olvido fácil las ofensas (en realidad me olvido de todo, por eso nunca fui bueno en los estudios), me pidió disculpas (el nunca pide perdón, porque dice que es una palabra religiosa) y me dijo que me iba a llevar el siguiente mes a Cuba. Que me lo merecía. Para sorpresa mía, Efigenio no me dio a comer el mejunje que había preparado. Me lo echó en la cara. Primero sentí alivio, y gratitud hacia el compadre. Pero luego sentí envidia. ¿Qué se está creyendo?, ¿por qué no se comporta como un comunista? Sentí envidia porque el maldito era un campesino analfabeto y jodido, que aguantaba hambre, y gracias a mí llegó al partido, y ahora estaba demostrando que era mucho más capaz que yo, que sólo le faltaba una buena educación. Me da rabia ver mi propia incapacidad. Soy un perdedor. Sí, fui licenciado en Biología, dicté clases, hasta fui rector de un colegio. Pero no he hecho nada en la vida. No me conoce nadie. No me quiere nadie, ni siquiera mis hijos. ¡Malagradecidos! Y después de retirarme comprobé que ni mis estudiantes me querían, porque decían que era un viejo amargado. Mis colegas menos, y eso que como rector siempre fui intachable. Bueno, es un decir. Me abrieron dos disciplinarios por uso indebido de fondos, y al final me echaron porque dejé preñada a la profe de Literatura y luego la hice abortar. La vieja me cargó bronca y me demandó. Pero eso ya está en el pasado. Ahora sí estoy haciendo historia. Al menos haciendo esta historia del partido. Me cae mal Efigenio. ¿Ahora se cree doctor, el malnacido? Me dice que me tome dos ibuprofenos cada doce horas. Sí, seguro quiere hacerse médico. Ahí sí sería igualito al Guevara ése, al que tanto admira. Yo sí me quedo con Stalin. Disciplina, obediencia, organización. Eso es lo que le falta a Dulcelandia. Me falta a mí, fíjense. No voy ni por la página 20. Es que me distraigo mucho, y este Trotski como que divaga.

EL MAMERTO, XII

XII Pero más que la demanda, lo que me duele es que los profesores que tuve a mi cargo no me recuerden con cariño. Los he intentado visitar, después de jubilarme, y algunos ni me han abierto la puerta. ¿Por qué no me perdonan? Es cierto que les pagaba tarde, y que era feliz gritándolos, y que me sentía el mandamás en ese pueblo. ¿Pero qué querían? Yo era casi una autoridad en el pueblo. Después del alcalde y el inspector del policía, yo era el más importante. Pero como me faltaban porte y elegancia, y tenía fama de regañón, no era el favorito de las muchachas. Para nada. Se iban corriendo cuando me acercaba a ellas. Hasta me miraban mal. Yo me sentía triste, porque creía que no me querían por ser medio calvo, o por ser barrigón. Una vez la profesora de Literatura, a la que hice abortar, me dijo que a las estudiantes no les caía bien porque gritaba mucho. Eso me consoló un poquito. No era por mi calvicie, ni por mi gordura. Dique por gritón. Es que eran muy diferentes las muchachas de ese pueblo. En mi tierra, y en mis tiempos de juventud, sí le paraban a uno bolas si uno gritaba. También creo que me tildaban de viejo verde porque no tenía la plata del alcalde. Como él si tenía dinero, así fuera sesentón, no era un viejo verde sino un “amante maduro”. Un “hombre interesante”. Maldito. ¡Que se mueran los alcaldes! Un día de estos tendré dinero, mucho más que ellos. Seré Secretario General y saludaré marcialmente, y me daré banquetes como los que se daba Stalin, y me desquitaré de todos los que me humillaron. Aquí estoy, leyendo un mamotreto incomprensible, curándome del golpazo que me dio el comandante Macario, mientras él pasea por La Habana. Qué doloroso, qué triste es a veces ser un simple mamerto. Ya ni Efigenio me atiende, porque está escuchando la radio mientras trabaja y suda, y sueña con quién sabe qué cosas. A mí me da rabia. ¿Dónde está, dónde está la compañera R? Siempre estoy solo. Miro mi infancia y estoy solo. Miro mi juventud y, pese a estar en fiestas y rodeado de gente, estoy solo. Miro mi adultez y estoy terriblemente solo, especialmente desde que Delia me dejó. Nadie me quiere. Ni siquiera mis hijos me quieren. ¡Alguien tiene que quererme!, ¡al menos el partido!

EL MAMERTO, XIII

XIII Malas noticias de la compañera R. Se le estalló la bomba. Quedaron muertas las tres. ¡Qué tragedia! El chino Barros, que le hace mandados al comandante Macario, fue el que nos contó. Prendimos el televisor. Hasta el dolor se me pasó al ver semejante tragedia. Mejor dicho, cambié de dolores: ya no me molestaba el cuerpo, sino el alma. Definitivamente el alma existe, así se burlen de ella los compañeros. Yo soy medio bestia para esas cosas, por eso prefiero creer que no existe nada de eso, para no complicarme la vida. Pero hoy, preciso hoy, pienso que ojalá existiera el alma. De lo contrario, la compañera R habrá acabado para siempre. Los periodistas exageraron, como siempre. En realidad no hubo graves daños materiales. Sólo se rompió la ventana donde estaban ellas. Ni siquiera había mucha sangre. Lo que mostraron fue poquito. Ahí estaba la compañera Rusia, con su cabeza rucia, como desnucada contra la pared. La parte izquierda de la cara la tenía medio quemada. Una de las muchachas estaba llena de esquirlas, con un ojo apachurrado. La otra fue la que llevó peor del bulto. Se veía feo el cadáver. Pero sólo lo mostraron en el noticiero del mediodía. Ya en los de la noche no lo volvieron a mostrar. Estaban en la casa que el comandante Macario le había conseguido a la compañera R para que entrenara a las dos nuevas reclutas. Sí, a ella le iba mejor reclutando. Es que con mi barba, mi forma de hablar y mi presencia los jóvenes como que se espantan. Eran dos estudiantes de pedagogía. Una era hasta inteligente, me hablaba del Capital muchas veces. La otra sí era bien tarada, y al inicio creía que su compañerita era una burguesa y que le gustaba el capitalismo, hasta que ella misma le explicó que era un libro de Marx. Entonces dijo sí conocía a Marx. A Groucho. Que era un gran comediante. Que le daba mucha risa, así fueran en blanco y negro sus películas. Hasta le pidió que le prestara el libro, porque se lo imaginaba comiquísimo. Mucha imbécil. Aunque ahora que lo pienso, ojalá los libros que nos obligan a leer a los mamertos tuvieran algo de gracia. Que no fueran estas cosas largas, pesadas, insoportables. Que no fueran tan aburridos. Malas noticias de la compañera R. Pobrecita. ¡Y nunca me la pude llevar a la cama! ¿Así seré de feo?

EL MAMERTO, XIV

XIV El comandante Macario estuvo raro esos días. El compa Efigenio me explicó que lo había “afectado profundamente la partida de la compañera R”. Tan estirado, el Efigenio. Ahora le da por hablar como burgués. Definitivamente hay que fusilarlo. Yo veía al comandante enojadísimo, peor que antes. Llamaba al comandante Fariña y lo insultaba, le decía que qué carajos de explosivos le habían dado a la compañera R, que cuál era la seguridad con la que contaban los miembros del partido, que desde cuándo se estallaban las bombas caseras antes de ser usadas. El comandante Fariña como que se abstenía de contestarle, porque el comandante Macario le gritaba que dijera algo, que no fuera como todos los guerrilleros, que fuera frentero y le dijera la verdad. El otro como que le colgó, porque el comandante Macario desbarató el teléfono. Efigenio y yo fuimos los perjudicados. El comandante se desquitó con nosotros. A mí me dio una patada que me dejó tendido. A Efigenio lo molió a puñetazos. Creo que desde ahí le empezó a tener bronca el compadre Efigenio. Luego empezó a decir una perorata, a pleno pulmón. Al ratico fue tomando un aire como de superioridad, fue sacando pecho, dejó de ir de un lado para otro y empezó a reírse a carcajadas. Me gritó que me levantara, que cogiera la máquina de escribir y escribiera su discurso. A mí me dolía mucho el estómago, pero le obedecí ligerito. Si no, me remata ahí en el piso. Esto fue lo que me dictó: Señores Ejército de la Revolución Proletaria: Con indignación veo que son unos jodidos con el partido. Unos desconsiderados. A ustedes no les interesan sus células urbanas, sino tener el monopolio del tráfico de estupefacientes. A ustedes no les importa el campesinado, sino sólo para usarlo y maniobrar con él. A ustedes les da igual el proletariado, porque ustedes mismos son archimillonarios. Se han lucrado con los secuestros, con el tráfico de cocaína y heroína, con las coimas que negocian hasta con funcionarios del Estado. Ha muerto una camarada del partido por culpa de ustedes. No podrán alegar que fue negligencia de ella, porque ella era experta en la fabricación de dichos artefactos caseros. Artefactos que nosotros usábamos en muchas de las protestas que ustedes mismos organizaban, y que nosotros, como idiotas útiles, hasta el día de hoy apoyamos. ¡Me hastié de ser mirado por encima del hombro por ustedes!, ¡Me cansé de andarles rogándoles para que me aprovisionen con armamento y munición de calidad! Ustedes se creen más que el partido, porque manejan millones de dólares. Pero el partido también puede ser millonario. Ya me harté de sus secuestros, de sus atentados, de sus masacres. Estoy cansado de que ustedes hagan terrorismo. ¡Ahora me toca a mí hacer terrorismo! No voy a ser más el segundón de ustedes. Si se ha de morir gente del partido, que sea porque yo la estoy liderando en el campo de batalla. Ahora serán nuestros secuestros, nuestros atentados, nuestras masacres. Tendremos publicidad. A partir de hoy, me proclamo Jefe Único del nuevo Movimiento Independiente Emancipador y Revolucionario de América, me desligo de ustedes y proclamo mi total independencia ideológica. Atentamente, Comandante Makarenko A mí me causó gracia el nombre que se había inventado el comandante Macario para el partido, porque sus siglas formaban la palabra MIERDA. Me empecé a reír pacito, porque el comandante acababa de proclamarse jefe único de la mismísima mierda.

EL MAMERTO, XV

XV Pero lo que me salvó de un nuevo golpe fue que el compadre empezara a insultar al comandante. Le dijo que era un tal por cual maoísta, un prochino de mierda (me volví a reír cuando escuché esto, a propósito del Movimiento Independiente Emancipador y Revolucionario de América recién fundado), un torcido, un abusador y un palurdo. Y justo cuando el comandante Macario se estaba poniendo rojo de la ira, y ya le estaba levantando la mano, el Efigenio se envalentonó y le quebró una silla en la cabeza. Sí, la sillita que yo usaba para sentarme a mirar por la ventana, todas las tardes. Era parte de mi labor. Cuando vi que ya no tenía el tino de antes, el buen ojo, y que no podía bajarme ni un policía, yo mismo renuncié a esa función y me dediqué a ser campana. Sí, mirar a la calle, captar si había movimientos sospechosos, avisar si había moros en la costa. Hasta ahí llegó mi sillita. Quedó convertida en leña para el fogón. No les niego que me pareció atrevido el compadre Efigenio, pero tampoco les niego que me gustó lo que hizo. Ya el comandante se había pasado de la raya. Yo me quedé sentado, petrificado en mi puesto, esperando a ver qué pasaba. Efigenio me dijo que él se iba, que él si tenía bien claro lo suyo, que iba a ser médico y que iba a fundar un movimiento guevarista. Cuando el comandante Macario estaba apenas volviendo en si, el compadre Efigenio ya había hecho maletas. Ahí tenía sus obritas del tal Che Guevara, que nunca me cayó bien (a ningún estalinista de verdad le cae bien), su ruana y sus dos camisas bien planchaditas, tal como se las había dejado la compañera R. Me preguntó que si me iba con él o me quedaba con mi comandante. Le contesté que me iba con él si me nombraba Secretario General, porque con el comandante Macario no había obtenido ningún ascenso. El compa Efigenio sólo atinó a mirarme como con desprecio, pero al mismo tiempo con cariño. No sé, fue una mirada compasiva, o algo así. El comandante Macario alcanzó a decirle que no se fuera, que la división debilitaba al partido, pero el compa se marchó resuelto. ¡Tremendo portazo!

EL MAMERTO, XVI

XVI Ya llevaba siete días sin escribir. Ahora retomo el diario. Sí, preferí dejarlo en Diario, porque para Historia este cuento no da la talla. Además, como me da tanta pereza leer, y no hay tiempo para escribir, y como el mamotreto ese de Trotski se me hace definitivamente muy enredado, pues ahí preferí mandar todo al carajo. Sí, me quedé sin Trotski y sin historia, pero dueño de mis asuntos. La investigación de la muerte de la compañera R nos puso en aprietos. La policía rastreó todo, y dieron con la identidad del comandante Macario. Nos aventó el chino Barros, el mensajero. Ahora el gobierno le anda pagando a los delatores. Como quien dice, a los sapos les va mejor que a los mamertos. Ya me imagino al muchacho ése, feliz de la pelota, por allá en algún país desarrollado, gozando su recompensa, burlándose de nosotros. Nos tocó arrancar para acá. Sí, para la finca. No se me ocurrió nada mejor. Finalmente acá no hay casi fuerza pública. Y tenemos con qué comer: plátano, aguacate, yuca, papa, guayaba, papaya…La platica de la pensión se está yendo rápido, pero qué puedo hacer. El comandante me dijo que no era prudente, por el momento, secuestrar a nadie. Por fortuna vivo solo. Si no estuviera solo desde hace un mes, ya estaríamos de limosna. Sí, se fue el mayordomo, con toda su familia. ¡Malagradecidos! Sí, nadie me quiere. Ni siquiera mis hijos, a los que crié esperando que me fueran a cuidar en la vejez. Sí, es cierto el refrán. Uno cría cuervos y le sacan los ojos. El comandante Macario está muy agradecido. Dice que la clandestinidad a veces es mejor, que sentirse buscado le da más motivación, más ganas de “entregarse a la lucha armada”. Que se siente como Ho Chi Minh. Otras veces le entra el miedo, porque sabe que sólo somos dos, y que nos acribillarían. En esas ocasiones dice que se siente como Lenin. Yo le contesto que sí, que él es como Lenin, un político. Y que debe ser como Lenin. Prudente. Que debe esperar para dar el zarpazo. Obvio. No voy a ser tan tarado como para alentarlo a la lucha armada. Ya no estamos para ésas. Yo he perdido mucha fuerza en los brazos. Hasta me costó matar a la muchachita esa, la que me gritaba que no la fuera a violar, que respetara que era virgen, que tuviera compasión. Gritaba y lloraba mucho, y yo sólo le estaba pasando las manos. Con cariño paternal. Pero ella gritó tanto que puso alerta al vecino, y antes que nos cayera la policía me tocó ahorcarla. Fue difícil, como les dije. La condenada se revolvía como animal salvaje. Me llegó a gritar que tuviera piedad por el amor de Dios. Ahí fue cuando el comandante Macario le pegó el tiro, porque él no soporta que le mencionen a Dios. Ya muerta no tuve deseos de tocarla. Con todo y que la empelotamos, para quemar la ropa y descuartizarla. Así es más difícil que la encuentren. Sí, así nos enseñó el comandante Eliodoro, al que mataron por allá en Valledupar. Uno deja una mano en un sitio, una pierna en otro, y así. No hay pruebas en caso de que a uno lo capturen. Y la familia del secuestrado siempre tiene la ilusión de volverlo a ver, por lo que paga dos y hasta tres veces el rescate. Es negocio redondo. Eso sí, la cabeza y el tronco hay que dejarlos bien enterrados, bien profundo, porque el olor atrae mucho a todo tipo de alimañas.

EL MAMERTO, XVII

XVII El comandante Macario accedió por fin a nombrarme Secretario General. Estoy dichoso por eso. ¡Al fin, por fin logré ser Secretario General del partido! Lástima que nomás seamos nosotros dos en la colectividad. Pero él me dice que no es problema, que me acuerde de los tiempos de unos tales Martov y Plejanov, cuando, según él, “éramos muy pocos”. Y remata, confiadamente: “Llegará el día en que seremos millones”. Yo le hago caso, para no desilusionarlo, pero me entrego a la duda porque en verdad el hecho que seamos dos me motiva poco. Así ni siquiera se puede hacer la toma de una vereda. Mucho menos un golpe de Estado, que es lo que planea mi comandante. A mí me devoran las dudas pero yo no digo nada, solamente muevo la cabeza y le digo que sí. Al fin y al cabo soy un Don Nadie. Soy un mamerto. Lo que sí me tiene a la expectativa es la posibilidad de ir a Cuba. ¡Una morenita de esas, que parecen modelos!...ya llevo muchos años en sequía absoluta, en los que nada de nada. No me dan ni un beso. Yo me cepillo bien los dientes, y uso enjuague bucal, pero algo debo tener que asusto a las muchachas. ¡Pero van a ver! Ahora que soy Secretario General, sólo bastará con que me presenten para que las cubanas se derritan por mí. El poder es el mejor afrodisiaco. Por eso necesito que el partido sea poderoso. Porque a este paso, con sólo dos miembros, no me voltea a mirar ni un gato.

EL MAMERTO, XIX

XIX ¡Ya tengo el pasaporte! Pronto estaremos llegando a La Habana. El comandante Macario está preparándose para recibir su curso de “táctica militar revolucionaria”. Yo estoy haciendo mucho ejercicio. No para el entrenamiento, sino para lucirme en la playa. Así me levanto una buena morochita. Ahora sólo falta que a mi comandante le hagan todos los arreglos, para hacerlo inidentificable. Hoy vino una peluquera, que lo dejó distintísimo. Por la noche vendrá un tipo que trabaja en una notaría, con todos los documentos que necesita. Ya no será más Macario Rosado, sino Marcelo Rojas. El doctor Rojas. Sí, el comandante Macario se va a hacer pasar por el licenciado. Un tipo astuto y borrachín que era íntimo del ingeniero Lamberto y de unos locos de Medio Oriente, al que conocimos una vez en Dulcelandia. Él dirigía una célula del partido allá. Ya murió, y sin tener “la satisfacción de ver consolidado el triunfo”, como le gustaba decir, pero en todo caso nos va a ser útil. Ya ve, hay gente que sigue siendo útil hasta después de muerta. La viuda nos facilitó los papeles, y el notario hizo lo suyo. Ahora Macario Rosado es Marcelo Rojas, abogado y amigo de Lamberto y los del turbante.

Acabo de terminar una biografía de Stalin. Admiro mucho a ese hombre. Una biografía de bolsillo, claro. Si un libro es largo no hago ni el esfuerzo de empezarlo. Sé que nunca los termino. Por eso me encantan los panfletos, los libros de bolsillo y los artículos del periódico. Así es como nos instruimos los que no somos intelectuales. ¡Malditos intelectuales, tan creídos, con toda su sapiencia! No va a quedar ni uno, el día que triunfemos. ¡No vamos a dejar ni uno!

EL MAMERTO, XVIII

XVIII Nos quedamos también sin el apartamento. Igual que con la casa donde murió la compañera R. Lo allanaron, lo requisaron (buscando la guaca, je, je, pero les hicimos pistola, porque antes de irnos nos trajimos todo para acá), nos lo quitaron. En las noticias salió un periodista diciendo dizque éramos un grupo peligroso, que éramos muchos, que íbamos a desestabilizar al gobierno. Parecía que hubiera escuchado al mismo comandante Macario, estaba repitiendo su propia retahíla. La verdad es que no teníamos ni para hacer una campaña de tres días. Pero el periodista ése parecía haber leído los discursos más optimistas de mi comandante. También salió en televisión una vecina diciendo que siempre había desconfiado de nosotros, sobretodo de “un tipo flaco, bigote de brocha, de pelo medio largo”: ¡del compadre Efigenio! Y que “nunca había querido saber” de nosotros. Que le parecíamos “unos montañeros, maleducados y guaches”. Ahora entiendo porqué volteaba la jeta cada vez que yo la saludaba en el ascensor. Pero al menos soy Secretario General. Eso nadie me lo quita. El vecino vendió la finca. Sí, parece que se fue del país. Ahora andan ahí unos tipos raros, que hacen unas fiestas tan tremendas que no podemos pegar el ojo. Traen grupos vallenatos, se bañan borrachos en la piscina. A mí se me hace agua la boca viendo esas nenas con las que andan. ¡Qué mujeres tan bellas, y tan busconas, con esas tetas al aire y esas tanguitas! Me gusta verlas con los binoculares. Son de todos los colores, de todas las razas. Mi favorita es una negrita, una actriz que sale a veces en una revista que me prohibió comprar el comandante Macario, dizque por “decadente y burguesa”. Lo que sí veo ahora imposible es quedarme con esa finca, porque esos tipos andan siempre bien cuidados. Sí, por unos gorilas con pistolas automáticas y subametralladoras. Y son muchos esos guardaespaldas. Así que ni modos. Por lo menos mientras llega la dictadura del proletariado.

EL MAMERTO, XX

XX Acabo de ver un documental sobre la Unión Soviética que me ha dejado un mal sabor de boca. Esos historiadores gringos no hacen sino inventar cosas. Todo lo distorsionan. Que dizque el camarada Lenin hizo fusilar a varios de sus opositores, así como a la familia del Zar. Que dizque los bolcheviques eliminaron a mencheviques y blancos. Que dizque el camarada Stalin barrió con ucranianos y chechenos; que mandó matar a Kirov, a Kamenev, a Zinoviev, a Bukharin, hasta a Trotski; que provocó deliberadamente una hambruna que mató a millones de rusos; que durante la Segunda Guerra usó soldados como carne de cañón; que condenó a una muerte segura en Siberia a sus detractores; que se hizo el de la vista gorda con los atropellos cometidos por los nazis contra los judíos en Polonia. Que dizque el camarada Brezhnev sacó del camino al camarada Kruschev y era más creído y corrupto que Stalin. Que dizque el camarada Andropov aniquiló la Primavera de Praga. ¡Mentiras, puras mentiras! Los panfletos que me da el doctor Rojas, es decir, mi comandante Macario, dicen todo lo contrario. Yo le creo más a los panfletos que a los libros. Son más cortos, más fáciles de leer. No hace falta preparación académica para entenderlos. ¡Malditos historiadores gringos! El día que aprendan a ser como los coreanos, que cantan la grandeza de sus dictadores, se ganarán mi cariño. Sí, claro. Como los buenos historiadores de Corea del Norte, que sí obedecen. A los malos los encarcelan, los internan en hospitales psiquiátricos, o simplemente los desaparecen. Me parece bien. Claro que también se me hace como un nudo en la garganta. ¿Me pasará lo mismo a mí, por haber hablado mal de Chávez?

EL MAMERTO, XXI

XXI Ayer llegamos a La Habana. Me sentí muy importante, muy reconocido. Nos llevaron a un salón lujoso, como me gusta. Eso sí es vida. Bailamos y comimos toda la noche. Vi de lejos a Raúl Castro. Me sentí como en televisión, entre gente importante. A todos les dije con orgullo que era Secretario General. Como me daba algo de vergüenza decir que era Secretario General del MIERDA, preferí decir que nuestro movimiento se llamaba MEA, Movimiento Emancipador Americano. Traté de quedar en todas las fotos que pude, aunque el comandante Castro como que se estaba fastidiando. Parece que no le gustamos mucho. Debe ser porque ya no tenemos el apoyo de las guerrillas, porque vamos por nuestro lado desde lo de la compañera R. Pero no importa. Cuando uno es mamerto pierde el pudor. Lo que digan de uno, a uno no le importa. Cuando fui a pedirles más helado a las chicas de la cocina, me encontré con el comandante Macario muy amacizado con una de ellas. Luego se fueron a un cuarto, y yo los seguí, entre curioso y necesitado, a ver si me tocaba una pruebita al menos. Como cuando los perros se acercan a la mesa. Esperando que dejaran algo. Empezaron a hacer unas cosas que para qué les cuento. Me dio mucha envidia. Pero nada. Me volví al salón. Había mucha gente. De Argentina, de Nicaragua, de Bolivia. Yo estaba vestido con mi mejor pinta. Quería parecerme a Stalin, o al menos al mariscal Tito, por lo que me gasté un montón de plata mandándome a hacer un traje antes de viajar. Pero ni así. El único que me puso atención fue un tipo medio raro.

EL MAMERTO, XXIII

XXIII Volvemos al país. El MIERDA obtuvo ocho mil dólares y armamento suficiente. Las armas no las iban a hacer llegar por la frontera. Sí, esos negocios los atendía antes el chino Barros, el soplón. Traidor. Bonito debe estar viviendo. Hoy he sentido unos dolores en el pecho. Puede que sea por el miedo a montar en avión. Sí, lo reconozco, me da mucho miedo. Por eso casi nunca viajo. ¿Será que sufro de angina? Puede que sí, puede que no. El cuerpo miente. Puede que sea mentira. Otra mentira más. Como cuando le decía a Delia que no tenía nada con la Lore, o con Pilarica, o con la profe de Literatura, que eso eran puras habladurías. O como cuando digo que "amo mi finquita". Puras mentiras. Estoy aburrido de ese potrero inmundo, de ese peladero ingrato, de esa casa tan chambona que se está cayendo. Lo que pasa es que los mamertos mentimos tanto que también nos mentimos a nosotros mismos. Estos dolores deben ser porque la tensión me ha subido. Debe ser por tanto agite. Como si uno ya no estuviera para esos trotes. Y eso que estuve tranquilito, sin hacer mayor esfuerzo físico. Con la prostituta me fue bastante mal, porque resultó ser un travesti. Yo estaba todo emocionado, qué morena, qué talle, qué cuerpo. Esos labios carnosos, insaciables. Pero luego vino lo feo. La señorita se fue también calentando. Y le creció el bulto debajo de la falda. ¡Tremenda palanca! A mí me dio miedo y empecé a gritar. Pero a uno a esta edad no le creen ni los gritos. El tipo asumió que yo estaba excitado con el asunto. Me puso boca abajo y me empaló. Así nomás, sin anestesia. Yo empecé a llorar de la rabia, pero terminé llorando también de gratitud, porque llevaba muchos años sin tener sexo. El sexo que fuera. El se puso tierno y me clavó una vez más, gratuitamente. Yo seguía llorando, entre humillado y agradecido. Es que, a falta de pan, buenas son tortas. Lo duro fue cuando entró al cuarto del hotel mi comandante Macario, y nos pilló. El comandante tiene casi veinte años menos. Él no entiende estas cosas. La gente más joven que uno es como que más drástica, menos flexible. Me miró como si yo fuera un esperpento. El travesti se quedó quietico, como se queda un niño sorprendido por la mamá cuando le está metiendo el dedo a un pastel. Yo, lloroso y moqueando, feliz y al mismo tiempo triste, satisfecho y adolorido, sólo atiné a gritar: "¡Que viva el partido comunista, carajo!".

EL MAMERTO, XXII

XXII No puedo creerlo. Definitivamente no le caigo bien a nadie. ¿Será estar solo y sin amigos el destino de un mamerto? No me han puesto atención las meseras, por más que les sonrío y les hago ojitos; una de ellas se puso brava porque le ofrecí unos euros; otra sí me los aceptó, pero se fue sin darme nada. Ni siquiera me dio las gracias, sólo me miró con asco. Tan cínica. Tampoco me han hecho caso las estudiantes. Por más que poso de intelectual. Debe ser que saben distinguir entre los intelectuales de verdad y los que posan de intelectuales. ¡Malditos intelectuales! Una hasta soltó una carcajada cuando le mostré el Diario Oficial del partido. Tampoco las revolucionarias, las camaradas. Cuando las invito a un trago miran a un lado y salen corriendo. ¿Por qué no les intereso? Llevamos casi dos meses, y nada de nada. Así es que decidí buscarme una compañera menos exigente. El comandante Macario me lo había prohibido expresamente, me había dicho que la prostitución era ilegal y que degradaba la moral. Que se perjudicaba la disciplina de partido, que no sería correcto, “máxime cuando el gobierno cubano va a ayudarnos con armas y pertrechos”. Pero la verdad hace rato que el comandante Macario perdió su autoridad conmigo. Todos estos días lo he visto con la una y con la otra. Sí, hasta con una familiar del comandante Fidel. ¿Es que acaso se cree el único con derecho a desfogarse? Un catedrático que tuvimos que silenciar decía que eso era típico de los jefes comunistas: ser más jerárquicos y dominantes que las propias élites burguesas. Que les gustaba mandar, imponerse, “rendir culto a su personalidad”. Cuando lo escuché por primera vez sentí mucho odio. Cuando lo mandamos a chupar gladiolo a mí me pareció que callábamos a un capitalista peligroso. Ahora me pregunto si no habrá sido un error. El tipo estaba más o menos en lo cierto, ¿no? Definitivamente, y después de lo que he visto acá en Cuba, no quiero ser 100% comunista. Sólo ser mamerto. Acá sólo hay comida para los dirigentes del partido. En abundancia. El resto de gente tiene que mendigar hasta jabón. Los botones del hotel me piden lapiceros y cuadernos para los hijos. Uno de ellos hasta me regaló una artesanía, agradecidísimo, porque le di el plato de mi comandante. Es que él estaba haciendo de las suyas con una señora del aseo, y el plato ya se le había enfriado y nada que llegaba, y a mí siempre me ha dado pesar desperdiciar la comida.

EL MAMERTO, XXIV

XXIV El comandante Macario no me ha hablado mucho desde esa noche. Está leyendo un libro sobre economía marxista, o algo así. Yo intuyo que ha pensado en expulsarme del partido, es decir, del Movimiento. Pero que no se ha atrevido por imposibilidad logística: si me echa se queda solo. Seguimos siendo solamente dos. Además me necesita por la finca, para esconderse de la policía. Porque por más que se haga pasar por el tal doctor Rojas que le crearon de fachada tiene una cara que lo delata: sus ojos de fuego lo queman a uno, chispean de ira. Tiene las cejas enarcadas, como si estuviera siempre enojado. Y aprieta los dientes como un perro. Debe ser por eso que los tiene tan partidos. Nomás con verlo bien, así ande con barba y pelo corto, y ademanes de viejito pelotudo, se reconoce enseguida.

EL MAMERTO, XXV

XXV En Ciudad del Istmo reclamamos el dinero. Nada mal. Nos cumplieron los cubanos. Lo primero que hicimos fue buscarnos ropa nueva. Yo me afeité la barba, para despistar a las autoridades. Máxime cuando ya andaba circulando un retrato hablado de nosotros. Ese chino Barros nos la puso difícil. Desgraciado. Luego arrendamos una casa grande en Villa Mafia. La dueña tenía medio descuidada la propiedad, pero pronto la convertimos en un Cuartel General bastante bueno. Reclutar gente se nos dio más fácil, porque por la plata baila el perro. En menos de dos semanas ya teníamos unos veinte muchachos, bastante diestros. Muchos ya tenían experiencia en el manejo de armas, porque habían trabajado con traquetos de la zona. Uno inclusive había sido paramilitar. Al comandante Macario le dio curiosidad. El jovencito nos dijo que se había cambiado de bando porque nosotros pagábamos más. Lo siguiente fue conseguirnos un enlace en la Universidad. Apareció una jovencita menuda, huesudita, de pelo castaño y ojos verdes. Nos dijo que su papá había sido del M-19, y que lo habían matado cuando estaba siendo campaña a concejal en yo no sé dónde. Que por eso nos ayudaba. El comandante y yo vimos en ella un diamante en bruto. Una verdadera joya.

EL MAMERTO, XXVI

XXVI Antes de ir a la finca me pude tomar un cafecito en el pueblo. Casi me voy de espaldas cuando en las judiciales leí que habían dado de baja al compadre Efigenio. Ahí estaban las fotos: en la de arriba salía hasta buenmozo el pobre. Se parecía a su ídolo, al Che Guevara, sólo que medio mueco y con un bigote ceniciento. Con boina y todo. En la de abajo salía acribillado, con la cara hasta deforme y los ojos aún abiertos, como suplicando algo. Por lo que se decía en el periódico, llevaba un tiempo haciendo escaramuzas por los lados del Guaviare. Había hecho una emboscada fiera, con unos pocos milicianos, y había despachado como a 17 soldados. Los sobrevivientes habían relatado que les había dado una arenga antes de soltarlos, invitándolos a “sumarse a la causa revolucionaria”. Obviamente ninguno le hizo caso. Entonces se puso bravísimo, y mató a un teniente que había entre ellos. A los demás les dijo que si los volvía a ver no los iba a tratar con tanta holgura. Dizque se fueron de ahí despavoridos, a tal punto que uno se mató. Sí, como que se desculó por un abismo. También se decía que era conocido como “alias Murciélago”, porque atacaba de noche. Yo creo que era también porque le faltaba la dentadura. En serio. Cuando se reía, el compadre Efigenio parecía un chimbilá. Que le dio caza el Batallón no sé qué. Que le bombardearon el campamento de lo lindo, durante más de media hora. Ahí habían muerto todos menos él. Todos, hasta una tal Sonia, que era como su compañera sentimental, según decía la crónica. A él lo habían atrapado cerca de una quebrada, cansado y cojeando. Que dizque había tenido la cachaza de decirles que no lo fueran a matar, que él les iba a pagar muy bien si lo dejaban libre, porque iba a recibir dineros de una ONG de Holanda. Como que no le creyeron, porque lo dejaron cual colador.

EL MAMERTO, XXVII

XXVII Estos días en la finca me han llenado de nostalgia. Me acuerdo del compa Efigenio, con su machete al cinto, recogiendo café. Sudoroso, con la frente quemada por el sol, con esas manos grandes y hechas para el trabajo. Pobrecito. Siento un poco de culpa, porque yo fui el que lo metió en eso. Alguien podría decir que yo fui el causante de su muerte, porque lo involucré en el partido y se lo puse en bandeja al comandante Macario, que le lavó el cerebro, y a la compañera R, que parece que lo consentía mejor que la finada Rosaura, la mamá de sus niños. Pero también se podría afirmar que los que lo mataron fueron ellos, porque lo adoctrinaron mucho. Antes de irse recitaba como loro todos los panfletos del partido, y se había leído más libros que yo en casi cuarenta años. También puede ser que el compa Efigenio se haya labrado su destino solo, por ambicioso. Nadie le dijo que creara su guerrilla. Nadie le dijo que leyera las huevonadas del Che Guevara. Nadie le dijo que se fuera. Él se quiso ir. Debió haber hecho las paces con mi comandante. Hasta hubiera podido recibirse de médico, como quería. Y no le faltaba inteligencia. Pero el Efigenio era muy terco, y tenía ya el cerebro frito con lo del “Hombre Nuevo”, con eso de “la necesidad de erradicar el monocultivo” y me tenía seco con lo de “la estructura colonial de América Latina”. Definitivamente, cada cual se labra su destino.

EL MAMERTO, XXVIII

XXVIII Llegando a la frontera se me volvió a subir la presión, y me dio un dolor raro en el pecho. Sí, rarísimo. Distinto a los demás: como entre dolor de pecho y dolor de estómago. Me tuve que bajar del bus casi a tientas, y me quedé dentro del hotel todo el resto del día. El comandante Macario estaba enojadísimo. Me gritaba que eso era el colmo, que cómo iba a traicionarlo de esa forma, que cómo se me ocurría enfermarme justo antes de la entrega de las armas. Yo le pedía perdón, le decía que tuviera paciencia, que el dolor era muy fuerte, que nunca me había dado una cosa así. Y agradecía que estuviéramos hablando por teléfono. Si hubiéramos estado frente a frente, les juro que ese animal me mata a golpes.

EL MAMERTO, XXIX

XXIX Preciso. A los venezolanos les entró el nerviosismo, y en vez de entregarme las armas cerca del campamento, como habíamos pactado, se fueron con ellas por los lados de Arauca. Que por seguridad tanto mía como de ellos. ¡Me jodieron la vida! ¿Se dan cuenta? Uno se retrasa unas horitas y ya están armando bochinche. El comandante Macario ensayó conmigo todos los insultos posibles. Algunos fueron bastante ingeniosos. Otros fueron repetidos. Sí, ya los había escuchado antes. Algunos sí me dolieron, porque se metió con mi hombría. No estoy de acuerdo. Lo que pasó en Cuba no fue mi intención. Yo no contaba con que la vieja ésa fuera a ser un travesti, y tampoco contaba con que fuera a ser un travesti tan arrecho. Lo único bueno fue que me dijo que iba a enviar a Clarita. Sí, la monita. La flaquita ésa, tan bonita, tan hacendosa. Que con ella nos iríamos para Arauca, y que por los lados de Bojaba se nos iba a unir “la Chata”, que era dizque una compañera muy experta en esas tierras. Que no iba a mandar ningún hombre porque los policías estaban requisando a todo el mundo por esos lados. Pero que como los policías eran tan tontos, ni les pedían la cédula a las mujeres. Y que respondía con mi vida, si algo les llegaba a pasar a ellas. ¡Qué tal, el muy cabrón! Yo, que llevo toda una vida dedicada a la causa revolucionaria, y que he servido tan abnegadamente al partido, ahora recibo amenazas. Así es como a uno le agradecen. Ya me estoy cansando de ser tan buen mamerto. Un día de estos me voy a rebelar. ¡Me voy a rebelar, y ya verán!

EL MAMERTO, XXX

XXX Clarita llegó a los dos días. Es muy linda esa muchachita. Servicial, educada, con ese habladito de las rolitas. Cuadramos unas cosas en Cúcuta, con un enlace del gobierno venezolano, que nos dio mapas y un morral con dólares, pesos colombianos y bolívares. También nos encimó dos pistolas, pero nos recomendó que no las usáramos sino en caso de extrema urgencia. Luego nos fuimos al aeropuerto. El comandante Macario nos había conseguido una avioneta, en la que viajaríamos hasta Tame. Clarita a veces se sentía triste. Yo le trataba de dialogar, buscaba darle ánimos, porque me dolía verla acongojada. Yo me figuro que tendría algún noviecito por ahí. Uno de esos amores incompatibles con la militancia en el partido. Por eso el partido exige tanta disciplina. La gente normal no aguanta.

EL MAMERTO, XXXI

XXXI (1/2) Parece que me estoy encariñando con Clarita. Es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. La deseo. Pero sufro mucho, porque es intocable. El comandante Macario me ha dicho muchas veces que ni se me ocurra desvirgarla, que vale mucho así enterita. A mí me dan ganas, unas ganas terribles, porque me producen mucha zozobra. Sí, se parece mucho a mi hija. A la que tenía por hija, porque no me llama ya ni por Año Nuevo. Con mi hija también me pasaba lo mismo. Me ponía cachondo, sobretodo cuando le llegó el desarrollo, y se puso una mamacita. Les juro que nunca le hice nada, aunque no me faltaron ganas. Fue por ella que volví a entrar a una iglesia. Sí, no hablaba con un cura desde que estaba en bachillerato. Entré y me confesé, le dije que mi hija me ponía muy calenturiento, que tenía unos pechos mejores que los de la mamá, y una cola como de venadita, paradita y cafecita. Sí, que era una trigueña muy buenamoza. El cura fue comprensivo, pero severo al mismo tiempo. Me dijo que era el colmo, que eso no agradaba a Dios. “¡Claro que no le agrada a Dios, padrecito, es a mí al que me agrada mucho”, pensaba yo, mientras él me hablaba de moral, de libre albedrío, de la continencia, de las ventajas de ser casto, del Reino de los Cielos. Fue tan convincente la cháchara que terminé haciéndole caso, así mi Toyita estuviera muy buena. Así es. Cuando veo a Clarita me acuerdo de Toyita, aunque no se parezcan. Mejor dicho, se parecen en su temperamento. Y ahora que ya mi hija no me llama, pues agradezco mucho que esta niña me lave la ropa, me haga de comer, me acompañe. Es que, cuando uno está viejo, la soledad es muy dura. Y es mucho menos llevadera. Yo espío a veces a Clarita, mientras se baña. Me gusta ver su cuerpecito chiquito y elástico, como de lagartija. Nunca he podido verla del todo, porque es tan pudorosa que se baña con calzones. Pero sí me ha dado el gusto de mostrarme los senitos. Deliciosos. Mucho mejores que las pepas arrugadas de la compañera R.

EL MAMERTO, XXXI

XXXI Después de estar unas semanas en Ciudad Dorada nos mandó el comandante Macario a La Salina. Pasamos por El Cutre, por Fuerte Antiguo, por La Esmeralda. Nos veíamos con mucha gente venezolana. Gente muy querida, que nos surtía de todo lo que necesitábamos. En una de esas volví a ver al comandante Fariña, con el que me tomé unas buenas cervezas. Tomé mucho, por tristeza, por calentura y por nostalgia, por mis dolores de pecho y de huevos, por mis tristezas y mis desengaños, hasta que no supe dónde estaba. Me contó Clarita que me bajaron completamente borracho de la avioneta, al llegar a La Salina. Estuvimos varios meses allá. Teníamos platica, y arrendamos una casa pequeña pero limpiecita, bien ordenadita. Lo más chistoso es que la que nos arrendaba era la mamá de un soldado, pero esa señora era como se dice un pan de Dios, muy amable y confiada. Vivía lejos, me parece que en El Timbal, y nunca se apareció, porque le pagamos todo por adelantado. Me tomé ese tiempo como una especie de luna de miel, aunque nunca hicimos nada con Clarita. Todo se limitaba a que Clarita me servía el desayuno y me pedía permiso, cogía la olla con agua caliente de la estufa, se iba para el baño y, después de ponerle tranca a la puerta (seguro el comandante Macario le había metido miedos), se encerraba allí por unos minutos. Yo al me excitaba de sólo oírla, de escuchar cómo orinaba, de imaginarme su cosita. A veces le daba por cantar, mientras yo seguía en la mesa, quemándome por dentro. En esas ocasiones, aprovechando que teníamos hartas servilletas, me hacía la paja escuchándola a ella.

EL MAMERTO, XXXIII

XXXIII El comandante Macario llegó desde Caracas. Nos contó que no había llegado directo a Saravena porque uno de los muchachos había hablado mucho y se había estropeado un poco el plan. Que le tocó hacer la famosa ruta Bogotá-Caracas-Puerto Tristeza, y que ya no servía hacerse pasar por el doctor Rojas. Que el gobierno nos tenía en la mira y que por suerte cuando la policía cayó al Cuartel General lo encontró vacío. Que ya unos muchachos se habían ido al Cóndor y los otros al Tambo Andino, y que se reorganizarían por los montes del Cocuy. Que de ahí nos irían a buscar, ya fuera a Puerto Lujuria o a Las Esteras.

EL MAMERTO, XXXII

XXXII Anduvimos por Agualimpia y Tibaná, por Locumí, por Puerto Tristeza, por El Chigüiro y Las Limas. Reclutábamos gente, repartíamos propaganda, escuchábamos a los pobladores a ver qué información soltaban. Cuando era información fehaciente, que nos confirmaban los compañeros venezolanos, le avisábamos al comandante Fariña y ¡pum! Atacábamos con todo, dejando golpeado al Ejército. Entre heridos y muertos llegamos a provocar casi sesenta bajas en un mes, y yo creo que esa fue la causa por la cual renunció el Ministro de Defensa. Con la Chata nos encontramos en Bohíos. Nos dio mucho armamento, de muy buena calidad. Clarita estaba tan contenta que telefoneó de inmediato al comandante Macario, aunque era muy de madrugada. El comandante nos felicitó y nos mandó decir que la cosa iba viento en popa, que en el Cuartel General ya estaban entrenados cincuenta muchachos, listos para entrar en acción. Pero luego nos dijo que no le ayudáramos tanto al comandante Fariña, que teníamos que dejarle algo a él de esa “gloria revolucionaria”. Con la Chata y Clarita nos establecimos un tiempo en un caserío cerca de Puerto Babilla. El presidente Maduro, el que le había robado las elecciones a Capriles y escuchaba las instrucciones de Chávez dizque escuchando a los pajaritos, nos visitó en dos ocasiones. Nos dio pasaporte venezolano, alimentos, fusiles y hasta uniformes de las fuerzas militares de la República Boliviariana.

EL MAMERTO, XXXIV

XXXIV A la Chata la agarraron en extrañas circunstancias. Le dio por salir a bailar con un tipo extraño, que la tenía embobada dándole cadenitas y aretes. Al comandante Macario no le gustaba. Decía que le parecía un agente infiltrado. La Chata le decía que no fuera tan desconfiado, que era un pastuso lo más de buena gente, y además muy caballero, porque jamás le había pedido nada, y sólo le daba besitos en los bailes. El asunto es que, fuera o no infiltrado el pastuso ése, una noche salió a verse con él y no volvió nunca. Clarita le preguntó por ella a todo el mundo, y nadie supo decirle nada. Como que se la había tragado la selva. Es que la vida del monte es peligrosa, o que lo diga el compadre Efigenio. Yo por eso prefiero ser mamerto. La señora Pilarica, la política española, me felicitó por eso. Me dijo que era mejor salvar el pellejo que pasarse de idealista. Por esos días empecé a notar que andaba a veces medio suelto. Al principio le eché la culpa a la carne tan buena que comíamos, pero luego me di cuenta que era una diarrea constante, a veces medio verdosa, que iba y venía día de por medio. Al mismo tiempo, se me recrudeció el dolor de huevos. Es que Clarita ya me había tomado confianza, y no trancaba el baño. Yo me cercioraba que no anduviera nadie más en casa, me acercaba a la puerta…y ahí despacito, la entreabría suavemente. Qué cuerpecito tan rico el de esa niñita. Me ponía como un diablo por dentro, y empezaba a masturbarme mientras la miraba. Pero como Clarita se bañaba tan rápido, tenía que interrumpir el pajazo. Quedaba iniciado. Y luego, al poco tiempo, el dolorcito aquel. ¡Ojalá llegue el día en que Clarita se me ofrezca! Seríamos pareja, y podría descargar sin problema. Si queda preñada no importa. La hago abortar.