domingo, 28 de julio de 2013
¿Por qué nos aburrimos en la Escuela?
David Alberto Campos Vargas, MD*
Las ideas y la creatividad son la clave para triunfar en el siglo XXI porque nos encontramos en una era en la que el consumo y los servicios son más importantes que la producción industrial lineal y masificada. En este sentido, ya hemos pasado a ser una sociedad neoposmoderna, como me gusta denominarla (1), en la que la información y el cómo se transmite dicha información determinan claramente el éxito vital de individuos y comunidades.
Ya hace rato que la sociedad típica de la Revolución Industrial (que duró hasta la década de 1960 aproximadamente) producción en masa cedió su importancia a la sociedad del consumo, como bien aclaran Vattimo y Lyotard (2,3); ya lo importante no es formar obreros-empleados en la escuela; ya no se trata de dar en la escuela “herramientas útiles” para que el estudiante sea un futuro trabajador asalariado (de fábrica o de empresa), sino de favorecer en el sus potencialidades creativas.
El niño que eduquemos en la creatividad y, en ese orden de ideas, en la producción de ideas nuevas, es el que podrá sobrevivir en los siglos XXI y XXII. La sociedad estará cada vez más deseosa de encontrar novedades para el consumo, y dichas novedades son las que van a ser creadas, inventadas e imaginadas por mentes frescas y aptas para lo creativo. Por eso en la actualidad vale más un Steve Jobs o un Bill Gates que un John Rockefeller o un Henry Ford. Hemos pasado del paradigma del “hombre de empresa” (el burgués industrial) al “inventor”.
Uno de los errores crasos de los sistemas educativos aún vigentes en todo el mundo es el de haber minusvalorado lo artístico y creativo; otro grave error es el de haber disociado emoción de intelecto. Por eso, la educación tradicional siempre ha valorado las matemáticas y las ciencias y ha menospreciado la educación (por no hablar de la creación, menos estimulada aún en los estudiantes) artística. Se le ha rendido culto al “conocimiento objetivo” que pretende ser el conocimiento científico (cosa además imposible, porque ningún conocimiento es ni será 100% objetivo).
Así es que, por desgracia, la parte emocional de los procesos de aprendizaje se ha descuidado muy burdamente en la educación. Y la psiquiatría, la psicología y las neurociencias en general nos han demostrado que los factores motivacionales, volitivos y afectivos son tal vez los principales a la hora de optimizar los procesos de enseñanza-aprendizaje. Los seres humanos aprendemos mejor cuando nos emocionamos, cuando nos involucramos afectivamente (4,5,6). Es decir, aprendemos mejor no cuando aprendemos de memoria, sino cuando aprendemos haciendo (7).
Evidentemente, hay que transformar la escuela de arriba a abajo en el sentido en el que se requiere una transformación total, en todas las instancias educativas. Esto es, desde los lineamientos políticos y jurídicos de los gobiernos (y, respectivamente, de los Ministerios de Educación y Cultura), pasando por las secretarías de educación y las gobernaciones, los dueños de colegios y rectores, los directivos, los docentes, los estudiantes, los padres de familia y la comunidad (que, aunque se suelen hacer los desentendidos, son un engranaje fundamental si se pretende realizar un cambio en el sistema educativo).
Se tiene entonces que realizar una revolución educativa de manera organizada, coherente, estructurada, con una planeación y una filosofía de base. Y dentro de dicha filosofía considero que es fundamental el cambiar el tópico y dejar de producir empleados sin criterio, dependientes y autómatas, para empezar a formar personas creativas, felices, fecundas en lo artístico y lo intelectual, imaginativas y capaces de lidiar con los desafíos de la neoposmodernidad.
Pero, insisto, el cambio debe ser asumido por todos los actores. Por ejemplo, la política educativa de la Constitución Nacional y de la Ley General (Ley 115 de 1994) se fue implementando en el país lentamente y ya se quedó caduca (en tanto que no garantiza 100% la formación de sujetos creativos) antes de lograrse implementar. Los rectores y directivos no fueron lo suficientemente proactivos a la hora de hacer sus Proyectos Educativos Institucionales, y siempre me dio la impresión que muchos sólo lo hacían por “cumplir”. Ahí está el gran problema de los colombianos. Nos hemos acostumbrado a “cumplir” solamente. Así es que en varios colegios los PEI han sido hechos de manera acrítica, o son meras copias de otros. Desgraciadamente se ha actuado más por temor al castigo, a las sanciones que puedan venir del Ministerio de Educación Nacional, que por verdadero ejercicio de reflexión sobre el quehacer pedagógico. Y los estudiantes no han asumido un rol activo. Y los padres de familia delegan en la Academia todo, y no aportan ideas ni esfuerzos en pro de una educación más activa. Tenemos que trabajar mucho si queremos transformar la escuela de arriba a abajo…
La creatividad y el arte se han minusvalorado en el campo de la educación tradicional por varias razones: a) los programas de instrucción pública se hicieron pensando en alfabetizar y en adaptar ciudadanos a los medios de producción industriales, mas no en formar hombres creativos – inventores; b) desde el Romanticismo se le asignó un aura de irracionalidad al arte, y desde esa perspectiva, la educación -que siempre aspiró a la racionalidad científica- se enfocó en lo “racional” (matemáticas, lengua, química, física…) y descuidó lo que supuestamente era “irracional” (danza, música, estética, lúdica, dibujo, creación literaria…); c) el Iluminismo y el Enciclopedismo se centraron en la Razón, pero aún había racionalistas que eran buenos para el arte (como es el caso de Voltaire, un impecable filósofo pero también un excelente literato)…pero el golpe final al arte lo vino a dar el positivismo de Comte, en su obsesión por cuantificarlo todo, y en el neopositivismo ya vino un franco menosprecio por lo artístico, que se vio reflejado en los Planes de Educación elaborados a partir de 1920; d) los propios docentes minusvaloran muchas veces lo artístico: por ejemplo mi hermano, que es un guitarrista virtuoso, no tiene casi apoyo en su colegio y aún cuando tiene el permiso para dar un concierto afuera, los profesores de matemáticas y lengua castellana le ponen falla por inasistencia; e) los formadores de docentes, coordinadores y rectores también menosprecian lo artístico (es así como a los docentes mejor dotados les asignan materias como ciencias o matemáticas, y a los profesores novatos o menos preparados les dan las clases de arte); los mismos padres de familia, y la sociedad en general, desprecian lo humanístico y artístico. Es así que ningún padre se enfurece si su hija le comenta que desea estudiar Medicina, pero monta en cólera cuando le dice que desea ingresar a una academia de ballet; los padres están más dispuestos a patrocinar una carrera en la Facultad de Ingeniería que en la Facultad de Bellas Artes; la misma gente hace chistes y menosprecia al que es poeta, al que es músico, al pintor, al bailarín…Por eso insisto en que un cambio total en el sistema de educación debe también involucrar a la familia y la sociedad.
El camino es lo importante en la educación: la experiencia, el cómo se hace, el aprender haciendo. La meta o el resultado es lo menos relevante. Eso lo sé además como médico psiquiatra y catedrático. Si se trata de dar resultados o datos, bien podría el estudiante quedarse en casa. En los libros, o en un documento de una página seria en internet se consiguen los mismos datos, y hasta más cantidad de datos. La belleza de la docencia está en permitir que el estudiante aprenda, en dejarlo aprehender como señalan Merani y De Zubiría (8,9), en permitirle vivir una experiencia fructífera, agradable y fecunda.
Por eso es tan importante la didáctica. No basta enseñar unos contenidos. Se requiere tener en cuenta la personalidad del educando, sus aspiraciones, su contexto (personal, familiar, social, político), su estilo cognitivo, sus motivaciones, su estado de ánimo, el cómo aceptará determinados contenidos, etcétera (10). Es decir, el cómo enseñar, el cómo aprender, está relacionados con muchos otros factores (es decir, no se restringen al contenido curricular), y es adecuado que el buen maestro tenga en cuenta los factores arriba mencionados para permitirle al estudiante libertad creativa y aprender a su ritmo lo que en realidad le interesa.
Es así que el sociodrama, el uso de elementos multimedia, el poner al estudiante a crear, a hacer (que pinte, que elabore diseños y maquetas, que escriba cuento o poesía, que exponga sus ideas de manera original y sin coacciones), el poner diversión a la clase, el hacer agradable el proceso, son herramientas que pueden ser útiles en nuestro quehacer cotidiano.
Los niños se aburren en la escuela porque estamos fallando como sistema educativo. Para empezar, la sociedad no ayuda mucho al transmitirles (al menos en Colombia) que la educación no vale la pena. Me irrita cuando escucho a un padre de familia decirle a su hijo: “Eso para qué matarse estudiando, mire al compadre Luis, que tiene hasta doctorado y ahí trabaja como mula y no le dan nada en la Universidad…en cambio Sofía, su prima, que se metió a modelar desde chiquita, a ésa sí le va bien, le pagan un montón de plata”. O peor aún: “Míreme a mí, que sin estudios me compré este local, y ahora tengo más de diez locales y gano mucho más que un doctor de esos, y me va mejor porque gano más plata”. Yo pregunto: ¿tener felicidad es tener dinero?; ¿el éxito vital de alguien se mide por los millones de pesos que tenga?; ¿está el hombre para ser feliz, para realizarse existencialmente, o para producir dinero?; ¿es dinero valioso el dinero ganado por medio de la usura, de la estafa, de la reventa o del fraude?
El contexto familiar y comunitario tampoco ayuda a hacer más divertida la escuela (o la Universidad, o el Instituto Técnico). Muy rara vez he visto (y no solamente en Colombia) que en el barrio, en la acera misma de su casa, el niño o el joven reciban un estímulo para su educación, o que tengan oportunidad de aprender jugando en su propio parque, en su propia cancha de fútbol. En distintas instancias he defendido que un país contribuye a la educación sólo si ofrece capital global a sus ciudadanos.
Me encantaría encontrar algún día grupos de profesores, pagados por el Estado, que por medio de distintas dinámicas (juego, juego de grupo, sociodrama, composición, pintura, talleres de cuento o poesía) se integraran a niños y jóvenes y les abrieran un espacio para aprender de manera agradable y fluida, respetando los gustos, los intereses y los tiempos particulares de cada uno de ellos. Asimismo, un barrio seguro y tranquilo, en el que dicha escena no se viera interrumpida por atracadores, ni por jíbaros, ni por vecinos ruidosos y desconsiderados. De hecho, me encantaría que dicho parque tuviera infraestructura y salubridad adecuadas, y no que fuera un terreno abandonado, o peor aún, un sitio eriazo en el que se trafican psicotóxicos.
En cuanto al cuerpo docente, creo que es sano hacer un ejercicio crítico y reflexivo. Nuestros niños se aburren porque están cansados de un parloteo monótono, frío y carente de emoción, o de ver a un profesor desmotivado que llega, pone un taller y sale enseguida del salón a tomar café con otros colegas mediocres. Nuestros niños se aburren porque ven a una profesora regañona y hostil, resentida con la Humanidad y llena de trastornos mentales, que descarga su agresión con ellos. Nuestros niños se aburren porque no les damos la oportunidad de aprender de manera agradable, porque no usamos los recursos lúdicos y didácticos que tal vez leemos en un libro pero nos da pereza aplicar.
El estudiante que no se siente protagonista de su proceso de enseñanza-aprendizaje, inevitablemente se aburre. El estudiante al que no le parece relevante lo que está viendo, se aburre. El que se siente mal con su maestro (porque peleó con él, porque fue gritado o maltratado, o por motivos inconscientes, como que la profe se parezca a la mamá que le pega a menudo…) no solamente se aburre, sino que está en alto riesgo de desertar. El que está quieto, pasivo, que no encuentra felicidad en lo que aprende.
*Médico Psiquiatra, Historiador, Escritor, Estudiante de Filosofía
REFERENCIAS
(1) Campos Vargas, D.A. Nuevo Milenio es Neopostmodernidad, Bogotá, 2013
(2) Vattimo, G. En torno a la posmodernidad, Barcelona, 1994
(3) Lyotard, F. La condición posmoderna, Barcelona, 1990
(4) Llinás, R. El cerebro y el mito del Yo, New York, 2004
(5) Not, L. Las pedagogías del conocimiento, México, 1994.
(6) De Zubiría, J. Los Modelos Pedagógicos. Hacia una pedagogía dialogante, Bogotá, 2002
(7) Idem
(8) Merani, A. Psicología y pedagogía, México, 1969
(9) De Zubiría, J. Los Modelos Pedagógicos. Hacia una pedagogía dialogante, Bogotá, 2002
(10) Villalobos, E.V. Didáctica integrativa y el proceso de aprendizaje, México, 2002
(11) Campos, D.A. Reflexiones a propósito de la nueva ley de Salud Mental en Colombia, Bogotá, 2013
martes, 23 de julio de 2013
Edad Negra, por Vicente Huidobro
Edad negra
La muerte atravesada de truenos vivos
Atravesada de fríos humanos
La muerte de sobra llamando tierra por la tierra
Y de subida en los rostros amargos
La marea apresurada
Sobre los ojos y las piedras...
Cómo decir al mundo si es necesario tanto hielo
Si exige el tiempo tal suplicio
Para futuras voces nuevas
¿En dónde estás flor de las tumbas
Si todo es tumba en el reino infinito?
Sólo se oye la lenga del sepulcro
Llamando a grandes gritos
Las campanas secretas
En su misterio de memorias a la deriva
Semejantes al temblor eterno
Que se separa de los astros
No hay sacrificio demasiado grande
Para la noche que se aleja
Para encontrar una belleza escondida en el fuego
Perderlo todo
Perder los ojos y los brazos
Perder la voz el corazón y sus monstruos delicados
Perder la vida y sus luces internas
Perder hasta la muerte
Perderse entero sin un lamento
Ser sangre y soledad
Ser maldición y bendición de horrores
Tristeza de planeta sin olor de agua
Pasar de ángel a fantasma geológico
Y sonreír al sueño que se acerca
Y tanto exige para ser monumento al calor de las manos
Penan los astros como sombras de lobos muertos
En donde está esa región tan prometida y tan buscada
Penan las selvas como venganzas no cumplidas
Con sus vientos amontonados por el suelo
Y el crujir de sus muebles
Mientras el tiempo forja sus quimeras
Debo llorar al hombre y al amigo
La tempestad lo arroja a otras comarcas
Más lejos de lo que él pensaba
Así dirá la historia
Se debatía entre el furor y la esperanza
Corrían a encender montañas
Y se quemaban en la hoguera
Empujaban ciudades y llanuras
Flanqueaban ríos y mares con la cabeza ensangrentada
Avanzaban en medio de la sombra espía
Caían desplomados como pájaros ilusos
Sus mujeres ardían y clamaban con relámpagos
Los caballos chocaban miembros en el fuego
Carros de hierro aviones triturados
Tendidos en el mismo sueño...
Guárdate niño de seguir tal ruta.
Vicente Huidobro (Chile, 1893-1948)
Aire de alba, por Vicente Huidobro
Aire de alba
Mi alma está sobre el mar y silba un sueño
Decid a los pastores que el viento prepara su caballo
Y saluda al partir en el orgullo de su infancia
Yo amo una mujer de orgullo y sueño
Desembarcando de su fondo silenciosa
Sabed pastores que debéis cuidarme
Y cuidar sus sueños y cuidar sus cantos
Y la fiesta de las olas
Como alegría de su orgullo y su belleza
Ah cielo azul para la reina al viento
Ah rebaño de cabras y cabellos blancos
Labios de elogios y cabellos rubios
Animales perdidos en sus ojos
Hablad a la osamenta que se peina
En el país del fondo hasta el fin de los siglos
Túnica y cetro
Amplificación de los recuerdos
Ruido de insectos y caminos
Hablad de la comarca como corre el océano
Ah el viento
El viento se detiene para la reina que sale de su cielo.
Vicente Huidobro (Chile, 1893-1948)
El paso del retorno, por Vicente Huidobro
EL PASO DEL RETORNO
A RAQUEL, Que me dijo
un día: «Cuando tú te
alejas un solo instante,
el tiempo y yo lloramos»
Yo soy ese que salió hace un año de su tierra
Buscando lejanías de vida y muerte
Su propio corazón y el corazón del mundo
Cuando el viento silbaba entrañas
En un crepúsculo gigante y sin recuerdos
Guiado por mi estrella
Con el pecho vacío
Y los ojos clavados en la altura
Salí hacia mi destino
Oh mis buenos amigos
¿Me habéis reconocido?
He vivido una vida que no puede vivirse
Pero tú Poesía no me has abandonado un solo instante
Oh mis amigos aquí estoy
Vosotros sabéis acaso lo que yo era
Pero nadie sabe lo que soy
El viento me hizo viento
La sombra me hizo sombra
El horizonte me hizo horizonte preparado a todo
La tarde me hizo tarde
Y el alba me hizo alba para cantar de nuevo
Oh poeta esos tremendos ojos
Ese andar de alma de acero y de bondad de mármol
Este es aquel que llegó al final del último camino
Y que vuelve quizás con otro paso
Hago al andar el ruido de la muerte
Y si mis ojos os dicen
Cuánta vida he vivido y cuánta muerte he muerto
Ellos podrían también deciros
Cuánta vida he muerto y cuánta muerte he vivido
¡Oh mis fantasmas! ¡Oh mis queridos espectros!
La noche ha dejado noche en mis cabellos
¿En dónde estuve? ¿Por dónde he andado?
¿Pero era ausencia aquélla o era mayor presencia?
Cuando las piedras oyen mi paso
Sienten una ternura que les ensancha el alma
Se hacen señas furtivas y hablan bajo:
Allí se acerca el buen amigo
El hombre de las distancias
Que viene fatigado de tanta muerte al hombro
De tanta vida en el pecho
Y busca donde pasar la noche
Heme aquí ante vuestros limpios ojos
Heme aquí vestido de lejanías
Atrás quedaron los negros nubarrones
Los años de tinieblas en el antro olvidado
Traigo un alma lavada por el fuego
Vosotros me llamáis sin saber a quién llamáis
Traigo un cristal sin sombra un corazón que no decae
La imagen de la nada y un rostro que sonríe
Traigo un amor muy parecido al universo
La Poesía me despejó el camino
Ya no hay banalidades en mi vida
¿Quién guió mis pasos de modo tan certero?
Mis ojos dicen a aquellos que cayeron
Disparad contra mí vuestros dardos
Vengad en mí vuestras angustias
Vengad en mí vuestros fracasos
Yo soy invulnerable
He tomado mi sitio en el cielo como el silencio
Los siglos de la tierra me caen en los brazos
Yo soy amigos el viajero sin fin
Las alas de la enorme aventura
Batían entre inviernos y veranos
Mirad cómo suben estrellas en mi alma
Desde que he expulsado las serpientes del tiempo oscurecido
¿Cómo podremos entendernos?
Heme aquí de regreso de donde no se vuelve
Compasión de las olas y piedad de los astros
¡Cuánto tiempo perdido! Este es el hombre de las lejanías
El que daba vuelta las páginas de los muertos
Sin tiempo sin espacio sin corazón sin sangre
El que andaba de un lado para otro
Desesperado y solo en las tinieblas
Solo en el vacío
Como un perro que ladra hacia el fondo de un abismo
¡Oh vosotros! ¡Oh mis buenos amigos!
Los que habéis tocado mis manos
¿Qué habéis tocado?
Y vosotros que habéis escuchado mi voz
¿Qué habéis escuchado?
Y los que habéis contemplado mis ojos
¿Qué habéis contemplado?
Lo he perdido todo y todo lo he ganado
Y ni siquiera pido
La parte de la vida que me corresponde
Ni montañas de fuego ni mares cultivados
Es tanto más lo que he ganado que lo que he perdido
Así es el viaje al fin del mundo
Y ésta es la corona de sangre de la gran experiencia
La corona regalo de mi estrella
¿En dónde estuve en dónde estoy?
Los árboles lloran un pájaro canta inconsolable
Decid ¿quién es el muerto?
El viento me solloza
¡Qué inquietudes me has dado!
Algunas flores exclaman
¿Estás vivo aún?
¿Quién es el muerto entonces?
Las aguas gimen tristemente
¿Quién ha muerto en estas tierras?
Ahora sé lo que soy y lo que era
Conozco la distancia que va del hombre a la verdad
Conozco la palabra que aman los muertos
Este es el que ha llorado el mundo el que ha llorado resplandores
Las lágrimas se hinchan se dilatan
Y empiezan a girar sobre su eje.
Heme aquí ante vosotros
Cómo podremos entendernos Cómo saber lo que decimos
Hay tantos muertos que me llaman
Allí donde la tierra pierde su ruido
Allí donde me esperan mis queridos fantasmas
Mis queridos espectros
Miradme os amo tanto pero soy extranjero
¿Quién salió de su tierra
Sin saber el hondor de su aventura?
Al desplegar las alas
Él mismo no sabía qué vuelo era su vuelo
Vuestro tiempo y vuestro espacio
No son mi espacio ni mí tiempo
¿Quién es el extranjero? ¿Reconocéis su andar?
Es el que vuelve con un sabor de eternidad en la garganta
Con un olor de olvido en los cabellos
Con un sonar de venas misteriosas
Es este que está llorando el universo
Que sobrepasó la muerte y el rumor de la selva secreta
Soy impalpable ahora como ciertas semillas
Que el viento mismo que las lleva no las siente
Oh Poesía nuestro reino empieza
Este es aquel que durmió muchas veces
Allí donde hay que estar alerta
Donde las rocas prohíben la palabra
Allí donde se confunde la muerte con el canto del mar
Ahora vengo a saber que fui a buscar las llaves
He aquí las llaves
¿Quién las había perdido?
¿Cuánto tiempo ha que se perdieron?
Nadie encontró las llaves perdidas en el tiempo y en las brumas
¡Cuántos siglos perdidas!
Al fondo de las tumbas
Al fondo de los mares
Al fondo del murmullo de los vientos
Al fondo del silencio
He aquí los signos
¡Cuánto tiempo olvidados!
Pero entonces amigo ¿qué vas a decirnos?
¿Quién ha de comprenderte? ¿De dónde vienes?
¿En dónde estabas? ¿En qué alturas en qué profundidades?
Andaba por la Historia del brazo con la muerte
Oh hermano, nada voy a decirte
Cuando hayas tocado lo que nadie puede tocar
Más que el árbol te gustará callar.
Vicente Huidobro (1893-1948)
Invierno para beberlo, por Vicente Huidobro
INVIERNO PARA BEBERLO
El invierno ha llegado al llamado de alguien
Y las miradas emigran hacia los calores conocidos
Esta noche el viento arrastra sus chales de viento
Tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre las avenidas
Oíd crepitar el arcoiris mojado
Bajo el peso de los pájaros se ha plegado
La amargura teme a las interperies
Pero nos queda un poco de ceniza del ocaso
Golondrinas de mi pecho qué mal hacéis
Sacudiendo siempre ese abanico vegetal
Seducciones de antesala en grado de aguardiente
Alejemos en seguida el coche de las nieves
Bebo lentamente tus miradas de justas calorías
El salón se hincha con el vapor de las bocas
Las miradas congeladas cuelgan de la lámpara
Y hay moscas
Sobre los suspiros petrificados
Los ojos están llenos de un líquido viajero
Y cada ojo tiene un perfume especial
El silencio es una planta que brota al interior
Si el corazón conserva su calefacción igual
Afuera se acerca el coche de las nieves
Trayendo su termómetro de ultratumba
Y me adormezco con el ruido del piano lunar
Cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia
Cae
Nieve con gusto a universo
Cae
Nieve que huele a mar
Cae
Nieve perfecta de los violines
Cae
La nieve sobre las mariposas
Cae
Nieve en copos de olores
La nieve en tubo inconsistente
Cae
Nieve a paso de flor
Nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo
Simiente de sonido de campanas
Sobre los naufragios más lejanos
Calentad vuestros suspiros en los bolsillos
Que el cielo peina sus nubes antiguas
Siguiendo los gestos de nuestras manos
Lágrimas astrológicas sobre nuestras miserias
Y sobre la cabeza del patriarca guardián del frío
El cielo emblanquece nuestra atmósfera
Entre las palabras heladas a medio camino
Ahora que el patriarca se ha dormido
La nieve se desliza se desliza
se desliza
Desde su barba pulida
Vicente Huidobro (Chile, 1893-1948)
Alerta, por Vicente Huidobro
ALERTA
Media noche
En el jardín
Cada sombra es un arroyo
Aquel ruido que se acerca no es un coche
Sobre el cielo de París
Otto Von Zeppelín
Las sirenas cantan
Entre las olas negras
Y este clarín que llama ahora
No es un clarín de la Victoria
Cien aeroplanos
Vuelan en torno de la luna
Apaga Tu Pipa
Los obuses estallan como rosas maduras
Y las bombas agujerean los días
Canciones cortadas
Tiemblan entre las ramas
El viento cortisona las calles
Como Apagar La Estrella Del Estanque.
Vicente Huidobro (Chile, 1893-1948)
Viajero, por Vicente Huidobro
VIAJERO
Qué clima es éste de arenas movedizas y fuera de su edad
Qué país de clamores y sombreros húmedos
En vigilancia de horizontes
Qué gran silencio por la tierra sin objeto
Preferida sólo de algunas palabras
Que ni siquiera cumplen su destino
No es cambiar la tristeza por una ventana o una flor razonable
Ni es un mar en vez de un recuerdo
Es una aspiración adentro de su noche
Es la vida con todas sus semillas
Explicándose sola y decorada como montaña que se despide
Es la lucha de las horas y las calles
Es el aliento de los árboles invadiendo las estrellas
Son los ríos derrochados
Es el hecho de ser amado y sangrar entre las alas
De tener carne y ojos hacia toda armonía
Y bogar de fondo a fondo entre fantasmas reducidos
Y volar como muertos en torno al campanario
Andar por el tiempo huérfano de sus soles
De sueño a realidad y realidad a visión enredada de noche
Y siempre en nombre en diálogo secreto
En salto de barreras siempre en hombre
Vicente Huidobro (1893-1948)
Solitario Invencible, por Vicente Huidobro
SOLITARIO INVENCIBLE
Resbalando
Como canasta de amarguras
Con mucho silencio y mucha luz
Dormido de hielos
Te vas y vuelves a ti mismo
Te ríes de tu propio sueño
Pero suspiras poemas temblorosos
Y te convences de alguna esperanza
La ausencia el hambre de callar
De no emitir más tantas hipótesis
De cerrar las heridas habladoras
Te da una ansia especial
Como de nieve y fuego
Quieres volver los ojos a la vida
Tragarte el universo entero
Esos campos de estrellas
Se te van de la mano después de la catástrofe
Cuando el perfume de los claveles
Gira en torno de su eje.
Vicente Huidobro (Chile, 1893-1948)
Me alejo en silencio, por Vicente Huidobro
ME ALEJO EN SILENCIO
Me alejo en silencio como una cinta de seda
Paseante de arroyos
Todos los días me ahogo
En medio de plantaciones de plegarias
Las catedrales de mis ternuras cantan a la noche bajo el agua
Y esos cantos forman las islas del mar
Soy el paseante
El paseante que se parece a las cuatro estaciones
El bello pájaro navegante
Era como un reloj envuelto en algodón
Antes de volar me ha dicho tu nombre
El horizonte colonial está cubierto todo de cortinajes
Vamos a dormir bajo el árbol parecido a la lluvia.
Vicente Huidobro (Chile, 1893-1948)
El espejo de Agua, por Vicente Huidobro
EL ESPEJO DE AGUA
Mi espejo, corriente por las noches,
Se hace arroyo y se aleja de mi cuarto.
Mi espejo, más profundo que el orbe
Donde todos los cisnes se ahogaron.
Es un estanque verde en la muralla
Y en medio duerme tu desnudez anclada.
Sobre sus olas, bajo cielos sonámbulos,
Mis ensueños se alejan como barcos.
De pie en la popa siempre me veréis cantando.
Una rosa secreta se hincha en mi pecho
Y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo.
Vicente Huidobro (Chile, 1893-1948)
lunes, 15 de julio de 2013
Balance Patriótico, por Vicente Huidobro
Vicente Huidobro
8 de agosto de 19251
***
Balance Patriótico
Un país que apenas a los cien años de vida está viejo y carcomido, lleno
de tumores y de supuraciones de cáncer como un pueblo que hubiera
vivido dos mil años y se hubiera desangrado en heroísmos y conquistas.
Todos los inconvenientes de un pasado glorioso pero sin la gloria. No
hay derecho para llegar a la decadencia sin haber tenido apogeo.
Un país que se muere de senectud y todavía en pañales es algo
absurdo, es un contrasentido, algo así como un niño atacado de
arterioesclerosis a los once años.
El sesenta por ciento de la raza, sifilítica. El noventa por ciento, heredoalcohólicos (son datos estadísticos precisos); el resto insulsos y miserables a fuerza de vivir entre la estupidez y las miserias. Sin
entusiasmo, sin fe, sin esperanzas. Un pueblo de envidiosos, sordos y
pálidos calumniadores, un pueblo que resume todo su anhelo de
superación en cortar las alas a los que quieren elevarse y pasar una
plancha de lavandera sobre el espíritu de todo aquel que desnivela el
medio estrecho y embrutecido.
En Chile cuando un hombre carga algo en los sesos y quiere salvarse de
la muerte, tiene que huir a países más propicios llevando su obra en los
brazos como la Virgen llevaba a Jesús huyendo hacia Egipto. El odio a la
superioridad se ha sublimado aquí hasta el paroxismo. Cada ciudadano
es un Herodes que quisiera matar en ciernes la luz que se levante.
Frente a tres o cuatro hombres de talento que posee la República, hay
tres millones setecientos mil Herodes.
Y luego la desconfianza, esa desconfianza del idiota y del ignorante que
no sabe distinguir si le hablan en serio o si le toman el pelo. La
desconfianza que es una defensa orgánica, la defensa inconsciente del
cretino que no quiere pasar por tal y cree que sonriendo podría
enmascarar su cretinismo, como si la mirada del hombre sagaz no
atravesara su sonrisa mejor que un reflector.
Esto somos y no otra cosa. Es preciso que se diga de una vez por todas
la verdad, es preciso que no vivamos sobre mentiras, ni falsas ilusiones.
Es un deber, porque sólo sintiendo palpitar la herida podremos
corregirnos y salvarnos aún a tiempo y mañana podremos tener
hombres y no hombrinos.
Decir la verdad significa amar a su pueblo y creer que aún puede
levantársele y yo adoro a Chile, amo a mi patria desesperadamente,
como se ama a una madre que agoniza.
Recorred nuestros paseos, mirad las estatuas de nuestros hombres de
pensamiento: ¡qué cisos (sic) de valores efectivos! A la excepción de 4 ó
5, ninguno de ellos habría sabido responder en un examen universitario
de hombres serios ¡qué sabios de aldea, qué cerebros más primarios!
¿En dónde fuera de aquí iban a tener estatuas esos pobrecitos?
Es necesario levantar estatuas en los paseos y como no hay a quién
elevárselas, el pueblo busca el primero que pilla, y cuando es el pueblo
el que levanta monumentos, ellos surgen debido a las influencias de
familias, son los hijos que levantan monumento al papá en
agradecimiento por haberlos echado al mundo. ¡Es conmovedor!
¿Y el mérito, en dónde está el mérito? El pueblo pasa soñoliento y
lánguido, arrastrando su cuerpo como un saco de pestes, su cuerpo
gastado por la mala alimentación y carcomido de miserias y entre tanto
la sombra de Francisco Bilbao llora de vergüenza en un rincón. ¿Qué
hombre ha sabido sintetizar el alma nacional?
¡Pobre país; hermosa rapiña para los fuertes!
Y así vienen, así se dejan caer sobre nosotros; las inmensas riquezas de
nuestro suelo son disputadas a pedazos por las casas extranjeras y ellos
viendo la indolencia y la imbecilidad troglodita de los pobladores del
país, se sienten amos y les tratan como a lacayos, cuando no como a
bestias. Ellos fijan los precios de nuestra materia prima al salir del país y
luego nos fijan otra vez los precios de esa misma materia prima al
volver al país elaborada. Y como si esto fuera poco, ellos fijan el valor
cotidiano de nuestra moneda.
Vengan los cuervos. Chile es un gran panizo. A la chuña, señores, corred
todos, que todavía quedan migajas sobre la mesa.
¡Es algo que da náuseas!
Chile aparece como un inmenso caballo muerto, tendido en las laderas
de los Andes bajo un gran revuelo de cuervos.
El poeta inglés pudo decir: “Algo huele a podrido en Dinamarca”, pero
nosotros, más desgraciados que él, nos veremos obligados a decir:
“Todo huele a podrido en Chile”.
Un gran banquero alemán decía en una ocasión a un ex encargado de
negocios de Chile en Austria: “Los políticos chilenos se cotizan como las
papas”, y un magnate de las finanzas francesas decía otra vez, y esto lo
oí yo: “Desde que a los políticos argentinos les dio por ponerse
honrados, el gran panizo para los negocios es Chile”.
Y esos prohombres de la política chilena, esos señores que entregarían
el país maniatado por una sonrisa de Lord Curzon y unos billetes de
Guggenheim, no se dan cuenta que cada vez que esos hombres les dan
la mano, les escupen el rostro.
¡Qué desprecio deben sentir los señores del cobre por sus abogados!
¡Qué asco debe sentir en el fondo de su alma el amo de nuestras
fuerzas eléctricas por los patrióticos tinterillos que defienden sus
intereses en desmedro de los intereses del país!
Y no es culpa del extranjero que viene a negocios en nuestra tierra. Se
compra lo que se vende; en un país en donde se vende conciencias, se
compra conciencias. La vergüenza es para el país. El oprobio es para el
vendido, no para el comprador.
Frente a la antigua oligarquía chilena, que cometió muchos errores, pero
que no se vendía, se levanta hoy una nueva aristocracia de la banca, sin
patriotismo, que todo lo cotiza en pesos y para la cual la política vale
tanto cuanto sonante pueda sacarse de ella. Ni la una ni la otra de estas
dos aristocracias ha producido grandes hombres, pero la primera, la de
los apellidos vinosos, no llegó nunca a la impudicia de esta obra de los
apellidos bancosos.
La historia financiera de Chile se resume en la biografía de unos cuantos
señores que asaltaban el erario nacional, como Pancho Falcato asaltaba 4
las casas de una hacienda. Pero aquéllos más cobardes que éste, porque
el célebre bandido por lo menos exponía su pellejo.
¡Pobre Chile! Un país que ha tenido por toda industria el aceite de Santa
Filomena y los dulces de la Antonia Tapia.
(Chile tiene hierro, Chile entero es un gran bloque de hierro y no posee
Altos Hornos. La Argentina no tiene hierro y tiene Altos Hornos).
¿Y la Justicia?
La Justicia de Chile haría reir, si no hiciera llorar. Una Justicia que lleva
en un platillo de la balanza la verdad y en el otro platillo, un queso. La
balanza inclinada del lado del queso.
Nuestra Justicia es un absceso putrefacto que empesta el aire y hace la
atmósfera irrespirable. Dura o inflexible para los de abajo, blanda y
sonriente con los de arriba. Nuestra Justicia está podrida y hay que
barrerla en masa. Judas sentado en el tribunal después de la
crucificación, acariciando en su bolsillo las treinta monedas de su
infamia, mientras interroga a un ladrón de gallinas.
Una Justicia tuerta. El ojo que mira a los grandes de la tierra, sellado,
lacrado por un peso fuerte y sólo abierto el otro, el que se dirige a los
pequeños, a los débiles.
Buscáis a los agitadores en el pueblo. No, mil veces no; el más grande
agitador del pueblo es la Injusticia, eres tú mismo que andas buscando
a los agitadores de abajo y olvidas a los de arriba.
Las instituciones, las leyes, acaso no sean malas, pero nunca hemos
tenido hombres, nunca hemos tenido un alma, nos ha faltado el
Hombre.
El pueblo lo siente, lo presiente y se descorazona, se desalienta, ya no
tiene energías ni para irritarse, se muere automáticamente como un
carro cargado de muertos que sigue rodando por el impulso adquirido.
Hace días he visto al pueblo agrupado en torno a la estatua de
O’Higgins. ¿Qué hacían esos hombres al pie del monumento? ¿Qué
esperaban? ¿Buscaban acaso protección a la sombra del gran patriota?
Tal vez creían ellos que el alma del Libertador flotaba en el aire y que de
repente iba a reencarnarse en el bronce de su estatua y saltando desde
lo alto del pedestal se lanzaría al galope por calles y avenidas, dando
golpes de mandoble hasta romper su espada de tanto cortar cabezas de
sinvergüenzas y miserables.
No valía la pena haberos libertado para que arrastrarais de este modo
mi vieja patria, gritaría el Libertador.
Y luego, como una trompeta, exclamara a los cuatro vientos:
despiértate, raza podrida, pueblo satisfecho en tu insignificancia,
contento acaso de ser un mendigo harapiento del sol, resignado como
un Job que lame su lepra en un establo.
Los países vecinos pasan en el tren del progreso hacia días de apogeo y
de gloria. El Brasil, la Argentina, el Uruguay ya se nos pierden de vista y
nosotros nos quedamos parados en la estación mirando avergonzados el
convoy que se aleja. Hasta el Perú hoy es ya igual a nosotros y en cinco
años más, en manos del dictador Leguía, nos dejará también atrás,
como nos dejará Colombia, que se está llenando de inmigrantes
europeos.
¿Y esto debido a qué? Debido a la inercia, a la poltronería, a la
mediocridad de nuestros políticos, al desorden de nuestra
administración, a la chuña de migajas y, sobre todo, a la falta de un
alma que oriente y que dirija.
Un Congreso que era la feria sin pudicia de la imbecilidad. Un Congreso
para hacer onces buenas y discursos malos.
Un municipio del cual sólo podemos decir que a veces poco ha faltado
para que un municipal se llevara en la noche la puerta de la
Municipalidad y la cambiase por la puerta de su casa. Si no empeñaron
el reloj de la Intendencia y la estatua de San Martín, es porque en las
agencias pasan poco por artefactos desmesurados.
¿Hasta cuándo, señores? ¿Hasta cuándo?
Es inútil hablar, es inútil creer que podemos hacer algo grande mientras
no se sacuda todo el peso muerto de esos viejos políticos embarazados
de palabras ñoñas y de frases hechas.
Al día siguiente del 23 de enero, cuando el país estaba sobre un volcán,
¿saben ustedes en qué se entretenía una de las lumbreras de nuestra
vieja politiquería, a quienes preguntaban los militares qué opinaban
sobre la designación de don Emilio Bello para ponerle al frente del
Gobierno? En dar una conferencia de dos horas para probar que el
nombramiento de don Emilio Bello era razonable, pues este caballero
había sido Ministro de Relaciones cuando el General Altamirano era
Ministro del Interior; por lo tanto, pasando el Ministro del Interior a la
Jefatura del país, al Ministro de Relaciones le tocaba pasar al Interior,
automáticamente, según las leyes, a la Vicepresidencia de la República,
en caso de quedar vacante la Presidencia, y por lo tanto…, etc.
No se le ocurrió por un momento hablar de la competencia ni de la
energía, ni de los méritos o defectos del señor Bello. El pobre hombre
estaba buscando argucias justificativas cuando se trataba de obrar
rápidamente, hipnotizado por las palabras cuando había que saltar por
encima de todo. Pobre atleta enredado en la madeja de lanas de una abuela cegatona,
en los momentos en que la casa está ardiendo.
He ahí el símbolo de nuestros políticos. Siempre dando golpes a los
lados, jamás apuntando el martillazo en medio del clavo.
Cuando se necesita una política realista y de acción, esos señores siguen
nadando sobre las olas de sus verbosidades.
Por eso es que toda nuestra insignificancia se resuelve en una sola
palabra: Falta de alma.
¡Crisis de hombres! ¡Crisis de hombres! ¡Crisis de Hombre!
Porque, como dice Guerra Junqueiro, una nación no es una tienda, ni un
presupuesto una Biblia. De la mera comunión de vientres no resulta una
patria, resulta una piara. Socios no es lo mismo que ciudadanos. Al
hablar de Italia decimos: la Italia del Dante, la Italia de Garibaldi, no la
Italia de Castagneto, y es que el espíritu cuenta y cuenta por sobre
todas las cosas, pues sólo el espíritu eleva el nivel de una nación y de
sus compatriotas.
Se dice la Francia de Voltaire, de Luis XIV, de Víctor Hugo, la Francia de
Pasteur; nadie dice la Francia de Citroen, ni de monsieur Cheron. Nadie
dice la España de Pinillos, sino la España de Cervantes. Y Napoleón sólo
vale más que toda la historia de la Córcega; como Cristóbal Colón vale
más que toda la historia de Génova.
El mundo ignorará siempre el nombre de los pequeños politiquillos y
comerciantes que vivieron en la época de los grandes hombres. Sólo
aquellos que lograron representar el alma nacional llegaron hasta
nosotros; de Grecia guardamos en nuestro corazón el nombre de Platón
y de Pericles, pero no sabemos quiénes eran sus proveedores de ropa y
alimentos.
En Chile necesitamos un alma, necesitamos un hombre en cuya
garganta vengan a condensarse los clamores de tres millones y medio
de hombres, en cuyo brazo vengan a condensarse las energías de todo
un pueblo y cuyo corazón tome desde Tacna hasta el Cabo de Hornos el
ritmo de todos los corazones del país.
Y que este hombre sepa defendernos del extranjero y de nosotros
mismos.
Tenemos fama de imperialistas y todo el mundo nos mete el dedo en la
boca hasta la campanilla. Nos quitan la Patagonia, la Puna de Atacama,
firmamos el Tratado de Ancón, el más idiota de los tratados, y nos
llaman imperialistas.
Advirtiendo de pasada que hubo un ministro de Chile en Argentina, el
ministro Lastarria, que tuvo arreglado el asunto de la Patagonia, 7
dejando a la Argentina como límite sur el Río Negro, y este ministro fue
retirado de su puesto por antipatriota. Tal ha sido siempre la visión de
nuestros gobernantes. Los huasos macucos tan maliciosos y tan diablos
y sobre todo tan boquiabiertos.
Necesitamos lo que nunca hemos tenido, un alma. Basta repasar
nuestra historia. Necesitamos un alma y un ariete, diré parafraseando al
poeta íbero.
Un ariete para destruir y un alma para construir.
El descontento era tan grande, la corrupción tan general, que dos
revoluciones militares estallaron al fin: la del 5 de septiembre de 1924 y
la del 23 de enero de 1925.
La primera giraba a todos los vientos como veleta loca, para caer luego
en el mismo desorden y en la misma corrupción que atacara en el
Gobierno derrocado, echando sobre las espaldas de un solo hombre
culpas que eran de todos; pero más que de nadie, de aquellos que, en
vez de ayudarle, amontonaban los obstáculos en su camino.
La segunda, hecha por un grupo de verdaderos idealistas, se diría que
principia a desflecarse y a perder sus rumbos iniciales al solo contacto
de la eterna lepra del país, los políticos viejos.
¿Hasta cuándo tendrán la ingenuidad de creer que esa gente va a
enmendarse y cambiar de un solo golpe sus manías del pasado,
arraigadas hasta el fondo de las entrañas, como quien se cambia un
paletó?
Dos revoluciones llenas de buenos propósitos, pero escamoteadas por
los prestidigitadores de la vieja politiquería, de esa vieja politiquería
incorregible y con la cual no hay que contar sino para barrerla.
El país no tiene más confianza en los viejos, no queremos nada con
ellos. Entre ellos, el que no se ha vendido, está esperando que lo
compren.
Y no contentos con tener las manos en el bolsillo de la nación, no han
faltado gobernantes que emplearán a costillas del Fisco a más de alguna
de sus conquistas amorosas, pagando con dineros del país sus ratos de
placer. ¿Y éstos son los que se atreven a hablar de patriotismo? Roban,
corrompen las administraciones y, como si esto fuera poco, convierten
al Estado en un cabrón de casa pública.
¿Qué se puede esperar de un país en el cual al más grande de los
ladrones, al que comete la más gorda de las estafas, se le llama
admirativamente: ¡gallo padre! Este es un peine, dicen, y lo dejan pasar
sin escupirle el rostro.
Se dice que el robo lo tenemos en la sangre, que es herencia araucana.
Bonita disculpa de francachela. Pues bien, si lo tenemos en la sangre,
quiere decir que hay que extirparlo cortando cabezas. Por ahí sale la
sangre. Si no hay más remedio, que salga como un río.
¡Qué mueran ellos, pero no muera el país!
Que suban al arca unos cuantos Noé y los demás perezcan en el diluvio
de la sangre pútrida.
Como la suma de latrocinios de los viejos políticos es ya
inconmesurable, que se vayan, que se retiren. Nadie quiere saber más
de ellos. Es lo menos que se les puede pedir.
Entre la vieja y la nueva generación, la lucha va a empeñarse sin
cuartel. Entre los hombres de ayer sin más ideales que el vientre y el
bolsillo, y la juventud que se levanta pidiendo a gritos un Chile nuevo y
grande, no hay tregua posible.
Que los viejos se vayan a sus casas, no quieran que un día los jóvenes
los echen al cementerio.
Todo lo grande que se ha hecho en América y sobre todo en Chile, lo
han hecho los jóvenes. Así es que pueden reírse de la juventud. Bolívar
actuó a los 29 años. Carrera, a los 22; O’Higgins, a los 34, y Portales, a
los 36.
Que se vayan los viejos y que venga juventud limpia y fuerte, con los
ojos iluminados de entusiasmo y de esperanza.
Vicente Huidobro (Chile, 1893 - 1948)
Discurso de "EN LA LUNA", de Vicente Huidobro
Este es un texto de Vicente Huidobro, de su obra de teatro "EN LA LUNA", citado por Jesús Ge:
DISCURSO (Vicente Huidobro)
Señores y conciudadanos
La Patria en solemifados momentos me elijusna para directar sus destídalos y salvantiscar sus princimientos y leguicipios sacropanzos.
No me ofuspantan los bochingarios que parlatrigan y especusafian con el hambrurio de los hambrípedos.
No me ofuspantan los revoltarios, los infiternos descontifechos que amotibomban al poputracio.
No me ofuspantan los sesandignos, los miserpientos, los complotudios.
La patria me clamacita y yo acucorro a su servitidio cual bien patrófago porque la patria es el prinmístino sentimestable de un coramento bien nastingado.
Si los dineoros de la Naciatra se perdisquean, no os inquiurbéis.
Ellos estaranguros en mis bolsefos. No os inquiurbéis por tan ponsoca.
Risodantamos! Carcajadamos de los ambrífogos!
No manifustran escopitrallas. Las armifuegas están guarditas en mis casuertas.
Risodantemos, amiguiñores, de los inocingenuos y visiocardios profetistófalos de una imgualticia imposibrante.
Marchifundiemos resultigrados al solipondio que es sacrifento para el patrímano por nuestra patria, por su estuandilla glorifaciente.
No temiscuad, amiguiñores, los legideales de nuestra patria son sacropanzos. Os lo promturo.
Este caotitorio del momestante como intelento con mi solsofa muy prontigüedo domifarré.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)