martes, 29 de septiembre de 2009

Un sueño

Estaba muerta, sin calor La herida
era visible apenas en el flanco:
¡estrecha fuga, para tanta vida¡

El lienzo funeral no era más blanco
que el cadáver. Jamás humana cosa
verá el ojo, más blanco que aquel blanco.

Ardía Primavera impetuosa.
Los cristales, do cínifes inermes
Golpeaban con ala rumorosa...

Huyó de ella el calor, Yo dije: ¿Duermes?
Con un salvaje sonreír violento
más cerca repetíle: ¿duermes? ¿Duermes?

¿Duermes? Y al recordar que aquel acento
no era el mío, me crispó de pavura,
escuché. Ni un murmullo, ni un acento.

Cautivo de la roja arquitectura,
se dilataba en el bochorno un fuerte
olor a destapada sepultura.

El hálito invisible de la muerte
me estaba sofocando en la cerrada
habitación. A la mujer inerte

¿Duermes?, le dije. ¿Duermes? Nada nada...
el lienzo funeral no era mas blanco.
Sobre la tierra de los hombres, nada
verá el ojo más blanco que aquel blanco!..

Gabriele D'Annunzio (Italia, 1863-1938)

lunes, 21 de septiembre de 2009

Introducción a la nueva Psicopatología (tomado de: Tratado de Psicopatología, David Campos)

Típicamente se ha entendido a la Psicopatología como un conjunto ordenado de conocimientos relativos a las anormalidades de la vida mental del ser humano. Así, clásicamente, el trabajo del psicopatólogo se ha visto constreñido al arte de nominar y catalogar fenómenos anormales de la vida psíquica del hombre. Distanciándolo de la investigación y limitándolo a hacer de recopilador y sistematizador de datos, este enfoque tradicional ha hecho del psicopatólogo un sujeto paradójicamente encerrado en su discurso: el de categorizar, el de ubicar, en vez de permitirle el comprender.

La Psicopatología tradicional se ha limitado a la descripción de síntomas y signos. Esta bienintencionada pero ingenua forma de aprehender los fenómenos psíquicos engendra un sesgo en sí misma: los fenómenos son reducidos a lo captado por el observador. ¿Y qué pasa entonces con lo que en una primera instancia puede pasar desapercibido? Tristemente, el enfoque tradicional simplemente omite lo que no fue apercibido por el observador o entrevistador. No busca luces sobre los orígenes de cada fenómeno psíquico, ignora etiología y patogenia de dichos síntomas y signos, se constriñe a lo meramente evidente.

Otro punto débil de la Psicopatología clásica es que pretende dar por sentadas “verdades universales” a las que se ha llegado muchas veces siguiendo los dictámenes de la tradición o la costumbre y no los de la investigación ni la reflexión filosófica. Así, las variantes de la normalidad, las singularidades de cada ser humano, eran víctimas del prejuicio y el fascismo diagnóstico: en aras de una pretendida “universalidad” (que en sí misma es una entelequia, pues es imposible llegar a verdades universales a partir de juicios particulares, que son justamente los emitidos por el psicopatólogo clásico), se le ha ido la mano a la Psiquiatría misma en tildar de “patológico” o “perverso” lo que no lo es. El psicopatólogo tradicional, ingenuamente, ha creído que su forma de comprender los fenómenos psíquicos es la única y verdadera forma de aproximarse a ellos. Craso error. ¿Cómo pretender, si cada experiencia vital es única, si cada sistema nervioso es único, si cada cosmovisión es única, imponer mi visión como si fuera la única posible o verdadera? ¿No es ésa una postura arriesgada desde el punto de vista epistemológico? ¿No es un ejercicio de arrogancia? ¿No es un sesgo el creer que lo que el psicopatólogo postula debe ser entendido como un dogma, como una verdad absoluta?

También ha incurrido la Psicopatología tradicional en el error de buscar siempre una etiqueta, un rótulo para cada fenómeno, negándose a sí misma la capacidad de percibir la vida psíquica como una experiencia total, como una vivencia plena de significación, y asumiendo una postura reduccionista. El afán de rotular y meter en cajones diagnósticos ha provocado entonces todo tipo de fallas en la Psiquiatría misma: diagnósticos mal hechos, hipótesis apresuradas o simplistas, visiones restringidas de cada hecho psíquico. ¿Es que acaso lo que no tiene nombre no existe? ¿Si no hay una categoría diagnóstica para actividades psíquicas claramente humanas como la imaginación o el ejercicio de la creatividad, se puede cometer el atrevimiento de negar la existencia de dichas actividades? O peor aún, si un hombre fantasea en estado de vigilia, ¿hay justificación para creer que su vivencia psíquica es una alucinación o un estado alterado de conciencia?

Es cierto que el rigor en la clasificación permitió a los psiquiatras una especie de lenguaje común que facilitó las cosas, sobretodo a la hora de describir al paciente, pero también es cierto que este primer paso debe ser superado ya por una Psicopatología más comprensiva que vaya más allá de lo netamente semiológico. Además, la inflexibilidad en las clasificaciones conlleva otros riesgos: el desconocimiento de que hay espectros clínicos más que entidades nosográficas aisladas, el simplismo diagnóstico, el mal uso de la Psicopatología como ente alienante y desconocedor de la originalidad de cada vivencia y cada vida humanas.

Por eso la nueva Psicopatología debe nutrirse de otras áreas de investigación, de otras disciplinas, de otras aproximaciones. ¿De cuáles? De cuantas sea posible: entre más diversas y complementarias, menos rígido y constreñido será el ejercicio del psicopatólogo.

El psicopatólogo debe renunciar a la arrogancia de crear sistemas absolutos, y de creer ciegamente en ellos: así evitará caer en la red de prejuicios y generalizaciones que, tristemente, han empañado el aporte de la Psicopatología y la razón de ser de la psiquiatría misma a través de la Historia. Así, la nueva Psicopatología exige prudencia y humildad científica al psicopatólogo, que debe dejar a un lado preconceptos y juicios a priori, y que, aunque fiel a sus convicciones, debe tener en cuenta siempre que su modelo no es más que un modelo de aproximación a la vida psíquica y sus fenómenos, y que, por tanto, puede llegar el día en que sea sustituido por un modelo más completo.

Ahora bien, una Psicopatología comprensiva exige al investigador no sólo ser un experimentado semiólogo, sino también un clínico completo, capaz de usar en su labor muchos más métodos que la simple descripción: la introspección, la extrospección, la comparación, lo abarcativo cuando lo explicativo sea insuficiente (esto es, la mayoría de las veces), la mensuración de ciertos fenómenos psíquicos susceptibles de ser medidos (por ejemplo, mediante la aplicación de escalas), y, sobretodo, el método fenomenológico existencial, en el que la aproximación, más que encasillar o patologizar al paciente, permite comprenderlo en su vivencia, en su forma de ser-en-el-mundo, en su particularidad de existir con unas características (cuantitativas y cualitativas) determinadas.

Superando las taras de la psicología tradicional, la nueva Psicopatología busca iluminar y comprender conexiones, relaciones, interacciones y manifestaciones del psiquismo del ser humano, sus significados, su historicidad, su devenir, su naturaleza holística y sistémica. Esta Psicopatología existencial busca comprender antes que rotular, integrar antes que escindir, abarcar antes que limitarse a sí misma. En cuanto a sus propósitos, es claro que conducen a la aproximación al ser humano como un todo, como un ser que está inmerso en relaciones y sistemas, e inmerso en ese gran Sistema que llamamos Universo. La nueva Psicopatología plantea entonces, ver al hombre como un dinamismo que evoluciona y sobre el que no se pueden dar, por tanto, definiciones tajantes ni juicios inmodificables, sino por el contrario, aproximaciones e hipótesis de trabajo, que podrán ser rechazadas una vez la investigación demuestre que han aparecido otras más comprensivas y completas, para evitar la triste senda del fanatismo o la ortodoxia.

En este orden de ideas, planteo la posibilidad de un conocimiento-haciéndose, de una Psicopatología Evolutiva y Dinámica, de una aproximación abierta a la complejización y al cambio, a las reestructuraciones, a la posibilidad de autocorrección. Así, libre de rigidez y protegida del prejuicio, puede ser una herramienta útil no sólo para el psiquiatra, sino también para todo aquél que desee adentrarse en el conocimiento del psiquismo humano.

Algo más: el psicopatólogo, en su noble tarea, debería considerar al ser humano no sólo en su dimensión de individuo, sino de ser-en-el-mundo, de ser-en-contexto(s), de realidad multidimensional en cambio permanente, en la que las situaciones y eventos circundantes tienen tanta importancia como su mismo singular e irrepetible Sistema Nervioso, una realidad-en-construcción, sobre la que no es posible hacer juicios taxativos sino aproximaciones tentativas para no incurrir en el dogmatismo y la arrogancia científica.
Deberá también tenerse en cuenta que las manifestaciones de la vida psíquica son menos regulares y homogéneas de lo que se piensa, y que debe tenerse en cuenta este punto para que la Psicopatología no se anquilose, sino que sea una herramienta clínica y diagnóstica en constante formación y complejización, avanzando siempre en profundidad y en amplitud (pero nunca considerándose a sí misma “ya hecha” o “absolutamente verdadera”), una disciplina dialéctica de aproximación a los fenómenos de la existencia del hombre.
Lo anterior resume la forma en que quise elaborar este Tratado. Mi convicción es que todo trabajo, para que sea fecundo, debe tener unos objetivos claros, una razón de ser. Sustentado en estos principios, este Tratado de Psicopatología pretende erigirse en un trabajo coherente con mi forma de entender al mundo: una visión en la que sí es posible (o al menos está abierta la posibilidad de) entender al ser humano desde la Ciencia, y, en el caso que nos ocupa, entender al ser humano psíquicamente enfermo desde la Psicopatología, pero también entender al ser humano como totalidad, como sistema inmerso en otros sistemas, como vivencia original y en evolución.

¿Hay límites? Por supuesto. La Ciencia misma no puede ser tan pretenciosa como para jactarse de ser completamente abarcativa y comprensiva: ese fenómeno que llamamos "ser humano" tiene muchas facetas que escapan a sus métodos. Pero esas limitaciones no son excusa para no intentar al menos una aproximación. De lo contrario, nos estaríamos perdiendo una oportunidad valiosa de mirar al ser humano (de mirarnos a nosotros mismos) más allá de los paradigmas clásicos, de los modelos ya establecidos. La Psiquiatría, en su condición de disciplina híbrida entre lo Científico y lo Humanístico, puede arrojarnos nuevas luces. Y la Psicopatología, como fundamento de la Psiquiatría, puede ser una herramienta útil en tan noble misión.

¿Hay justificación? Ciertamente. Si asumimos que, pese a sus limitaciones, la Psicopatología puede ser un medio de conocimiento y aproximación al psiquismo del ser humano, es plenamente válido el lanzarse a la tarea de redactar este Tratado. Y no sólo es con el fin de organizar o sistematizar el conocimiento ya adquirido, sino con el de ampliarlo. Es que la Ciencia, bellamente, es un corpus que se va expandiendo, que va ensanchando sus fronteras, en la medida en que crece desde adentro. Por eso este Tratado tiene también la ambición de abrir nuevas perspectivas, de traspasar nuevos umbrales, de abrir nuevas posibilidades: las futuras generaciones tendrán a su disposición un texto que permitirá ulteriores investigaciones.

David Alberto Campos Vargas, MD
Médico, Diplomado en Neuropsicología y Neuropsiquiatría, Psiquiatra.
(Colombia, 1982)

sábado, 5 de septiembre de 2009

DIALOGO CON LUCAS VERTELLI

Presentamos a continuación apartes de una interesante conversación con el Profesor Vertelli, sostenida hace unas semanas, a propósito de una variedad de temas. Es que, tratándose de una personalidad tan despierta como la suya, el diálogo no puede centrarse en un sólo tópico.

David Alberto Campos: Estimado Lucas, bienvenido nuevamente.

Lucas Vertelli: Gracias.

D.A.C: Empecemos hablando del Humanismo. En esta sociedad brutalmente tecnificada e intolerante, tan alejada del Arte, ¿cuál es la función, cuál es el lugar de los humanistas?

L.V: Ser guías. Sentar una voz de protesta.

D.A.C: Ese es un imperativo. El Humanismo salvará a la especie.

L.V: Eso esperamos. Pero es complicado en un mundo superficial, ajeno al conocimiento, ajeno a la solidaridad, inmerso en el materialismo más triste. El artista está solo. El filósofo está solo. En una sociedad que no piensa, en una sociedad egoísta e insensible, la tarea es difícil.

D.A.C: Muchos tenemos la esperanza de llegar una Humanidad unida, solidaria, tolerante. Algunos incluso han visto ese momento de la Historia cercano: cuando cayó el muro de Berlín, cuando los bloques soviético y americano se deshicieron, cuando los pueblos de Europa se acercaron a la cooperación, pese a toda una historia de rivalidad...

L.V: Pero esa unión es aparente, por desgracia. La Unión Europea tiene dos caras, maneja una "doble modalidad", como diría James Joyce. Una es la cara "exitosa", en apariencia políticamente correcta, pero otra es la cara terriboe, tenebrosa: la de la exclusión, la de la Europa que aparta al resto del mundo, la de la Europa que se cree "superior". Se maneja un lengauje aparentemente amable pero que hace diferencia, que distingue, que se hace "modelo" y tácitamente va discriminando entre "superiores" e "inferiores", entre "avanzados" y "subdesarrollados", y que tácitamente va excluyendo a los que considera "inferiores"

D.A.C: Sí, hemos observado con preocupación esa doble moral, que además es desconsiderada y ruin: se persigue al inmigrante, como en la Italia de Berlusconi, por ejemplo.

L.V: Sí, y has señalado a uno de los más tenebrosos dirigentes. Berlusconi es un archimillonario y un xenófobo que se hace pasar por estadista. Por eso permite leyes que no favorecen a los inmigrantes, por eso castiga a los inmigrantes que trabajan honradamente con impuestos exorbitantes, por eso está cerrando Italia. Está derechizando a Italia.

D.A.C: ¿Se está derechizando Europa? ¿Una especie de Neo-Fascismo hipócrita?

L.V: Peor aún. La hipocresía puede tornarse en franca persecusión a los extranjeros, en especial a los sudamericanos, si no se hace algo a tiempo. También se rechaza a los europeos de Oriente: esos migrantes de Hungría, de los Balcanes, de las repúblcias bálticas, de Ucrania, que se ven relegados, discriminados, sometidos a condiciones de inferioridad. Me lo dijo una amiga, "acá nos toca ser prostitutas"

D.A.C: Y se alimenta esa xenofobia de la descalificación del otro, de la denigración del otro.

L.V: Sí, por ejemplo, cualquier protesta ya es tildada de terrorismo, se ha abusado de ese concepto...

D.A.C: Como si se pretendiera hacerlo una justificación política contra el mundo exterior...justificar lo injustificable...

L.V: Sí, se ha vuelto una bandera contra "el otro", mejor dicho, "los otros", los que no son con-nacionales. El mundo de afuera es perseguido, es descalificado. Y me preocupa esa idea de que "hay que salvar a Europa, así se pierda el resto del mundo".

D.A.C: Lo irónico es que en buena parte de los Estados de la Unión Europea se criticó a Estados Unidos por esta actitud ignorante y sangrienta...

L.V. Sí. Se puede hablar de un declive, una decadencia. Un mundo muy material. El éxito se confunde con el amontonar riqueza. Para cada cosa hay un precio. No hay esfuerzo, todo se vuelve capricho. Siempre se va hacia la enajenación. Pero Europa ya está pagando por eso. El mundo de la apariencia y el consumismo se come a sí mismo.

D.A.C: Es interesante. Como si la Humanidad, alejada del Humanismo, se volviera un conglomerado de autómatas sin alma, centrados en sí mismos...

L.V: ...Preocupados por adquirir "juguetes": autos, apartamentos, acciones. Pero no de adquirir conocimiento.

D.A.C: Y se llega a la superficialidad, a la fatuidad, al vacío existencial.

L.V: Cuando desaparece la ética del esfuerzo, y la moral misma se hace claramente consumista y hedonista en extremo. Por eso, en la actualidad, la superación, el intelecto, pasaron a un segundo plano. El que es más es el que más tiene.

D.A.C: No es de extrañar que semejantes existencias, tan poco fructíferas, tan áridas, produzcan nuevos síntomas. Sociedades enfermas, individuos enfermos.

L.V: Sí, es otra de las consecuencias de este mundo que se hace cada vez más derechista, más consumista, y en el que las cosas giran en torno a lo económico.

D.A.C: La humanidad enajenada...

L.V: Ya no hay principios, sino transacciones. Eres persona si logras tener dinero.

D.A.C: Y la paradoja es que, entre más crean éso, más se despersonalizan. Y así va el mundo, por lo que no podemos quedarnos cruzados de brazos. ¿Qué se puede hacer?

L.V: Le temo a esos nacionalismos que se hacen fácilmente fascismos, al resurgimiento del nazismo, a los asesinos de inmigrantes, a los skinheads. Un hijo mío, ¿qué será en veinte años?

D.A.C: La familia y las instituciones educativas tienen una noble misión: la de formar personas verdaderamente humanas, tolerantes, pacíficas.

L.V: Esa sería una solución en este mundo sin prudencia, en este mundo en el que se confunde el éxito con el pasar por encima de todos.

D.A.C: ¿Qué luces pueden darnos las ciencias sociales?

L.V: Lo primero es que saquen a la gente de ese oscurantismo. No puedo creer que se denigre al literato, o que se crea terrible que un hijo de uno estudie Filosofía, o que se ataque a la Psicología sin fundamento.

D.A.C. Sí, las mismas Humanidades son brutalmente atacadas a diario.

L.V. Hay un nuevo oscurantismo, una pseudo-religiosidad que apela a lo irracional. La Psiquiatría, por ejemplo, recibiendo el ataque de los cienciólogos.

D.A.C: Ellos actúan así porque los mueven los prejuicios y el desconocimiento. Atacan a la Psiquiatría porque dizque "deshumaniza". Pero ¿acaso Jung no era un humanista? ¿O Freud, o Foucault, o Lacan?

L.V. Pero si ellos no tienen idea, no leen. No saben, pero opinan a ciegas.

D.A.C: Una cosa es patologizar y deshumanizar, otra diferente es intentar entender al hombre desde una perspectiva médica y social. La Psiquiatría, más que disciplina científica, es ciencia social...o así la entiendo yo al menos. No se trata de atacar a los cienciólogos, pues incurriríamos en la misma agresión que les censuramos. Estamos de acuerdo en que una Ética Humanista, y una verdadera moral universal, debe ser el sustento de la investigación científica. Estamos de acuerdo en que la Psiquiatría de antaño cometió graves errores, teóricos y prácticos. Pero esa no es la Psiquiatría actual. Ése no es el norte. Al contrario, varios humanistas (Jaspers, Foucault, Berne) han intentado librar a la Psiquiatría y la Psicología de esas taras de antaño y de hacerlas más humanas, más abarcativas. Y somos muchos los que continuamos su legado.

L.V: Pero la ignorancia y la soberbia hacen que algunos se nieguen a reconocer ese esfuerzo, y ataquen a la misma ciencia. Como en la Edad Media, cuando se quemaba a los científicos.

D.A.C: Sé que es una batalla larga, pero se puede ganar... no podemos ridiculizar la investigación que tanto bien le ha hecho al mundo, o al menos a Occidente. En buena parte gracias a la Psiquiatría, a la Psicología y al Psicoanálisis se ha logrado la revolución sexual, la liberación femenina, el reconocimiento político de los niños como personas, el interés de los gobiernos hacia la salud mental, el manejo de trastornos que antes confinaban a las personas.

L.V: Personas que, por el sólo hecho de tener una enfermedad, eran satanizadas y perseguidas. He ahí el error de quienes atacan la ciencia: quieren volcarse a un mundo irracional, en el que caben siempre las mayores injusticias. Ridiculizar la ciencia engendra el peligro de la ignorancia: hay quienes quieren volver a la Edad Media.

D.A.C: Ahora, sí debemos insistir en que la investigación en Psiquiatría y ciencias afines debe ser genuinamente humanista, liberadora. La ciencia debe tener un fundamento axiológico, una intención de bondad. La ciencia "neutra" es peligrosa, porque puede ponerse al servicio de sujetos sin escrúpulos.

L.V: La ciencia debe ser ejercida con prudencia, con valores.

D.A.C: Esa nueva Psiquiatría, la Psiquiatría Humanista, es la que hemos defendido con vehemencia contra los psiquiatras retrógrados, contra los ingenuos, contra los amigos de "poner en la hoguera a los científicos" y creo que tendremos éxito. Sin embargo sería idóneo si se pudiese dialogar con esos grupos. Tal vez estén movidos por prejuicios y desconocmiento, y eso se puede corregir. Tal vez nos puedan dar nuevas luces, nuevas ideas. El diálogo es lo principal.

L.V: El diálogo hace falta, sobretodo en este mundo intolerante y competitivo. Volviendo a Europa, y al Primer Mundo en general: dicen proteger el ambiente, pero al mismo tiempo buscan venderle un auto a cada ciudadano. Contaminando de esa manera, ¿cuál Greenpeace? No hay compromiso. Y sí hay conflicto de intereses. Y por desgracia sigue primando lo económico.

D.A.C: La autodestrucción continúa. Como si realmente hubiera un Tánatos. La Humanidad se mata a sí misma, hace la guerra, contamina...

L.V: Aparentemente quieren la paz, pero hacen armas, y venden armas. Es una política contardictoria. Se habla de paz, pero se produce en la industria bélica.

D.A.C: Y el bienestar no es para todos...

L.V: Y los excluidos quedan fuera, en el paquete de los "delincuentes y terroristas"

D.A.C: De nuevo, aparte de denunciar estos problemas, ¿qué podemos hacer?

L.V: Hay un mundo de consumismo y otro que se muere de hambre. Y el primero se protege con eufemismos, por ejemplo, "Unión Europea", y se alía contra los "extra-comunitarios"

D.A.C: Pero puede haber una salida. No todos los europeos le caminan a la xenofobia. Una clave sería hacer que los xenófobos no triunfaran electoralmente, ¿no?

L.V: Eso es difícil si los xenófobos tienen la maquinaria del poder. Ellos saben perpetuarse. La realidad es que lo de "Egalité, Liberté, Fraternité" es una farsa. Hay ejemplos aberrantes de gente muriéndose de hambre y gente gastándose millones. ¿Cómo hay quienes tienen jet privado, mientras pueblos enteros, alrededor del mundo, se debaten en la pobreza?

D.A.C: Y el descuido del espíritu...

L.V: Es un mundo irracional, que gasta millones en espectáculos pero no es capaz de promover el Arte como debería.

D.A.C: Y la caridad tiene su doble moral...

L.V: Sí, las cuentas bancarias se desbordan, pero los magnates fundan una escuelita y se creen generosísimos. Y así se mantiene la aristocracia en su estatus,"conteniendo" al descontento. Pero no hay verdaderas políticas de justicia, sino una caridad hipócrita, dañina. No hay un interés de progreso, sino de tener "tranquilos" a los pobres, pero manteniéndolos en la pobreza.

D.A.C: En América Latina se vive la misma situación infame: unos pocos oligarcas, y la mayoría de la población en la inopia. Eso nos llena de ira a los que pretendemos justicia, pero aún tenemos esperanza. A algunos los consuela la idea de Dios, o de un mundo mejor. En cierto sentido, esa esperanza evitaría el colapso final de esas personas discriminadas. A otros la educación les abre nuevos horizontes: tienen la oportunidad de estudiar, de hacer carrera y superarse. ¿Con qué cuentan los oprimidos en Europa?

L.C: Ya no hay ni revoluciones, porque cada quien tiene su deseo de ser rico de una manera egoísta: no hay conciencia de comunidad, de colectivos. Es como si dijeran para qué protestar, si podemos ganarnos la lotería.

D.A.C: Usted apunta a una de las grandes debilidades del hombre posmoderno: ese individualismo a ultranza que lo hace aislarse y atrincherarse en contra de sus congéneres, y lo priva de la asociación, de la agremiación, de la posibilidad de hacer movimientos políticos y sociales.

L.V: El mundo vive sedado. El pueblo está controlado por el consumismo, y cada quien hace lo suyo sin interesarse en la política, en el conglomerado. Ese es el nuevo opio del pueblo, peor que la religión.

D.A.C: Esa indiferencia, esa ausencia de solidaridad, esa carencia de conciencia política...Marx se habría espantado. No hay grupos, sino individuos.

L.V: Sí, y en ese individualismo cada quien quiere entrar "al club de los ricos" a toda costa, sin moral.

D.A.C: ¿Y se da ese fenómeno a nivel de Estados?

L.V: Uno puede verlo en República Checa, o Hungría. El afán por ingresar al "primer mundo" lleva hasta al desprecio de la propia cultura, la renuncia a la tradición. Y lo mismo pasa en méjico. Y lo mismo en China, o en Turquía, o en Corea...Mishima ya había advertido que Japón estaba deformándose, se estaba prostituyendo con el consumismo.

D.A.C: El caso de Mishima es interesante: es el hombre que protesta aunque a sabiendas de que está casi solo en su lucha, pues su protesta es contra la imbecilidad, la vacuidad, el consumismo, y éso es lo que, por desgracia, parece mover a las masas en la actualidad.

L.V: Sí. Pero como usted señala: no estaba completamente solo. Algunos logran advertir los peligros a tiempo, y se atreven a remar contra la corriente.

D.A.C: ¿Cuándo equivocamos el rumbo? ¿Cuando nos olvidamos del valor sagrado de la vida? ¿Cuando pusimos el dinero por encima de la realización espiritual?

L.V: Yo creo que cuando perdimos los límites, como seres humanos. Por ejemplo, un buen número de personas ya no se consuela con el placer normal. Como en la drogadicción, la dosis debe ser cada vez mayor. El mundo perdió los límites. Y recordemos a Shakespeare: "el hombre, cuando pierde sus límites, se convierte en un monstruo".

D.A.C: Y como no se aceptan límites no se acepta ley alguna, ni divina ni humana.

L.V: Sí, es un caos. "Para ser rey hay que matar al rey". Con esa ausencia de límites, de leyes, todo se hace válido y los valores se trastocan. Usurpar, asesinar, extralimitarse, ser monstruoso, empieza a tomar validez.

D.A.C: Y esa ausencia de ley es sumamente peligrosa: la misma naturaleza del ser humano, con sus cargas instintivas, hace que se desborde con facilidad.

L.V. En forma de violencia, de malevolencia, de todo tipo de crímenes...

D.A.C: Emergerán como una ola incontenible si no actuamos a tiempo...

L.V: Sí, el mundo de hoy es cada vez más ambicioso, y lo está pagando caro. Volviendo al tema ecológico, la misma Naturaleza se ha rebelado contra el ser humano industrial. La Humanidad va a terminar exterminándose ella misma, vea los cambios climáticos.

D.A.C: Y la guerra.

L.V: Cierto, las naciones arrogantes y dominantes quieren desconocer a las otras naciones. Por eso vivimos en guerra y nos aniquilamos. Pero mire lo triste de la situación: España conquista América, comete genocidio, pero cuando es invadida por Francia, se ofende. Eso es porque la Humanidad es cretina a veces: algunos se creen con derecho a invadir, pero se indignan cuando los invaden.

D.A.C: ¿Hay una cura para esa estupidez humana?

L.V: Supuestamente la cultura. Pero es un arma de doble filo, si no se lleva bien. Fíjese lo que paso con los alemanes. A Alemania le cayó la biblioteca encima: los mejores músicos, los más grandes filósofos...pero también fueron capaces de producir lo peor de la Humanidad.

D.A.C: La cultura, igual que la ciencia, es peligrosísima si no la respalda una ética universal de amor al prójimo y respeto por la vida.

L.V: Eso fue lo que le faltó a Alemania. Donde debía haber bondad surgió el irrespeto al prójimo, la intolerancia, el nacionalismo...por eso Alemania quedó ciega, y optó por la destrucción, por el genocidio, por la barbarie.

D.A.C: Ahora, debemos recordar la Historia y aprender de ella, para no cometer los mismos errores. También podemos educar a nuestros congéneres en una cultura de vida, de respeto, de paz. Y ahí viene el papel clave de las Humanidades: permiten lo sublime en nosotros mismos, permiten la creatividad, la benevolencia, el triunfo del amor. El Humanismo nos aleja de la barbarie.

L.V. El Arte es social, purifica al pueblo. Pero si es autónomo, no puede ser un arte marcial, o un arte "estatal", como en la antigua Unión Soviética.

D.A.C: El arte al servicio de una hegemonía, o de una facción de pdoer, es sumamente nocivo.

L.V: Es perverso. La música marcial, que uniforma y cierra el pensamiento, o la poesía hecha para esclavizar, o la pseudo-filosofía hecha para no pensar, son aberrantes. Eso ya no es arte, sino propaganda.

D.A.C: El Arte, si no es libre, pierde su carácter sublime y liberador.

L.V: El Arte se subleva a sí mismo, no se queda quieto, es un niño que corre. No se puede estancar, no se puede esclavizar. Y así deben ser las democracias. Los gobiernos que se esclerosan, que se perpetúan, se hacen tiranías.

David Alberto Campos Vargas