sábado, 7 de marzo de 2009

La obra de Heinz Kohut

Fernando Bilbao Marcos*

Introducción

Este año se cumplirán 100 años desde que Sigmund Freud escribió la celebre
obra Tres ensayos para una teoría sexual (1905). Desde entonces a la fecha se
han seguido produciendo diversos trabajos sobre el psicoanálisis. Sin embargo,
pocos han sido los psicoanalistas que han generado alguna escuela original en
el ámbito psicoanalítico. Entre los autores más sobresalientes, reconocidos
casi en todo el mundo por su infl uencia en esta disciplina, se encuentran
Sandor Ferenzci, Donald Winnicott, Melanie Klein, Jaques Lacan, Françoise
Dolto, Heinz Hartman y más recientemente Heinz Kohut.

El siguiente trabajo se refi ere a la revisión crítica, en forma de tres
excerptas, de las obras más importantes realizadas y ya traducidas al
español, del psicoanalista Heinz Kohut, que representan las aportaciones
contemporáneas más sobresalientes a la teoría y clínica psicoanalítica. El
análisis y revisión comprenderán los siguientes textos: El análisis del self (este
ensayo), la Restauración del Sí mismo y ¿Cómo cura el análisis?, (próximos
ensayos) cada uno de los textos le corresponderá una excerpta.

Las aportaciones de Kohut han constituido la llamada Escuela de la
Psicología del self, que en la actualidad congrega a muchos seguidores de
diversas disciplinas entre las cuales se cuentan a psicoanalistas, psicólogos,
psiquiatras, médicos y pedagogos, de diversas partes del mundo.
Con la esperanza de que esta revisión genere entre los psicólogos
el interés por el estudio de la obra de Kohut, he procurado mantener
textualmente las definiciones y, en los casos en los que éstas son
confusas, he tratado de esclarecerlas mediante alguna aplicación
clínica o experiencial. De esta manera comenzaré desarrollando
teóricamente la revisión de los textos, en forma separada, con su
concomitante reflexión y aplicación en una experiencia.

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Excerpta I

I. Teoría del análisis del self

En el libro El análisis del self, (Kohut, 1977), el capítulo uno constituye la
infraestructura teórica del modelo de la psicología del self.
El primer término que se analiza es precisamente el self. Se refi ere a
la concepción diferente que tiene Kohut de otros autores psicoanalíticos
(Ericksson, Hartmman, Winnicott y Freud) respecto a este concepto; lo
defi ne como “una abstracción psicoanalítica del nivel bajo (cercano a la
experiencia), es decir, como el contenido del aparato psíquico. No es una
instancia de la mente, es una estructura interna de la mente puesto que: a)
está catectizada con energía instintiva y b) tiene continuidad en el tiempo,
es duradera y el sentimiento de mismidad no se pierde” (pág. 14). Esta
defi nición no es muy clara, se mantiene en un nivel muy abstracto. Lo
que se puede esclarecer de la misma es que no se refi ere a una instancia
del aparato psíquico como la del Yo o Súper Yo, sino de una estructura
dentro del aparato psíquico. Sin embargo, no se comprende a qué se refi ere
cuando habla de estructura y menos aún cuando dice que es el contenido
del aparato psíquico. Tal vez nos ayude a entender este último aspecto el
hecho de que nos diga que es “cercano a la experiencia”. Es decir, que es
algo que los sujetos pueden describir de sí mismos como experiencia de un
sentimiento y una representación cognitiva que engloba la sensación de ser
una persona en el tiempo. En la medida en que esta experiencia no podría
explicarse desde las defi niciones tradicionales de las instancias del aparato
psicológico conceptuado por S. Freud. Como se verá más adelante, esta
compleja defi nición del self pudo ser producto de una inacabada comprensión
del concepto por parte de Kohut, quien entendía que encerraba algo más de
lo que habían defi nido otros autores, pero no tenía sufi ciente claridad aún
para explicar lo que quería decir con este discutido término.

No obstante, pudo darle una utilidad clínica a esta forma de entender
el self. Esto puede observarse cuando Kohut se refi ere a los pacientes con
trastornos narcisistas de la personalidad. Señala que precisamente estos
“sufren perturbaciones específi cas en el ámbito del self y aquellos objetos
arcaicos catectizados con libido narcisista (self object) que aún se hayan
en estrecha relación con el self arcaico... Los self object, por cierto, no se
viven como distintos e independientes del self” (pág. 18). En el terreno
clínico nos hace ver que existe un self arcaico, es decir, un sentimiento de
persona que es arcaico. Esto es que, casi desde el nacimiento aparecen
representaciones primitivas de sí mismo y que se presentan relaciones
objetales desde muy tempranamente, que van evolucionando, normalmente,
hasta llegar a un grado de cohesión tal como las conocemos en la edad
adulta. En esta sicopatología del narcisismo, las relaciones objetales son
catectizadas narcisísticamente, pero no han logrado evolucionar a tal grado
que permitan diferenciarse del sujeto. En este aspecto es que se pueden
relacionar la psicopatología de los trastornos narcisistas de la personalidad
con la comprensión del concepto del self, tal como Kohut nos lo explica.

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Sin embargo, para diferenciarlos de los pacientes fronterizos y de los
psicóticos, considera que las personalidades narcisistas han alcanzado, en
lo esencial, un self cohesivo, con objetos arcaicos idealizados cohesivos,
por lo cual no hay amenaza seria de desintegración irreversible del ser
arcaico, como sí sucede con los pacientes fronterizos o psicóticos.
La patología fundamental de la personalidad narcisista, nos dice Kohut,
radica en el hecho de que ni el self ni los objetos narcisistas arcaicos, están
sufi cientemente catectizados, por lo que están expuestos a la fragmentación
temporaria. O bien, pueden estar sufi cientemente bien catectizados pero
no integrados con el resto de su personalidad, privándose así el self maduro
de las catexias narcisistas. De esta forma, la conciencia de vulnerabilidad
del self es lo que genera la angustia de los narcisistas.

La fuente principal de su malestar es la incapacidad psicológica para
regular la autoestima y conservarla en niveles normales. Este malestar
se manifi esta en la clínica terapéutica con la siguiente sintomatología
transitoria:
• Sentimientos de vacío y depresión sutiles pero penetrantes,
que se alivian tan pronto se establece la transferencia narcisista
o se intensifi can si la relación con el analista sufre alguna
perturbación.
• El paciente, en ocasiones, tiene la impresión de que no es
completamente real o tiene emociones embotadas. Realiza
su trabajo sin entusiasmo, se deja llevar por la rutina y no
tiene iniciativa. Estos problemas se presentan cuando se ha
quebrado la transferencia narcisista. Se ha perdido el self object
proveedor externo de autoestima. En estos casos se refi ere a
transferencia narcisista, en la medida en que la sensación de
autoestima se establece y se sostiene mediante el vínculo con
el terapeuta.
Ahora bien, la pregunta sería: ¿Cómo se explica esta vulnerabilidad del
self en las personalidades narcisistas? ¿Qué determina que alguien no sea
una personalidad narcisista? Veamos.
El niño nace sintiéndose en un estado ideal de perfección: narcisismo
primario. Sin embargo, dicho equilibrio narcisista se perturba por las
inevitables fallas de los cuidados maternos. Pero he aquí lo importante.
Para el restablecimiento del equilibrio narcisista, hipotéticamente el niño
realiza los siguientes actos:
• Establece una imagen del self grandioso y exhibicionista; se
dice “soy perfecto” y se comporta como si así fuese.
• Hace entrega de la perfección anterior a un self object
omnipotente y admirado, a la imagen parental idealizada:
es decir, “Tú, padre, eres perfecto, pero yo soy parte tuya”.

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Estos restablecimientos del equilibrio narcisista se desarrollan
normalmente de la siguiente manera: en el caso del self grandioso arcaico,
el exhibicionismo y la omnipotencia son progresivamente dominados
en la medida en que el niño aprende a aceptar sus limitaciones reales,
abandona las fantasías grandiosas y las crudas exigencias exhibicionistas,
y las reemplaza por metas y propósitos egosintónicos, por el placer en sus
funciones y actividades y por su autoestima real, generando así, mediante
la internalización transmutadora (la internalización psíquica de las fallas
y virtudes reales de los padres), una estructura psíquica que se integra
en toda la personalidad adulta, a la cual se le denominará el polo de las
ambiciones, esto es, la parte motivadora de la personalidad.
Por su parte, el desarrollo normal de la Imagen Parental Idealizada (IPI)
también se integra a la personalidad adulta: esto sucede, ante el gradual
reconocimiento de los defectos de los padres, descatectizando la libido
idealizadora de los imagos parentales y empleándola, esta misma, para
la construcción de estructuras destinadas al control de las pulsiones. En
este caso (y en este momento teórico de Kohut), dicha IPI es introyectada
como Súper-Yo idealizado, preservando el liderazgo de sus ideales, al que
denominó Polo de los ideales.

Pero en las personalidades narcisistas tanto el self grandioso como la IPI
no se desarrollan normalmente.

El self grandioso no se funde con el contenido relevante del Yo-Realidad,
sino que queda retenido en su forma inalterada arcaica (reprimido o
escindido); en tal caso, ya no es accesible a la infl uencia externa. Esto
sucede empíricamente cuando los padres no dan las respuestas adecuadas
empáticas a los pedidos de resonancia y participación en las manifestaciones
narcisistas y exhibicionistas de las fantasías grandiosas del niño. La madre
no lo ve con ojos que refl ejen, como un espejo, aquello que le haga confi rmar,
en ese momento del desarrollo, el sentimiento de grandiosidad del niño.
Tampoco la IPI tiene un desarrollo normal en los narcisópatas (A.
Santamaría, con gratitud, por comunicación personal). Esto sucede
cuando el niño experimenta traumáticas frustraciones del adulto a quien
admira (por ejemplo, el caso que Kohut expone del señor K. que de
niño, cuando la madre tuvo a otro hijo, lo abandona traumáticamente,
y él inicia la búsqueda de su padre para idealizarlo, pero éste, siendo
devaluado por la madre, no se permite idealizar por el hijo), quedando
la IPI retenida (reprimida o escindida) en su forma inalterada y no se
convierte en una estructura reguladora de tensiones, ni alcanza el nivel
de una internalización accesible al Yo-Realidad, sino que sigue siendo
un self object arcaico y transicional, necesario para obtener el equilibrio
narcisista.

Para que no se reprimieran o escindieran el self grandioso y la IPI,
se requiere de una capacidad de respuesta empática de la madre a las
necesidades del hijo. De tal manera que evita demoras traumáticas entre
la perturbación del equilibrio narcisista y su restablecimiento. Y si la
insuficiencia de las respuestas maternas es de proporciones tolerables, el
niño modifi cará, gradualmente, su falta natural de límites y su confi anza
ciega en la madre, típica de su expectativa de perfección absoluta. Esto es
el principio de lo que Kohut denominó la frustración óptima.

Los elementos patógenos de los padres no empáticos tienen que ver con sus
propias fi jaciones narcisistas. Kohut señala, por ejemplo, cuando la madre se
encuentra ensimismada y luego proyecta sus tensiones y estados de ánimo en
el niño, o bien, ofrece respuestas demasiado selectivas de tipo hipocondríacas,
a ciertos estados de ánimo y tensiones del niño, que más bien tienen que
ver con su propio estado de ánimo y preocupación narcisista, o bien, no
responda al humor y a las tensiones expresadas por el hijo cuando sus propias
preocupaciones no concuerdan con los requerimientos de ella. Así, hay una
empatía defectuosa, una sobre-empatía o falta total de empatía, haciendo
imposible el retiro gradual de las catexias narcisistas y la construcción de la
estructura reguladora de la tensión. El niño permanece fi jado al ambiente
narcisista primario en su conjunto.

En cuanto al padre, si está fijado narcisísticamente, no podrá ayudar
al hijo. Pero si su personalidad es fi rme y defi nida y se permite idealizar,
podrá formar una alianza con el hijo, contra la madre, evitando la
afectación del niño.

Para terminar este denso apartado, revisaré brevemente la aplicación en
la clínica psicoterapéutica de los conceptos que la IPI y el self grandioso que
se ven reactivados en el análisis de los narcisópatas.

La reactivación en el tratamiento de los narcisópatas de la IPI se le
denomina transferencia idealizadora. Siendo su expresión más arcaica, la
manifestación de vagas y místicas preocupaciones religiosas no emanadas
de fi guras admiradas y unitarias, claramente delimitadas.

La lucha por lograr el equilibrio narcisista se vive y establece con
sentimientos y pensamientos en torno al poder y conocimiento ilimitado y
como perfeccionamiento moral y estético. Este equilibrio se mantiene en
la medida en que el paciente es capaz de unirse a la imagen del analista
idealizando. Con ello se dan las bases para el progreso funcional del
análisis.

También, la transferencia idealizadora se manifi esta en el hecho de que
toda felicidad y todo poder reside en el analista idealizado, de tal manera
que cualquier suspención de la sesión o cualquier demora del terapeuta,
hace sentir al paciente vacío e impotente, por lo cual procura y lucha para
que su unión no sufra ninguna interrupción.

En el caso de la reactivación del self grandioso en el tratamiento
psicoanalítico, se establece la transferencia espejeadora. Esta se manifi esta
de tres maneras, según el estado evolutivo específi co de la estructuración
psicológica del self grandioso. Estas maneras son las siguientes:
• Transferencia funcional, donde el analista es vivido como una
extensión del self grandioso y sólo hay referencias a él en la medida
en que se han convertido en el portador de la grandiosidad y el
exhibicionismo del self grandioso del analizado.
• Transferencia del alter-ego o Gemelar, donde el paciente
supone que el analista es igual o semejante a él, o bien, que lo
es en su constitución psicológica.
• Transferencia espejeadora en sentido estricto, donde el
analista es vivido, más claramente, como persona distinta, por
parte del paciente. Sin embargo, sólo es importante para él
y sólo aceptado por él, dentro del marco de las necesidades
generadas por el self grandioso. Ello es debido a la reactivación
de aquella fase normal del desarrollo del self grandioso en la
que se observan dos conjuntos de respuestas: a) el destello
del ojo materno, que refl eja con admiración, como un espejo,
el exhibicionismo natural del niño y b) las respuestas concretas
y empáticas de la madre, que confi rman la autoestima del
niño. Estos dos conjuntos de respuestas son revividas ante el
analista. Este ocupa el lugar de la madre de aquél entonces y
el analizando busca y espera que su analista le responda con
eco, aprobación y confi rmación sobre sus logros y actividades.
Dichas respuestas deben manifestarse con jubiloso entusiasmo,
tal como se supone actuó y sintió la madre.
Los tres modos de transferencia espejeadora son los siguientes:
• Transferencia espejeadora primaria (se establece espontáneamente).
• Removilización reactiva del self grandioso (por retiro temporario
de la transferencia idealizadora).
• Transferencia especular secundaria (repetición de la secuencia
genética).

Pues bien, todos los puntos señalados aquí hacen referencia a los
conceptos fundamentales descritos en el libro El análisis del self, de
H. Kohut. Lo fundamental es la interacción de todos sus conceptos, lo
que permite ver la obra como una teoría completa sobre el self y sus
repercusiones clínicas.
II. La experiencia de estudiar a Kohut por primera vez

En relación con la experiencia de aprender a Kohut, se puede expresar lo
siguiente:
En primer lugar, se ha realizado un gran esfuerzo al tratar de comprender
al autor, sobre todo cuando se ha abordado al psicoanálisis desde la óptica
freudiana o de la escuela francesa. Lo es menos si el origen de la formación
sienta sus bases en la escuela americana del Yo, o bien, en la escuela
inglesa de Melania Klein y la de D. Winnicott.

Sin embargo, es un reto inicial que llevó mucho tiempo para la comprensión del primer material revisado,porque además existe en éste una serie de conceptos que carecen de
claridad, son muy densos y no es posible entenderlos sin el estudio de la
obra total de Kohut.

Es el caso del concepto self. En este contexto, es preferible quedarse con
la expresión de “nivel bajo cercano a la experiencia” y dejar por lo pronto los
problemas teóricos. Afortunadamente, como se verá más adelante, el autor
retomará el término y lo traducirá nuevamente y con mayor claridad.
El segundo aspecto fundamental de la obra se refi ere a las sucesivas heridas
narcisísticas que provoca su estudio. El contexto donde se realice este trabajo
es muy importante: si se hace en un instituto psicoanalítico freudiano o
lacaniano, e incluso de los seguidores de la obra psicoanalítica de los ingleses,
genera un espontáneo rechazo, fundamentalmente porque se observa en este
desarrollo psicoanalítico una vuelta al psicoanálisis individual de Alfred Adler o
a la revisión de la escuela freudiana realizada por los psicoanalistas del YO. Si el
estudio se realiza en un contexto de la escuela más radical del YO, se criticará
la desviación de esta teoría de la escuela psicoanalítica y se interpretará la obra
de Kohut desde el propio narcisismo del autor. En un contexto plural, situación
excepcional, se discute, con compañeros y maestros, tanto en juntas clínicas
como en los seminarios, lo controversial de las propuestas kohutianas. Esto
remueve concepciones rígidas y anquilosadas que imperan, en casi todos los
seguidores de la teoría psicoanalítica, como dogmas, dentro de una secta. Estas
concepciones tradicionales dan cierta seguridad y orgullo por saber repetirlas
tal como habían sido descritas por los diversos psicoanalistas clásicos. Pero
al ser cuestionadas y sobre todo al ser puestas a prueba en la interpretación
clínica de los casos, hay quienes se sienten lastimados y heridos, como si al
criticar a los conceptos criticaran a las personas y sus conocimientos.

Pero en realidad, lo que puede llegar a suceder es que se reactiven, lo que
Kohut describe como talentos y habilidades del self de cada estudioso abierto y
dispuesto al conocimiento empírico. Se empieza a presentar, clínicamente, de
quienes participan en ello, ciertas ambiciones e ideales tal como las describe
el autor. Normalmente, en este contexto abierto y plural, no dogmático, cada
una de las discusiones permite sentirse con mayor confi anza, disminuyendo
ansiedades y se presenta una sensación de conquista paulatina del territorio
kohutiano, sintiéndose seguro y satisfecho por lo realizado.

El tercer punto se refi ere al ruido que genera la introducción de esta
teoría y técnica en los trabajos clínicos con pacientes.

Intentar pensar y actuar en términos de la transferencia idealizada y la
transferencia espejeadora, se puede convertir en un imperativo obsesivo y
por lo tanto de estorbo. Se requiere sufi ciente capacidad de espera como
para ir entendiendo cuál debería ser la función como terapeuta kohutiano y
no llegar a actuar lo que se está aún por entender.

Por otra parte, puede ser recomendable, en primer término, ir ensayando
las nuevas adquisiciones teóricas, en pláticas en pequeños grupos y en su
momento, en grupos más amplios (especie de conferencias). El propósito es
sensibilizar a la población del ámbito psicológico, refi riéndose a la aplicación
de la psicología del self como una alternativa en problemas psicopatológicos
y preventivos. Hacer énfasis sobre la capacidad de empatía como elemento
preventivo. Por ejemplo, ante un grupo de padres de familia, obreros todos
ellos, en un primer momento se les explicó, sobre la capacidad y la necesidad
de ser empáticos con sus hijos y descubrir, percibir, en el interior de ellos,
sus necesidades de reconocimiento y admiración y así poder responder
sencillamente, de tal manera que siempre festejaran los logros de sus
hijos, reconociendo abiertamente sus virtudes. Por reconocer los logros de
los hijos puede entenderse desde logros sencillos, tales como poder dar los
primeros pasos o trepar una silla por primera vez o pasar (acreditar) año en
una escuela. También se les puede aclarar que el concepto de empatía no
es evitar el dolor o simplemente la demostración de simpatía. Para ilustrar
mejor este fenómeno se les da un ejemplo cotidiano: el evento doloroso
de un hijo enfermo a causa de alguna infección difícil de erradicar por
medio de los medicamentos tradicionales, se hace necesaria la intervención
médica por medio de las ampolletas, las temibles inyecciones. Los padres
empáticos saben que lo que más necesita su hijo para curarse son los
medicamentos vía intramuscular; si actúan empáticamente lo harán sin
sentir temor o culpa por ello. Con esta capacidad de respuesta empática de
los padres, el hijo responderá con reconocimiento de que sus padres son
buenos selfs objects, es decir, seres humanos confi ables quienes formarán
estructuras, sólidas y seguras de autoestima.

Después de frecuentes experiencias similares, en foros de diversos
niveles de formación de los escuchas, se observa una actitud de personas
amables y entusiastas y sobre todo agradecidas. Se acercan para pedir más
información respecto a la capacidad de empatía y principalmente sobre
autoestima. Hacen comentarios sobre sus propias inseguridades y temores
de que sus hijos lleguen a ser adictos o presenten otros problemas y que
ellos no lo puedan evitar. Por ello, se recomienda abordar a los padres
desde estos aspectos.

Esta fue entonces una primera aventura de tres, en el conocimiento de
la psicología del Self. Vendrán más una vez rota la coraza defensiva que se
tiene para adquirir y aplicar nuevos conocimientos. Este fue un fructífero
ensayo sobre una versión psicoanalítica de los fenómenos mentales y el
desarrollo psíquico.

Nota
* Investigador de tiempo completo y director de la Facultad de Psicología de
la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

Bibliografía
Kohut, H. (1971), Análisis del Self. El tratamiento psicoanalítico de los
trastornos narcisistas de la personalidad, Buenos Aires, Amorrortu.